En el primer semestre de 2008 sufrimos una crisis alimentaria ocasionada por una subida muy significativa del precio de los alimentos. Con unas cosechas suficientes se llegó a pagar precios muy altos por alimentos básicos como el pan, las tortillas de maíz o el arroz. Los análisis apuntaron a la concatenación de tres factores causantes […]
En el primer semestre de 2008 sufrimos una crisis alimentaria ocasionada por una subida muy significativa del precio de los alimentos. Con unas cosechas suficientes se llegó a pagar precios muy altos por alimentos básicos como el pan, las tortillas de maíz o el arroz. Los análisis apuntaron a la concatenación de tres factores causantes de la subida: la especulación con los granos básicos después del desplome de las hipotecas basura, el aumento del petróleo y sus derivados requeridos en la agricultura industrial, fertilizantes y pesticidas, y el incremento de la demanda provocado por los agrocombustibles.
Durante el año 2009 todo apunta a que podemos padecer una nueva crisis alimentaria. Esta vez una crisis global de falta de alimentos. La sequía está siendo muy grave en China, Australia, Argentina y EEUU, precisamente los países que representan dos tercios de la producción agrícola del mundo. Algunos datos. En el norte de China hay 10 millones de hectáreas agrícolas y 2 millones de cabezas de ganado afectadas. Un 41% de la agricultura australiana padece una de las peores sequías de los últimos cien años, al igual que las tierras fértiles de California o Texas en los EEUU. En la prensa hemos leído también sobre el mal estado en el que se encuentra la producción de soja en Argentina y que desde mediados de enero se ha decidido no conceder nuevas licencias de exportación. Realidades similares se localizan en África y Asia. Sólo Europa parece haber escapado de las sequías aunque las lluvias tardías no han favorecido las siembras de ciclo largo y muchos agricultores han reducido sus cultivos por el alto precio alcanzado a finales del año 2008 por los insumos citados anteriormente.
Ambas crisis nos proporcionan aprendizajes similares. No se puede confiar en el libre mercado para los temas de la alimentación. El comercio desregulado está en el origen de la especulación que incrementó el precio final de los alimentos, y ahora, nuevamente aumenta el riesgo para todos aquellos países que han relegado la producción agrícola propia esperando satisfacerla por la vía del mercado.
Y una misma conclusión. Las diferentes administraciones deben favorecer sin más dilación la producción local basada en una agricultura de pequeña escala, biodiversa y ecológica. Sabemos que es menos vulnerable a los caprichos del mercado globalizado, menos dependiente de fertilizantes y agrotóxicos y, con su arsenal de semillas, conocimientos y experiencia acumulada, más adaptable a las diferentes situaciones climatológicas.
Gustavo Duch Guillot es Director de Veterinarios Sin Fronteras