El punto de partida de los ateneos libertarios era solamente una biblioteca. Pero los ateneos proliferaron por todo el estado español, sobre todo durante la revolución anarquista, un florecimiento al que contribuyó la precariedad de los centros educativos oficiales para la clase trabajadora. «Se extendió, así, una red cultural alternativa, de carácter obrero, que difundía […]
El punto de partida de los ateneos libertarios era solamente una biblioteca. Pero los ateneos proliferaron por todo el estado español, sobre todo durante la revolución anarquista, un florecimiento al que contribuyó la precariedad de los centros educativos oficiales para la clase trabajadora. «Se extendió, así, una red cultural alternativa, de carácter obrero, que difundía la cultura y la educación por barrios y pueblos», afirma Cristina Escrivá, autora con Rafael Maestre de «Cultura para todos. El movimiento libertario y la educación» (L’Eixam). Cristina Escrivá es tutora de prácticas externas en Historia Contemporánea de la Universitat de València y asesora de la Cátedra de Memoria Histórica de la Universidad Complutense. Ha colaborado con la CGT en proyectos de investigación y exposiciones, además de publicar los libros «El Internado-Escuela Durruti 1937-1939» y «De las negras bombas a las doradas naranjas. Colonias escolares 1936-1937» (con Rafael Maestre). Cristina Escrivá ha presentado el libro «Cultura para todos» en las Jornadas Primero de Mayo de CGT-País Valencià.
-¿Qué novedades aporta el libro «Cultura para todos. El movimiento libertario y la educación (1936-1939)»?
Presentamos proyectos e iniciativas que en muchos casos resultan desconocidos. Durante la guerra civil, lo que el movimiento libertario más trabajó fue la cultura. Se consideraba que con la cultura se redimían los pueblos. Podría ser esta la conclusión del libro. La publicación «Nosotros», portavoz de la FAI, escribía en julio de 1938: «Los anarquistas no queremos matar. Tenemos armas muy superiores a los fusiles y ametralladoras, tenemos los libros; armas que sin ser fratricidas son más poderosas que todas las demás, para conseguir el régimen justiciero que todos anhelamos». Aportamos también el estudio del Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU) en Madrid y Valencia, que complementa el caso de Barcelona, más conocido. Y ejemplos de cómo se gestionaba la cultura en las colectividades anarquistas (sobre todo en Barcelona). Incluimos además un estudio introductorio -«Hambre de Cultura»- inspirado en fuentes orales, en este caso conversaciones con viejos libertarios. Por último, trabajamos mucho la parte gráfica. En ningún caso utilizamos imágenes de recurso.
-¿En qué consiste el ideal libertario aplicado al ámbito de la educación?
En el Congreso de Zaragoza (1872), ya se reivindicaba la necesidad de la educación desde un punto de vista libertario. Tienen gran vigencia estas palabras de Francisco Ferrer Guardia: «Una enseñanza respetuosa del criterio de libertad ha de suprimir estas formalidades: la disciplina, que engendra el disimulo y la mentira; los programas anuladores de la originalidad, la iniciativa y la responsabilidad; así como las calificaciones, que motivan rivalidad, celos y odio. Tras estas supresiones, la enseñanza habrá de ser verdaderamente integral, racional, mixta y libertaria».
-¿Qué valor atribuyes a los proyectos educativos en las colectividades durante la guerra civil española?
Se destaca habitualmente la gestión de la economía en las colectividades, pero se desconoce que la educación es casi tan importante. Se desarrollaron en las colectividades proyectos de escolarización infantil y para adultos (por la noche, al acabar la jornada laboral). Además, se le daba mucha importancia a la alfabetización. En las colectividades había profesores de la escuela racionalista y laica; en caso contrario, impartía clases la persona que más sabía. Lo importante es que la mayoría de las colectividades, agrícolas e industriales, contaban con proyectos educativos. A los escolares se les impartía una formación más reglada y del currículum se sacaban las asignaturas de adoctrinamiento (la religión o aquéllas que introducían la política). En el caso de los adultos, la formación se adapta a los conocimientos y profesiones de los trabajadores, con lo que se complementaba su formación, pero asimismo se abría a campos nuevos como la aeronáutica.
-En el libro pones mucho énfasis en el Consejo Central de Cultura y en los consejos locales
Durante una parte de la guerra civil, Segundo Blanco González, de la CNT, estuvo al frente del ministerio de Instrucción Pública. Estando a cargo de la función de ministro, el sindicato tuvo un organismo interno -el Consejo Central de Cultura- que contaba con tres «brazos»: el «Instituto Ferrer», los ateneos libertarios y el área profesional. En Madrid rige el Consejo Local de Cultura, que estudiamos en el libro. Lo interesante es que este consejo funciona como un ministerio «paralelo» de la CNT. Designa profesores y los retribuye, marca contenidos y regula toda la formación a nivel interno. En la época hay incluso una polémica dentro del Consejo Local de Madrid, entre una parte de la CNT que quiere pedir subvenciones al ministerio (dirigido por un ministro anarquista) y otra que no.
-¿De qué manera se organizaba el Consejo Local de Cultura de Madrid?
