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Los otros mundos posibles imaginados por la literatura

Fuentes: La hiedra

Desde la literatura fantástica y de ciencia ficción se han proyectado sociedades diferentes a la actual, ya sea imaginando modelos liberadores u opresivos. Este artículo hace un repaso del contenido político más o menos explícito de diversas obras. La narración fantástica es la más antigua de las formas de narración que existe. Esto, que puede […]

Desde la literatura fantástica y de ciencia ficción se han proyectado sociedades diferentes a la actual, ya sea imaginando modelos liberadores u opresivos. Este artículo hace un repaso del contenido político más o menos explícito de diversas obras.

La narración fantástica es la más antigua de las formas de narración que existe. Esto, que puede resultar chocante, se puede contrastar con un pequeño dato: literalmente la primera narración conservada en la historia de la literatura, el poema de Gilgamesh (S XVIII AC), con sus plagas divinas y su búsqueda de la inmortalidad, entra de lleno en la narrativa fantástica. Si bien es absurdo restar valor a las formas de narración más «naturalistas» o «realistas», también es absurdo añadirles valor por eso.Al fin y al cabo no dejan de ser una forma de autorrepresión; el autor genera historias, personajes y situaciones inexistentes pero los hace pasar por reales a base de constreñirlos en el reducido espacio de lo «empíricamente posible». ¿Por qué un terreno más reducido para la creación debe considerarse la forma literaria «mayor»?

Se podría añadir otra defensa a la narrativa fantástica: el afán de imaginar mundos más allá de los contrastables por la experiencia es en buena parte lo que nos permite generar conceptos nuevos y realidades nuevas. Así, por ejemplo, el deseo de levantar el vuelo nos permite imaginar la aviación.

En mi caso, y aquí hago un apunte absolutamente personal, lo que me hace buscar mundos inexistentes en la literatura fantástica es en buena parte lo mismo que me hace anhelar sociedades más justas y más humanas. El mundo por el que lucho y por el que trabajo cada día es un mundo que no he llegado a ver jamás, que aun a veces dudo que se pueda alcanzar. Ese deseo de luchar no sólo por lo «sensato y alcanzable», sino más allá de eso, por lo que debería ser y no es, es común en más compañeros y compañeras de lucha. Tal vez con esta introducción querría animarles a que se atrevan no sólo a discutir cómo combatir lo que vemos injusto en nuestro día a día, sino también, por qué no, a imaginar «ese otro mundo» que buscamos, porque eso nos ayudará a sentirlo más cercano y más posible.

Los problemas del género fantástico

Pero hablar de posibilidades no es lo mismo que hablar de obra escrita y terminada y, por desgracia, la literatura fantástica o de ciencia ficción es generalmente de muy pobre calidad. Lejos de servir como un terreno de investigación de los límites de «lo posible», ha acabado arrastrando inevitablemente los estereotipos de su origen literario, la narración mitológica, basada en sociedades donde la «fuerza masculina» y el «honor» eran considerados los mayores valores. Aún a día de hoy, el héroe masculino que derrota a alguna forma de mal y logra por ello una recompensa -a veces en forma de compañía femenina- sigue siendo el estereotipo más reconocible del género.

Uno de los problemas de la literatura fantástica o de ciencia ficción, por tanto, es el modo en que se ningunea a la mujer, o se replican estereotipos de género denigrantes. Es curioso ver coómo la presencia de la mujer en alguna de las obras más conocidas de la literatura fantástica (como por ejemplo «El Hobbit» de J.R.R. Tolkien) brilla completamente por su completa ausencia, o bien se limita a ocupar papeles secundarios (como en «El Señor de los Anillos», del mismo autor). Es frustrante comprobar cómo aún en los casos en los que alguna mujer ocupa un lugar central en la historia, o bien su papel está fuertemente definido por su rol de género, o bien se ven forzadas a adoptar un papel masculino para ser «tomadas en serio» como héroes.

También resulta sorprendente ver como a pesar de inventar todo tipo de criaturas extrañas y máquinas prodigiosas, los escritores de fantasía o ciencia ficción eran generalmente incapaces de hacer lo propio con nuevas formas de organización económica o social. Así, o bien describen algún tipo de sociedad «feudal» con una fuerte división de clases (El señor de los Anillos, El Mago de Oz, Dune…) o bien se limitan a replicar aspectos del sistema capitalista en el que viven sus lectores (Ubik, El Neuromante, La Estación de la Calle Perdido…). Las razones por las que esto sucede son variadas; por una parte se recurre a la fantasía como un método para destacar aspectos no tan evidentes del mundo en que vivimos. Así, por ejemplo, en «La guerra interminable» de Joe Haldeman se describe una guerra futurista donde los combatientes regresan siglos más tarde a sus planeta de origen para explicar el sentimiento de alienación de los soldados en la guerra de Vietnam. Pero en la mayoría de los casos la razón es más sencilla: las y los autores se ven incapaces de explicar una forma de organización social que no han vivido y prefieren quedarse en la «zona segura» de lo que han probado y les funciona.

