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Los desafíos económicos y sociales de la revolución cubana en 2010

Fuentes: Rebelión

«La tarea que tenemos por delante los comunistas cubanos y todo nuestro pueblo es grande, se trata de definir con la más amplia participación popular la sociedad socialista que aspiramos y podemos construir en las condiciones actuales y futuras de Cuba, el modelo económico que regirá la vida de la nación en beneficio de nuestros […]

«La tarea que tenemos por delante los comunistas cubanos y todo nuestro pueblo es grande, se trata de definir con la más amplia participación popular la sociedad socialista que aspiramos y podemos construir en las condiciones actuales y futuras de Cuba, el modelo económico que regirá la vida de la nación en beneficio de nuestros compatriotas y asegurar la irreversibilidad del régimen sociopolítico del país, única garantía para su verdadera independencia.» (1)

Así suena un fragmento llamativo del discurso de Raúl Castro ante el parlamento cubano el 1 de agosto de 2009. Parece que la revolución cubana se está preparando para unas reformas importantes. Eso no debe sorprender tanto, porque una revolución que no se renueva periódicamente, que no rectifica sus errores a tiempo o que no se adapta a las nuevas circunstancias, no puede sobrevivir. Sobre todo en Cuba es así, ya que las condiciones exteriores han cambiado varias veces de una forma muy extrema.

El pasado medio siglo efectivamente fue marcado por diferentes olas de cambios sustanciales. En los sesenta la economía cubana se vio obligada a adaptarse tras la ruptura abrupta y completa con los EEUU, hasta entonces dominantes en la isla. Los diez años siguientes constituyeron una gran búsqueda de un camino hacia el mejor modelo de desarrollo, un camino muy serpenteante a veces. En los setenta ese modelo se consolidó y la economía cubana se integró en la de los países del CAME (o Comecon). Esta integración ofreció muchos beneficios, pero también varios inconvenientes. A mitad de los ochenta se declaró una campaña de rectificación importante con tal de corregir los errores de aquel periodo. No se les dio mucho tiempo a los cubanos para hacer esto, porque unos años más tarde se cayó el muro de Berlín y se cortó la aorta económica principal de la isla por segunda vez en treinta años. Además se agudizó el bloqueo. La economía estaba por derrumbarse por completo, así que se trataba de encontrar una estrategia de supervivencia. Se proclamó un Periodo Especial y hubo reformas muy grandes. Durante los años noventa, la revolución prácticamente no pudo contar con nadie, pero eso cambió a principios del nuevo milenio. Venezuela, pero también China y Brasil, se convirtieron en socios económicos muy importantes y la nueva ALBA ofreció nuevas perspectivas. Mientras tanto la revolución se estaba recuperando del golpe de los años noventa y se creó más espacio para volver a ordenar varios asuntos.

En noviembre de 2005 Fidel ya había empezado con eso, declarando que el mayor peligro para la revolución no venía de afuera, sino de adentro. Lanzó un ataque frontal a la corrupción que existía a todos los niveles. Durante el verano de 2007 Raúl retomó esta tarea, denunciando la falta de eficacia en la economía. Lanzó una consulta masiva a la población, como la que se hizo al comienzo del Período Especial. Estas encuestas fueron analizadas y a partir de ellas se lanzan ahora varias reformas, con la prudencia necesaria.

En 2008-2009 este proceso fue interrumpido varias veces. En primer lugar por los tres huracanes que pasaron por la isla durante el otoño de 2008. En apenas un par de semanas estos fenómenos meteorológicos causaron unos destrozos enormes. Una de cada siete casas resultó dañada o destruida. Los daños llegaron a significar el 20% del Producto Interior Bruto. En segundo lugar la crisis financiera y económica que golpeó la isla como golpeó al resto de la región. El precio del níquel, el producto de exportación más importante de Cuba, se desplomó, mientras que el precio de los productos alimenticios, lo que Cuba más importa, se iba por las nubes. Este aumento fue consecuencia de cosechas fracasadas en el mundo entero acompañadas simultáneamente de un incremento de la demanda en el mercado mundial. A causa de la crisis, los turistas en Cuba gastan menos y también entran menos dólares del extranjero por parte de los familiares de los cubanos que viven fuera del país. A esto se sumó una falta temporal, pero urgente, de coches, dólares y otras divisas. Cuba necesita las divisas para hacer las compras en el mercado extranjero. A causa de esta falta, hubo que reducir la importación de petróleo y por lo tanto el gasto de energía. ‘Ahorro o muerte’ fue la consigna. Cuba se encuentra ante dos desafíos tan urgentes como visibles en este momento. Por un lado hay que arreglar todos los daños materiales causados por los huracanes y por otro lado hay que revertir la falta de divisas. Pero además de estos dos, también existen dos desafíos estructurales que determinarán el futuro de la isla, por eso queremos hablar de ellos.

