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Lo erótico como poder

Fuentes: Revista Especial

Lo erótico es un recurso dentro de cada una de nosotras que descansa en un nivel profundamente femenino y espiritual, firmemente enraizado en el poder de sentimientos no expresados o no reconocidos. Para perpetuarse, toda opresión debe corromper o distorsionar las fuentes de poder, en el interior de la cultura del oprimido, que puedan proporcionar […]

Lo erótico es un recurso dentro de cada una de nosotras que descansa en un nivel profundamente femenino y espiritual, firmemente enraizado en el poder de sentimientos no expresados o no reconocidos. Para perpetuarse, toda opresión debe corromper o distorsionar las fuentes de poder, en el interior de la cultura del oprimido, que puedan proporcionar energía para el cambio. Para nosotras, esto ha significado una supresión de lo erótico como fuente de poder y conocimiento en el interior de nuestras vidas.

Se nos ha enseñado a desconfiar de este recurso, que ha sido envilecido y devaluado en la sociedad occidental. Por un lado, lo superficialmente erótico ha sido difundido como signo de inferioridad femenina; por otro, a las mujeres se les ha hecho sufrir y sentirse despreciables y sospechosas en virtud de la experiencia de lo erótico. De ahí hay sólo un paso a la falsa creencia de que solamente por la supresión de lo erótico dentro de nuestras vidas y de nuestras conciencias las mujeres podemos ser realmente fuertes. Como mujeres, hemos llegado a desconfiar de ese poder que surge de nuestro más profundo e irracional conocimiento. Pero lo erótico ofrece un pozo de fuerza para la mujer que no teme su revelación.

La pornografía es la negación de lo erótico

A menudo se le ha dado un nombre equivocado a lo erótico y se lo ha usado contra la mujer. Por esta razón, muchas veces nos hemos alejado de la exploración y consideración de lo erótico como fuente de poder y conocimiento, confundiéndolo con su opuesto, la pornografía. Pero la pornografía es la negación directa de lo erótico, porque representa la supresión de los verdaderos sentimientos. La pornografía enfatiza la sensación sin sentimientos.

Al equiparar pornografía con erotismo, dos usos diametralmente opuestos de lo sexual, se ha intentado también separar lo espiritual de lo erótico, reduciendo lo espiritual a un mundo de afectos desabridos, un mundo ascético en el que se aspira a no sentir nada. Esta reducción de lo espiritual a lo ascético dista mucho de corresponder a la realidad.

Lo erótico es un lugar ubicado entre los comienzos de nuestro sentido de ‘yo’ y el caos de nuestros sentimientos más fuertes. Es un sentido interno de satisfacción al que, una vez que lo hemos experimentado, sabemos que podemos aspirar. Porque habiendo experimentado la totalidad de esta profundidad de sentimientos y reconocido su poder, por un sentido de auto-respeto, no podemos exigir menos de nosotras mismas.

El valor erótico de nuestro trabajo

La meta de cada cosa que hacemos es hacer la vida de nuestros niños y niñas lo más rica posible. Si celebro lo erótico en todos mis esfuerzos, mi trabajo se convierte en una decisión consciente -en una deseada cama a la que voy con gratitud y de la que me levanto con más poder. Por supuesto, las mujeres con tal poder son peligrosas. De ahí que se nos enseñe a separar lo erótico de todas las áreas más vitales de nuestras vidas que no sean el sexo. Y falta de preocupación por la raíz erótica de nuestro quehacer se manifiesta en la falta de ánimo en mucho de lo que hacemos. Por ejemplo, ¿cuán a menudo realmente amamos nuestro trabajo?

El principal horror de cualquier sistema que define lo bueno en términos de ganancias, en lugar de hacerlo en términos de las necesidades, excluyendo sus componentes emocionales y psíquicos, el horror principal de tal sistema es que priva a nuestro trabajo de su valor erótico, de su poder erótico, de su íntima relación con la vida y la plenitud. Como mujeres, necesitamos examinar las formas en que nuestro mundo puede ser verdaderamente diferente. Me refiero a la necesidad de reevaluar la calidad de todos los aspectos de nuestras vidas y de nuestros trabajos.

La conexión erótica

La palabra erótico viene de la expresión griega eros, que alude a la personificación del amor en todos sus aspectos. Eros, nacido del dios Caos, representa el poder creativo y la armonía. Cuando hablo de lo erótico, entonces, hablo de una afirmación de la fuerza de vida de las mujeres, de aquella poderosa energía creativa cuyo conocimiento y uso estamos reclamando en nuestro lenguaje, en nuestra historia, en nuestros bailes, en nuestros amores, en nuestros trabajos, en nuestras vidas.

Para mí, lo erótico actúa de varias maneras y la primera es proporcionando el poder que proviene de la experiencia de compartir profundamente cualquier actividad con otra persona. El compartir el goce, ya sea físico, emocional, espiritual o intelectual, crea un puente entre las personas que puede ser la base para entender mejor aquello que no se comparte y disminuir el sentimiento de amenaza que provocan las diferencias.

Otra forma importante en que actúa la conexión erótica es reforzando, de manera abierta y audaz, mi capacidad de goce. De la misma manera en que mi cuerpo se abre a la música, respondiendo a ella, y escucha con atención sus más profundos ritmos, así también todo lo que siento puede abrirse a una experiencia eróticamente plena, sea ésta bailar, construir un estante, escribir un poema, examinar una idea. Esta auto-conexión es una medida del goce de saberme capaz de sentir, un recordatorio de mi capacidad de sentir. Y ese profundo e irremplazable conocimiento de mi capacidad de goce exige que viva toda mi vida en el conocimiento de que tal satisfacción es posible y no necesita llamarse matrimonio ni dios ni vida eterna.