Sin embargo, ha habido casos de autoras y autores que se han atrevido a atravesar estas barreras de lo «confortable» y se han atrevido a recrear mundos y construir sociedades donde nuestras concepciones pueden ser desafiadas. Me centraré en primer lugar en quienes trataron de imaginar otras sociedades opresivas para advertir de peligros relacionados con determinadas políticas, y a continuación intentaré apuntar aquellos que trataron de imaginar nuevas formas de organización social más justas.

Distopías

Una «distopía» podría definirse como una comunidad o sociedad que es en algún modo terrible o indeseable. El término fue acuñado por John Stuart Mills en un discurso de 1868, como contrapartida de «utopía», la sociedad soñada o perfecta, tal y como aparece en la obra de Thomas More del mismo nombre.

En la literatura fantástica podemos encontrar muchos más ejemplos del primer término que del segundo, sin duda por el hecho de que es más sencillo encontrar «jugo» dramático en una sociedad opresiva que en una sociedad perfecta. En muchos casos estas distopías solían tener la función de advertir de peligros en determinadas políticas que los y las autoras percibían en sus tiempos como terriblemente dañinas para el ser humano.

Aunque existían ejemplos de distopías muy anteriores, como «Rasselas» de Samuel Johnson en 1759, por cuestiones de espacio nos centraremos en unos pocos autores del siglo XX. Las dos novelas consideradas como las obras seminales de la novela distópica moderna fueron «Nosotros», de Yevgeni Zamiatin (1921), y «El Talon de Hierro», de Jack London (1908).

Jack London, un socialista apasionado defensor de la lucha obrera y los derechos de los y las trabajadoras, imaginó en «El Talón de Hierro» la aparición de una oligarquía tiránica en Estados Unidos como respuesta de la clase capitalista ante el crecimiento del Socialist Party of America, que se ve obligada a instituir un régimen brutal y represivo para preservar su poder.

Yevgeni Zamiatin, por su parte, escribió «Nosotros» como una sátira dirigida al estado policial en que percibía que la Unión Soviética se estaba convirtiendo. En la novela, un único estado gobierna una nación de ciudades construidas enteramente de cristal, para permitir al gobierno controlar a la gente más fácilmente. La vida se organiza para lograr la máxima eficiencia productiva, y la ciudadanía marcha siempre en grupo (no está permitido ir sin compañía), con las mismas ropas y con un número por nombre, impar para los hombres y par para las mujeres.

Con esta misma vocación crítica de mostrar hasta dónde podía llegar una sociedad totalitaria futura, e inspirándose formalmente en las dos novelas anteriores, George Orwells escribió su conocida novela «1984» en 1949. La novela, con más de un punto en común con el «Nosotros» de Zamiatin, pero sin la sátira de éste, describía una sociedad donde la ciudadanía era vigilada por cámaras las 24 horas del día y una policía se encargaba de castigarla por lo que pensaba. Curiosamente, el término «Gran Hermano», el líder supremo de esta sociedad, ha acabado siendo más conocido por el de cierto programa de televisión donde las y los concursantes se prestan voluntariamente a ser vigilados. «Un mundo feliz», de Aldous Huxley (1932), presentaba una distopía distinta, en la que lejos de reprimirse los instintos y vigilarse los pensamientos, la ciudadanía vivía una aparente utopía, donde todos los placeres eran permitidos y todos los bienes materiales alcanzables, pero donde la ciudadanía había sido manipulada genética y psicológicamente para no cuestionar la estructura de la sociedad y su lugar en el mundo. Pretendía satirizar las novelas utópicas de la época (como «A Modern Utopia» de H.G. Wells) donde se pregonaba una visión esperanzadora del futuro del capitalismo.

Me gustaría tocar brevemente otra novela, «Himno» de Ayn Rand (1938). Rand, una filósofa y escritora de origen ruso que defendía el «egoísmo racional», el individualismo y el liberalismo económico, se inspiró en «Nosotros» para describir una sociedad futura que ha entrado en una edad oscura caracterizada por la irracionalidad, el «colectivismo» y las escuelas económicas y de pensamiento socialistas. Con esta breve reseña -que no creo que merezca la pena alargar más- quiero mostrar que no sólo la izquierda escribe novelas de distopía política o «pretende advertir sobre peligros».

