“Si tomas la pastilla azul, la historia termina, te despiertas en tu cama y crees que lo que quieras creer. Si tomas la pastilla roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te muestro lo profundo que es el agujero de conejo”
Matrix, hermanas Wachowski
¿LA PASTILLA ROJA O LA AZUL?
Es evidente que, actualmente vivimos en una sociedad, por lo menos en España, esencialmente polarizada. Y es que, a pesar de que mi admirado Rufián intente negarlo dialécticamente, lamento decir en mi humilde opinión, que así es. En una sociedad, donde, o escogemos la pastilla roja o la azul (a propósito de esto, es increíble como esta metáfora de las pastillas, es utilizada tanto por radicalismos de izquierdas como de derechas; Matrix nunca dejará de sorprenderme). Pero… lo primero…¿A qué me refiero con polarizada? Pues utilizando este término, pretendo referirme a cómo actualmente la población está encerrada en una dinámica de A y B; donde nuestra mente, por inercia natural, tiende a rechazar todo aquel razonamiento contrario a nuestro corpus ideológico. Este retroceso al blanco y negro de Hollywood, no es algo que vaya con las tecnologías, ni con la tontificación de las nuevas generaciones…es algo que va con lo meramente humano; lo emocional.
Paraos a pensar cómo es vuestra reacción cuando veis al líder de ese partido político que tanto odiáis en pantalla; bien sea Pedro Sánchez, Abascal o Feijoo. Os invade una sensación más que negativa ¿verdad? Y, ojo, es normal, no somos androides sacados de una novela de Asimov y, por tanto, tenemos emociones y sentimos.
Pensad ahora en cómo habláis de esos dirigentes políticos, o de sus votantes…también lo hacéis, en la mayoría de los casos desde una postura emocional ¿no? Esto también es normal, pues la política invade muchos aspectos de nuestra vida diaria; ergo, actuamos de forma emocional ante decisiones o discursos que no encajan con nuestra forma de pensar, pero ¿es esto lo correcto?
En mi opinión, sí y no. La rabia, entendida como inconformismo político y/o social, es positiva siempre y cuando no lleve a marcos de violencia; es decir, sí al activismo, cuando no lleve al terrorismo político (Véase la Batalla de Argel de Gillo Pontecorvo o Ataque a los Titanes de Hajime Isayama). Lo negativo, el desastre, entra cuando todo ese torrente de emociones te controla. Ahí es cuando surgen los radicalismos, ya que esas emociones de las que hablo, son generalmente negativas e impiden que cualquier punto de vista distinto al tuyo sea asimilado por tu mente; pues la razón queda en un segundo plano. Por ello es esencial escuchar, sin ningún tipo de prejuicios, otras posturas. Y, cuando digo “sin ningún tipo de prejuicios”, me refiero, sin encasillar como “facha” a quien está en contra del independentismo catalán, ni de comunista por hablar de Lenin como líder revolucionario esencial para que el movimiento obrero, allá por el 1917 se volviera mainstream en toda Europa. Y es que una de las claves para salir de esa peligrosa polarización, es entender que no hay ideologías, sino ideas. No debiera pues, haber en nuestra mente, izquierdas o derechas, sino personas, individuos con sus pensamientos únicos y personales.
No pretendo caer en el rechazo de la política (muy general hoy en día, debido a la desconfianza y la frustración que generan los escándalos de corrupción), quiero hacer ver, que menospreciarnos los unos a los otros por ser de izquierdas o derechas nos está llevando a la ruina, a una sociedad políticamente ombliguista.
EL ODIO COMO SILENCIADOR DE LA RAZÓN
Ahora bien, siguiendo con lo expuesto, me gustaría profundizar en la idea de cómo se abordan las cuestiones políticas en conversaciones cotidianas. En mi opinión, hay dos grandes tipos de conversaciones en torno a la política (sí, voy a recurrir, desgraciadamente a una generalización un poco polarizante), las que tenemos con quien comparte nuestro corpus ideológico y las que tenemos con quien no lo comparte.
En el primer caso, la escucha es mutua, pues tu mente está abierta a cualquier razonamiento que esa persona te lance. Y no porque te caiga bien, sino porque ya sabes que está ideológicamente alineado contigo. Este caso suele darse en las manifestaciones. Este tipo deriva en críticas hacia la oposición política. Y es exactamente ahí, cuando las emociones nublan el juicio; es ahí, cuando entramos en una espiral de insultos y argumentos irracionales que cavan la tumba de nuestro propio radicalismo. El primer fallo que cometemos, es creer que nuestras ideas son la verdad absoluta, el dogma que nadie quiere asimilar…es normal pensar esto, sin embargo, interiorizar que hay otras ideas, así como desmontarlas racionalmente, según tu pensamiento político es el camino a seguir, si no quieres quedarte despotricando hasta el fin de los tiempos.
