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Los errores de Cuba son contagiosos

Fuentes: Rebelión

En una reunión en La Habana el 11 de agosto a la que asistieron ministros del Gobierno y la prensa, el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Esteban Lazo, transmitió un mensaje al ministro de Agricultura de Cuba desde la Asamblea, cuya reciente sesión finalizó el 22 de julio. El ministerio estaría “transformando y fortaleciendo la producción agrícola del país” para iniciar “un movimiento político y participativo que desataría una revolución productiva en el sector agropecuario”.

La Asamblea Nacional debatió sobre el actual desastre alimentario de Cuba. La vida de muchos cubanos  se vuelve precaria debido a la escasez de alimentos, por los altos precios y los bajos ingresos.

La Información sobre de las deliberaciones de la Asamblea  confirma la realidad de crisis en Cuba. Crece la urgencia de que los amigos de Cuba en los Estados Unidos resistan las políticas estadounidenses de nuevas sanciones. Se está bien servido sólo cuando se ocupa de resolver uno mismo y depender de la ayuda de los pocos amigos de Cuba en Washington es aleatorio. El abastecimiento alimentario, mientras se tenga la tierra, depende de uno mismo y de políticas acertadas que alienten la producción. Tantos otros países sometidos a sanciones como Rusia, Irán o China  continúan prósperos. Sólo el Gobierno cubano debe dar cuenta de la escasez de alimentos, sufrimientos y privaciones que sufren en Cuba.

El problema no es nuevo y viene desde la política agraria inicial de la Revolución cuando se desorganizó la ejemplar  productividad agrícola de  Cuba. La falta de soberanía alimentaria de Cuba se hizo  evidente cuando cesaron las ayudas soviéticas y los cubanos conocieron el hambre en   la década de 1990.

No es ocultando los errores como se resuelven las ineficiencias. Eso no es de comunistas modernos al estilo de la China popular, eso es típico de las burocracias decadentes del liberalismo occidental.

El presidente Miguel Díaz-Canel enfatizó la resistencia al cambio cuando se dirigió a la Asamblea Nacional. Dedicó sus palabras a dos héroes revolucionarios presentes. Declaró admirar su ejemplo de  movilidad con “su pie en el estribo de las dificultades y su rifle apuntando a los errores”. Seguro que pensaba en lo duro del trabajo de reforma que tiene por delante.

Cuba hace mucho  que pudo evadir  la especie de cuarentena a que Estados Unidos somete a los buques  que tocan puertos cubanos. Si Cuba hubiese creado una propia flota de buques mercantes en colaboración con sus países amigos podría  comerciar con normalidad.

Pero la narrativa del “bloqueo” sirve en Cuba, igual que en Venezuela, para justificar las malas consecuencias de  graves, errores en  las políticas seguidas por cuadros incompetentes que sólo vociferan eslóganes y apartan  a los competentes acusándolos de ser poco confiables en materia ideológica.

Díaz-Canel mencionó “problemas de nuestra difícil vida cotidiana, como la producción de alimentos, la generación de electricidad, la disponibilidad de agua, la delincuencia, el aumento de la inflación, los precios abusivos”. Criticó los comportamientos “que refuerzan el bloqueo omnipresente por la inacción, la apatía, la insensibilidad, la incapacidad y el simple cansancio”.

Díaz-Canel señaló con aprobación que los delegados discutieron sobre la necesidad de “más estrechos vínculos entre los diputados y la población”  y “mejor manejo y asignación de la moneda”, “mayor participación directa del sector no estatal en la producción nacional”, “autonomía municipal” y “presión a la baja sobre los precios”. A confesión de parte, relevo de pruebas.

“Sobre todo”, insistió Díaz-Canel, “debemos dedicarnos a crear riqueza, en primer lugar produciendo alimentos”. Según Sismondi (mi economista favorito) riqueza es abundancia de bienes útiles accesibles.

Que en Cuba haya crisis de alimentos no es novedad. Alfinal  de la década de los 90, cuando cesaron las ayudas de la desintegrada Unión Soviética y Cuba  debió alimentarse de su propia agricultura, los cubanos pasaron hambre, porque la  abundante retórica oficial sobre  los éxitos de la Revolución no era nutritiva. Quién destruyó  la producción  agrícola cubana  basada en  unidades medianas propiedad de campesinos que en época de Prio Socarras era ejemplo para Latinoamérica. No se  puede culpar del desmantelamiento de aquel modelo de producción agrícola eficaz al malvado bloqueo norteamericano.

Desde  que  Cuba enfatizó la zafra como actividad sociopolítica ejemplar y la exportación de azúcar como centro de la actividad agrícola revolucionaria quedó  claro  que Cuba  perdió la soberanía alimentaria.

La solución inmediata a la crisis alimentaria del final de los años 90 fue llegar a un acuerdo con Estados Unidos. Los mismos Estados Unidos cuyo dumping  de productos agrícolas Cuba deplora en la OMC. Una decisión práctica y razonable, porque ese dumping  daba alimentos baratos y no perjudicaba a los productores de una agricultura inexistente. Estados Unidos en términos técnicos no hace dumping, pero es el gran exportador de productos agrícolas a precios muy subsidiados que  desplazan  los  productos locales en los mercados nacionales en América Central y África.

El efecto de los subsidios a la exportación es el mismo que el dumping porque destruye la producción  local y desarraigan los campesinos que como no pueden competir con los precios subsidiados  del maíz  y el arroz norteamericanos, se vean obligados  a emigrar a pie desde América Central  hacia Estados Unidos y desde  África, en pateras, hacia Europa.

