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Lo que vale el agua

Fuentes: La República

El 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de la ONU declaró que tres meses más tarde, y del mismo modo en los años sucesivos, se celebraría el Día Mundial del Agua. Los títulos que han acompañado a estas conmemoraciones han sido variadas y de algún modo esperanzadoras: Agua y Cultura, Agua Fuente de […]

El 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de la ONU declaró que tres meses más tarde, y del mismo modo en los años sucesivos, se celebraría el Día Mundial del Agua. Los títulos que han acompañado a estas conmemoraciones han sido variadas y de algún modo esperanzadoras: Agua y Cultura, Agua Fuente de Vida, Agua para el Futuro, Agua y Salud y tantas otras. Este año se les torció el gesto, así que hemos comenzado a celebrar esta jornada con un «Afrontando la Escasez de Agua».

Aunque sea hoy tan señalado día, hace ya dos semanas la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) alertaba de que para el año 2025 el 60% de la humanidad (1.800 millones de personas) sufrirá «una drástica falta de agua». Ocurrirá así porque ya sólo desde el último siglo el consumo del agua ha aumentado a un ritmo dos veces superior al de la población mundial. También Pasquale Steduto, experto de la FAO, advertía de que se hace imprescindible una cambio de dirección que lleve a una gestión sostenible, eficaz y equitativa del agua.

Con esas cifras en mente, la FAO liderará la celebración del Día Mundial del Agua para concienciar tanto a los Gobiernos como a sus habitantes del peligro que existe ante la escasez de un recurso imprescindible. Dado que además 1.100 millones de personas no tienen acceso suficiente al agua y 2.600 millones carecen de instalaciones sanitarias básicas, la Organización de la ONU ha querido que este Día Mundial sirva de impulso para tomar una trayectoria diferente que revierta los desequilibrios entre la oferta y la demanda, vinculados sin remedio a la degradación de la calidad de vida de las poblaciones más indefensas, por ejemplo, o a las luchas cada vez más presurosas de empresas y gobiernos por hacerse con el control de los recursos hídricos.

Las peores consecuencias recaen sobre las zonas más áridas del planeta, en donde viven 2.000 millones de personas de las cuales casi la mitad son pobres. La ONU ha advertido no obstante que en el llamado «Desafío del Siglo» la sequía es sólo una de las manifestaciones que ocasiona la escasez de agua. Sirva de ejemplo los indicadores de la FAO, que señalan que la agricultura consume el 70% del agua dulce procedente de lagos, cursos de agua o acuíferos, aunque en los países desarrollados llega al 90% puesto que es ahí donde se encuentran las tres cuartas partes de todas las tierras irrigadas. Si, como calcula la ONU, en 2030 los habitantes del planeta pasarán a ser 8.100 millones, la demanda de alimentos aumentará a su vez un 55% respecto a 1998 sin contar además con la creciente necesidad del agua para servicios de saneamiento, producción de energía, para las ciudades o la industria.

En lo que es además uno de los Objetivos del Milenio, y a pesar de las tendencias que sigue la comunidad internacional, Pasquale Steduto ha planteado las soluciones que podría ser aplicables tanto hoy como los días que le seguirán, empezando por «una gestión correcta de los recursos hídricos a todos los niveles», con lo que hasta los países con graves crisis de carencia de agua podrían proveer a todos sus habitantes con las mínimas cantidades que la ONU considera necesarias para vivir (20-50 litros al día). Con todo, es la certeza de saber que «la comunidad mundial tiene los conocimientos necesarios para hacer frente a la escasez de agua» lo que puede hacer que la crudeza del lema de este Día dé paso a una voluntad sincera de corregir lo que ya afecta a millones de personas.