Hay muchos otros ejemplos de novela distópica y en muchos casos han funcionado más como excusas para crear historias de evasión (la pastelosa «Fahrenheit 451», los holocaustos nucleares de la década de los 80 como «Mad Max», la más reciente oleada de novelas y películas sobre «holocaustos zombi», etc.) que como advertencias sobre peligros sociales y políticos reales. En cualquier caso, estos son los que me parecía interesante reseñar.

Utopías

A diferencia de la distopía, la utopía ha sido bastante más infrecuente. Sin embargo, las utopías son mucho más anteriores y han servido muchos más objetivos que los simplemente políticos. Aún antes que la famosa obra Utopía («De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae») de Thomas More (1516) que dio nombre al género y al concepto, se podrían encontrar muchaos otraos. Cada una de las ideas de paraíso de las distintas religiones -el «paraíso terrenal» católico, por ejemplo- podrían considerarse como una forma de utopía.

La utopía, al fin y al cabo, es lo que da sentido a las ideologías y las religiones. Es el objetivo final, el lugar soñado, la razón por la que se lucha en cada guerra (se podría decir que las mentiras de los diferentes gobiernos a sus ciudadanos o pueblos para justificar cada guerra -como el «the war to end all wars», «la guerra para terminar con la guerra» de la primera Guerra Mundial- constituyen una forma de «literatura utópica»). Es curioso cómo, pese a no existir tal «estado» o «lugar» como la utopía, todos y todas nos identificamos e incluso «añoramos» esa noción; una existencia donde no sea necesario odiar, donde las relaciones sean más humanas y más próximas, donde no se viva con angustia… A este estado se refería sin duda Thorstein Veblen (y Albert Einstein en su artículo «Why Socialism») cuando hablaba de «superar el estado predatorio de la humanidad».

Ha habido varios ejemplos interesantes de novelas utópicas. En algunos casos han sido utilizadas para ensalzar algunos aspectos del capitalismo de cada época -como la oda al modelo fordista que eran las novelas «A Modern Utopia» o «Men Like Gods» de H.G. Wells-, pero en otros son una respuesta a la pregunta legítima de «¿cómo sería el mundo en el que nos gustaría vivir?» o también «¿podría existir un mundo así?».

Por desgracia sólo he encontrado dos novelas que planteen utopías creíbles y que me hayan hecho soñar en «ese otro mundo» como en algo posible, y las dos son de la autora Ursula K. Le Guin. Se trata de «Los Desposeídos» (1974) y «Always Coming Home» (1985).»Los Desposeídos» describe un planeta con una situación geopolítica muy similar al de la Guerra Fría que vivió Le Guin en los 70: dos bloques de ideología opuesta enfrentados.

Sin embargo, otro planeta cercano ha sido habitado por quienes escogieron marcharse de ese primer mundo y hacer otro más justo. Son las y los «desposeídos» del título. La historia nos describe una sociedad igualitaria, no carente de problemas y riesgos, y por ello creíble. «Always Coming Home» es a la vez una utopía y una distopía. Una distopía porque parte de un conflicto no narrado que hizo retroceder a la humanidad a un estadio cultural anterior. Pero una utopía también, porque la cultura Kesh que nos describe -a través de canciones, poemas, obras de teatro y descripciones de rituales de ese pueblo- es una civilización espiritual y rica, donde sus habitantes viven en paz entre sí y con otros pueblos y respetan la naturaleza. De nuevo Le Guin tiene la maestría de describirnos a estas gentes de tal modo que nos parece posible imaginar que pudiera existir un pueblo así.

Conclusión

Este artículo no pretende ser más que un breve apunte sobre los diferentes ejemplos dede la historia de la fantasía y la ciencia ficción, en ningún modo exhaustivo, sobre los diversos intentos de imaginar el futuro de las sociedades, tanto los peligros advertidos como los paradigmas soñados. Como apuntaba al inicio, la narrativa fantástica cumple una función a la hora de permitir imaginar y reflexionar sobre otras formas de organización social, desde mi punto de vista muy necesaria. La razón por la que se lucha no tiene que ver únicamente con lo racional, sino también (y yo diría que principalmente) con lo emotivo. Alejarnos de esa añoranza más irracional, más visceral, es alejarnos de la razón misma por la que queremos otra sociedad.

Para terminar dejo una sola reflexión; ¿qué dice de nosotros y nosotras el que luchemos por un mundo nuevo que no somos capaces de imaginar?

Pablo Martínez es militante de En lluita / En lucha

Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra

http://lahiedra.info/los-otros-mundos-posibles-imaginados-por-la-literatura/