El ocaso de un paradigma En 1986 se inició, bajo la guía del Partido Comunista de Cuba, el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas debate, orientado a la revisión de la política económica y la forma de organización laboral que imitaban a las establecidas en la URSS. La migración y las relaciones de […]
El ocaso de un paradigma
En 1986 se inició, bajo la guía del Partido Comunista de Cuba, el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas debate, orientado a la revisión de la política económica y la forma de organización laboral que imitaban a las establecidas en la URSS.
La migración y las relaciones de la nación con los emigrados fue uno de los puntos sometidos a análisis, y de las discusiones surgió la propuesta de normalizar el proceso migratorio sin que implicara un perjuicio a la seguridad nacional. La investigadora Nivia Brismat, plantea que un paso importante en ese proceso fue el desarrollo de investigaciones con el objeto de aislar -en lo posible- la toma de decisiones en materia migratoria del conflicto Estados Unidos -Cuba, que había permeado el fenómeno por décadas.
El 6 de noviembre de 1989 apareció el periódico Granma una nota que bajo el título No puede ser puesto en duda el socialismo en la RDA, se refería, entre otros asuntos, a la publicación en Alemania Oriental de un proyecto de ley sobre viajes al exterior que comenzaría a regir en diciembre de ese mismo año. La nueva legislación posibilitaría la emisión de permisos por 30 días, a los interesados en viajar a cualquier país y reconocía el derecho de todo ciudadano a trasladarse y regresar del exterior. Solo serían limitados los individuos relacionados con asuntos de «seguridad estatal».
Tras una cadena de hechos, el 9 de noviembre, la prensa cubana anunció la apertura de los puntos fronterizos de la RDA, a todos los que quisieran salir al exterior. «Los ciudadanos podrán realizar viajes privados sin necesidad explicar los motivos y solo necesitarán de visa y pasaporte extendido por las autoridades competentes», precisaba el despacho. La caída del Muro de Berlín inició la cuenta regresiva del modelo eurosoviético implantado en la mayoría de las repúblicas que quedaron en la zona de influencia de las fuerzas soviéticas, tras el fin la segunda conflagración mundial.
Según el sitio Zagranpassport.com, el 20 de mayo de 1991 el Soviet Supremo aprobó la Ley «Sobre la salida y entrada de ciudadanos soviéticos a la URSS». La nueva legislación -en sintonía con los acuerdos internacionales suscritos por Moscú-garantizó el derecho de los individuos a entrar e salir del país, reguló el procedimiento de emisión de pasaportes y estableció los casos en que se restringiría el derecho a dejar el territorio nacional. En diciembre de ese año desparecería el Estado que alentó las esperanzas de millones alrededor del orbe. Al finalizar 1993, la Federación Rusa ya había suprimido los visados de entrada y consentido la entrega gratuita de pasaportes.
El sinuoso camino a la flexibilización
La marcha emprendida por el gobierno cubano para la normalización del asunto migratorio se vio interrumpida por la desaparición del campo socialista y la posterior disolución de la URSS, sumieron a Cuba en la peor y más prolongada crisis económica de su historia. El comercio exterior del país cayó en algo más del 70% y el producto interno bruto se decreció en un 36% en el período 1990-93.
El colapso del bloque este-europeo puso fin a la belle époque de los paquetes turísticos subvencionados por el Estado y partir de ese momento, solo recibiría luz verde los viajes de interés político, cultural, deportivo o científico. Mientras la Isla daba brazadas para sortear la crisis, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley Torricelli que endureció hasta límites no imaginados, el bloqueo económico contra el último bastión del socialismo en el hemisferio occidental.
El acelerado deterioro de la situación interna aumentó en el flujo de personas que llegaban ilegalmente a la Florida. Alentados por la Ley de Ajuste Cubano y por la desesperanza de una recuperación económica a corto plazo, no pocos acudieron al secuestro de embarcaciones y aeronaves.