El dumping norteamericano fue muy conveniente para  abastecer  a Cuba e impedir que los cubanos perecieran de hambre. En Cuba aquel periodo de  penurias fue bautizado con un eufemismo político “Periodo especial”

Como solución inmediata el Gobierno cubano negoció  allá por el año 2000 y llegó a un acuerdo con Estados Unidos para el abastecimiento de alimentos a precios de dumping, un delito comercial que en aquel caso extremo  era muy conveniente. Desde entonces unos barcos repletos de comida norteamericana que discretamente salen de Nueva Orleans, y no de Miami, vienen abasteciendo a Cuba.  A los incrédulos sugiero confirmar lo que digo en las estadísticas públicas del sistema aduanero de Estados Unidos.

Visité Cuba  varias veces en la época en que se celebraban anualmente unos Encuentros de economistas sobre globalización y desarrollo. En total  fueron unos 12 encuentros muy instructivos en los que  se  aportaban decenas de ponencias  de especialistas socioeconómicos venidos de todas partes del mundo: Argentina, Alemania, Francia, Rusia, China y entre ellos uno que otro Premio Nobel de Economía norteamericano. 

Yo viajaba  a La Habana desde Ginebra, donde dirigía entonces  el Instituto Sismondi para al estudio de las relaciones económicas internacionales, que asesoraba en negociaciones sobre temas económicos a varias misiones diplomáticas con sede en Ginebra.

Solo asesorábamos a misiones de países  en desarrollo como Argentina, Bolivia, Benín,  Cuba, Ecuador,  India, Nicaragua, Sudáfrica. Donde nunca quisieron  nuestro apoyo fue en la Misión de Venezuela que ignoraba mucho, tal vez por eso. Eso es  coherente con el hecho de que en aquellos Encuentros sobre Globalización, en Cuba el único ponente venezolano era siempre yo. Aproveché aquellas  ocasiones para  alquilar un coche y recorrer varias provincias de  Cuba. En  la única en la cual encontré actividad agrícola fue en Pinar del Rio donde solo  cultivan tabaco Un campesino trabajaba sin  tractor,  el arado lo tiraba una yunta de bueyes, como en la antigüedad.

En aquel recóndito lugar los precios eran todos en dólares. El único producto cubano que conseguí en la tienda de la aldea fue ron cubano, algo que la madre de mi acompañante quiso compartir con todos sus vecinos.

Era notable  que no se vieran vacas por ningún lado en un país que antaño se jactaba de  la gran productividad lechera de sus vacas.

Los campesinos me explicaron que no tenían ni querían vacas porque las vacas eran propiedad del Estado y el campesino era sólo alguien que las cuidaba, como un pastor sin salario que a cambio podía ordeñarlas. Peor aún, tenía que responder por  los animales al Estado con sus escasos bienes. Tener  ganado vacuno implicaba un gran riesgo porque a veces entraban ladrones que mataban y descuartizaban a los animales y se llevaban las piezas.

Me contaron la anécdota de  un campesino  que tenía un búfalo  en  un jaguey. Mataron al búfalo, solo dejaron la cabeza que fijada al fondo con un palo asomaba sobre el agua, engañaron así al campesino que viendo la cabeza creyó que el búfalo  seguía vivo en el jaguey.

Estos hechos los revelo  para que el  Presidente Maduro y su Gobierno dejen de  copiar  el modelo cubano  como si fuera un buen ejemplo. Ese ejemplo  lleva con toda seguridad  al desabastecimiento y la escasez. Como bien decía Einstein, un mismo procedimiento dará siempre el mismo resultado.

El modelo de comunismo  cubano es un modelo fracasado de los años 60 que ayudó  a sumir en la agonía económica a la Unión Soviética. Igual que la  Rusia de Yeltsin. Cuba puede  vociferar contra Estados Unidos en público, pero quienes tienen experiencia en negociación diplomática con Cuba como aliado saben que al  final Cuba  se suma al consenso sobre la propuesta de Estados Unidos, lo debe hacer para seguir comiendo, porque los pueblos  se mantienen sumisos mientras comen. Sin soberanía alimentaria no hay soberanía.

Si a los dirigentes de Venezuela los seduce  por crédulos la  dialéctica comunista, sería mejor  que copiasen el modelo  comunista de la República Popular de China. En  China la tesis y la antítesis llegaron a la síntesis desde la época de Deng, quien tiró al basurero toda la ideología marxista leninista.

Desde  Deng Ciao Ping y en   los 50 años transcurridos el Partido Comunista de  China muestra cómo  producir cuadros que ascienden por méritos para ocupar posiciones de responsabilidad ya con experiencia. A los burócratas ineficientes se les   castiga y  se les envía a centros de reeducación.

Los socialistas de Venezuela deben abandonar el modelo cubano. El modelo a copiar es el modelo  comunista que triunfa y proporciona riqueza. El comunismo reformado de  Deng y Xi Jinping  han sacado de la pobreza a 1.300 millones de chinos, convirtió a China en el mercado  consumidor más grande del mundo y en la primera  economía mundial.

Para defender esos buenos resultados económicos y sociales, el poderío técnico militar de China Popular la coloca  entre las tres grandes potencias militares del mundo, a la par o por encima de Estados Unidos.

Ese es el comunismo que Venezuela debe imitar y mantenerse lejos  del fracasado modelo  cubano.

Me pregunto  cuántos cuadros del PSUV y del  Gobierno podrán pasar  el proceso de selección  al que el Partido Comunista de China somete a sus cuadros.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.