1. El abismo entre la economía y lo demás.

El desafío más fundamental para la revolución es el abismo entre el sector económico y el sector social, cultural e intelectual. Cuando se trata de los tres últimos, Cuba se sitúa en un nivel comparable con cualquier país rico. Entre los once millones de personas que pueblan la isla, contamos con la mitad más de universitarios que los que tenemos en Bélgica con 10 millones de habitantes. La economía por el contrario, tiene el perfil de los países relativamente pobres de la región. El alto desarrollo en el sector cultural, social e intelectual causa altas expectativas para las cuales no existe un apoyo económico. La base económica débil es la consecuencia del bloqueo económico y el retraso económico sufrido tras la caída de la Unión Soviética. Si Cuba tuviera relaciones comerciales normales con el resto del mundo y si después de 1989 hubiera tenido la misma tasa de crecimiento que la que tuvo en los 30 años anteriores, Cuba ahora tendría el mismo nivel de vida que Italia (PIB por habitante en $ ppp)(2). Pero no es el caso y este hecho causa frustraciones en la población cubana. Uno es pianista de altísimo nivel, pero no dispone de un piano de cola, otro es cirujano, pero no dispone de carro propio… Un ingeniero seguramente no tendrá teléfono móvil ni ordenador portátil propio… En el mundo entero los empleados altamente cualificados están bien pagados, en Cuba esto no es -ni puede ser en este momento- el caso, porque su riqueza sería a costa del bienestar del resto de la población. Este problema se amplifica todavía más a causa del turismo. La cámara digital, el Ipod y el móvil son aparatos muy comunes para el turista, pero para la mayoría de los cubanos son prácticamente inaccesibles. Eso frustra a los cubanos.

Las frustraciones del sector de consumo tienen un efecto importante en el sector de producción. ¿Cómo estimular a la gente para que trabaje de una manera eficaz si con los sueldos que ganan no tienen acceso a esos productos de lujo tan ansiados, sea porque son demasiado bajos o porque la venta de esos productos está prohibida? ¿Cómo motivar a jóvenes altamente calificados para trabajar en el campo con temperaturas por encima de los 30 grados y una humedad importante? Sobre todo porque en cualquier caso tienen un puesto de trabajo asegurado. En ese sentido, Cuba es un poco la víctima de su propio éxito.

En 2008 se legalizó la venta de teléfonos móviles, ordenadores portátiles y reproductores de DVD. Fue un paso importante, pero solamente para una pequeña parte de la población. La única solución estructural para resolver las frustraciones en el sector de consumo consiste en la desaparición acelerada del atraso en el sector económico. La pregunta del millón es ¿cómo hacerlo? Durante los últimos años Cuba ha conocido un crecimiento del 3% por encima de los demás países latinoamericanos (3). Todo se puede mejorar, pero hay límites, claro. En el caso de Cuba esos límites se determinan por tres factores como mínimo. En primer lugar está el bloqueo. El bloqueo le quita anualmente un par de puntos porcentuales al PIB, pero también le quita créditos financieros y la tecnología que tanto necesita para aumentar la productividad (y por lo tanto el crecimiento económico). Otro freno al desarrollo es el envejecimiento de la población. Finalmente el tercer freno lo pone el calentamiento del planeta, que causa sequías más largas y huracanes cada vez más fuertes.

Hay como mínimo cuatro pistas para acelerar el crecimiento. La primera es la más fácil, pero no la determina Cuba. Es la autorización, para los habitantes de EEUU, de visitar la isla. Si esto ocurriera, significaría un fortalecimiento enorme para el turismo, que es la fuente principal de divisas extranjeras. En poco tiempo se duplicaría el número de turistas, lo cual aumentaría el PIB en algunos puntos. Resolvería de un día para otro la falta de divisas y fortalecería la moneda nacional. Esta medida probablemente llevaría antes al fin del bloqueo, lo que otra vez significaría un par de puntos más para el crecimiento. Desafortunadamente se decide sobre esta medida en Washington.

