Tesfa-AlemTekle viaja para conocer a agricultores etíopes con un sistema agroforestal único que ha mantenido a las pobladas tierras altas del sur bien alimentadas durante milenios, y ha protegido contra los efectos del Covid-19.
A medida que ascendemos por una carretera de tierra las colinas que nos llevan a Gedeo en el sur de Etiopía, el bosque se hace visiblemente más denso y el aire es cada vez más húmedo. Bajo la ventanilla del todo, cierro los ojos y huelo el aire fresco y dulce que entra.
Voy de camino al distrito de Bule, hogar del pueblo Gedeo, que practica una forma única de agroforestería en su tierra. Según las Naciones Unidas casi ocho millones de personas en Etiopía no tienen los alimentos suficientes. Sin embargo en Gedeo, aunque los niveles de pobreza son altos, la comida no escasea.
Para entender porque es así, he venido a conocer a Aster Gemede, una agricultora de 32 años madre de seis hijos. Aparece en la entrada de su terreno delimitado con una valla de bambú, rodeada de tres de sus hijas y de un perrito ladrando. Me invitan a entrar con una cálida sonrisa y una de sus hijas mayores empieza a tostar granos de café.
“Lo cultivamos aquí en nuestro terreno” explica Aster. “Plantamos café en los jardines de casa junto con plantas comestibles como el ensete (conocido también como “falsa banana”), la berza, las patatas, el maíz y las zanahorias.”
Un tapiz de árboles, arbustos y cultivos cubre más del 95 por ciento de la tierra en Gedeo, que se extiende por el borde este de las tierras altas del sur de Etiopía, a 370 kilómetros de la capital Addis Ababa.
Es un sistema agrícola que también mantiene vida salvaje como los monos colobos, a los que vemos de camino a la tierra de Aster en las copas de árboles, alejándose ruidosamente cuando nos acercamos.
SIN NECESIDAD DE AYUDA
“Para mi familia el hambre nunca ha sido una preocupación” dice Aster. “A diferencia de otras zonas, nunca hemos dependido de ayudas”. Me dice que su jardín multinivel en esta empinada tierra a gran altitud suministra una dieta nutritiva para todos sus hijos.
Los datos de la agencia agrícola local lo confirman. A pesar de los altos niveles de malnutrición crónica del sur de Etiopía, el distrito Bule está clasificado como suficiente en alimentos. La agencia informa que Gedeo es uno de los pocos lugares que nunca ha vivido una hambruna, tampoco cuando el hambre y la sequía se extendieron por el sur de Etiopía durante los años 80. Cuando le pregunto como ha afectado a su familia la última crisis, la covid-19, la respuesta de Aster es inmediata: “No nos ha afectado”.
Aster no tiene una educación formal. Sus padres le enseñaron su sistema de cultivo indígena en el jardín cuando era una joven adolescente: como regar las semillas en un vivero, a plantar árboles y quitar hierbas. Ahora está enseñando estos conocimientos a sus hijos. Durante la última estación lluviosa, la hija mayor de Aster, Meseret Ayano de 14 años, plantó 11 frutales, que esperan comiencen a dar fruta en unos 6 o 7 años, cuando Mereset quizá esté formando ya su propia familia.
La agroforestería ha pasado de generación en generación en Gedeo de esta manera desde tiempos neolíticos, haciendo de él uno de los sistemas de cultivo más antiguos del mundo. El sistema sobrevive en una zona con la densidad de población más alta de Etiopía (1.300 personas por kilómetro cuadrado), sin degradar el suelo, mientras mantiene una gran diversidad. Un estudio en el distrito Kochore de Gedeo, encontró 165 especies de plantas dentro y alrededor de los jardines de las casas.
En la cultura Gedeo, la naturaleza es considerada como una intermediaria entre Dios (magenno) y los humanos y por eso exige respeto. En su sistema de creencias, la tala masiva o la tala de árboles inmaduros es tabú, también lo es matar pájaros. Ciertas zonas del bosque se reservan como sagradas (algunas de ellas albergan monumentos megalíticos). Actúan como reservas de biodiversidad, hogar de especies grandes y antiguas de árboles que están gravemente amenazados en otros lugares.
El bosque de la abundancia: Mujeres en Bule recolectan el fruto de sus jardines, que les suministran alimentos, forraje para los animales, leña, medicinas y madera. TESFA-ALEM TEKLE/Mongabay.com
ENSETE ABUNDANTE
Antes de que yo llegase, Aster y sus hijas estaban cocinando kocho, un pan sin levadura hecho con el tallo fermentado del ensete rico en hidratos de carbono. Aster me dice que los productos del ensete no se pudren y que pueden durar durante meses o incluso hasta 10 años si se entierran bajo tierra.
El ensete, resistente a la sequía, es una fuente importante de alimento en Bule y en amplias zonas del sur de Etiopía. El árbol tarda cuatro años en madurar, entonces produce 40 kg de alimento, así que la plantación debe escalonarse.
“El kocho es nuestra comida principal. Lo comemos con berza para comer”, dice Aster. Para desayunar esta mañana comieron bulla, unas gachas que se hacen con el líquido que se exprime de la pulpa del ensete después de rallar y cortar el tallo pulverizado.
“Es un trabajo pesado”, reconoce Aster, “pero aporta muchos beneficios a nuestra familia”. Su dieta se complementa con gallinas, criadas para carne y huevos, y los árboles de mango y los manzanos de Aster. Las fincas en altitudes más bajas también cultivan aguacates, plátanos y piñas. El jardín casero también suministra combustible, alimento para el ganado, madera y mantiene la fertilidad del suelo.
