Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Baphethile Mntambo ha estado cultivando la tierra orgánicamente desde hace cinco años porque sabe que evitar los productos químicos a la larga será beneficioso para sus rendimientos. Decidió no plantar semillas modificadas genéticamente (MG) porque ha oído que no se pueden guardar para la siguiente cosecha y que pueden empobrecer sus suelos. Pero no está completamente segura de cómo ni por qué.
«He oído hablar de los organismos modificados genéticamente (OMG), pero no entiendo qué son exactamente», afirma. «Lo único que sé es que es muy caro comprar las semillas, los abonos y los pesticidas».
Mntambo es una de los 50 pequeños campesinos del Valle de las Mil Colinas en la provincia sudafricana de KwaZulu-Natal a la que la ONG Valley Trust ha enseñado a cultivar orgánicamente. Los agricultores aprenden a plantar cultivos estacionales que proporcionan a sus familias tanto seguridad alimenticia como una oportunidad de generar ingresos al vender sus productos en los mercados locales.
«Decidimos promover la agricultura orgánica para crear sostenibilidad para los pequeños campesinos. Creemos que es la única manera de proporcionarles soberanía alimenticia y estabilidad», explica el responsable de la seguridad alimenticia de Valley Trust, Nhlanhla Vezi.
Según Vezi, Valley Trust solía cooperar con el departamento de Agricultura, pero la colaboración cesó cuando el departamento empezó a presionar a los pequeños agricultores para que formaran cooperativas si quería su apoyo. «El departamento hace ofertas muy atractivas de proporcionar equipamientos, tuberías de agua y semillas, pero lo utiliza como una estrategia para introducir los OMG debido a los acuerdos que ha firmado con quienes poseen patentes de semillas MG de las multinacionales», afirma Vezi.
Con frecuencia los agricultores caen en la trampa de plantar semillas MG que les tiende el departamento de agricultura con la promesa de generosos préstamos bancarios y la perspectiva de enormes beneficios, confirma Lesley Liddell, director de Biowatch, una ONG que promueve alternativas a la agricultura OMG animando a los agricultores a alternar los cultivos, a utilizar fertilizantes naturales y cultivos no químicos. «Pero al final la mayoría de los agricultores acaban con enormes deudas porque no pueden guardar las semillas y están obligados a comprar los fertilizantes y pesticidas que se necesitan para los cultivos MG».
Sin embargo, con frecuencia los pequeños agricultores están tan desesperados por obtener apoyo financiero que si se les ofrecen las semillas gratis consideran la posibilidad de plantar OMG sin saber muy bien qué son. «Yo sé que los OMG no son buenos a la larga, pero si alguien me da las semillas, las plantaré», afirma Tholani Bhengu, otro pequeño campesino que trabaja con Valley Trust. «Para mí lo más importante es poner comida en la mesa cada semana. Ahora no puedo permitirme pensar lo que va a pasar el año que viene».
Como los pequeños campesinos en el África rural suelen tener un nivel de educación muy bajo, o ninguno, en general son incapaces de tomar una decisión basada en información acerca del cultivo de OMG . «Les animamos a que asistan a comités informativos que discuten sobre la regulación de los OMG, pero los conocimientos de los agricultores son muy limitados, así que es difícil que puedan contribuir. Entienden las cuestiones, pero no la legislación», afirma Liddell.
Sudáfrica es el único país de la Comunidad de Desarrollo de África del Sur (SADC, por sus siglas en inglés) que cultiva comercialmente cosechas MG (maíz, algodón y soja). Desde 1997, la agricultura OMG está regulada por la Ley de Organismo Modificados Genéticamente.
«La adopción de cosechas MG en Sudáfrica ha aumentado en los últimos diez años y también se ha ido filtrando a los pequeños agricultores», confirma Priscilla Sehoole, directora de la oficina de comunicación del departamento de Agricultura.
«Al igual que con otras tecnologías, existen riesgos asociados a la tecnología OMG, y esto incluyen los relacionados con la salud humana y animal, y también con el medio ambiente», admite. «Por consiguiente, la regulación de todas las actividades en las que están implicados OMG está sujeta a un proceso de valoración científica de seguridad que evalúa los riesgos potenciales».
Seehole afirma que al departamento de Agricultura sudafricano le gustaría armonizar las políticas OMG de toda la SADC para «eliminar algunas de las barreras técnicas que (actualmente) dificultan el comercio en la zona».
Pero los activistas que están en contra de los OMG, como el Centro Sudafricano para la Bioseguridad, se oponen a este enfoque. «La industria MG está presionando para armonizar la legislación porque eso facilitaría la comercialización de las variedades de cosechas MG entre los países. Pero quienes están preocupados por la bioseguridad dudan mucho de que la armonización regional (de la legislación de bioseguridad) sea una ventaja», afirma la directora del Centro Sudafricano para la Bioseguridad, Mariam Mayet.
«Hasta el momento cada país de la SADC tiene sus propias políticas y todas esas leyes son muy diferentes unas de otras. Esto significa que cada solicitud de OMG tiene que pasar por el sistema de aprobación y de consulta pública de cada país, lo cual es bueno para la transparencia y responsabilidad», explica.
«Cuando Sudáfrica aprobó la legislación sobre OMG en 1997 la mayoría de la gente no era consciente de lo extremadamente polémica que podía llegar a ser esta tecnología. Pero ahora no hay vuelta atrás. Una vez que se está en ello, se está en ello», afirma Mayet.
La industria alimenticia sudafricana ya está saturada de OMG, afirma: «Todo está contaminado y para empeorar las cosas no es obligatorio etiquetar el contenido MG. Necesitamos una reforma política seria e implementar un sistema de pruebas que indique si la comida contiene OMG o no».
Durante la última década, Sudáfrica ha llegado a acuerdos comerciales con grandes corporaciones multinacionales de biotecnología agrícola, como Monsanto, que en un intento de controlar la producción agrícola mundial promueve la subvención de semillas MG patentadas. Por medio de un sistema de incentivos que apoya el monocultivo, los pequeños campesinos son integrados sistemáticamente en la agricultura comercial, fundamentalmente orientada a la exportación, y animados a dedicar a ello sus tierras.
«Parece estupendo sobre el papel pero en realidad es una conspiración para tener acceso las tierras de la gente. Los pequeños campesinos que firman contratos para cultivar OMG rápidamente pierden el control de la gestión de las semillas, de la producción y a veces de sus tierras. Esto significa que pierden sus soberanía alimenticia», afirma Mayet. «Los OMG marginan a los pequeños campesinos y a los pobres. Nos vienen tiempos duros y tenemos que luchar por los derechos de la gente a la tierra y a los recursos. Pero no nos rendiremos».
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