Otra pista posible es la explotación petrolera. En el Golfo de México, en aguas territoriales de Cuba, se encontraron algunos yacimientos de petróleo prometedores. La explotación de ellos no solamente daría muchas divisas a la isla, sino también atraería inversiones extranjeras más fácilmente, así como pondría a Cuba en un puesto superior en la escala para concederle créditos. Sin embargo esta pista tiene varios riesgos y problemas. En primer lugar la explotación necesita fuertes inversiones y conocimientos especializados de los que la isla no dispone. Pero sobre todo, estos yacimientos se encuentran al lado de las aguas territoriales de EEUU. Todos sabemos que cuando se trata de petróleo, a EEUU no le importa una guerrita más o menos. La gran pregunta es si admitirían que Cuba explotara estas riquezas.

Una tercera pista posible es la orientación de la economía hacia sectores con un alto valor agregado. Se trata sobre todo de sectores de alta tecnología. La enseñanza excelente y el alto grado de capacitación son ventajas considerables de las que dispone la isla. Ya en los años ochenta hubo esfuerzos considerables en los sectores de la biotecnología y la farmacéutica. A partir de 2002 se desarrolló una universidad de informática muy avanzada. Pero para poder jugar más todavía la carta de la alta capacitación, habría que dar más prioridad a las formaciones técnicas. Hoy en día todavía hay un número relativamente alto de estudiantes que optan por las ciencias humanas. Pero no bastará únicamente una reorientación de los estudiantes. El desarrollo de los sectores de alta tecnología requiere inversiones muy grandes, que tendrán que llegar mayoritariamente desde el exterior. En este tema hubo avances importantes en los últimos años. La asertividad de los llamados países en crecimiento en el escenario económico mundial se traduce en una colaboración norte-sur creciente (4). Cuba también aporta su granito, sobre todo en el plano médico, pero también recoge los frutos de este esfuerzo. La creciente integración latinoamericana también tiene una buena influencia en este proceso. Los sectores donde Cuba posee una ventaja comparativa son el de la biotecnología, la farmacéutica, los equipos médicos, la informática y los servicios médicos. También existe un potencial en el área de la automatización, las ciencias de ingeniería, los proyectos de medio ambiente y la enseñanza. Se necesita una planificación a largo plazo para poder realizar este reorientación, por eso se reanuda la tradición de los planes quinquenales (5).

Una última pista es el aumento de la productividad. En la mayoría de los sectores es demasiado baja. Es una consecu encia de la burocracia, pero todavía más de una baja motivación laboral y un grado relativamente alto de corrupción. Estos dos últimos fenómenos son a su vez consecuencia del doble sistema monetario y la falta de vínculos entre trabajo, salario y poder adquisitivo. Analicemos un poco más en detalle cómo ocurre esto. En cuanto a la burocracia, estamos de acuerdo con la idea de Hugo Chávez que dice que la burocracia es el colesterol de la economía, pero hay que tener en cuenta que no hay remedios sencillos. Una economía que no tiene como objetivo maximizar los beneficios, sino maximizar lo social y que está dirigida por la política, es inevitable cierto grado de burocracia. Si se da camino libre a la dinámica económica, automáticamente se perderán las prioridades sociales. Pero inversamente también una dirección política demasiado rígida mata cualquier dinámica y pone en peligro el apoyo económico para los objetivos sociales. Es un equilibrio difícil de mantener. En los años noventa ya hubo intentos de perfeccionar tanto la planificación macro como microeconómica, con resultados muy diversos. Raúl Castro anunció en el verano de 2008 que quiere seguir intentándolo. Se está considerando darle más autonomía a la gestión empresarial y la cooperativización del pequeño comercio, que en este momento en gran medida está controlado directamente por el Estado. El primero de agosto de 2009 se votó en el Parlamento una ley general de control que someterá a todas las empresas a una auditoría con tal de aumentar la eficiencia y bajar la corrupción.

2. El abismo entre trabajo, salario y poder adquisitivo

El segundo de safío fundamental tiene que ver con las consecuencias del Período Especial. La economía conoció un crecimiento negativo del 35%. Es difícil imaginarse lo que significa tal bajada. Estadísticamente hablando, en ese momento tenía que haber habido un estallido. Otros países en tal situación económica (o incluso con un retroceso menor) casi siempre se ven envueltos en guerras civiles y en el mejor de los casos con protestas masivas, pillaje, anarquía, golpe de Estado o caída del Gobierno. Cuba sobrevivió al golpe y en 15 años volvió al nivel en el que estaba en 1989 (6). Para el desarrollo económico significó un retraso de 15 años, pero hubo otras consecuencias permanentes importantes. La producción agropecuaria quedó hecha pedazos. En los años ochenta Cuba pertenecía al grupo de países que tenían la producción agrícola más mecanizada del mundo. Por falta de piezas de recambio y divisas, toda la maquinaria se volvió inutilizable en poco tiempo. Se diezmó el ganado vivo por falta de alimentación adecuada para los animales y la enorme necesidad alimenticia de la población.

