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Llamazares y Madrazo dan el aldabonazo para cerrar no la crisis, sino IU

Fuentes: Rebelión

Los orígenes de la denominada izquierda política pueden remontarse en el tiempo cuanto se quiera, desde la rebelión bíblica de Adán y Eva, que prefirieron comer del árbol de la Ciencia antes que someterse a los designios del patriarca explotador, e incluso antes, si tenemos en cuenta la separación de Lilita de Adán, antes de […]

Los orígenes de la denominada izquierda política pueden remontarse en el tiempo cuanto se quiera, desde la rebelión bíblica de Adán y Eva, que prefirieron comer del árbol de la Ciencia antes que someterse a los designios del patriarca explotador, e incluso antes, si tenemos en cuenta la separación de Lilita de Adán, antes de que éste se emparejara con su conocida compañera Eva. Es decir, que la izquierda política ha sido retrotraída incluso a tiempos en los que la política no se había siquiera inventado.

Los tiempos pasaron, y la división de tareas se convirtió en ciertas zonas en división de clases, el abandono de la práctica caníbal o la exterminación del enemigo a cambio del uso de su fuerza de trabajo como seres esclavos. Y -según los marxistas- con ello surgió la familia (patriarcal). La retahíla consiguiente es conocida: de esclavismo al feudalismo, de éste a las sociedades pre-capitalistas, de ahí al capitalismo, el colonialismo, el imperialismo, y, por fin, la economía global. Tal es el esquema de desarrollo social propuesto por el marxismo más o menos oficial, e incluso por algúnos otros escritores.

En el ínterin de este desarrollo cobró especial relevancia la revolución francesa, punto álgido en la conquista del poder por parte de la burguesía y del capital.

Antes, sin embargo, un preclaro pensador ya había plasmado las contradicciones inherentes al aún no materializado sistema económico, e incluso había ofrecido el abanico de soluciones posibles: se trata de Jean-Jacques Rousseau.

Rousseau se planteó la pregunta fundamental, posteriormente desarrollada por otros pensadores, acerca del por qué de las diferencias sociales, y que él materializó en el derecho a la propiedad. Las clases surgen en el momento en que unos poseen lo que otros carecen, y llega a proponer el comunismo como oposición al capitalismo emergente. Su falta de definición dará lugar a debates diversos, que a su vez dieron origen a organizaciones o prácticas anarquistas, y a las diferentes tendencias dentro del izquierdismo.

Otra de las aportaciones de Rousseau fue la de considerar que la organización social debía partir de las prácticas y experiencias de las bases, a partir de las cuáles se erigirían los diferentes organismos políticos. La izquierda política posterior asumió como propios ambos objetivos: la supresión de las clases sociales (el comunismo), y la organización social a partir de las bases hacia arriba. Estas son dos de las características propias de toda organización que se autodenomine como de izquierdas.

La tercera aportación de Rousseau fue la de exigir el plebiscito directo, de manera que todo productor pudiera elegir a su representante (tanto si el lector es hombre o mujer, como si el elegido pertenece a uno u otro sexo). La lucha por la emancipación de la mujer encuentra en nuestro autor uno de los primeros defensores, más tarde desarrollado por Fourier, las sufragistas, y los partidos de izquierda.

La lucha en favor del proletariado, erigido como clase mayoritaria y, por lo tanto, dominante, no se efectuará hasta bien entrado el siglo XIX con Kart Marx y Friedrich Engels con la publicación del Manifiesto Comunista (1848), y las diversas experiencias revolucionarias de carácter socialista propias de la primera mitad del siglo XX.

Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, las organizaciones favorecedoras de las clases oprimidas, lejos de alcanzar la unidad propulsada por el marxismo, se fue atomizando y surgieron agrupaciones anarquistas, anarco-sindicalistas, sindicalistas, y marxistas, entre otras muchas.

A finales del XIX el marxismo cayó en crisis con la aparición de la II. Internacional de Kautsky y Bernstein; y el marxismo volvió a atomizarse.

Con la revolución rusa de 1917 el marxismo volvió a reencontrarse con sus principios: la crítica a la división de clases, la organización social a partir de las asambleas (soviets), y la lucha por el plebiscito directo y general. La revolución triunfó y su modelo se exportó a todo el orbe.

Los avatares de la guerra revolucionaria frente a las fuerzas contrarrevolucionarias llevaron a las fuerzas de izquierda a replantearse varias cuestiones, sobre odo de índole organizativa, y surgió en trotskismo frente al stalinismo, y, posteriormente, el eurocomunismo. Ninguna de las tendencias llegaron a cuestionar los principios enunciados por Rousseau: la crítica a la división de clases, la organización social a partir de las asambleas (soviets), y la lucha por el plebiscito directo y general.

La socialdemocracia (PSOE, EA, ANV) renegó del principio revolucionario, y con ello de la posibilidad de cambiar de modo violento con la sociedad capitalista de entonces. En su lugar optaron por los cambios parlamentarios de mayorías, de manera que fuera ésta quien dictara las leyes a respetar dentro del marco de las democracias occidentales.

Por su parte, tras la segunda guerra mundial y el estancamiento de los bloques, los Partidos Comunistas europeos decidieron a su vez dejar a un lado la posibilidad de acceder al poder de manera violenta. Y surgió el eurocomunismo, más centrado en la acción sobre los sindicatos, los estudiantes y, sobre too, los medios de comunicación, que serían, a la postre, quienes permitieran el acceso al poder político sin el uso de la violencia.

Así y todo, como venimos diciendo, los tres pilares en los que se asentaban las ideas izquierdistas se mantenían intocables: la crítica a la división de clases, la organización social a partir de las asambleas (soviets), y la lucha por el plebiscito directo y general.

Sin embargo, en las últimas semanas hemos comprobado un nuevo giro dentro de Izquierda Unida (IU) y, más concretamente dentro de IU-EB (la sección de Izquierda Unida en el País Vasco).

En primer lugar, la crítica a la división de clases se ve suprimida a favor del mantenimiento del tripartito (PNV-EA-IU), algo que, tácticamente se puede incluso asumir. Aún a pesar del acercamiento al PSE-EE preconizado por la dirección.

El segundo punto (la organización social a partir de las asambleas) empieza a resquebrajarse a partir de la situación de Arrasate.

En Arrasate se presentó una lista conjunta entre IU-EB y Zutik (Trotskistas y maoístas). La asamblea, se supone, la componen todas y cada una de las organizaciones mencionadas (IU, LKI, EMK), y ellas son las soberanas (según dictan sus propios estatutos).

Se presenta una moción de censura frente a la alcaldía (ANV) por no condenar el comunicado de ETA. La asamblea (de IU-LKI-EMK) decide no apoyarla. IU presiona a sus concejales para que lo hagan (por interés «nacional»). La asamblea (IU-LKI-EMK) decide que no es pertinente. E IU propone cambiar sus estatutos de manera que sea la ejecutiva quien decida en estos casos.

El golpe de estado interno se ha realizado. Pasamos de un modelo de decisión de abajo hacia arriba, a otro en sentido inverso. La derechización se consuma, y la desaparición de IU en Euskadi se materializa.

Otra cuestión es el saber que nuevas maniobras nos esperan para recuperar o conquistar un espacio en las instituciones, pero, cuando las ideas no están claras…