Recuerdo a un ex-agente federal, atípico gringo, pequeño, de espejuelos, ojiazul y pelo gris, con la cobertura de «agente de bienes raíces radicado en el área de Virginia», cerca de Washington DC, de apellido que no recuerdo y de nombre Jack.»La izquierda no esté en la guía telefónica, es más fácil hacer negocios con los […]
Recuerdo a un ex-agente federal, atípico gringo, pequeño, de espejuelos, ojiazul y pelo gris, con la cobertura de «agente de bienes raíces radicado en el área de Virginia», cerca de Washington DC, de apellido que no recuerdo y de nombre Jack.»La izquierda no esté en la guía telefónica, es más fácil hacer negocios con los otros», me dijo una noche de café aguado en un vuelo nocturno Washington-Miami. «No es fácil trabajar con quienes no conoces…».
Y de veras ese es un mal que no solamente sufren los «funcionarios» como Jack, sino los periodistas norteamericanos -con sus honrosas excepciones-, quienes con su educación de bolsillo tratan de computarizar realidades, más allá de los quince minutos de fama.
Hoy se hace mucho escándalo sobre las decenas de millones prometidos por la Administración Bush para el apoyo a la transición cubana y esa, señores, es una que nadie se cree, ni en la Saguesera, ni o los agitados bares de Coral Way.
Los cientos de millones de dólares del contribuyente destinados a la fascinación de las administraciones norteamericanas por el derrocamiento de la Revolución cubana, han ido a regar el estercolero humano que constituye el llamado exilio cubano, alimentado con camajanes de nueva hornada, un soplo renovador al sur de la Florida.
Estos especialistas en vivir del cuento y el pan ajeno inventaron decenas de organizaciones y páginas Internet, son sus boletines, conferencias y hasta huelgas de hambre, las cuales no van más allá de un garaje adaptado como oficina en el southwest o una oficinita en un mall de dos por tres.
Por supuesto, hay grandes fortunas producidas por estos dineros.
La payola y el chantaje a los políticos, las venales instituciones legales y la prensa del sur de la Florida, han dado su fruto en riquezas de cuento para unas 100 familias, cebándose de una de las comunidades más empobrecidas de los Estados Unidos.
Solamente desde 1966 más de $50 millones de dólares han destinado diferentes instituciones federales norteamericanas, desviando recursos de programas sociales y educacionales necesarios, con el objetivo de suministrar a la oposición en Cuba, desde computadoras, entrenamiento, hasta alimentos, hasta sencillamente dinero en efectivo.
Pero, en palabras de los propios destinatarios de ese dinero, como Elizardo Sanchez: se trata de un esfuerzo «contra productivo» con mucha «retórica imprudente de Washington y muy pocos resultados prácticos».
El señor Vladimiro Roca, otro prominente líder opositor se quejó a la prensa de que solamente una mínima parte de ese dinero llega a la isla: «Lo que nos llega es muy poco», dijo. «Hay que cambiar esto en lo fundamental».
Los dineros destinados a programas de instituciones como la Universidad de Georgetown ($400,000) para estudios de familias y amigos de disidentes; el de entrenamiento para campesinos de la ACDI/VOCA, han sido fiascos descomunales, al menos reconocidos como fracasos.
Gran parte de esos recursos se destina a pagar costosas conferencias y encuentros en hoteles de lujo de Miami para elaborar un futuro, limitado al papel en que se imprime y a los costosos bares abiertos para consolidar ideas de la próxima reunión.
Sin embargo, instituciones federales como el Departamento del Tesoro, preocupado porque las familias cubanas no puedan visitar a sus familiares en tres años, o enviarles más de cien dólares al mes de su propio dinero, se niega a dar información sobre las instituciones con licencias para enviar esa supuesta ayuda a la isla.
Otra agencia federal, la USAID destinada al «Desarrollo y la cooperación internacional», no comenta sobre el uso de esos fondos bajo su administración.
¿Cómo llega el dinero y los recursos a esos disidentes? Como el caso de la Nacional Endowment for Democracy, cuyos fondos principales vienen del congreso norteamericano: a través de mulas (contrabandistas enmascarados como viajeros) en un tráfico absolutamente ilegal en ambos países.
Un ejemplo, tomado del reporte de impuestos de una de estas organizaciones: Acción Democrática Cubana, de un presupuesto de $366,758 entregado por la USAID en el 2004, destinó solamente $88,059 a la ayuda humanitaria y su propio director, Juan Carlos Acosta (también al frente de Net for Cuba International) justificó los costos con las llamadas telefónicas a la isla y dijo haber pagado $120,000 a las llamadas mulas para transportar la ayuda.
Estos al menos dicen algo. La mayoría de estas organizaciones de cuatro gatos ni siquiera se molestan en hacer declaraciones, están demasiado ocupados gastando los cientos de miles de dólares asignados para la payola a las instituciones exiliadas en el sur de la Florida, Nueva York y Puerto Rico.
Si uno se toma el tiempo de revisar los directorios de estas organizaciones, verá los nombres de personajes vinculados desde los años 60 a operaciones de espionaje, terrorismo y violencia no solamente contra Cuba, sino en territorio norteamericano y de otros países.
O sea, están en el directorio, esta vez no de la política, pero sí de las nóminas de la inteligencia norteamericana.
Creo que el señor Jack tenía razón, ellos trabajan con quienes tienen en el directorio y los alimentan bien: hagan cola señores, tal vez les toque algo de las treinta monedas.
Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/los-camajanes
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