Para la economía cubana en su conjunto esta situación fue muy seria. A partir de ahora el pequeño y vulnerable país en vías de desarrollo se vio expuesto al impacto del mercado mundial. Además apenas tuvo tiempo de prepararse para ello. La isla perdió sus relaciones comerciales ventajosas y tuvo que empezar a pagar por sus importaciones en duras divisas. También para sus productos de exportación, en aquel momento sobre todo el azúcar y el níquel, Cuba se vio obligada a aceptar los precios fluctuantes del mercado mundial. Además, en ese período los EEUU reforzaron bastante el bloqueo económico gracias a las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996). A partir de ese momento empezaron a presionar a países terceros para que dejaran de comerciar con Cuba o para que retiraran sus inversiones. Cuba ya no podía contar tampoco con la URSS para sus créditos.

Una de las peores consecuencias de esta nueva situación fue la caída de la moneda nacional, el peso. Antes de 1989, un peso equivalía a un dólar. En el mercado negro se podía cambiar un dólar por siete pesos. En el peor momento de la crisis, había que pagar 150 pesos por un solo dólar. Se tomaron todo tipo de medidas con tal de reducir esa diferencia insostenible, medidas que tuvieron bastante éxito. Se logró eliminar el mercado negro y a partir de 1996 el dólar costaba entre 20 y 25 pesos. Esto fue una gran mejora comparado con 1994, pero el valor de la moneda nacional todavía era tres o cuatro veces inferior al de 1989. Para poder disponer de todas las divisas posibles, el gobierno introdujo una nueva moneda, el CUC, cuyo valor se sitúa un poco por encima del valor del dólar. Este doble sistema de monedas sin embargo no pudo evitar que se creara una diferencia entre los cubanos que por algún motivo disponían de divisas extranjeras (60%), y los demás compatriotas. Las consecuencias tanto para la ética laboral como para la estructura de los precios del consumo fueron enormes. De la ética laboral ya hablamos detalladamente en otro artículo (7). Aquí nos concentramos en los precios del consumo.

El salario, que se paga en pesos, prácticamente perdió su valor por completo si se compara con el dólar o el CUC. Un cirujano o un profesor de la universidad pueden ganar fácilmente el doble o el triple trabajando de taxistas o en el sector turístico. Los que se trasladan a Miami, que está apenas a 200 km, pueden multiplicar su sueldo por 10 ó 20. Pero no es ese el único problema. Un cubano que solamente dispone de pesos tiene que pagar precios desorbitados por un par de zapatos, un pedazo de carne fuera de la oferta básica o un microondas. Trabajen lo que trabajen, el sueldo de estas personas no les servirá de mucho. En otras palabras, no hay ningún vínculo directo entre el trabajo, el salario y el poder adquisitivo. Esta situación es muy mala para la motivación laboral. No tiene sentido trabajar bien y mucho si con lo que ganas no puedes comprar prácticamente nada. Por eso hay un número grande de cubanos que desarrollan actividades ilegales para poder conseguir unos CUC extra. Pero de esa forma, entran en una dinámica negativa. La motivación laboral es baja y por eso el servicio que se presta o la calidad de la producción (en pesos) también baja. Si quieres una mejor calidad o un mejor servicio, eso se paga en CUC mucho más caros o directamente se busca en el mercado negro. Pero solamente si dispones de CUC. Obtener esa moneda solamente es posible haciendo alguna trampa o cambiándote por completo al circuito CUC. Y así se completa el círculo y se generaliza el sistema de «resolver». De esta forma Cuba corre el riesgo de que los trabajadores se alienan del sector económico. Ya no se sienten responsables del producto final o el servicio que prestan y se sienten todavía menos propietarios de los medios de producción.

De esta forma se mina uno de los pilares esenciales del socialismo y a la larga esa situación se vuelve insostenible. Hay que restablecer el vínculo entre el trabajo, el salario y el poder adquisitivo a corto plazo. Los sueldos tienen que variar según el trabajo hecho y los resultados. A partir de 2008 el gobierno tomó varias medidas en este contexto, aumentando los sueldos en la enseñanza, la introducción del sueldo variable según las horas trabajadas o la posibilidad de tener dos trabajos. A partir del año académico 2009-2010 también se autorizan trabajos estudiantiles. Cada vez en más empresas se adapta el salario según la puntualidad, las horas trabajadas, etc., del trabajador. Estas medidas son un buen comienzo, pero no alcanzan y el problema tampoco se resolverá de hoy para mañana.

