El 12 de octubre de los nacionalistas españoles tienen una cita en el paseo de la Castellana de Madrid, capital del reino. Los súbditos, vasallos y lacayos están convocados a presenciar el glorioso desfile militar de los novios de la muerte.
Esos ejércitos herederos de los sanguinarios conquistadores Hernán Cortes y Francisco Pizarro que en el nombre de Dios el clemente y el misericordioso impusieron el legado civilizador. Preside la ceremonia fúnebre el rey Felipe VI junto a toda la familia real, el jefe del Estado Mayor de la Guerra, los jefes de los tres ejércitos y, por supuesto, el gran chambelán Pedro Sánchez, los diputados de las Cortes y todos sus ministros plenipotenciarios, los representantes de los ejecutivos autonómicos, el cuerpo diplomático, y lo más granado de la clase política, económica, empresarial y eclesiástica ansiosas por presenciar tan espectacular akelarre.
Es el día de exaltación del ardor guerrero españolista en recuerdo de todos sus héroes y mártires de la mitológica gesta de la conquista de América. Suenan los acordes de la Marcha Real y de inmediato los gastadores, colosos de 1.90 metros de estatura, izan la bandera rojigualda que ondea altiva a los cuatro vientos. Y cuando retumban las salvas de 21 cañonazos por la paz y el amor de la humanidad se guarda un minuto de silencio por los caídos por Dios y por España. En el paseo de la Castellana atiborrado de miles de súbditos borbónicos que emocionados agitan banderitas rojigualdas y aplauden y vitorean a las unidades de la fastuosa parada militar donde participan más de 4.000 militares, aviones, helicópteros y vehículos blindados. Renace la Armada Invencible, el testamento milenario de don Pelayo, el Cid Campeador o el Gran Capitán. Como ya lo hicieran hace 530 años arrastrados por el nostálgico “del imperio donde jamás se ocultaba el sol” se niega a claudicar a pesar de todas las derrotas habidas y por haber que les han propinado sus enemigos ingleses, franceses, holandeses o norteamericanos. A pesar del incontestable desastre se sienten victoriosos y vuelven a desenfundar sus espadas, espingardas y trabucos rindiendo tributo al Dios de la guerra.
Los descendientes de los sanguinarios conquistadores luciendo sus uniformes de gala con el cuerpo erguido los rostros vampirezcos marcan el paso matemáticamente coordinado mientras el mando cara al sol grita: ¡vista a la derecha! y su majestad el rey enfundado en su traje de capitán general estira el pescuezo y los saluda omnipotente y omnipresente llevándose la mano diestra a la sien. Es el día de la fiesta nacional, el día del orgullo españolista que festeja la gesta del filibustero Cristóbal Colón que hace 530 años hundió el pendón real en las arenas virginales de la isla de Guanahani. Este vil acto de piratería es considerado por los historiadores monárquicos papistas la hazaña más grande de toda la historia de la humanidad.
Las tropas imperiales marchan acompasadas marcando el paso al son de los himnos sacrosantos “ ¡desperta ferro ¡Mi lema es triunfar o morir.!Tenemos hambre de gloria…” Aplausos del respetable, llanto en las mejillas y la moral bien alta. . Y retumban otra vez los tambores de guerra ¡Viva España! en honor a sus hijos más fecundos. Los caballeros con sus relucientes armaduras empuñan la espada y la cruz evangelizadora y redentora. Aplausos a rabiar a los héroes de la patria. ¡viva España! Los caníbales carapálidas hambrientos devoran el oro, la plata, las piedras preciosas. Los bárbaros atilas expoliaron, saquearon y se hartaron de todas las riquezas y fabulosos tesoros. Y a cambio no dejaron más que tumbas y fosas comunes. Con todo el descaro celebran el genocidio de etnias, tribus, pueblos, naciones y civilizaciones. Os dimos el alma, la lengua, el bautismo salvador que limpia los pecados del mundo, la fe en nuestro señor Jesucristo. Sin remordimiento alguno los negreros y capataces con una sádica sonrisa inmolaron en el altar de los sacrificios a millones de indígenas en nombre de la paz y la libertad.
El paseo de la Castellana es un gran auto de fe donde se concelebra este ritual macabro del imperio hacia Dios nostálgicos de las glorias del pasado, la exaltación imperial del expolio y la esclavitud. Toda esta gran farsa de la dinastía borbónica corrupta y corruptora, es una mascarada de oropeles y fuegos fatuos en el que los parásitos de sangre azul o grandes de España, cortesanos y plebeyos besan las manos del monarca y se hartan en el orgiástico banquete donde brindan con champagne por la macabra efeméride del 12 de octubre de 1492. Son los delirios de grandeza, la megalomanía borbónica que asquerosamente pisotea la memoria de nuestra Abya Yala, la madre tierra en permanente juventud, víctima del holocausto que la convirtió en un chiquero, en una porqueriza en la que chapotean esos zafios canallas, gorrinos ambiciosos, pirómanos y ladrones a los que no les tembló la mano a la hora de clavar la puñalada trapera. La leyenda negra no es una leyenda sino una verdad irrefutable que se intenta ocultar bajo un tupido velo. La ultraderechista hispanidad nos cubre con su mortaja y dale Dios el descanso eterno.y brille la luz perpetua. Los corceles de los heraldos negros cabalgan de nuevo sobre el camposanto donde germinan cadáveres y esqueletos. Y su majestad el rey nuevamente levanta la copa para brindar por las glorias de la España una, grande y libre y todos los fariseos imitan el gesto y gritan con firmeza ¡Viva España! ¡Viva el rey! Festejan con sus frailes doctrineros y la hostia santa que perdona los pecados de la indiada pagana y pecadora. Obispos y cardenales bendicen a sus sicarios y caudillos que clavaron sus colmillos en la yugular. Y así fundaron la bastarda América. 530 años después no olvidamos esos imperdonables crímenes de los caballeros de armaduras y morriones. Por el paseo de la Castellana se desbordan los ríos de sangre, más sangre derramada por esos matarifes Pedro de Valdivia, Pedro de Alvarado, Jiménez de Quesada, Orellana, Lope de Aguirre que en sus cabalgaduras espectrales desfilan junto a las tropas imperiales mercenarias de la OTAN; arrogantes marcan el paso al grito de ¡Santiago y cierra España! La caballería, la infantería, los tercios, las divisiones acorazadas, la artillería, la brigada paracaidista, hasta la cabra de la legión (tiene mando en plaza) con su uniforme de generala marca 160 pasos por minuto ¡a mí la Legión! la más aplaudida y aclamada por la chusma de súbditos enfervorizados y enloquecidos. ¡arriba España! ¡Un, dos, un dos! ¡vista a la derecha arr! y su majestad el rey enfundado en su uniforme de capitán general con gesto mayestático saluda apologético. No sois más que unos miserables sepultureros descendientes de aquellos diabólicos invasores que destruyeron y saquearon Tenochtitlán, Cholula, Bacatá, Cusco, Chuquiago Marka, Quezaltenango, Chichicastenango… ¡Feliz cumpleaños madrastra patria! feliz en tu día novios de la muerte que condenaron a la hoguera purificadora nuestros ancestros, flagelados, crucificados, torturados en los cepos o colgados en el patíbulo justiciero. “Por ir a tu lado a verte mi más leal compañera me hice novio de la muerte…”
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