Ante la compleja coyuntura se activó por tercera ocasión la «válvula de escape», y así las cosas, el 14 de agosto de 1994 la dirección del país abrió las fronteras marítimas para todos los que quisieran emigrar por esa vía. Se calcula que entre enero y septiembre de ese año, al menos 35 mil 900 ciudadanos se echaron a la mar en frágiles balsas de producción artesanal, carentes de los requisitos mínimos seguridad.
Consciente de lo desastroso que resultaría para la Unión encarar un nuevo éxodo masivo, el presidente Clinton negoció con el gobierno cubano un nuevo acuerdo migratorio que controlara la salida de miles de isleños hacia a Florida. No obstante el consenso logrado entre ambas partes, las autoridades norteamericanas continuaron otorgando beneficios a todo cubano que llega su territorio de forma clandestina.
A mediados de la década del ´90 del pasado siglo -en especial después del evento «La Nación y la Emigración» de 1994- comienza a darse una leve flexibilización que de las regulaciones migratorias. Entre los logros alcanzados se destacan la creación de la Dirección de Atención de Cubanos Residentes en el Exterior (DACRE) del MINREX, la aprobación del mecanismo la vigencia de viaje con el cual es innecesario el permiso de entrada siempre que el pasaporte esté habilitado y la extensión a 90 días de la estancia en el país.
A los residentes en el territorio nacional les fue ampliado el permiso de estancia en el exterior (PREE) de 6 a 11 meses, se incrementó el otorgamiento de los permisos de residencia en el exterior (PRE) por motivos reunificación familiar, así como los relacionados con contratos de trabajo y becas escolares. Aunque Estados Unidos y España continúan siendo los mayores receptores, la flexibilización contribuyó a diversificar los destinos de los emigrantes cubanos.
Para el Dr. Antonio Ajá, exdirector del Centro de Estudios de la Migración Internacional, «la relación diferenciada con la emigración cubana residente en disímiles regiones del planeta, con la asentada en los Estados Unidos, en especial, con la comunidad de origen cubano en el sur de la Florida, evidencia elementos de continuidad y cambio.»
Empero, aclara que la vigencia de la definición «emigración sin retorno definitivo al país», evidencia que todavía persisten niveles de estigmatización que nos retrotraen a la convulsiva década del ´60. Al mismo tiempo, se ha ido desplazando del imaginario popular la tendencia a identificar el mero hecho de emigrar como expresión de descuerdo con el sistema político establecido en Cuba.
Los viejos prejuicios y términos como gusanos o escoria son considerados extemporáneos. Eusebio Leal, historiador de La Habana «la migración no debía ser considerada un evento estrictamente político y subrayó que se trata de «un tema económico, familiar, o u opciona». El propio presidente Raúl Castro reconoció en su último discurso ante el órgano legislativo de su país que «casi todos [los emigrados] preservan su amor por la familia y la patria que los vio nacer y manifiestan de diferentes formas solidaridad hacia sus compatriotas».
El diario mexicano La Jornada publicó recientemente un artículo en el que según los registros oficiales entre 1994 y 2011, 513 mil 423 cubanos por vías legales, y que en 2007, la cancillería cubana estimaba en algo más de un millón 700 mil el total de emigrados, de los cuales cerca de 85 por ciento estaban en Estados Unidos. Citando datos suministrados por la Oficina Nacional de Estadísticas, el importante rotativo reveló que más 38 mil personas emigraron de Cuba en el pasado año, una cifra sin dudas significativa.
En la actualidad cobra fuerza la concepción de que trabajar en el exterior resulta una de las vías más efectivas y rápidas para aliviar las acuciantes vicisitudes del ciudadano de a pie. Por eso, vivir o gestionar un contrato de trabajo o una beca de estudios en el exterior, es el proyecto dorado de muchos jóvenes que ven limitadas sus aspiraciones personales, en un contexto signado por una crisis económica por superar y la prolongación del bloqueo estadounidense.
El intento frustrado
En 2003 el corresponsal de la BBC anunciaba que «Cuba podría cambiar radicalmente su política migratoria, eliminando muchas de las restricciones de salida y entrada que afectan tanto a los cubanos de la isla como a los residentes en el exterior.»