Esta es una de las razones por las cuales lo erótico es tan temido y tan a menudo relegado solamente a la cama, cuando se llega a reconocer. Porque una vez que empezamos a sentir profundamente todos los aspectos de nuestras vidas, empezamos a exigir de nosotras mismas, y de todas las actividades de nuestras vidas, que estén de acuerdo con ese goce del que estamos conscientes de ser capaces. Nuestro conocimiento erótico nos da poder, se convierte en un lente a través del cual miramos todos los aspectos de nuestra existencia, obligándonos a evaluarla honestamente en términos de su relativo sentido en nuestras vidas. Esta es una gran responsabilidad que, proyectada desde nuestro interior, nos compromete a no establecernos en lo conveniente, en lo falso, lo esperado convencionalmente, lo meramente seguro.

Vivir desde adentro hacia afuera

Hemos sido formadas para temer el sí dentro de nosotras a nuestros más profundos anhelos. Pero una vez reconocidos aquellos que no potencian nuestro futuro, pierden su poder y pueden cambiarse por otros que sí lo hagan. El temor a nuestros deseos los mantiene bajo sospecha e indiscriminadamente poderosos, porque reprimir una verdad es darle más fuerza de la que podemos resistir. El temor de no poder crecer más allá de cualquier confusión que podamos encontrar en nosotras mismas nos mantiene dóciles y obedientes, definidas externamente, y nos lleva a aceptar muchas facetas de nuestra opresión como mujeres.

Cuando vivimos fuera de nosotras, y con esto quiero decir basadas solamente en directivas externas, en lugar de vivir basadas en nuestros conocimientos y en nuestras necesidades internas, cuando vivimos alejadas de las directivas eróticas que vienen desde adentro de nosotras mismas, entonces nuestras vidas permanecen limitadas por formas externas y alienantes y terminamos ajustándonos a una estructura que no está basada en las necesidades humanas. Pero cuando empezamos a vivir desde adentro hacia afuera, en contacto con el poder de lo erótico adentro, permitiendo que ese poder informe e ilumine nuestras acciones en el mundo que nos rodea, entonces empezamos a ser responsables de nosotras mismas en el más profundo sentido.

Al empezar a reconocer nuestros sentimientos más profundos, empezamos a dejar, necesariamente, de sentirnos satisfechas con el sufrimiento y la auto-negación y con la paralización que tan frecuentemente parece ser la única alternativa en nuestra sociedad. Nuestras acciones contra la opresión se hacen uno con nuestro ser, motivadas y reforzadas desde adentro. En contacto con lo erótico, me siento menos dispuesta a aceptar la impotencia u otros estados del ser que no son parte de mi naturaleza, tales como la resignación, la desesperación, la auto-destrucción, la depresión, la auto-negación.

Sí, hay una jerarquía. Hay una diferencia entre pintar una reja interior y escribir un poema, pero solamente una diferencia de cantidad. Y no hay, para mí, diferencias entre escribir un buen poema y ponerme a la luz del sol junto al cuerpo de una mujer que amo.

El poder de lo erótico en nuestras vidas

Esto me lleva a una última consideración sobre lo erótico. Compartir el poder de los sentimientos mutuos es diferente de usar los sentimientos de otra persona como si usáramos un pañuelo desechable. La necesidad de compartir sentimientos profundos es una necesidad humana. Pero en la tradición europea-americana se busca satisfacer esta necesidad en situaciones que casi siempre se caracterizan por un simultáneo mirar hacia otro lado, un usar los sentimientos de quienes participan en la experiencia con nosotras en lugar de compartirlos.

Cuando desviamos la vista de la importancia de lo erótico en el desarrollo y sostenimiento de nuestro poder, o cuando desviamos la vista de nosotras mismas al satisfacer nuestras necesidades eróticas en concierto con otro/as, nos usamos mutuamente como objetos de satisfacción más que compartir nuestro gozo en la satisfacción, más que hacer conexiones con nuestras similitudes y nuestras diferencias. Negarse a estar conscientes de lo que sentimos en cualquier momento, aunque eso parezca incómodo, es negar una gran parte de la experiencia, y ahí es cuando podemos permitir ser reducidas a lo pornográfico, al abuso y al absurdo.

Lo erótico no puede sentirse de segunda mano. Como feminista lesbiana negra tengo un sentimiento, un conocimiento y una comprensión particular de aquellas hermanas con las que he bailado, jugado e incluso peleado. Esta profunda participación ha sido, con frecuencia, el presagio de acciones conjuntas y concertadas que antes no fueron posibles. Pero esta carga erótica no es fácilmente compartida por las mujeres que continúan operando exclusivamente bajo una tradición europea-americana masculina. Yo se que no estuvo disponible para mí cuando estaba tratando de adaptar mi conciencia a este modo de vida y sensación. Solamente ahora encuentro más y más mujeres identificadas con mujeres lo suficientemente valientes para correr el riesgo de compartir la carga eléctrica de lo erótico, sin tener que mirar hacia otra parte y sin distorsionar la naturaleza poderosa y creativa de ese intercambio.

Ese reconocer el poder de lo erótico en nuestras vidas nos puede dar la energía para procurar obtener cambios genuinos en nuestro mundo, en lugar de solamente esperar un cambio de personajes en el mismo cansador drama. Y esto es así no solamente porque tocamos nuestra más profunda fuente creativa sino porque hacemos lo que es femenino y autoafirmativo frente a una sociedad racista, patriarcal y anti-erótica.

Publicada en la Revista Especial/Fempress 1995, traductor/a desconocido/a. The Power of the Erotic fue publicado en el libro de ensayos Sister Outsider / Hermana marginal