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Los créditos de carbono llaman a la puerta, ¿por qué el retraso?

Fuentes: The Guardian

El uso de la energía tiene que ser recortado pronto, por lo que es extraño que este gabinete tecno-experto se asuste de un simple sistema de crédito

Agosto horroroso, llaman los meteorólogos a este mes húmedo, con frío de otra estación y con los veraneantes acurrucándose contra los aguaceros monzónicos intermitentes, recordando que el calentamiento global no significa necesariamente una Inglaterra Mediterránea.

Cada mes, los informes que los climatólogos nos entregan empeoran las predicciones de la velocidad y los puntos de no retorno para un cambio climático irreversible. Un aumento de 4 grados centígrados es el aviso más reciente. Produciría un horror inimaginable. El tiempo para actuar se acorta, pero la voluntad política para intervenir se retrasa incluso mucho más que la ciencia, que dice a los políticos que tienen que hacerlo. Las últimas cifras, incluidos los viajes aéreos, marítimos y la energía usada en la fabricación de nuestros bienes en el extranjero, no muestran recortes en Gran Bretaña, sino un aumento del 18% en las emisiones.

Si el mercado es la respuesta, la subida en los precios de la energía debería conducir a una disminución de las emisiones. Las cifras del tráfico rodado muestran un caída del 2% en el uso del coche, con la demanda bajando por poco tiempo un 20% – pero ya está subiendo de nuevo por la bajada del precio. En energía para el hogar – responsable del 27% de las emisiones – es demasiado pronto para saber el efecto de un incremento del 30% en el precio. Pero como una hora de las antiguas bombillas cuesta 0,8 peniques, los precios de la energía podrían no notarse a causa de los que ya consumen mucho. Los que hacen recortes serios son los más pobres y los pensionistas endeudados. Se espera que las cifras oficiales de la pobreza en combustible suban a 5 millones de personas este invierno: se esperan más muertos entre los ancianos y los enfermos. Volviendo al optimismo del Partido Laborista en el año 2000, la ley de Hogares Cálidos y Conservación de la Energía (Warm Homes and Energy Conservation Act) creaba la obligación legal de eliminar la pobreza energética entre los vulnerables para 2010, un objetivo olvidado por tantos años luz que Amigos de la Tierra busca una revisión judicial para que la ley entre en vigor. El plan de Gordon Brown de liquidar el problema con un cupón de 100 libras para el pobre no es la solución.

¿Qué piensa la opinión pública sobre cual debería ser la respuesta? El Institute for Public Policy Researh acaba de realizar la consulta más extensa hasta la fecha, con atención a grupos en Newcastle, Camden, Southwark, Bristol y la rural Suffolk a través de todos los grupos sociales, así como encuestas de opinión en todo el país y entrevistas con compañías energéticas, ONG dedicadas al cambio climático y organizaciones de consumidores. Los resultados apuntan en una clara dirección.

El 74% dijeron que estaban «muy preocupados» o «bastante preocupados» por el cambio climático, así los políticos pueden ignorar la reducida minoría despreocupada. El 71% pensaba que era necesario actuar para frenar el gasto energético de la población. Pero había pesimismo sobre el cambio en el comportamiento de la sociedad, sólo uno de cada 10 pensaba que la gente conduciría menos o tomaría menos vuelos. Naturalmente, las elecciones favoritas eran las menos dolorosas – las más baratas, opciones amistosas con el medio ambiente.

Se les ofreció tres acciones posibles del gobierno. Primero, un impuesto de carbono que podría sumarse para toda energía que no sea generada por renovables. Segundo, un tope en la cantidad de carbono que las compañías podrían emitir vendiendo su energía a los consumidores los forzaría a generar más desde las renovables: Pasarían el coste extra a los consumidores. Pero ambas fueron consideradas como demasiado injustas, con un impacto menor en los más ricos, que queman la mayor cantidad de energía.