Cualquier excedente se vende por dinero. Las mujeres de Bule juegan un papel crucial en la gestión del jardín forestal casero y son las responsables de vender sus productos, a diferencia de otras áreas en las que dominan los cultivos comerciales. “Cada dos semanas voy al mercado cercano para vender los productos de mi jardín, como el café y la fruta”, informa Aster. También vende fibra de ensete, conocida localmente como kancha, que se vende a fábricas para uso industrial.
Aser puede cubrir todas las necesidades de su familia con una pequeña parcela de tierra, menos de media hectárea (un poco más que medio campo de futbol). El secreto de esta alta productividad está en que cada planta mantiene a la otra. Así que, por ejemplo, el árbol baker (millettia furruginea), apreciado por mejorar la fertilidad del suelo, crece junto al ensete y el café para darles sombra. El baker pierde sus pequeñas hojas justo cuando aparece la fruta del café, para ayudar a en su maduración.
En mitad de nuestra conversación, la hija de Aster, Meseret, que ha estado tostando granos de café nos sirve un aromático café ecológico, acompañado de pan sin levadura de ensete recién hecho.
VULNERABILIDAD DE LOS CULTIVOS COMERCIALES
Al día siguiente viajo a WondoGenet, una zona de la cercana Sidama donde los agricultores han abandonad o la agroforestería en favor del khat, un estimulante suave que se masca por toda África del este.
En casa de Mola Wondumu el ánimo es sombrío. Durante los últimos 16 años, me dice este agricultor de 58 años, su familia ha dependido solamente del khat. Es un cultivo comercial lucrativo, algunos agricultores han visto como sus ingresos anuales se cuadruplicaban, hasta este año, cuando una plaga desconocida ha devorado las plantas. “Mis ingresos se han reducido a la mitad”, dice. “No tengo suficiente para alimentar a mi familia y pagar la escuela de mis hijos”.
Sus pérdidas coinciden con un aumento del precio de los alimentos. “Desde la pandemia de la covid-19, el precio de los alimentos ha aumentado en los mercados hasta el punto en el que no podemos comprar los productos básicos”, dice, añadiendo que varios hogares de Wondo Genet habían tenido que comprar productos de agroforestería como alternativa más barata.
“La plaga que viste en el área de Wondo Genet se está convirtiendo en un importante problema para los productores de khat”, confirma Beyene Teklu, profesor asistente de la cercana universidad Hawassa. “Por ahora es muy difícil nombrar qué tipo de enfermedad o plaga es (hongos, bacterias o virus)”
El equipo de Beyene tiene previsto comenzar las investigaciones sobre la plaga pronto pero es poco probable que publiquen sus averiguaciones antes de finales del 2021. Mientras tanto, la familia de Mola está en riesgo de pasar hambre.
Muchos pequeños productores etíopes han cambiado a un “monocultivo” comercial (cultivar el mismo cultivo año tras año en la misma tierra). En Gedeo, los monocultivos de khat y de café están empezando a extenderse a expensas de la siembra intercalada de ensete y café, dejando a la gente expuesta frente a las crisis.
El sistema agroforestal, con toda su productividad, está teniendo problemas para seguir el ritmo del crecimiento poblacional. “La población ha superado la capacidad del sistema, creando un desequilibrio”, explica Tesfaye Abebe, profesor de agroforestería y producción ecológica de la universidad Hawassa. “La carga provoca la degradación de las especies forestales, que son la columna vertebral del sistema”. Gedeoha visto crecer su población desde 800.000 hace una década a un estimado de 1,5 millones en la actualidad. Debido a que las parcelas se subdividen entre herederos, hay cada vez menos tierra disponible.
Los agricultores de la vecina Sidama han talado el bosque para plantar khat, un cultivo comercial lucrativo. Pero una plaga y la covid-19 les ha dejado en situación de inseguridad alimentaria. TESFA-ALEM TEKLE / Mongabay.com
¿AL RESCATE?
Los especialistas en agroforestería etíopes dicen que es necesario intervenir para detener la perdida de las antiguas prácticas agroforestales.
El profesor Tesfaye cree que una solución sería la extensión de programas agrícolas gubernamentales para ayudar a los agricultores a plantar un café de más valor, que se cultiva por todas las tierras altas del sur y supone el 30 por ciento de la producción nacional. El café de especialidad puede alcanzar un precio de cientos de dólares el kilo en la capital.
Muchas propuestas giran en torno a introducir la ciencia moderna para apoyar a los agricultores de Gedeo. “Existe un esfuerzo continuo de las instituciones de investigación y desarrollo agrícola y forestal para complementar el conocimiento indígena”, dice Teshome Tesena, un consejero del Instituto Etíope para la Investigación Medioambiental y Forestal. Las ideas incluyen la introducción de cultivos de mayor rendimiento, variedades nuevas de fruta y verduras y la formación de los agricultores.
“Si trabajamos juntos, tengo confianza en que podremos mejorar las vidas de las comunidades locales”, dice. Una noticia esperanzadora es que el gobierno etíope está dando los primeros pasos para conseguir que Gedeo sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al presentarlo a la “Lista Iniciativa” en enero de 2020
Dadas las impredecibles perturbaciones medioambientales del futuro, Teshome cree que unos planes agroforestales mejorados podrían ser la mejor esperanza de futuro para millones de pequeños agricultores de toda Etiopía. “Será un proceso largo pero se puede conseguir”, dice.
Tesfa-Alem Tekle es un periodista y escritor medioambientalistaetíope radicado en Addis Ababa.