La cruel y sangrienta acumulación originaria de capital encuentra en la lucha de los pueblos la defensa de lo colectivo, la rebeldía ante los intentos de la eliminación de lo comunitario.
Las resistencias contra la esclavitud, los señores feudales y el capitalismo marcan el ritmo y el sendero de la historia, siendo la propiedad de la tierra la que viene a determinar las aspiraciones a dos tipos de vida, la burguesa y la comunitaria.
De este modo, en la lucha de las clases triunfan los defensores del capital que como animal depredador te desvincula de la vida al organizar la sociedad para generar beneficios y ganancias para una minoría a costa de la mayoría de la población trabajadora.
A pesar de que el triunfo de los intereses particulares e individualistas se imponen sobre los colectivos, la humanidad trabajadora aprende en el combate y crea sus mecanismos para mantener en el tiempo su pelea por la recuperación de lo que pertenece al común; sus aspiraciones no decaen y poco a poco avanza en la transformación de la vida social.
En términos generales, la lógica del capital es la lógica de la guerra, de la destrucción de la naturaleza y de la vida, del patriarcado asesino, del imperialismo y del colonialismo de todos los tiempos que se proyecta sobre todos los territorios de un modo u otro.
En el espacio de acumulación capitalista que es el territorio extremeño, el capital no cesa en la expropiación histórica de nuestro patrimonio y trabajo ante la pasividad y consentimiento de las instituciones políticas nacionales y regionales.
Las eléctricas, las empresas hortofrutícolas, los monopolios mineros, y las grandes superficies invaden nuestros pueblos y nuestro territorio con el objetivo sustancial de la apropiación, del control de la tierra y de su producción social.
La tierra extremeña es objeto de deseo al que aspiran a dominar íntegramente, tanto en su patrimonio como en su capacidad productora de bienes y servicios, las clases dominantes del Estado español.
Las crisis del capitalismo las comprobamos cada vez de modo más preocupante con la ruina y el destrozo de miles de empresas, la destrucción de patrimonio, el crecimiento de la desigualdad y la exclusión social, las privatizaciones de bienes, el sufrimiento laboral, y la propaganda cada día más frecuente que aconseja el recurso a mecanismos extraños al ser humano como los ansiolíticos, sedantes y productos que proporcionen una escapatoria a la incertidumbre, la angustia y al dolor; sin olvidar, sus crisis climáticas que provocan las sequías y escaseces de agua complicándonos la vida.
La historia del pueblo extremeño presenta múltiples episodios de enfrentamiento contra los monstruos que destrozan la vida de la población trabajadora, en base a esas experiencias de luchas que tienen por fundamento la unidad en los valores de la autoorganización, el poder popular y la democracia directa es posible crear unos instrumentos imprescindibles para combatir y hacer frente a esta rapiña clasista que rompe los principios de la fraternidad, honestidad y solidaridad.
Por otro lado, tampoco hay que olvidar que la lucha de clases en Extremadura forma parte de la lucha de clases a nivel del Estado Español, puesto que las burguesías que vienen a adueñarse del territorio extremeño son las mismas que controlan la economía nacional y las decisiones de gobiernos que manejan son decisivas en la vida nacional y en la de las gentes de nuestras tierras.
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