El cable de la agencia británica agregaba que Ricardo Alarcón, presidente del parlamento aseguró que se podían esperar cambios en ese sentido y que algunos ya estaban en fase de estudio.
El 30 de junio de 2004 la administración de George W. Bush, aprobó un agresivo paquete de medidas que restringía a una vez cada tres años los viajes a la Isla de los cubanos residentes en los Estados Unidos. La estancia no podía exceder los 14 días y solo serían autorizados para visitar a padres, hermanos o abuelos. Las nuevas regulaciones que también afectaron las remesas familiares, fueron denunciadas por Alarcón como parte de «un plan que busca [aba] la destrucción de la Revolución cubana; que busca poner fin a la independencia y la soberanía de nuestro país.»
Tras suceder a George W. Bush, Barack Obama restableció los viajes de los emigrados y el envío de remesas a Cuba, algo que había prometido durante la campaña por la presidencia. Algunos expertos consideran que la actual administración demócrata solo ha llevado las relaciones migratorias entre ambas naciones, al mismo nivel en que se encontraban en la época de Bill Clinton. Por tal motivo, miles de norteamericanos están viajando como parte de intercambios académicos, programas culturales, eventos científicos, pero ojo: ninguno es libre de hacerlo al margen de las licencias otorgadas por el Departamento del Tesoro.
La pregunta recurrente
¿Por qué si tengo el dinero para pagar todos los costos del viaje necesito buscar a un extranjero que me invite a su país?, comenta un hombre de unos 30 años en una oficina de Inmigración y Extranjería en La Habana.
Aunque sus ingresos como taxista por cuenta propia le alcanzan para comprar el pasaje aéreo, pagar el pasaporte y el impuesto de viaje, es evidente que desconoce – como casi todo el mundo aquí- las regulaciones del reglamento de la Ley de Migración que rige hace 35 años.
Él, como la mayoría de sus compatriotas, espera con ansias la disminución del número de trámites, de modo que el proceso a seguir para viajar el extranjero deje de convertirse en una gesta de magnitud quijotesca.
«Yo por ejemplo, quiero viajar a Ecuador en cuanto supe que no hacía falta una visa, sin embargo, aquí me dijeron que alguien desde allá debe ponerme una carta de invitación desde allá, de lo contrario no me dan la salida. Eso significa más dinero del que tenía pensado gastar en esto y además allá la gente te cobra bastante por hacerte ese «favor».
El joven taxista desea también que la actualización de política migratoria estudie los exorbitantes precios que deberá pagar por la documentación. Un mural informativo precisa que la expedición de un pasaporte ordinario cuesta 55 CUC (unos 50 dólares americanos), renovarlo cada dos años 20, y 150 CUC el llamado cheque de impuesto de viaje emitido por el Banco Central. Parece cosa de locos en un país donde el salario medio no supera los 20 dólares.
El joven taxista desea también que la actualización de política migratoria estudie los exorbitantes precios que deberá pagar por la documentación. Un mural informativo precisa que la expedición de un pasaporte ordinario cuesta 55 CUC (unos 50 dólares americanos), renovarlo cada dos años 20, y 150 CUC el llamado cheque de impuesto de viaje emitido por el Banco Central. Parece cosa de locos en un país donde el salario medio no supera los 20 dólares.
Hubo una etapa en que las cartas de invitación podían ser elaboradas en Cuba por los notarios de la Consultoría Jurídica Internacional, práctica que agilizaba y abarataba las gestiones de viaje.
Mas como reza el refrán: en casa del pobre la alegría dura poco, en mayo de 2007 el Ministerio de Relaciones Exteriores en cumplimiento a lo estipulado en el Reglamento de la Ley de Migración (artículo 132, inciso [d]), revolvió que «las cartas de invitación extendidas a cubanos residentes en Cuba, para viajar al exterior por razones particulares, se tramiten en el país de residencia del invitante.» El Ministerio de Justicia ordenó suspendió la formalización de «Escrituras de Invitación a ciudadanos cubanos residentes en el país. Nuevamente la burocracia se llevaba los laureles.