Después está el vínculo entre el salario y el poder adquisitivo. El sistema de precios para alguien de afuera es muy raro. Por ejemplo, la factura mensual para energía y agua vale lo mismo que dos cervezas en el sector CUC. Porque los productos básicos (así como los servicios básicos) están altamente subvencionados, mientras que los otros productos tienen un precio relativamente alto. Este sistema evita que nazca una verdadera brecha entre ricos y pobres. Tiene su valor, pero también hay excesos y necesita algunas correcciones. No puede ser que unos vaqueros o unos zapatos valgan un sueldo mensual. Es igualmente absurdo que algunas familias no sepan qué hacer con sus cartillas mensuales de productos básicos como el arroz o el azúcar. La ración es demasiado alta y el sueldo demasiado bajo. Recientemente se tomó una medida en este marco. Quitaron la comida gratis en el trabajo, pero subieron los sueldos con 15 pesos por día. Globalmente hablando, hay que reorientar los subvenciones: en lugar de subvencionar los bienes, hay que subvencionar a las personas (débiles). Este es un asunto delicado porque la tradición de la subvención alimenticia está muy arraigada en la sociedad cubana y se considera un logro importante. Hay que organizar una reorientación muy paulatina y gradual.

Con tal de restablecer el vínculo entre el trabajo, el salario y el poder adquisitivo y de resolver de verdad el extraño sistema de precios, hace falta realizar dos objetivos. Por un lado hay que bajar las importaciones y por otro lado hay que subir el valor de las exportaciones. El efecto combinado hará más fuerte la moneda nacional, lo cual reducirá la diferencia entre propietarios de CUC y los de pesos. También bajará los precios exorbitantes de algunos productos.

El aumento de la exportación solamente tiene sentido si Cuba se concentra en los sectores que tienen un valor añadido más salto. Ya hablamos de esto antes. En cuanto a la importación, los motivos para bajarla todo lo posible son varios. Ya de por sí el bloqueo económico hace que las importaciones sean caras. La débil posición de la moneda nacional hace que los productos importados se coman buena parte del presupuesto nacional. También está en juego el aspecto de la seguridad. Cuanto menos dependa la isla de las importaciones, menos vulnerable se hará a las eventuales agresiones de EEUU. Un buen ejemplo de la sustitución de importaciones es la construcción de autobuses chinos en la provincia de La Habana. Esta sustitución sin embargo es un asunto muy complicado. Si bien Cuba dispone de suficiente mano de obra capacitada, gerentes e infraestructura para desarrollar nuevas industrias, esto no alcanza. También se requieren importantes inversiones tanto en capital como en tecnología. En este momento Cuba ya tiene una deuda externa bastante grande y el bloqueo constituye una traba importante para conseguir la tecnología necesaria. Otro inconveniente para los cubanos es la escala reducida. Montar líneas de producción para una área de apenas 11 millones de habitantes es mucho más caro que para una región de 50 millones o más de 1.000 millones, como es el caso en China. En todo caso, la historia demuestra que la sustitución de las importaciones tampoco es la varita mágica. Fue la estrategia de desarrollo en Latinoamérica en los años 50 y 60, y en la mayoría de los países supuso un fracaso total.

Para la sustitución de importaciones, el sector más importante en cuanto a la seguridad es la agricultura. En 2008 Cuba importó más del 80% de sus alimentos. Al mismo tiempo se desaprovechó la mitad de las tierras fértiles en la isla. Algunas están en barbecho, otras simplemente están comidas por la mala hierba. En este tema el Gobierno cubano camina por dos vías. Por un lado ataca la burocracia, descentralizando y dando más autonomía a los productores locales. No se sabe todavía si esta vía dará buenos resultados. Por otro lado se ponen tierras en barbecho a disposición de los cubanos que quieren labrarlas. Los ingresos que obtienen superan el salario promedio en otros sectores. Esta fórmula ha sido un éxito. Hubo más solicitudes que parcelas disponibles. En otoño de 2009 ya se volvió a hacer uso del 40% de las tierras en barbecho. No se sabe todavía si esta estrategia dará resultados. No se pueden esperar altos rendimientos a corto plazo de los nuevos campesinos sin experiencia. En la producción agraria, la experiencia vale oro.

3. ¿Hacia un modelo diferente?

