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Lennon, la sospecha de una época

Fuentes: EncontrArte

Busca la senda y busca el camino acabarás mareado. ¿Qué vida perra será tu destino? ¿Quién ha escrito tu guión? La libertad vive en una estatua en medio de Nueva York y todo el mundo ha cedido a su pánico interior.La Polla – Jodiana. Es 8 de diciembre de 1980 -faltan casi dos años para […]

Busca la senda y busca el camino acabarás mareado. ¿Qué vida perra será tu destino? ¿Quién ha escrito tu guión? La libertad vive en una estatua en medio de Nueva York y todo el mundo ha cedido a su pánico interior.
La Polla – Jodiana.

Es 8 de diciembre de 1980 -faltan casi dos años para que estalle la guerra de las Malvinas y cinco para que Gorbachov asuma el poder en la URSS-. En algún rincón de New York alguien abre la puerta de su estudio de grabación. Ahí mismo, para desilusión de quienes están en el poder, este hombre no ve instrumentos musicales, cables y micrófonos. No, a cambio encuentra un rincón preciso para dar rienda suelta a su espíritu lúdico y contestatario. Hace una mueca que puede ser definida en este momento como una sonrisa. Está con su esposa y llegaron para editar un tema. Desde ahí empieza a expresar el disgusto de vivir en un planeta que parece haber olvidado su propia humanidad y que ha embarcado su propia población en dos fragatas con destino a un naufragio seguro. La guerra fría late como un corazón a punto de infartarse. Este hombre se agarra el corazón como si el que tratara de infartarse fuera el suyo, y con voz desgarbada empieza a pedir a gritos que alguien introduzca sus manos por las fisuras del «mundo real» y deje escapar -casi veinte años antes, había proclamado la capacidad de soñar- la utopía que se mantiene retenida detrás de sus paredes. Quien asume esa responsabilidad es el atormentado John Lennon, quien no sabe todavía que morirá horas después, por razones misteriosas, a manos de Mark David Chapman y se dedica, por mientras, a hacer lo que mejor sabe hacer: música.

Desde la separación de los Beatles, John marcó una diferencia abismal con el resto de la banda. Desde 1971, con la salida de Imagine, disco que ocupó los primeros lugares por semanas, se atrevió a pedir que imaginaran un mundo sin países, sin religión y sin propiedad privada. Si bien es cierto que cada generación tiene sus propios desafíos históricos, a John le tocó vivir una serie de transformaciones de las que no salió inmune, y de las cuales, de una u otra manera, dio respuesta. Pero, ¿fue John Lennon en realidad un músico comprometido? A su manera lo fue, pienso, o dentro del entorno que vivió, se podría decir que lo fue. Sí, es cierto, existía Bob Dylan alentando a una generación Yippie. Pero ni a Lennon ni a Dylan se les vio en una manifestación callejera con pancarta en mano. Todo se hizo desde un escenario con cientos de espectadores y detrás de un tocadiscos. Pero para las generaciones posesentayochista el libro, esa caja donde se encarcela el papel, sufrió una modificación importante de la cual hasta el día de hoy nos servimos. La música rock había nacido y se había quedado. El libro se había convertido en música, había recuperado esa esencia auditiva con que inició. A través de Imagine se pudo balbucear los nombres de Proudhon y Bakunin. Si Lennon pedía imaginar un mundo sin propiedad, el francés Proudhon, en pleno siglo XIX había hecho la pregunta necesaria: «¿Qué es la propiedad? …la propiedad es un robo»; Bakunin, por otro lado, le había criticado a Marx el hecho de creer que el estado era algo necesario, pues sólo cambiaríamos una clase opresora por otro. Algo que John Lennon, a su forma, supo expresar. No fue Anarquista ni marxista, pero seguro estuvo al tanto de todas estas ideas. Pero ante todo, Lennon fue un hombre que aprendió a mirar al cielo con los pies en la tierra. La música rock era el nuevo medio necesario para que volviéramos a introducir la mano a través de la grieta de la lápida capitalista y rescatáramos la utopía. De una u otra manera, el espíritu de los enciclopedistas franceses se recuperaba en la música. Esto coloca a Lennon más cerca de la actitud punk -que no nacería, casualmente, sino después de sus primeros discos- que del pop.