Lo cierto es que se calcula que el MINREX recaudaba -según estimó la BBC en 2003- cerca de 70 millones de dólares por concepto de trámites de viaje y otros tipos de documentación. No es ejercicio fácil renunciar a ingresos tan elevados pero resulta injusto que lo concebido para proteger a la nación de agresiones externas, ha devenido fuente de financiamiento, más cuando no todos los nacionales que viven en el exterior, cuentan con abultadas cuentas bancarias.
Más que la uva, dulce es la caña, pero…
Sonia, descubrió hace mucho que abuelo materno, un campesino asentado en la Ciénaga de Zapata por la década del 1930, era español de origen pero nunca prestó mucha atención a ese asunto. Enterada que la Ley de la Memoria Histórica le otorgaba el derecho a hacerse ciudadana española, no dudó en montarse en el tren.
Confiesa que siempre le gustó la idea de viajar a España para conocer a sus ancestros y quizás reencontrarse con algún familiar, aunque no descarta la cuestión económica.
«Con mi pasaporte español puedo viajar el mundo entero, no necesito que me pongan una carta de invitación ni pedir una visa, lo único que tengo que hacer es sacar pasaje,» me dice llena orgullo y subraya que no por eso va a renunciar la ciudadanía cubana.
María (26 años), estudiante universitaria, recibió la ciudadanía española en 1998, por medio de su abuela materna que vino a La Habana desde Ponferrada, León cuando la guerra civil española.
«Como María y Sonia casi 200 mil cubanos han acudido al Consulado de España en La Habana, solicitando la naturalización que ya ha sido otorgada a más de 88 mil y se espera siga en ascenso el número de aspirantes, teniendo en cuenta que Cuba fue unos de los sitios más elegidos por la diáspora peninsular.
Mandiel, recién graduado como profesor de Educación Física, dice que la esposa de su padre optó por la ciudadana haitiana, pues de esa forma puede visitar la vecina isla, desde donde, por encargo de vendedores por cuenta propia, importa confecciones textiles y otros accesorios. Las ganancias que obtienen le alcanzan para pagar el boleto aéreo y comprar cosas para la familia.
A pesar que la constitución de la República no reconoce la doble ciudadanía, miles de cubanos portan un pasaporte extranjero, imprescindible para saltar algunas de las regulaciones que el resto de sus paisanos deben acatar, lo que ha generado una sensación de desigualdad o al menos, desventaja entre los ciudadanos que realizan gestiones de viaje.
La polémica fue más allá y sirvió de inspiración a Israel Rojas, cantante del grupo Buena Fe, para escribir Cubañolito (cubano-español), tema que apela a la sátira para decir cosas como que «ya nadie quiere ser cubano» que «el patriotismo implica muchas restricciones». Esta última que elude el doble sentido y da justo en el clavo: «cuando al fin seas gallego te sentirás importante/ porque al fin podrás viajar y hasta tener un restaurante elegante.»
Canciones aparte, la cuestión es más seria de lo que parece, porque pudiera acrecentarse el criterio -más o menos extendido- de que los extranjeros avecindados en Cuba, reciben otorgan más prerrogativas que los propios nativos. Todo eso en un país con una fuerte tradición patriótica.
No es que se juzgue mal a los que hoy quieren adoptar otra ciudadanía como pértiga ideal para saltar la añosa política migratoria vigente, pero mientras una multitud hace fila cerca del Museo de la Revolución, aguardando su pasaporte español, algunos transeúntes de cualquier color, pudieran preguntarse qué pensarían los patricios de siglo XIX que tomaron las armas para librarse -como dijo Céspedes- de ese «puño de hierro ensangrentado» y ser ciudadanos de la tierra en que nacieron, no súbditos de un monarca de ultramar.
A paso seguro
Tras ser elegido presidente de los Consejos de Estados y de Ministros, Raúl Castro ha derogado progresivamente lo que dio en llamar «prohibiciones obsoletas, justificadas en el pasado pero que en los últimos años generaron numerosas ilegalidades.»