En el segundo caso, estamos haciendo un uso más que erróneo del lenguaje, calificándolo de conversación, ya que, en la mayoría de los casos, cuando, por ejemplo, una persona de izquierdas habla con una de derechas (otra vez polarizando, ¡consejos vendo que para mí no tengo!), sucede una dinámica muy alejada de lo que deberíamos entender por conversación: mientras uno habla, el otro calla, rumiando en sus adentros lo próximo que dirá. No se busca una ampliación de puntos de vista, sino una mera exposición, en la que la satisfacción moral de poder decir: hablo con gente de derechas/izquierdas, prevalece como motivo de peso. Lo correcto, por ende, lo más complicado, sería vaciar la mente de cualquier prejuicio que puedas tener sobre la otra persona y escuchar sus argumentos, con la intención de desmontarlo racionalmente, reforzando así tu corpus ideológico de otros puntos de vista diferentes, sin ser necesaria la asimilación de la otra idea como cierta o correcta.
Ya por allí, en los preámbulos de la fraudulenta e inflada Revolución Francesa, Voltaire defendía la tolerancia como valor esencial. Y es que, los ilustrados, tenían como bandera el pensamiento crítico (desde su trono elitista incuestionable, claro).
Hay que entender, pues, que cuando hablamos de ese pensamiento y de su fortalecimiento, deberíamos estar hablando de mantener conversaciones, de escuchar y de desmontar argumentos que poco tengan con nuestra forma de pensar. Dejemos atrás, por favor, esa concepción del pensamiento crítico como todo argumento cuya forma es excelente pero cuyo mensaje no es más que un refrito de Post y Reels de Instagram que muy poco tienen de críticos.
CORPUS IDEOLOGICO
Con esta expresión, me refiero a todas las ideas y razonamientos que conforman nuestra forma de pensar, nuestro State of Mind. En mi caso, y no me supone un problema decirlo, mi corpus ideológico se relaciona mas con las ideas, que tradicional y culturalmente, hemos asociado como de izquierdas. Desde esta posición, se me hace, obviamente difícil, escuchar cualquier discurso de Figaredo, o cualquier entrevista de Vito Quiles sin escupir bilis. Sin embargo, de acuerdo con lo expuesto anteriormente, no debemos dejar que las emociones nos nublen el juicio. La razón, entendida como la forma de saber ver las cosas de forma lógica, debe prevalecer por encima de cualquier emoción negativa.
Y, ojo, desde la postura de pedante recalcitrante que estoy dando con este escrito, os digo, cuán dañinas son, pues yo seguí todas y cada una de las dinámicas que describo, y por ello, ahora las critico, pues habiéndolas identificado, puedo entenderlas. Claro que me cuesta no menospreciar a un líder o un diputado de Vox; sin embargo, tacharlos de zoquetes o fascistas, no sería mas que una reacción radical creadora de radicalismos. Lo que ahora considero correcto, y complicado, es desmontar los argumentos de Figaredo, criticar las entrevistas de Vito Quiles o, por poner otro ejemplo, criticar las políticas de Irene Montero.
Porque sí, algo que nos falta a todos es la autocrítica, pues como he dicho, el ombliguismo crónico en el que nos estamos sumergiendo nos impide ver nuestros propios fallos, pues los del contrario, además de peores, no tienen justificación posible.
OUTRO: EL MURO
Para terminar este torbellino de ideas que torpemente puedo llamar escrito, me gustaría concluir de una forma un tanto esperanzadora y pesimista a partes iguales. Bajo mi punto de vista, si seguimos encerrados en estas dinámicas de anulación y radicalismo, no iremos a mejor, o por lo menos, no al ritmo que debiéramos. Mientras sigamos tildando de imbécil a todo aquel, que piense diferente a nosotros; mientras sigamos sin espíritu crítico suficiente para cuestionar cualquier argumento con el que nos sintamos a gusto; mientras sigamos dejando que los caballos controlen el auriga, estaremos perdidos. Perdidos y, además encerrados en el muro que nosotros mismos nos hemos esforzado en crear.
Como he dicho, hay esperanza, pues las ideas que aquí expongo, no han surgido porque sí; ha sido gracias a gente como David Saavedra, Javier Santaolalla o, sin ir mas lejos, mis padres. Gracias a ellos he conseguido llegar a este tipo de razonamientos, que en absoluto considero fijos ni inamovibles.
Ahora te pregunto: Si hubieras estado en la posición de Neo, ¿Cuál habrías elegido, la pastilla roja o la azul?
SPOILER: Pregunta Trampa
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