Cuando Raúl Castro tomó el lugar de su hermano, los medios occidentales predecían un cambio de rumbo importante. Supuestamente a Raúl le gustaba más el modelo chino y el sistema del mercado. Está claro que los medios «se olvidan» de que las decisiones en Cuba se toman colectivamente y se someten a la población antes de ser aprobadas. Además, los importantes cambios de rumbo en Cuba y en otras partes, tienen más que ver con el nuevo contexto o los nuevos desafíos que se presentan que con la aparición de un nuevo líder. Por lo tanto, un eventual cambio de rumbo no dependerá tanto del temperamento o las ideas del líder, como del resultado de un intenso proceso colectivo de toma de decisiones. Parece que a los medios de comunicación occidentales se les había olvidado que en los años noventa, bajo Fidel, se tomaron decisiones muy drásticas y enfocadas hacia el mercado, también tras extensas consultas con la población.

Sin embargo , la comparación con China es interesante y clarificadora. Los dos países comparten importantes semejanzas en sus estrategias de desarrollo. Tanto en China como en Cuba la economía está dirigida por las autoridades políticas. Los sectores claves están en manos del Estado. El Gobierno controla y dirige el banco central y la política monetaria. Las orientaciones económicas principales, -cuánto invertir y en qué sectores- están plasmadas en planes a largo plazo, de varios años. El Partido Comunista juega un papel muy importante en el desarrollo local en los dos países. También en las dos naciones se dedica relativamente mucho presupuesto a la enseñanza y la infraestructura. Finalmente, tanto Cuba como China desarrollan relaciones estrechas con otros países del Sur con tal de reforzar el desarrollo mutuo. Pero también hay que tener en cuenta que existen como mínimo seis puntos muy diferentes entre el rumbo chino y el cubano que hay que entender.

Para empezar, el punto de partida fue muy diferente para los dos países. Cuando Deng Xiaoping empezó con las reformas a finales de los años setenta, China tenía un retraso económico considerable. China había sido destruida por cien años de ocupación y guerras civiles. Durante el período de Mao (1949-1976) el crecimiento económico ya era superior al de otros países del Tercer Mundo, pero el país seguía siendo una de las regiones más pobres del planeta. El PIB por habitante se situaba muy por debajo del promedio asiático e incluso era dos veces inferior al de África (8). En los países enemigos de siempre, Japón, Taiwan y Corea del Sur, había un crecimiento enorme en ese momento. En ese contexto Deng lanzó el lema «El socialismo no es pobreza y enriquecerse es glorioso». El principio de la igualdad se sacrificó -temporalmente- al desarrollo acelerado de las fuerzas productivas, empezando con las provincias en la costa. En Cuba la situación era muy diferente. En 1959 Cuba se situaba por encima del promedio latinoamericano. En ese contexto se daba toda la prioridad al desarrollo social y cultural.

Otro punto de diferencia está en las conclusiones que sacaron las dos revoluciones de sus propios pasados recientes. Los primeros 30 años de la revolución china fueron muy tumultuosos. El gran salto adelante (1958-1960) y la revolución cultural (1966-1976) fueron experiencias traumáticas. Sucedieron bajo el liderazgo del ala izquierda del partido comunista. Los chinos sacaron conclusiones de esos desastres. Las reformas a partir de 1978 probablemente fueron una reacción (de derecha) demasiado fuerte a estos eventos conmovedores. La primera generación de revolucionarios quería introducir el comunismo muy rápidamente, saltando la fase histórica del capitalismo. Eso no fue posible porque la situación económica y tecnológica no había madurado todavía. Ese proceso de maduración, justamente es el papel histórico del capitalismo. Por eso se introdujeron a partir de finales de los años setenta (temporalmente) elementos capitalistas que tuvieron como consecuencia la desaparición de principios socialistas importantes como la propiedad colectiva de los medios de producción, la prohibición del empleo privado -base para la explotación- y los servicios de salud y educación gratis. Deng decía: «No importa si el gato es blanco o negro, mientras cace ratones». En Cuba, de cierta forma hubo una evolución a la inversa. Durante los años setenta y principios de los ochenta se introdujeron elementos capitalistas bajo influencia de la URSS. Esto llevó a un estancamiento a mediados de los años ochenta. La campaña de rectificación a partir de 1986, que se opuso totalmente a la Perestroika de Gorbachov, sacó esos elementos capitalistas. El resultado fue que la revolución cubana siguió en pie, mientras que todos los países del este se derrumbaban uno a uno. La lección fue clara: para que la revolución sobreviva, hay que mantener los principios socialistas. Probablemente, para Raúl Castro o sus sucesores este fue el motivo más importante para no elegir el camino chino. En las palabras de Raúl: «No fui elegido presidente para reintroducir el capitalismo en Cuba, ni para sacar el socialismo. Fui elegido para defenderlo, conservarlo y perfeccionarlo, no para destruirlo».