Se constituyó en junio de 1937 como organismo aglutinante de las iniciativas en materia de enseñanza y cultura del movimiento libertario madrileño. Entre sus competencias tenía crear centros educativos, la inspección ideológica, diseñar planes y programas formativos…Había dos líneas básicas de actuación, centradas en la educación primaria y secundaria. La primera, a través de la enseñanza racionalista, impartida en las escuelas de los ateneos libertarios. La segunda giraba en torno al Instituto Ferrer, donde se inició un bachillerato confederal. En el Consejo Local de Cultura se fomentaba la apertura de escuelas racionalistas en todas las barriadas de Madrid, con la colaboración de ateneos libertarios, que no sólo atendieran las necesidades económicas de los escolares, sino que también asumieron la construcción de refugios contra los bombardeos de la aviación enemiga. El consejo sostenía además una Escuela Politécnica de Estudios Superiores o una Escuela Politécnica Confederal, que incluía una Escuela de Aeronáutica, una escuela automovilística y una de veterinaria.
-¿Cómo funcionaban los ateneos libertarios?
Querían cubrir todas las necesidades culturales y sociales, pero también sanitarias (disponían de gabinetes médicos) de las clases populares. Había en la época federaciones de ateneos, con mucho peso en la CNT en el periodo 1936-39. Una ciudad como Madrid contaba con centenares de ateneos coordinados por la Federación, que podía regular los contenidos educativos mediante circulares. Para impartir clases en los ateneos los maestros tenían que pasar pruebas u oposiciones. Una red como esta, en manos de la CNT, no la tenían por ejemplo las casas del pueblo socialistas, donde además, la formación estaba más próxima a la Institución Libre de Enseñanza. En los ateneos libertarios la enseñanza era «racionalista».
-¿Qué principios se divulgaban en las escuelas de los ateneos?
Se defendía, por ejemplo, la Coeducación (sin diferencia entre los sexos), una moral laica y un conjunto de principios avanzados a su tiempo. Lo importante es que, fuertemente vinculados a la CNT, y otras veces como iniciativas independientes, surgieron ateneos libertarios por toda la geografía española. Se extendió, así, una red cultural alternativa, de carácter obrero, que difundía la educación y la cultura por barrios y pueblos. Florecieron con mucho vigor durante los años de la revolución anarquista. La proliferación de los ateneos libertarios se vio favorecida por la carencia de infraestructuras educativas oficiales para la clase proletaria. Cada ateneo contaba frecuentemente con una biblioteca, que constituía su punto de partida; y con una habitación o sala dedicada a conferencias. La pasión por la lectura, que caracterizaba a una parte importante de la militancia anarquista, era en los ateneos libertarios un vehículo de autoeducación.
-En 1936 nace el grupo Mujeres Libres. ¿Qué labor formativa desarrollaron?
El movimiento anarquista femenino nació en abril de 1936 en Madrid y Barcelona, por iniciativa de mujeres como Lucía Sánchez Saornil, Amparo Poch Gascó y Mercedes Comaposada. A través de sus casas de cultura, impartían a las compañeras clases de cultura general. Invitaban asimismo a personajes «relevantes» para que dieran conferencias. Pretendía inculcarse, sobre todo, el ansia por mejorar y acceder a puestos de trabajo que antes únicamente ocupaban los hombres. Promovieron guarderías en las empresas. Editaron la revista «Mujeres Libres». El grupo se definía con estas palabras: «Nacido para liberar a la mujer del sometimiento de siglos y de una triple esclavitud: como mujer, de la ignorancia y como productora». Llegaron a contar con 20.000 afiliadas y se establecieron en 170 agrupaciones locales.
-Fomentaban asimismo la educación y la cultura las juventudes libertarias, los jóvenes ácratas….
En la prensa editada por la organización juvenil puede constatarse la lucha que desplegaban contra el analfabetismo. Hacían llamamientos a las personas que no sabían leer ni escribir, o bien querían completar sus conocimientos culturales, para que acudieran a los centros de enseñanza abiertos por las formaciones obreras, con frases como: «Compañeros, combatid el analfabetismo que es el causante de todas nuestras desgracias» (ejemplo del semanario «Revolución»). Crearon en Barcelona el Instituto Libre de Enseñanza para los hijos de los trabajadores, ubicado en el paseo de les Corts. El instituto tenía 500 alumnos, las clases eran mixtas (niños y niñas) y la enseñanza, gratuita. Las juventudes libertarias subvencionaban todos los gastos. Ponían empeño en abrir bibliotecas, crear escuelas racionalistas y aumentar la cultura entre la población campesina.
-Por último, ¿puedes citar proyectos educativos, por ejemplo, durante el periodo de las colectivizaciones?
En Gerona hubo un proyecto de construir una especie de ciudad escolar, dotada de todo lo necesario para responder a las necesidades de la moderna pedagogía. Con un presupuesto de 2 millones de pesetas. La colectividad de Vilafranca del Penedés, en Barcelona, habilitó una escuela con 24 aulas en el antiguo cuartel de caballería, creó un ateneo popular donde se iniciaron cursos de segunda enseñanza para ambos sexos y, en la Masia Puig Reig tenía el proyecto de montar una escuela de agricultura. La colectividad de Mas de las Matas, en Teruel, consiguió grandes avances en lo cultural, pues además de la Biblioteca Popular, contaba con una escuela, obligatoria hasta los 14 años.
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