Mujeres y homosexuales. La combinación de ambas identidades provoca en el mundo árabe una mezcla de incomodidad y ocultación, cuando no el más absoluto rechazo y castigo. Invisibilizadas en sus sociedades, pero en ciertos casos más toleradas que los gays, su misma existencia es considerada por muchos como una afrenta a las bases del Islam […]
Mujeres y homosexuales. La combinación de ambas identidades provoca en el mundo árabe una mezcla de incomodidad y ocultación, cuando no el más absoluto rechazo y castigo. Invisibilizadas en sus sociedades, pero en ciertos casos más toleradas que los gays, su misma existencia es considerada por muchos como una afrenta a las bases del Islam y, por lo tanto, denigrada y estigmatizada. ¿Se puede ser lesbiana, árabe y además, musulmana? Sí, se puede. Pero para moverse en ese triple escenario identitario, una consigna se impone: discreción.
Bucear en Internet para encontrar información sobre lesbianas árabes supone, en muchos casos, ser remitido a webs de material porno. Tan improbable parece que ambas identidades puedan convivir fuera de ese ámbito. Si de por sí la homosexualidad sigue siendo tema tabú en el mundo árabe, cuando quienes la practican son mujeres, las informaciones sobre ellas parecen moverse en la misma estricta discreción en las que ellas lo hacen dentro de sus sociedades de origen.
«Lesbiennes et marocaines»: hace unos meses, la publicación marroquí Telquel llevaba a su portada el controvertido tema de la orientación sexual en un país en el que la homosexualidad sigue siendo castiga con cárcel de hasta tres años y una multa de hasta mil dirhams (algo menos de cien euros), en virtud del artículo 489 del Código Penal. En un contexto legal y social de oprobio hacia ellas, las lesbianas marroquíes deben vivir su orientación sexual, según apunta la publicación, de una manera «discreta», cultivando códigos propios: encuentros en público siempre en grupo, espacios en red donde los miembros son autentificados antes de aceptar, grupos cerrados en Facebook en los que hace falta dar pruebas claras de identidad para ser admitido… La comunidad tiene su propia red de bares y cafés de orientación «gay friendly», repartidos fundamentalmente entre Casablanca y Rabat, y ciertas veladas exclusivamente femeninas.
En Egipto, el boca a boca y una conexión a Internet son esenciales para conocer gente vía correo electrónico o puntos de encuentro localizables sólo por la comunidad homosexual, entre los que hay hoteles, restaurantes y hasta peluquerías. No parece que la reciente revolución de Tahrir vaya a modificar la situación de los homosexuales egipcios: la Constitución provisional aprobada en 2011 no presenta ninguna regulación sobre sus derechos, y los Hermanos Musulmanes han reiterado, en público y desde el inicio de las revueltas, su condena a todo tipo de conducta no heterosexual.
Líbano es tradicionalmente considerado uno de los países árabes en los que el movimiento homosexual resulta más activo. Sin embargo, las lesbianas libanesas siguen enfrentándose cotidianamente a arrestos domiciliarios, matrimonios forzosos, abusos verbales o acoso sexual en la propia calle ante la más mínima muestra de afecto en público.
Se trate del país del que se trate, la discreción es el código (auto)impuesto. Se hace inevitable en el contexto de sociedades en las que la homosexualidad es perseguida, rechazada socialmente y considerada un estigma social, una práctica innoble e inmoral. La estigmatización alcanza tal nivel que muchas lesbianas optan incluso por casarse con hombres, con los que emprenden una doble vida para no ser atacadas por su condición sexual o por emigrar hacia países en los que la libertad sexual sea mayor. La ruptura con sus familias y amigos, se convierte a menudo en inevitable ante la falta de aceptación por parte de unas y otros de su lesbianismo.
La homosexualidad es todavía para muchos árabes una enfermedad. Y como práctica denigrada socialmente, en muchos países del Magreb y el Mashreq sigue siendo un delito: los actos homosexuales son considerados ilegales en Argelia, Egipto, Emiratos Árabes, Libia, Marruecos, Líbano, Omán, Qatar, Arabia Sudí, Siria y Yemen, es decir, en la inmensa mayoría del mundo árabe. En Arabia Saudí y Yemen puede ser castigada incluso con la pena de muerte, y en los demás países, las penas oscilan entre las multas y la cárcel. Resulta curioso, sin embargo, el hecho de que en Kuwait el lesbianismo no esté penalizado, frente a la ilegalidad de la homosexualidad masculina, como también llama la atención que en los casos de Egipto o Iraq, el texto legal no deje claro si los actos homosexuales entre mujeres deben ser castigados o no. ¿A qué se debe esta aparente mayor tolerancia hacia las lesbianas que hacia sus homólogos masculinos? El rechazo hacia los homosexuales parece focalizarse en mayor medida sobre los hombres, probablemente en relación con los valores de una sociedad patriarcal que considera que la supervivencia de la familia y de la propia línea familiar reposa sobre los varones.
Mayor tolerancia va de la mano de mayor invisibilidad. Silenciadas en sus propias sociedades y poco conocida su existencia fuera de ellas, para las lesbianas árabes, el mero hecho de afirmar su existencia supone ir ya más allá de las reglas establecidas: si los posicionamientos tradicionales de las sociedades árabes y, por extensión, mediterráneas, consideran que la sexualidad de las mujeres debe estar restringida; ¿cómo es posible que una persona «asexuada» pueda permitirse un acto sexual con otra persona de su mismo y asexuado sexo en una sociedad falocéntrica? ¿Cómo entender que alguien rompa la «complementariedad esencial» entre lo masculino y femenino que dotará de harmonía a la familia y a la sociedad? Ser mujer y lesbiana supone, por tanto, luchar contra discriminaciones de doble signo: por sexo y por sexualidad.
Todavía es posible añadir un tercer elemento identitario que incrementa la complejidad: la religión. ¿Es posible ser árabe, lesbiana y musulmana? Por supuesto. Pero hacer convivir las tres identidades supone, sin duda, un auténtico conflicto moral para quienes en muchos casos sienten que deben elegir entre su identidad religiosa y su identidad sexual ante la aparente imposibilidad de lograr una conciliación entre ambas. Y es que, aunque el Islam no es la única religión que condena la homosexualidad, gays y lesbianas residentes en países musulmanes se ven inmersos en un entramado en el que cultura, derecho, tradición y religión se entrelazan para censurar su sexualidad.
En este mapa con más sombras que claros para las lesbianas, han surgido en los últimos tiempos una serie de iniciativas, todavía minoritarias y dispersas, que dan voz a este colectivo: el documental A Jihad for Love, del indio Parvez Sharma, expone el rechazo a los homosexuales musulmanes tanto en los países donde el Islam es la religión mayoritaria como fuera de ellos; la organización Aswat reúne a lesbianas palestinas con el objetivo de crear un entorno seguro para ellas; Bekhsoos es un magazine lésbico y árabe online que cubre asuntos relacionados con la homosexualidad en esta parte del mundo a través de reportajes, opiniones y trabajo creativo, y el blog http://iamnotharaam.tumblr.com («Yo no soy prohibido») ha sido creado por y para homosexuales musulmanes.
Avanzadilla de una orientación sexual todavía penalizada legal y socialmente, iniciativas como estas ponen las primeras piedras de un edificio del que no se ven todavía más que los cimientos: el pleno reconocimiento de derechos y de la aceptación social de quienes se definen como árabes y lesbianas.
Fuente: http://www.aish.es/index.php/nosotras-ta-marbuta-gender/derechos/3113-carmen-v-valina