Un tercer punto de diferencia es la escala. En las relaciones de fuerza con las trasnacionales, la escala juega muy a favor de China y muy en contra de Cuba. China cuenta con un mercado de casi un cuarto de la población mundial, por eso las empresas trasnacionales hacen cola para poder invertir. Cuba apenas dispone de 0,2% de la población mundial y por lo tanto no dispone de esta ventaja. Además, las grandes empresas chinas, contrariamente a las cubanas, son lo suficientemente grandes como para poder competir con las trasnacionales. Pongamos el ejemplo de Bacardí. Los propietarios originales de este ron se opusieron a la revolución cubana y sacaron sus capitales de Cuba poco después de 1959, para seguir produciendo en el extranjero. Hoy día Bacardí compite directamente con el ron cubano Havana Club, un producto de exportación importante para la isla. La cifra de ventas de Bacardí iguala casi la del total de las exportaciones de Cuba.

Un cuarto punto de diferencia refuerza todavía más la desventaja de la escala que sufre Cuba: el bloqueo económico. Washington y la CIA hacen todo lo posible para impedir que terceros países tengan relaciones comerciales con Cuba, que inviertan en la isla o que le concedan créditos. Esta situación también debilita la posición de negociación de Cuba con las empresas extranjeras y los bancos. China, por el contrario, es el país que más crédito ha concedido a EEUU y por lo tanto tiene una posición de poder bastante fuerte hacia Washington.

La quinta diferencia es la diáspora. A partir de los años noventa, gran parte de las inversiones extranjeras en China provenían de capital chino situado -sobre todo- en Asia. La diáspora china está muy fragmentada y es bastante patriótica. Los cubanos con mucho capital que están fuera del país, ésa es otra historia. Están políticamente organizados y forman un grupo de presión poderoso en EEUU. Junto a Washington, lo único que quieren es la derrota de la revolución. Así fue que un empleado de Bacardí fue el encargado de redactar, en 1996, la ley Helms-Burton, que agudizó aún más el bloqueo.

El sexto y último punto de diferencia es el contexto geopolítico. Para Cuba ha sido poco favorable. En un espacio de 30 años, la pequeña isla perdió dos veces a sus más importantes socios comerciales. Tuvo que reorientar su economía por completo, con muchas consecuencias desastrosas. Cuba no pudo sacar mucho provecho de la región, no pudo aprovechar una tendencia regional. El desarrollo económico del continente latinoamericano iba muy lento y además las relaciones con los países de la región eran malas. En el plano económico mandaban las empresas estadounidenses y en el plano político y diplomático los países de la región sufrían mucha presión por parte de EEUU. Los últimos diez años mejoraron mucho las relaciones con estos países, pero no existen garantías de que las cosas sigan así. Al gobierno actual de EEUU le gustaría recuperar el terreno que perdió bajo los dos gobiernos de Bush. Tampoco existe ninguna seguridad de que siga la ola de izquierda actual en Latinoamérica. El contexto económico chino era y es mucho más favorable. Desde los años cincuenta la región conoce un régimen acumulativo muy favorable. Con muchas empresas de alta tecnología en Japón que tienen lazos orgánicos con subcontratistas en países de la región, países donde a su vez sobraba la mano de obra muy barata. Gran parte de la producción iba en dirección EEUU y Europa. Gracias a este clima acumulativo favorable, hubo un crecimiento muy alto en el este y sureste de Asia. China pudo aprovechar esta situación sobre todo a partir de los años ochenta. En esta región Washington tuvo mucha menos influencia que en Latinoamérica, porque no la considera su patio trasero. Finalmente, gracias a su tamaño, China tiene -y refuerza todavía más- una posición fuerte si se compara con la de los demás países de la región.

Los últimos cuatro puntos revelan claramente que el contexto económico chino no se puede comparar con el cubano. China es capaz de poner exigencias a las empresas trasnacionales. Cuba, por el contrario, tiene que ofrecer un negocio muy atractivo para poder atraer capitales extranjeros. De la fase actual de la estrategia de desarrollo de China forma parte la atracción masiva de capitales extranjeros para adquirir tecnología y capital como base de una hiperexpansión de las exportaciones. Para Cuba este camino no es posible. China se puede permitir una economía muy abierta, puede dejar que juegue el mercado y puede dejar espacio para jugadores extranjeros en el mercado interno, sin perder el control sobre la economía. En Cuba es todo lo contrario. Allí el funcionamiento del mercado tiene un alto potencial de desestabilización y constituye un peligro para la soberanía. Hay poco espacio para maniobras económicas, la regulación estricta del mercado es una cuestión de supervivencia.

