Joe Dillinger tenía tantas luces y sombras que, siempre que disparaba sobre sus víctimas, cerraba los ojos para no verlo y después bendecía la sangre derramada. El llamado «Vampiro de Dusserforl», cuando regresaba de sus homicidas correrías por las luces y sombras de la ciudad, reunía a su familia en torno a la mesa y […]
Joe Dillinger tenía tantas luces y sombras que, siempre que disparaba sobre sus víctimas, cerraba los ojos para no verlo y después bendecía la sangre derramada.
El llamado «Vampiro de Dusserforl», cuando regresaba de sus homicidas correrías por las luces y sombras de la ciudad, reunía a su familia en torno a la mesa y daba gracias a Dios por los frutos recibidos.
De Al Capone es fama que nunca dejó de asistir al cumpleaños de su madre, aunque tuviera para ello que retrasar un crimen o posponer por unas horas un atraco, tales eran las luces y sombras del capo de la mafia.
Jack el Destripador, una vez degollaba a alguna prostituta por esos sombríos callejones londinenses, todavía con su filoso cuchillo goteando luces y sombras, acudía presuroso junto a la cuna de sus retoños para arrullarles el sueño con sus más dulces y tiernas nanas.
Es cierto sí, que Nerón incendió Roma, pero se cuenta que, desde las luces y sombras de su imperial palacio, compungido asistía al crepitar de la ciudad y ni siquiera la música de su inseparable lira pudo enjugar el llanto de su pena.
Frank Nitti, llamado «El Ejecutor», desde que llegaba fin de mes y cobraba su salario como jefe de ejecución de la mafia de Detroit, corría presuroso a la mejor juguetería de la ciudad y regresaba a su hogar, ansioso por encontrarse con sus hijos, cargado de luces y sombras.
Cada vez que «El Estrangulador de Boston» se veía precisado a dejar sin aire a alguna anciana en Navidad, mientras apretaba sus luces y sombras alrededor del cuello, entonaba un entrañable villancico y aprovechaba los estertores de sus víctimas para desearles un próspero año nuevo.
La única fotografía que se conserva del «Carnicero de Milwaukee», tomada unas horas después de que destripara a dos niñas de la localidad, nos lo muestra compartiendo alegremente con sus vecinos, en el jardín de su residencia, mientras daban buena cuenta de una parrillada de luces y sombras.
Los torturadores nazis, una vez daban por terminada su agotadora jornada laboral gaseando judíos, gitanos y comunistas, siempre encontraban un espacio, por breve que fuera, para escribir a sus familias y relatarles sus luces y sus sombras.
El «Doctor Muerte», médico inglés que recientemente superó la mejor marca mundial de defunciones, tenía tal respeto por sus pacientes que incluía sus fotografías en su propio album familiar, para entre tantas luces y sombras, celebrarles, incluso, sus aniversarios.