Bajo el lema «Detened el carbón – Protección del clima ya», una decena de organizaciones medioambientales se unen este sábado para convocar dos protestas simultáneas en el centro de Berlín y Colonia.
El vapor se eleva desde las torres de enfriamiento de la central de carbón de RWE, en Niederaussem, al noroeste de Colonia, Alemania. REUTERS / Wolfgang Rattay
Alemania, el país del Energiewende , pionero en la transformación hacia las energías renovables, el país dónde algunos días hay picos de oferta y las empresas pagan a los usuarios por consumir energía , tiene un problema con el medio ambiente. Un viejo problema: el carbón.
El Gobierno de Angela Merkel anunció en 2007 su compromiso de abandonar por completo esta sucia fuente de energía. Pero la fecha del abandono no deja de retrasarse.
«No se trata de que Alemania haya prometido que abandonará el carbón, sino de cuándo se va a implementar», explica Svenja Koch, portavoz de los organizadores la manifestación del sábado en Berlín y Colonia. « Cada año que las centrales eléctricas de carbón siguen abiertas significan una tremenda cantidad de gases de efecto invernadero».
Una decena de asociaciones en defensa del medio ambiente, tanto alemanas como internacionales, entre las que se incluyen Greenpeace y WWF, marchan de manera simultánea por las calles de estas dos importantes ciudades alemanas para el futuro ecológico del país: la capital, por ser el centro político del país; Colonia, por su cercanía con la región minera de lignito más grande de Europa. Los organizadores esperan que miles de personas se sumen a las protestas.
«Exigimos que se reduzcan a la mitad las capacidades de las centrales eléctricas de carbón de toda Alemania», añade Koch.
Carbón y renovables
Según cifras oficiales de febrero de 2018, el 33,3% de la electricidad consumida en Alemania procede de energías renovables. Pero a pesar de haber invertido unos 500 mil millones de euros en su famosa Energiewende o cambio energético, un porcentaje superior, el 36,6%, viene del carbón. En este último dato se incluye el 22,2% procedente del lignito, que es más barato de obtener pero que resulta ser la variedad más contaminante de carbón, en la que Alemania sigue siendo una potencia mundial gracias sus minas en el noroeste y este del país.
Un aerogenerador para generar electricidad junto al vertedero Brinkfortsheide, cerca de la ciudad alemana de Marl, en el área del Ruhr. REUTERS / Ralph Orlowski
El país germano ya está cerrando alguna de las cerca de 120 centrales en las que quema carbón. Pero también ha empezado a importar carbón duro o antracita de países como Estados Unidos, Rusia o Colombia.
El carbón es una de las razones por las que Berlín no va a cumplir con su objetivo de reducir en un 40% las emisiones de CO2 antes de que termine el 2020. El Gobierno ha dejado esa meta para el año 2030.
Los activistas critican todos estos datos y, además, se muestran «decepcionados» por el hecho de que la «comisión de carbón», el organismo encargado de asesorar al Gobierno en la materia, haya anunciado que retrasa el informe que tenía previsto publicar el año que viene.
Asimismo, de acuerdo con la información de la revista Der Spiegel , la comisión prevé el fin total del carbón entre los años 2035 y 2038 .
«Los presidentes de las regiones del carbón en Alemania Oriental de Sajonia, Sajonia Anhalt y Brandeburgo han conseguido ante la canciller Merkel un aplazamiento», señala Kock. «Quieren más miles de millones para promover mejor la economía estas zonas. Lamentamos que durante los últimos diez años no se haya planificado ni llevado a cabo de manera consecuente este cambio estructural. Y nos tememos que los intereses económicos juegan ahora un papel más importante que la protección del clima», continúa la portavoz.
Cumbre del Clima a la vuelta de la esquina
Las protestas en Berlín y Colonia por la protección del medio ambiente buscan presionar al Gobierno de cara a la próxima Cumbre del Clima, la COP24, que se celebra en Polonia del 3 al 14 de diciembre .
«Alemania sigue siendo pionera [en el desarrollo de energías renovables], pero ya no es la única. Ahora hay otros países, como los escandinavos o Reino Unido. O incluso Francia, que ha tenido la valentía de introducir una tasa al CO2. Y eso es algo bueno», sostiene Andreas Kuhlmann, director de la Agencia Alemana de Energía (DENA), organismo encargado de contribuir a la consecución de los objetivos de las políticas climáticas y energéticas.
Kuhlmann también asegura que «son muy críticos» con el Gobierno por algunas de sus medidas y actuaciones. «En algunos sectores se han logrado muchos éxitos, pero en otros queda mucho por hacer. El campo de los automóviles es uno de ellos. Dentro del Gobierno hay fuertes discusiones al respecto».
El director de la Agencia Alemana de Energía considera que el país se encuentra en la fase más complicada, la segunda. Tras una primera «más sencilla» de inversiones y promoción de las fuentes renovables, «ahora depende más de las personas». «Qué tecnología compramos, cómo nos movemos, qué energía consumimos. Tenemos que tener un discurso más intenso con la sociedad. Porque, como hemos visto en Francia, es un tema muy delicado».
Activistas contra la mina a cielo abierto de lignito que iba a suponer la tala del bosque de Hambach. REUTERS
«La Energiewende va demasiado despacio», considera, por su parte, Svenja Koch, portavoz de las protestas medioambientales en Berlín y Colonia. «Hay mucho más que se podría hacer. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente acaba de recomendar que se reduzcan las subvenciones a los combustibles fósiles para que los objetivos climáticos todavía se puedan alcanzar. Energías como la solar y la eólica se tienen que potenciar más y mejor».
La movilización del fin de semana no es la única acción planeada durante los últimos meses. A finales de verano, la resistencia de los activistas consiguió detener la extensión de una mina a cielo abierto de lignito que iba a suponer la tala del bosque de Hambach, de 12.000 años de antigüedad.