Durante el proceso de discusión popular previo a la celebración del Sexto Congreso del Partido Comunista 11 mil 195 participantes en todo el país abogaron por una flexibilización de la política migratoria que acorde al lineamiento aprobado en el cónclave partidista, «facilite a los cubanos residentes en el país viajar al exterior como turistas.»
El tema migratorio estuvo entre los diez puntos más debatidos, incluso aventajó al de la legalización de la compraventa de viviendas, reclamo popular de larga data convertido en ley hace unos días.
Al respecto Raúl Castro anunció el 1º de agosto pasado que se trabajaba en la instrumentación de la actualización de la política migratoria para ajustarlas a las condiciones «del presente y el futuro previsible.» El líder antillano apuntó que la medida es «una contribución al incremento de los vínculos de la nación con la comunidad de emigrantes» y fustigó la existencia de la Ley de Ajuste Cubano que alienta la hacia los Estados Unidos.
Raúl precisó «la flexibilización […] tendrá en cuenta el derecho del Estado revolucionario de defenderse de los planes injerencistas y subversivos del gobierno norteamericano y sus aliados y al propio tiempo, se incluirán contramedidas razonables para preservar el capital humano.
Algo que no se mencionó explícitamente en el discurso es si la nueva política migratoria también beneficiará de forma directa a los cubanos que han decido quedarse en la Isla pese a las escaseces y a la certeza de que es improbable vuelvan a gozar de la holgura de mediados de los ´80.
El pasado 2 de noviembre se hizo público el Decreto-Ley 288 que autorizó la compraventa de viviendas entre personas naturales, por primera vez en medio siglo. Uno de los elementos a destacar expuestos en la nueva legislación es la supresión de la expropiación de los inmuebles y mobiliario de aquellos que manifiesten su deseo de emigrar, práctica instituida desde la promulgación en 1961 de la Ley 989 , la misma que hizo obligatorio los permisos de entrada y salida para los ciudadanos cubanos.
Un reclamo a varias voces
Son varias las voces que desde la intelectualidad cubano se están sumando al debate -iniciado en el último congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba- sobre la inaplazable actualización de la política migratoria.
«Aspiro a ver pronto esa reforma migratoria que se anuncia. Es muy doloroso que haya tanta gente queriendo regresar a su país y que no pueda. Eso me parece inadmisible. Igualmente lo pienso de los que se quieren ir y no pueden.», dijo el trovador Silvio Rodríguez en septiembre pasado al periódico Trabajadores.
En un foro virtual abierto por la agencia IPS sobre los cambios que debía incluir la nueva política migratoria cubana, el doctor Esteban Morales, profesor de la Universidad de La Habana, calificó de «verdadera disfuncionalidad» la creencia de que el capital humano se defiende evitando que «la gente viaje al exterior o poniendo restricciones.»
«Cada cubano debe poder vivir y trabajar donde quiera y poder volver a su país cada vez que quiera, respetándosele sus bienes, propiedades y derechos ciudadanos», prosigue Morales en su comentario.
Por su parte, el Dr. Eusebio Leal fue enfático cuando dijo en un programa televisivo que «todo lo que limite, todo lo que dificulte ese libre ir y volver, es algo que debe extinguirse.»
La Iglesia católica se sumó al debate por medio de un editorial sobre el tema publicado en la revista Palabra Nueva. El texto considera que el cambio de la política migratoria es «una cuestión de justicia y una necesidad para el futuro» y apunta que «en la época de la globalización, donde la movilidad humana no tiene límites y las fronteras físicas definidas en los mapas no constituyen ya barreras rígidas, las leyes nacionales deben ajustarse a tal flexibilidad, lo cual no niega la preservación de la soberanía.»
El anuncio hecho por Raúl el pasado agosto junto a los pronunciamientos de personalidades e instituciones, dan esperanza a los que por años han esperado un vuelco sustancial en esa materia, pero lo cierto es, que como plantea el profesor Antonio Ajá, el cambio de la política migratoria de Cuba «no estará exento de retos y desafíos en función de lograr estructurar y aplicar una política moderna, objetiva y acorde con las exigencias de los ciudadanos y la seguridad nacional.»
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.