Si toda la población mundial consumiese al mismo ritmo que se hace en los países enriquecidos, el planeta sólo podría satisfacer las necesidades de 1.900 millones de personas, afirma el informe Signos vitales de WorldWatch. Basta sumar a los 1.700 millones de personas que pertenecen al mundo consumista aquellos que se incorporen con el crecimiento […]
Si toda la población mundial consumiese al mismo ritmo que se hace en los países enriquecidos, el planeta sólo podría satisfacer las necesidades de 1.900 millones de personas, afirma el informe Signos vitales de WorldWatch. Basta sumar a los 1.700 millones de personas que pertenecen al mundo consumista aquellos que se incorporen con el crecimiento económico de China e India para comprender que no hay posibilidad de cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mediante su lema «Proteger nuestro planeta en beneficio de los pobres», persigue una gestión eficaz de las riquezas naturales que permita reducir la pobreza. El PNUD alienta a los gobiernos a que tengan en cuenta el medio ambiente como un elemento imprescindible en el desarrollo.
El hecho de que el 80% de la energía mundial proceda de combustibles fósiles es la causa principal del calentamiento global. De ahí que sean necesarias soluciones sostenibles como la puesta en práctica en una aldea de Tanzania, donde existe una estación de bombeo que funciona con energía solar y el dinero obtenido de ella se invierte en llevar a los niños a la escuela, comprar alimentos y reparar sus viviendas. «El planeta no pertenece a quienes ejercen el poder. Debemos apoyar el Protocolo de Kyoto en la medida de nuestra capacidad. Cada pequeña cosa que hacemos cuenta», afirma Wangari Maathai, Premio Nobel de la Paz en 2004.
El derroche de las riquezas no sólo hará que todo desarrollo sea en vano, también alejará el progreso y agravará las situaciones de pobreza. Un ejemplo es el caso de la gestión del agua. El uso abusivo del oro azul favorece la inestabilidad política, de la que se derivan los conflictos en la Cuenca del Jordán, del Eúfrates, del Tigris, del Nilo o del Zambeze. Para el desarrollo es esencial que la atención política se concentre en el bienestar de sus comunidades. También hay que evitar gastos innecesarios como consecuencia del negocio lucrativo de las multinacionales. En Kenia, debido a la privatización del suministro, un litro de agua cuesta el doble que uno de gasolina. Si se contase con una red pública de suministro ese dinero podría invertirse en otras necesidades sociales.
Para que haya auténtico desarrollo deben darse una serie de condiciones. Que sea endógeno y sostenible, es decir, impulsado por los pueblos de acuerdo a su entorno y a sus necesidades. La estrategia marcada por las Naciones Unidas para cumplir alguno de los Objetivos del Milenio, como el de acabar con el hambre, pasa por lograr una agricultura sostenible que respete la diversidad biológica local. Se evita así la dependencia de un sólo producto y el ser vulnerable ante plagas o desastres naturales. Sin embargo, los países del norte sociológico practican una agricultura intensiva que inunda los mercados de las naciones empobrecidas con excedentes a bajo precio. Por ello el desarrollo ha de ser global. El sistema económico ha de hacer posible el progreso de todos y no debe imponerse como una nueva forma de colonialismo. Es también esencia del desarrollo que sea equilibrado, de acuerdo a los usos y costumbres de la sociedad, ya que paralelo al cambio se han de adaptar los valores sociales. En China, los referentes de la sociedad, sus normas y valores se pierden ante la presencia creciente del capitalismo y la competencia. La industria de las falsificaciones o la meta del éxito económico son indicios de un fenómeno de anomia moral, según un estudio del Foreign Policy.
Mayor crecimiento económico no quiere decir más bienestar. Mientras que los gigantes China e India ocupan los primeros puestos en la lista del PIB por países, su posición en la lista del índice de desarrollo humano es la 85 y la 127, respectivamente. El coste de las guerras, la destrucción de los bosques o los efectos del calentamiento global son las consecuencias de un modelo que busca el beneficio económico a toda costa. Se asocia el crecer a la perfección, cuando el desarrollo pasa por diseñar un uso justo de las tecnologías existentes al servicio de la población más que por la destrucción del medio ambiente. No es cuanto más mejor, sino cuanto mejor más.