El corte de vías de transporte ha sido el efecto más visible de la huelga general de Catalunya del día 8 de octubre. Los comités de defensa de la república (CDR) han protagonizado estos paros.
Desayuno. Gimcana. Chocolatada. Excursión a buscar setas.
En el mejor de los casos, con un emoticono haciendo guiños para darse cuenta que de setas pocas y de desayuno, pues el justo. Todo sobre las 6 de la mañana.
La Huelga General, la segunda en un mes en Catalunya, convocaba sus piquetes enmascarada en eufemismos para no llamar la atención. Pese a todo, parece que todo el mundo sabía de qué iba la boletada. En Catalunya llevamos un tiempo desarrollando el universo de los eufemismos. Por eso se declararon dos independencias sin declararlas y ahora tenemos un protectorado intervenido con Soraya haciendo de comendadora bajo el eufemismo del 155. Hasta a las huelgas algunos las han querido llamar paros de país.
Una huelga que sirve para que los CDR (Comités de Defensa de la República) salieran a escena.
Desbordando por la izquierda a ANC y Òmnium. Al procesismo imperante, vaya. Una huelga que sirve para que muestren hasta qué punto puede la gente organizada hacer efectivo aquello que los políticos han dejado en el limbo. Y recuperen aquel entusiasmo que el Govern se llevó para Bruselas. Y para la trena.
Sin apoyo de los sindicatos mayoritarios. Solos. Poder popular, asambleas de base, más de 200, con implantación en todo el territorio catalán. Nacidas para garantizar el referéndum del 1 de octubre y, ahora, para defender el proceso constituyente. La República. La huelga de ayer fue, a buena fe, su puesta de largo. Con el objetivo de parar el país. Una huelga en que los piquetes, en lugar de bajar persianas, se centraron en colapsar las vías de transporte. Y a bien que lo lograron.
De madrugada los huelguistas se quitan las legañas y saltan a cortar las vías ante la mirada atenta de los cuerpos policiales. Los típicos encontronazos con el conductor poco sensible al tema. «Hijos de puta, dejadme pasar!» suelta uno. «Vagos», «maricones», «payasos» son otros gritos que se escuchan, acompañados, algunos de esos, por un gesticulado meneo testicular al compás de «me la vais a chupar del derecho y del revés». Pura cordialidad, vamos.
Otro aprieta el gas a la moto, a ver si achanta al cordón. Hay otro que, tras alzar la zarpa al grito de viva España, invita a acelerar y llevarse por delante a quien haga falta. Una mujer, más amable, saluda y lanza besos mientras pasea el perro y grita «sois una panda de maricones y vagos». Muchos lanzan bocinazos de apoyo. Algunos se confiesan partidarios de la causa, pero dicen que a ver si se les deja pasar, que eso es muy egoísta. Pero cuando se abre el paso para una ambulancia que pone la sirena a 200 metros, la urgencia del servicio parece ser lo de menos ante los 20 coches solidarios que se le cuelan. A unos y otros se les contesta en una pancarta: «Si te agobia estar una hora atrapado, ahora imagínate un mes entre rejas».
Cortes en todo el país. Algunas carreteras se convirtieron en salas de baile coreografiado, otras en salas de estudio, otras en terrazas para el desayuno. Durante cerca de tres horas unas 30 vías del país fueron cortadas, 72 puntos conflictivos para el tráfico, incluyendo los principales pasos fronterizos al principado catalán.
En Girona cerca de un millar de personas ha roto el cordón policial para impedir el paso al AVE y ocupaban la estación por horas, pintando un 155 tachado en el frontal de un convoy de alta velocidad. «A ver si así les llega en la capital» decían. Escenario que se repite en la estación de Sants de Barcelona a las ocho de la noche con una invasión que desespera a yuppies de maletín y corbata camino de la capital.