No hay que olvidar que toda heterodoxia trae consigo una fecha de caducidad implícita, y la resistencia de llegar a este desvanecimiento es donde radica su valor. Las vanguardias artísticas del siglo XX fueron consumidas con la rapidez de un cigarrillo en la boca de Jean Dean. La denuncia social quedó desprovista de sentido una vez que se exhibieron en las estanterías de las grandes tiendas departamentales. Fueron aplaudidas, incluso, por los mismos criticados. El terror de Lennon siempre fue éste, estaba consciente de tener que ser un dínamo de innovación, incluso, para sí mismo; un John compitiendo contra otro John. No es casualidad que uno de los que disparara criterios lúcidos y mordaces contra los Beatles haya sido precisamente él. Se necesitaba un cambio importante, reconocer que los Beatles fue una gran banda, pero que no podía seguir en lo mismo. Le tocó vivir en una lucha constante contra sí mismo y contra su medio. De antemano sabía que era poco lo que duraría la sospecha que trataba de poner en boca del ciudadano común, que por otra parte, estaba más interesado en la figura de un ex Beatles que en la de su propuesta. John nunca pudo liberarse de su camisa de fuerza, y aun así apostó. Se nos olvida con mucha frecuencia que la noción del «Estado», admirable tanto para el socialismo marxista como para el capitalismo, fue criticado también en el disco Plastic Ono Band -uno de sus disco más ácidos-. Algo que irónicamente escuchan, con cierta nostalgia impostada, los arquitectos del poder político. No sería de extrañar que el mismo Reagan la coreara mientras bombardeaba algún rincón del mundo. ¿Pero es Lennon el responsable de esto? ¿Al igual que lo será The Clash cuando las generaciones posteriores a su éxito cante desde el poder «London Calling»?

Si Homero hubiese conocido a Ulises, seguramente le hubiese parecido una persona común y corriente, escribió Werner Jaeger. Me pregunto qué pasaría si Lennon lo hubiésemos conocido y no hubiese tenido ese trágico final. ¿Nos parecería el mismo Lennon? Hoy en día el exbeatle sobrevive a todo el imaginario al que ha sometido con cierta injusticia y exageración. Indistintamente de eso, se puede afirmar que el tema central de sus discos fue el amor a la humanidad. Con esa sensación de desespero y el desencanto producido por la esquizofrenia entre lo que el ser humano tiene conciencia de poder ser y la miseria en que se ha vuelto. Lo cual le otorga un sitial privilegiado dentro de la historia. Sólo así se le puede considerar a Lennon dentro de la contracultura, por goteo. Algo que no podía percibir su época, sino las posteriores que ampliaron y radicalizaron su malestar.

Otra de las cosas que hacen volver la mirada a Lennon, fue su actitud sarcástica. Un Lennon que podía contradecirse y luego reír de ello y admitir que fue un momento de coraje. Gritar sin remordimientos que no creía en Dios, sobre todo porque su ateísmo era una forma de recuperar la individualidad perdida por el conservadurismo religioso. Atacó con sus letras los principales pilares de la sociedad capitalista. No hay que olvidar que en pleno concierto de The Beatles, en Alemania, Lennon hacía burla del saludo nazi. Podía aparecer desnudo y protestar por la paz mundial con la misma facilidad con que podía hablar de sus tormentos pasionales. Así fue como contribuyó a levantar el mito Jonhn Lennon ante la sociedad mundial, para luego complacer en destruirlo abogando por causas que consideró, no sin razón, más justas, como la de la activista Angela Davis.

Pero volvamos la mirada al año 1980. Situémonos de nuevo en ese mítico año. Pronto saldrá Madonna con un feminismo desgastado y la época de la liberación sexual quedará colapsada por exceso de vacío en su discurso. Faltan apenas nueve años para que caiga el muro de Berlín y once para que caiga la Unión Soviética. El hombre que está sentado en su estudio, puede aún sonreír, pensar en su familia y esperar que cambien las cosas a futuro, aunque días antes hubiese dicho que no creía en nada más allá que no fuera el presente. EL atentado contra Lennon fue la forma de tratar de terminar con el espíritu nutrido de los 60′ y 70´. Pero también podemos ver que fue un atentado fallido, pues más allá de Lennon o Dylan, la música contestataria sigue por nuevos rumbos, que de seguro si Lennon viviera, trataría de explorarlos. Buscaría, sin cesar, situarse en las distintas ramas del árbol genealógico del Rock. No se conformaría con ser parte sólo del tronco de este fenómeno.

Pero a fin de cuentas, el capitalismo ha dado ciertos dotes de heterodoxia que exige nuevos modos de combatirlo.

Fuente: http://encontrarte.aporrea.org/creadores/musica/141/a17788.html