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Los herederos de los batistianos y sus odios

Fuentes: Rebelión

El odio es, para mí, el peor de los sentimientos que puede tener un ser humano. Si este se une con la venganza y la mezquindad, el que lo posea no puede ser más que un ser retorcido y de baja calaña. Los hijos y nietos de los batistianos que salieron huyendo de Cuba en […]

El odio es, para mí, el peor de los sentimientos que puede tener un ser humano. Si este se une con la venganza y la mezquindad, el que lo posea no puede ser más que un ser retorcido y de baja calaña. Los hijos y nietos de los batistianos que salieron huyendo de Cuba en los primeros días de enero de 1959, reúnen en si esas malévolas características. Los batistianos y sus herederos son gente llena de odio contra el pueblo cubano. Jamás han podido perdonar que, con el apoyo mayoritario de ese pueblo, tuvieron que salir huyendo de la isla cuando la Revolución los derrocó. Desde el mismo día que salieron al extranjero, empezaron a tratar de hacerle daño al nuevo poder establecido en Cuba. Empezaron con la creación de una organización mal llamada La Rosa Blanca, para seguir uniéndose con la tiranía trujillista para tratar de derrocar al gobierno revolucionario. Batista se fue a Europa con sus millones de dólares robados al erario público de la república. Su aliado al otro lado del Estrecho de La Florida no lo dejó entrar en este país, pero sí permitió que una pandilla de asesinos y ladrones, que pertenecieron al recién derrocado gobierno, llegara a estas costas a vivir libre y cómodamente con millones de dólares en sus cuentas de banco.

Llegaron los sicarios del régimen y también sus corrompidos ministros. Casi todos se residenciaron en el sur de La Florida. Aquí, sus hijos y nietos se han criado y algunos de ellos han triunfado en la política de los Estados Unidos. Han llenado el congreso estatal y desde ahí, algunos han saltado al congreso federal. Cualquiera se podría preguntar cómo es que, siendo una minoría dentro de la comunidad cubana, han logrado escalar políticamente con el voto de los cubanos de Miami. Pues muy sencillo. Los batistianos han sido hábiles en sumergir su «batistianismo» en todo lo que representó la república cubana antes de 1959. Lograron hacer pensar a los primeros que aquí llegaron que los triunfos de la república antes de la Revolución habían sido posibles por la presencia de Batista frente al timón de la misma. La república de antes de 1959 tuvo muchos errores. Demasiados delincuentes la gobernaron. La corrupción caló hasta el mismo fondo de la misma. El «gangsterismo», los asesinatos políticos, los garitos invadieron aquella joven república de Generales y Doctores, como la bautizó Loveira en su famosa novela. Pero no hay que negar que se dieron también pasos positivos en lo económico y que no todos los que sobrevivieron en la misma pertenecían a esa ralea. Existieron hombres públicos, antes del 59, preocupados por el bienestar de la población, pensadores que aportaban ideas avanzadas y progresistas.

No todos eran batistianos, al contrario, el pueblo se volcó aplastantemente contra la dictadura que se implantó a partir del 10 de marzo de 1952, pero desde comienzos del 59, desde Miami, empezaron a crear la fábula de la república angelical, en donde todo era maravilla y el pueblo vivía feliz, apoyando a su líder Fulgencio Batista. Y así fue como en Miami los batistianos y sus herederos comenzaron a idealizar a aquella república. Al principio les fue difícil lograr que se impusiera esa mentalidad, pero poco a poco lo fueron logrando, y creo yo que, con el control de los medios periodísticos, al tiempo, lo lograron.

No ha habido forma de que un político cubano americano llegue a avanzar en su carrera política si ataca a la Cuba de ayer y por ende a el régimen batistiano. Al que lo trate de hacer, inmediatamente, lo acusan de lo peor y le levantan una campaña negativa que lo hace fracasar en sus intentos de alcanzar algún tipo de posición política.

Han creado una especie de feudo que es casi imposible, por el momento, destruir. Se eligen y se reeligen a su antojo. Uno de los hijos del fundador de la famosa organizaci ó n batistiana antes mencionada, estuvo en el congreso federal por más de veinte años y su hermano parece que va por el mismo camino. No importa que nada aporten en relación con la presentación de leyes en la Cámara de Representantes o en el Senado. A ellos poco les importa legislar para la nación. Solamente van allí a tratar de promulgar legislación que le pueda hacer daño al pueblo de Cuba. Esa es la misión de estos batistianos llenos de odio contra Cuba y su pueblo. La Ley Torricelli, la Ley Helms Burton, y la política infame sobre los viajes familiares que implantó George W Bush, son producto directo de estos miserables.

Es hacer daño por hacer daño. El odio hacia Cuba es el motor que los mueve.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.