Si la tibieza de los acuerdos adoptados en la cumbre del clima celebrada el pasado diciembre en Cancún pudiera transmitirse a la atmósfera, el calentamiento global sería un problema irrisorio. Por desgracia no es así, y ni siquiera el actual escenario de crisis económica logra hacer la menor mella en el aumento imparable de los […]
Si la tibieza de los acuerdos adoptados en la cumbre del clima celebrada el pasado diciembre en Cancún pudiera transmitirse a la atmósfera, el calentamiento global sería un problema irrisorio. Por desgracia no es así, y ni siquiera el actual escenario de crisis económica logra hacer la menor mella en el aumento imparable de los gases de efecto invernadero, como atestiguan los últimos datos publicados por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La comunidad científica esperaba que la reducción de la actividad industrial, fruto de las dificultades económicas por las que pasan buena parte de los países desarrollados, facilitaría una disminución en las cantidades emitidas a la atmósfera de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido de nitrógeno (N2O), los tres gases de origen antrópico más influyentes en el proceso de calentamiento global. En cambio, el último Boletín de Gases de Efecto Invernadero del organismo meteorológico de la ONU afirma que las concentraciones han llegado en 2009 último año estudiado a sus niveles más altos de los últimos 10.000 años, en un incremento sostenido que coincide con el comienzo de la época preindustrial, es decir, mediados del siglo XVIII.
«La concentración habría sido mucho mayor si no se hubiesen tomado las acciones internacionales para reducirlos», afirma Michel Jarraud, secretario general de la OMM. Para Len Barrie, director del Departamento de Investigación de este organismo, existe un problema añadido: «Los gases de efecto invernadero, como el CO2, tienen una vida muy larga, y aunque frenásemos su emisión hoy mismo, permanecerían en la atmósfera durante décadas, haciendo que prosiguiera el calentamiento».
Un vínculo indudable
La similitud entre el ritmo de crecimiento del CO2 en la atmósfera y la subida de temperaturas a escala global fue una de las razones para que, en el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicado en el año 2007, se estableciera como «muy probable» más del 90% que los gases de efecto invernadero fueran los responsables del calentamiento global. Según Barrie, sus efectos «ya se aprecian, por ejemplo, en el deshielo del Ártico, la subida del nivel del mar, los cambios en la intensidad de las sequías o las inundaciones causadas por tormentas».
La pasada semana, científicos australianos sugerían que el cambio climático puede influir en la aparición de episodios inusualmente intensos del fenómeno de La Niña, provocando lluvias torrenciales como las que han inundado parte de aquel país en fechas recientes.
Los últimos datos suministrados por la OMM establecen que el año 2010 está entre los tres más cálidos desde 1850, cuando se iniciaron las observaciones meteorológicas instrumentales, después de 1998 y 2005. Los datos más recientes de la agencia climática de EEUU sitúan 2010 en el podio del año más cálido, junto a 2005. Además, la pasada década se convertirá en el periodo de diez años con temperaturas más altas. Entre las incidencias meteorológicas más importantes de este año destacan el tercer mínimo histórico de superficie de hielo en el Ártico, las peores inundaciones de la historia en Pakistán, el verano tórrido en Rusia o la tercera temporada de huracanes más intensa en el Atlántico, con 19 tormentas tropicales, además de las tierras anegadas en Australia.
España reduce sus emisiones
En España, la emisión de gases de efecto invernadero disminuyó en 2009 un 8,2% respecto al año anterior, aunque los compromisos adquiridos en el Protocolo de Montreal siguen lejos. El incremento respecto a las emisiones del año 1990 es de un 28,5%, cuando no deberíamos sobrepasar el 15%. Según las proyecciones realizadas por el ministerio de Medio Ambiente y la oficina de Cambio Climático, en 2010 se produjo una reducción «muy significativa», cercana al 6% o al 8%.
Detrás de estos descensos están el menor consumo de gasóleo y gasolina fruto de la reducción en la actividad industrial y un menor uso de carbón para producir electricidad. A fecha 31 de octubre, las emisiones del sector eléctrico habían bajado más de un 14% respecto a 2009, y las de transporte (a fecha de agosto) un 1,5% respecto al año anterior.
El dióxido de carbono es el gas que más efecto invernadero provoca después del vapor de agua en la atmósfera de la Tierra. Pese a que los seres vivos lo expulsan a través de la respiración, la diferencia entre un ciclo natural autorregulado y el crecimiento incontrolado de este gas radica en el origen antrópico por la quema de combustibles fósiles, la deforestación o los cambios en el uso del suelo. Las mediciones continuas realizadas desde 1958 han permitido especificar que el 55% del aumento de la concentración de CO2 responde a la quema de carbón, petróleo y gas natural.
La característica más importante del CO2 es que es responsable del 63% del forzamiento radiativo aumento neto de la cantidad de energía que retiene la Tierra y que provoca un calentamiento de la superficie que se ha producido durante la última década.
El segundo actor en el efecto invernadero es el metano. Su contribución al calentamiento global es menor que la del CO2, pero aún así es responsable en un 18% del forzamiento radiativo que se produce en la atmósfera. Desde principios de la década de los 80 y hasta el año 2006, la concentración de metano había disminuido progresivamente, pero desde 2007 ha vuelto a aumentar.
Existen dos causas para justificar este cambio de tendencia: las precipitaciones por encima de lo normal que se produjeron en 2007 en latitudes tropicales fruto del fenómeno de La Niña y las altas temperaturas que afectaron en el mismo año a las regiones más frías, cercanas a las latitudes polares. Allí, la descongelación del suelo helado facilita una liberación del metano generado por la descomposición de la materia orgánica y que queda atrapado en el hielo.
Emisiones humanas que no dejan de crecer
38% dióxido de carbono
Antes del inicio de la época industrial y durante los últimos 10.000 años, la concentración de CO2 en la atmósfera era de unas 200 partes por millón (ppm, 200 moléculas de CO2 por cada millón de moléculas de aire seco), pero a día de hoy ha subido hasta las 386,8 ppm, un 38% más. Son cifras fruto de la emisión, por ejemplo, de 8.700 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera en el año 2008. Es verdad que el incremento durante la última década se ha ralentizado, pero aún así, durante 2009 se incrementó en 1,6 ppm.
158% metano
La concentración de metano antes de la era industrial rondaba las 700 ppb. Desde entonces, se ha producido un incremento del 158%, acercándose en 2009 hasta las 1.803, cinco más que el año anterior. Los científicos calculan que un 60% corresponde a actividades humanas. La fuentes de estas emisiones antrópicas son los animales rumiantes, los cultivos de arroz, los combustibles fósiles y la quema de biomasa.
19% óxido de nitrógeno
Además de vapor de agua, dióxido de carbono y metano, otros gases también contribuyen al calentamiento global. El óxido de nitrógeno aporta algo más del 6% de forzamiento radiativo, con un crecimiento de un 19% respecto a la era preindustrial. Proviene del uso de fertilizantes, de la quema de biomasa y de varios procesos industriales, aunque también lo emiten los océanos y el suelo.
Fuente: http://www.publico.es/ciencias/356558/los-gases-de-efecto-invernadero-son-inmunes-a-la-crisis