«Huelga borroka» según Alberto Fernández Díaz, hermano del afinador de fiscalías. Y mientras los telediarios sacan familias quejándose por los continuos parones escolares en Catalunya al grito de «ya vale que la política afecte la educación de mi niño» acto seguido se da la noticia que Moncloa ha decidido que el 21D será no lectivo por las famosas elecciones. Pim pam.
Masiva incidencia en la colapsada movilidad del país; importante impacto en el sector educativo; desigual según la población pero tirando a flojo el impacto en el sector comercial. En Barcelona, la mayoría de tiendas estaban abiertas. Mercabarna, sin embargo, reducía un 80% sus ventas. Según la delegación del Gobierno en Catalunya, un seguimiento residual. Apuntan incluso a un aumento del consumo eléctrico del 3%.
Y todo cuando Aznar nos promete el «imperio de la anarquía» si el 21D se imponen los secesionistas. Con esta perspectiva quizá volverán a conseguir lanzar a los ácratas a las urnas, quien sabe. Cayendo las elecciones en el día que caen, que no se convierta en el corto invierno de la anarquía. Aunque si por eso fuera, ya superaría de largo los ocho segundos de la república del 10 de octubre o ese otro republic-interruptus muy celebrado el 25 del mismo mes.
Y unos que querían demostrar que de huelga nada de nada, estaban en el pleno del Tribunal Constitucional quien a media mañana por unanimidad decidía, oh qué sorpresa, anular la DUI-que-no-fué y la Ley de Transitoriedad. Con estas ya son cerca de 30 las leyes del parlamento catalán anuladas por el TC en los últimos cinco años.
Y el tema es que buena parte de estas nada tienen que ver con el temilla de marras. A saber, entre otras: Ley contra el fracking (3/2012 y 4/2016); Decreto-Ley contra la pobreza energética (6/2013 y 4/2016); Ley de impuestos contra los pisos vacíos (4/2016); Ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres (4/2016), prohibición de grandes superficies fuera de ciudades (4/2016); Ley de desahucios /24/2015); Ley de impuestos a la energía nuclear e incluso la ley que consumó la peligrosa separación entre los municipios de Medinyà y Sant Julià de Ramis en 2015, entre otras. Puro desafío separatista, vaya.
De hecho al Ayuntamiento de Madrid ya le ha llegado su dosis de 155. Intervención, zasca. Y además lo hacen coincidir con la libertad condicional a Ignacio González, el trilero de la operación Lezo. Dando argumentos a todos aquellos que creen que todo esto va a ser solo la excusa para recentralizar el Estado y revertir más, si cabe, el régimen del 78. lo que cada vez está más claro es que esto no va (solo) de Catalunya. Rajoy, en Madrid, avisa. Espera que el 21D devuelva la tranquilidad a la política catalana. Como si en un mes todo esto pueda cambiar drásticamente y los votantes de las CUP se lancen a votar por Inés Arrimadas en masa. Pero los políticos unionistas, como Albiol, nos alertan: si los resultados no molan, reiniciamos la consola con el 155 y volvemos a empezar. 155 y tiro porqué me da la gana.
Y si con ello seguimos con el juego de la oca, genial. Porqué si algo ha pasado desapercibido en los medios es la aparición el martes de un tal Manuel Morocho en el Congreso de los Diputados. Que el responsable policial de la Gürtel y jefe de la UDEF apunte a que todo indica que un tal Mariano Rajoy recibió dinero de la caja B del PP, parece ser de poco interés a tenor de la cobertura que le han dado los medios. Ninguna portada. Cero. Era más interesante hablar del viaje de 200 alcaldes catalanes a Bélgica y discutir quién había pagado el viaje. Es decir, un presidente del Gobierno es acusado de posible cobro de miles de euros en dinero B y resulta que el problema es quien ha pagado lo 80 euros del billete de Vueling de los alcaldes catalanes a Bruselas.
Dime atrevido, pero todavía será que el que se tapa las vergüenzas con la estelada es el PP y no (solo) Artur Mas, como nos decían. No sé. Diga’m agosarat, tu.