No mencionamos las diferencias esenciales entre ambos países para juzgar de ninguna manera si el camino chino es el correcto o no. Esa es otra discusión. Sí intentamos dejar claro que los caminos diferentes que siguen ambas están en gran parte determinados por las circunstancias históricas y las opciones tomadas. También hemos querido demostrar que lo que le conviene a uno, no necesariamente le conviene al otro. Una de las lecciones más importantes que nos enseñó la historia es que de nada le sirve a un país copiar el rumbo que tomó otro. Está claro que podemos aprender de los errores y los puntos fuertes de otros países y que es necesario hacerlo, pero cada uno tiene que desarrollarse a su manera, de acuerdo con sus propias condiciones tanto internas como externas.

En Cuba podemos esperar toda una serie de reformas, ya que el país se encuentra ante desafíos muy importantes. Pero eso no significa de ninguna manera que Cuba ha de cambiar de rumbo o de modelo, o que lo esté considerando. Sí significa, para decirlo con las palabras de Raúl, que se buscará un modelo «económicamente favorable» para la isla y que asegure «la continuación del sistema social y político del país».

Gracias a Alejandro Aguilar Trujillo, profesor emérito de la Universidad de La Habana, por sus valiosos aportes y comentarios.

Bibliografía  

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Vandepitte M., De gok van Fidel. Cuba tussen socialisme en kapitalisme?, Berchem 1998.

http://www.one.cu

Notas

  1. Discurso de Raúl Castro el 1 de agosto de 2009, http://www.granma.cubaweb.cu/2009/08/01/nacional/artic19.html .

  2. Calculado a base de undp, Human Development Report 2009 y ‘Health Report’, Financial Times, 26 de marzo de 2009, p. 26-7. Después de la caída de la Unión Soviética, la economía cubana casi se colapsó. Tardó quince años en recuperarse hasta el nivel del PIB cubano de 1989. Al ritmo de crecimiento de 1959-1989 significa una pérdida del 75%. Para la tasa de crecimiento de los primeros 30 años, véase Herrera R., Cuba revolutionaire. Tome 2. Économie et planification, París 2006, p. 93.

  3. Fuentes: Oficina Nacional de Estadísticas, Panaroma económico y social. Cuba 2008, La Habana 2009; http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2004/12/16/hoy/negocios/88162.html ; http://www.larepublica.com.uy/economia/184379-uruguay-crecera-mas-de-6-este-ano-segun-la-cepal ; http://www.eclac.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/2/27542/P27542.xml&xsl=/de/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl# ; http://www.tiempodecuba.com/node/1256 ; http://www.infolatam.com/entrada/cepal_america_latina_crecio_un_56_por_ci-6369.html ; http://www.one.cu/publicaciones/cepal/bpalc2008/presentaci%C3%B3n.pdf ; http://www.reuters.com/article/marketsnews/idARN2860268020090928?rpc=444 ; http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/cual-fue-el-ajuste-141526 .

  4. Las inversiones extranjeras directas (FDI) de los países en vías de desarrollo crecen rápidamente. De 2003 a 2008 se multiplicaron por ocho y comparadas con 1990, por cincuenta. En el período 2003-2008 su cifra global aumentó del 8% al 19%. Los países en vías de desarrollo también invierten más en los países del sur que los países desarrollados. Los países en vías de desarrollo invierten como mínimo un 40% en los países menos desarrollados. UNCTAD, World Investment Report 2009, New York 2009, p. 247; UNCTAD, World Investment Report 2006, New York 2006, p. 299; VN, The state of South-South cooperation, Report of the Secretary-General, 24 agosto 2009, http://southsouthconference.org/wp-content/uploads/2009/10/64th-Session-A-64-321.pdf .

  5. Anunciado por Raúl Castro en su discurso en el parlamento el 20 de diciembre 2009, http://www.granma.cubaweb.cu/2009/12/20/nacional/artic20.html .

  6. Herrera R., Cuba revolutionaire, p. 28; Banco Central de Cuba, Economía cubana 1996-2006, La Habana 2007, p. 7.

  7. Véase Vandepitte, M., ‘Socialismo, pobreza y distribución de la riqueza. La situación en Cuba’. A publicarse todavía.

  8. Beaud M., Histoire du capitalisme de 1500 à 2000, París 2000, p. 289.

Traducción de Sven Magnus.

Fuente: http://www.mo.be/fileadmin/pdf/MO-paper40_cuba.pdf

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