El comercio personal de carbono fue la opción más popular: era la más justa y no ese la consideraba como un nuevo impuesto. He aquí como funciona: cada año todo el mundo obtiene los mismos créditos para gastar en petróleo, calefacción del hogar y viajes en avión. La población que exceda su cuota puede comprar más créditos. La gente que use menos puede vender créditos. Alienta el aislamiento de los hogares, el ahorro de energía y coger menos el coche o volar. Ya que los que ganan menos, usan menos energía – el 20% no tiene coche, el 50% no vuela – pueden obtener beneficios vendiendo a los que tienen grandes casas, vacaciones en el extranjero y vehículos chupadores de gasolina. Sería un poderoso pero voluntario agente de redistribución.

El fracaso en conseguir un comercio personal de carbono (o cualquier otro método) se une a larga lista de buenas causas muertas por la cobardía del laborismo. David Miliband la aceptó con entusiasmo y realizó un estudio de viabilidad, pero después de hacer un robusto discurso abogando por él, Gordon Brown y el Tesoro (NdT: Hacienda británica) prohibieron cualquier mención. Milband fue cambiado de puesto y lo que se denominó un «pre-estudio de viabilidad» fue denigrado con el juicio de que la idea estaba «fuera de tiempo». Supusieron que costaría 2.000 millones de libras al año para que funcionara, revelando la existencia de varios obstáculos y desapareció.

Lo curioso es que un gobierno con ordenadores piense que no puede introducir un simple sistema de crédito, cuando la tarjeta Nectar u Oyster muestran lo fácil que es reducir los recibos del hogar, del combustible de los coches y los billetes de avión y que podrían ser deducidos. La historiadora Mark Roodhouse, de la Universidad de York, extrae una comparación con su trabajo sobre el racionamiento en tiempos de guerra. Volviendo a cuando el estado daba raciones de libros para todos, cubriendo no sólo el combustible sino los cupones que valoraban casi cada artículo individual en las tiendas desde la ropa a la comida.

¿Nos hemos vuelto desde entonces administrativamente incompetentes? Roodhouse guarda los debates internos durante el periodo de guerra sobre si debían cortar el consumo nacional elevando los precios: «Concluyeron que el racionamiento era la única forma de realizar recortes dramáticos sin alimentar la inflación o causar un levantamiento social.» También, ellos consideraron hacer cupones de racionamiento comerciables pero decidieron que la igualdad en el sacrificio era esencial. Pero Roodhouse considera que las raciones de carbono comercializable «mejorarían el sistema, previniendo el mercado negro de cupones sin usar», El elemento comercial hace sentir al racionamiento de carbono más voluntario y menos opresor.

A la hora de distribuir la riqueza, Inglaterra, ha vuelto a los niveles de 1937 de desigualdad, retrocediendo cada año: esto es lo que hace imposible cualquier tipo de impuesto de carbono o dependencia en los altos precios, la carga recae de forma injusta. Repartir vales de energía ad hoc a los pobres a expensas de los contribuyentes es la respuesta incorrecta, y sólo suma a hacer trampas a los pobres al hacer más dura la subida. ¿Pagará Brown por ello al menos con un impuesto llovido del cielo sobre los beneficios de las compañías energéticas? Pero si el comercio personal de carbón está «fuera de su tiempo», que es exactamente donde necesitamos estar. La cobardía política de los líderes no se atreve a decir a los votantes la cruda verdad de que necesitamos recortar el uso de la energía. Si Miliband hace carrera por el liderazgo, hablando claro sobre que el clima será una de sus parcelas – y la valentía sobre el comercio personal de carbono será una prueba para la seriedad de los candidatos sobre el clima y la justicia social.

Polly Toymee es columnista de The Guardian y presidenta de Social Policy Association. Fue anteriormente corresponsal de asuntos sociales de la BCC y editora asociada de The Independent, co-editoria de Washington Monthly y reportera de The Observer.

Traducido por Mario Cuéllar para Globalízate.org

Artículo original: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2008/aug/16/carbonemissions.labour