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Los Borbones en pelota

Fuentes: El diario

No, no es un título sensacionalista que se me haya ocurrido a mí para atraerte, lector, es un título de Gustavo Adolfo Bécquer, nuestro pescado de hoy. Y es que hay buenas noticias: no todo está perdido. Hace algunos días, en algún instituto de alguna ciudad de España, un profesor de literatura enseñó a sus […]

No, no es un título sensacionalista que se me haya ocurrido a mí para atraerte, lector, es un título de Gustavo Adolfo Bécquer, nuestro pescado de hoy.

Y es que hay buenas noticias: no todo está perdido. Hace algunos días, en algún instituto de alguna ciudad de España, un profesor de literatura enseñó a sus estudiantes la otra cara del poeta sevillano. Resulta que Bécquer no estaba sólo atento a que volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar, y el interesante documental que el profesor mostró a sus alumnos, y que puede verse en la red, Bécquer desconocido, descubre el lado oculto del escritor romántico, mitificado también a consecuencia de su temprana muerte.

Resulta que Bécquer tenía que ganarse la vida, y para ello se dedicó a hacer traducciones y escribir obras de teatro comercial. Más tarde, al fin, y mediante enchufe, consiguió un empleo como redactor del periódico El Contemporáneo. Pero tras la revolución de 1868 y la caída del reinado de Isabel II parece ser que se quedó en paro y debió soportar de nuevo estrecheces. Es entonces cuando colabora con las revistas satíricas Gil Blas y Doña Manuela ( El Jueves y la Revista Mongolia del XIX, podría decirse) y publica junto a su hermano, pintor, la serie de acuarelas Los borbones en pelota, bajo el seudónimo de SEM.

Se trata de un álbum de ochenta y nueve acuarelas pornográficas en las que se satiriza a la corte de Isabel II -tatarabuela de «nuestro» Juan Carlos-, que tenía fama de amante de lo popular y de ser aficionada al sexo (bueno, la obligaron a casarse con su primo Francisco de Asís a los 16 años, qué querían). Claro que en aquella época algunas publicaciones eran censuradas: El Sol, El Imparcial, La Iberia. Pero mirémoslo así: que fueran censuradas quiere decir que existían.

Los borbones en pelota no fue editado ¡hasta 1991! O_O y parece ser que hoy en día encontrar un ejemplar es imposible. Por la red circulan, cómo no, las láminas de los hermanos Bécquer. Si tecleas en Google imágenes, ahí las tienes. Hace unos años el periódico gratuito 20 minutos publicó una fotogalería de ocho láminas ( aquí).

Quién lo iba a decir del poeta romántico. Pero es que también literalmente Bécquer tiene dos caras. Su rostro está idealizado. Todos tenemos en mente el retrato que hizo de él su hermano, que le adoraba. Pero ¿se parece ese retrato al hombre real? Podemos compararlo con otro, encontrado en la página de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes y… algunas diferencias hay. ¿Dónde está ese lunar? ¿Y la nariz era de gancho o respingona?

Todo esto llama la atención porque muestra que hay otra forma de mirar las cosas, existe otro ángulo desde el que se ve la cara oculta. Lo idealizado suele tener su correspondiente correlato a ras de tierra. Cuando era pequeña muchas veces me dormía escuchando cuentos de hadas donde los pobres conseguían ser ricos al final. Pero cuando era mi padre quien se ocupaba de tranquilizarme hasta que me entrara el sueño, ponía en el tocadiscos a Paco Ibañez cantando «Poderoso caballero es don dinero». Los versos de Quevedo eran la contracara de mis cuentos de hadas. En ellos los pobres perdían siempre.

Gustavo Adolfo Bécquer no era un ser etéreo que vivía del aire. Necesitaba dinero. Y en ese Bécquer desconocido el dinero explica muchos de los pasos del personaje. Son las dos caras de la moneda.

En 1967 los Beatles sacaron su hit All you need is love. La cara B del disco resultaba ser Baby, you’re a rich man. El dinero siempre está en la cara oculta.