Traducido del catalán para Rebelión por Eloy Pardo
¿No tiene que pedir perdón la derecha catalana de Convergència i Unió ? ¿No tiene que pedir perdón Jordi Pujol ex presidente de la Generalitat de Catalunya, y Cataluña en sí misma durante 23 años, por haber tildado a los luchadores republicanos de «totalitarios y antidemocráticos»?
Dice el Presidente del Parlamento catalán, Ernest Benach, que España tiene que pedir perdón a Cataluña por el despreciable asesinato del Presidente de la Generalitat republicana, Lluís Companys, por parte del régimen franquista, del que justo se cumplen ahora 70 años. Pero me pregunto yo si, en realidad, no tienen que ser los grandes intereses económicos, los latifundistas o la gran burguesía, que se sumó al golpe de Estado (incluida la catalana), los franquistas y sus herederos (incluidos los catalanes), y los triunfadores de la Transición «modélica», que blindaron, han blindado y continúan blindando el franquismo (incluidos los catalanes) los que tienen que pedir ese perdón y rendir cuentas por el Presidente y por los más de 120.000 asesinatos, los millones de represaliados (social, cultural, económica y políticamente) y por los ciudadanos de generaciones posteriores, a los que nos ha sido negado un futuro de verdadero progreso con justicia social.
¿No tiene que pedir perdón la derecha catalana de Convergència i Unió ? Más que por ser los herederos políticos del colaboracionista Cambó y de la Lliga Catalana, porque en más de veinte años de gobierno no hicieron ni una sola política pública de memoria no adscrita al ritual nacionalista. No sólo no repararon moral y económicamente a los represaliados catalanes sino que negaron la socialización del sedimento ético que representaron para Cataluña las luchas por su democratización. Antológica fue la respuesta del diputado de CiU y Consejero adjunto a la presidencia Miquel Coll i Alentor cuando, en una sesión parlamentaría de febrero de 1981, el diputado no adscrito Josep Benet pidió la participación de una representación institucional de la Generalitat en los actos de la Amical de Guerrilleros delante del monumento de la Ciutadella que rendía homenaje a los voluntarios catalanes de la Primera y Segunda Guerra Mundial, y que precisamente inició Lluís Companys en 1936. «Simplemente, es imposible obligar a nuestras autoridades a perder una parte importante del tiempo que tiene que dedicar a la obra del Gobierno a solemnidades de este tipo, que en un pueblo tan lleno de recuerdos históricos como el nuestro, surgirían en cada paso a lo largo del año. ¿En este sentido, no tendríamos que conmemorar la salida de Jaume I de Salou para la conquista de Mallorca? ¿O la jornada de Coll de Panissars de 1.285? ¿O la batalla de Montjuic de 1641»? afirmó Alentorn. El mismo conseller de CiU acabó diciendo lo siguiente: «Consideramos que la fiesta del 11 de septiembre reúne todas nuestras efemérides de signo patriótico o cívico, y al lado de los héroes de 1714 recordamos a todos los catalanes que a lo largo de los siglos se han asomado al sacrificio en pro de una noble causa».
Por lo tanto, reparación moral inexistente que se ha querido sustituir por una mísera reparación económica (cobrar y callar) que no llega ni a la suela del zapato del que fue el valor real del multimillonario expolio perpetrado por el régimen franquista contra los republicanos y la redistribución del botín entre los ganadores de aquí y de allí, por los años y años como esclavos de las lucradas empresas españolas y catalanas en concepto no sólo de trabajos forzados sino también por la relación brutalmente desequilibrada entre empresario y trabajador (propias de aquél régimen), por las condenas indiscriminadas de prisión y las interminables sesiones de tortura o, simplemente, por los daños morales que el régimen del miedo y la represión institucionalizada causó, los cuales, muchos de ellos todavía se arrastran.
¿No tiene que pedir perdón Jordi Pujol ex presidente de la Generalitat de Catalunya, y Cataluña en sí misma durante 23 años, por haber tildado a los luchadores republicanos, a los resistentes antifranquistas y espacialmente a los Brigadistas Internacionales (una de las últimas grandes esperanzas para la salvaguardia de la condición humana y, mucho de ellos, compañeros anónimos) de «luchadores totalitarios y antidemocráticos» que no merecían el reconocimiento del estado de derecho? Y que menos apropiado es, según Pujol que sus herederos sean los gestores de la memoria democrática.
¿No tiene que pedir perdón la actual Generalitat de Catalunya por el escandaloso panegírico de hace pocos meses que incluía funerales de Estado a un catalán, falangista de los de la Guerra Civil, golpista y amigo personal de General Franco, faltando así a la memoria de los luchadores por la democracia y de los represaliados por la dictadura, faltando así a la memoria de Lluís Companys?
La guerra civil no fue una guerra entre supuestas naciones, entre España y Cataluña, ni entre España y Extremadura, ni entre España y Andalucía, ni entre España y Castilla, la guerra civil supuso sin ningún tipo de dudas la expresión más elevada de la lucha de clases. Entre una gran burguesía de todos los pueblos de España que, para ver blindados sus privilegios, se unió a la voluntad de un grupo de iluminados radicales y retrógrados que se alzaron contra la refundación del concepto de ciudadanía y contra unos nuevos valores cívicos, sociales y republicanos que podían haber sentado las bases de una sociedad más justa, más equitativa y más libre, una sociedad verdaderamente democrática. Especialmente conmovedor es recordar el mensaje de aquel cartel de 1936, realizado por el ilustrador del PSUC Martí Bas y que rezaba: «Defender Madrid es defender Cataluña».
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rCR