La gran aportación del PCE y CCOO fue reconstruir la solidaridad en un país en ruina de valores, intolerante y sin esperanza.
El intento de la derecha y la ultraderecha de condenar el comunismo en el parlamento, sería una broma de mal gusto si no fuera una burda manipulación de la Historia y un grave insulto a los luchadores antifranquistas. Es una obscenidad más de una derecha heredera del franquismo que solo busca crispar, humillar a las víctimas y degradar la política española.
Pretenden tergiversar una resolución del Parlamento Europeo, que condena los crímenes del nazismo, del estalinismo y de otras dictaduras. Pero obvian varias cosas: los comunistas combatieron al nazismo y al fascismo; considerar comunista a Stalin que -además de la victoria sobre Hitler- mandó matar a muchos comunistas, es como considerar cristiana a la Inquisición de la Iglesia Católica que también mató lo suyo; y, por supuesto, la derecha española nunca condena al criminal régimen franquista.
Esta iniciativa del PP apoyada por Vox no es nada nuevo: la condena del comunismo ya la hacía Franco y mataba a todos los que podía en la guerra, en la victoria y con la División Azul. Y es que cuando Isabel Díaz Ayuso afirma que “el fascismo es el lado bueno de la Historia”, está todo dicho.
Este año es el centenario de la fundación del Partido Comunista de España (PCE). Los comunistas que he conocido, como por ejemplo Marcelino Camacho, Julio Anguita y muchos otros, han sido luchadores por la libertad y ejemplos de honestidad. No creo que deban ser objeto de ninguna crítica sino de un reconocido agradecimiento. También deben de serlo socialistas, anarquistas, republicanos y demócratas que participaron de esa misma lucha. Aprovechando el aniversario, merece la pena reflexionar sobre nuestros comunistas y sobre la experiencia vivida.
En el largo recorrido histórico de un siglo del PCE, hay periodos decisivos dentro de una lucha continua en favor de la clase trabajadora, de las libertades, del antifascismo y por la trasformación social. En mi opinión, los momentos más trascendentales son el Frente Popular, la lucha antifranquista y la transición.
El PCE fue un bastión, tanto política como militarmente, en defensa de la República ante el golpe de Estado de Franco con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista. Tras la Guerra Civil, la principal aportación del PCE es la política de reconciliación nacional y el desarrollo una estrategia de masas. Los objetivos de su política eran claros: superar la derrota, acabar con la dictadura y recuperar las libertades, junto a la exigencia de la justicia social.
El triunfo del fascismo hizo desaparecer por decreto los partidos obreros, los sindicatos y fuerzas democráticas. Después del Plan de Estabilización de 1959, los trabajadores necesitaban organizarse para defender sus derechos más elementales: salarios dignos y condiciones de trabajo aceptables en plena etapa del desarrollismo económico. El sindicato vertical negaba la lucha de clases y permitía los abusos a los trabajadores. De ahí surge un movimiento sindical de clase: las Comisiones Obreras.
La insolidaridad nace del miedo. La gran aportación del PCE y CCOO fue reconstruir la solidaridad en un país en ruina de valores, intolerante y sin esperanza. Los protagonistas fueron los veteranos resistentes de todas las adversidades, obreros con conciencia de clase, y también hijos de familias del franquismo. Una rica mezcla de generaciones que mantenían algo de un valor incalculable: la fraternidad, la fe de unas personas en otras.
Así es como se fortaleció la resistencia al franquismo y se puso en pie un movimiento sindical que sorprendió al régimen, que realizó con éxito potentes huelgas, que organizó el apoyo en torno a ellas, y que puso en jaque a la dictadura. A partir de ahí avanzan los salarios, mejoran las condiciones de trabajo y se impide en ocasiones los despidos de trabajadores. Asustado el régimen por la fuerza de ese movimiento obrero que además de salarios pedía libertad sindical y, más adelante, libertades democráticas, desatará una feroz represión y acoso policial y empresarial (sentencia del TS de 1967). Prueba de ello es que la mayoría de los procesados por el TOP y de los presos políticos que llenan las cárceles son de CCOO y del PCE.
En CCOO, se trabaja en la clandestinidad, pero también se ejercían prácticas democráticas abiertas como las asambleas para tomar decisiones y elegir representantes en fábricas, minas y tajos. Para que se entienda hoy: era como un 15-M a lo grande, pero en condiciones de dictadura. Había una mezcla envidiable de generosidad política y desinterés personal.
Los valores eran la solidaridad, el compañerismo, la lealtad, la amistad. El corazón del movimiento obrero es esa ética de las personas que hacen lo que se debe hacer sin medir, calcular, presumir o pedir recompensa por ello. Aprendían a ser coherentes entre lo que decían y lo que hacían, a tener claro que los principios no se negocian. Esa era su moral.
Otra aportación relevante de los comunistas españoles fue su contribución la conquista de las libertades, a la consolidación de la democracia y el apoyo a la Constitución de 1978. Y hasta el último momento pagaron un tributo muy alto, como el asesinato de los Abogados de Atocha. Tuvieron una generosidad democrática que no encontró parangón en la gestión de la transición. Una transición que, evidentemente, estuvo condicionada por la relación de fuerzas y por la lucha por apropiarse del relato, que no era otra cosa que apropiarse de la legitimidad. Pero eso ya es harina de otro costal.
Paco Fernández Buey decía que de todas las grandes ideas que ha tenido aquella parte de la humanidad sufriente y pensante, el comunismo ha sido una de las mejores. Pero también añadía, que hay que tener mucho cuidado porque las grandes ideas se pueden convertir en basura al contacto con eso que llamamos poder. El libro blanco del movimiento obrero lo han escrito y lo seguirán escribiendo aquellos seres humanos, la mayoría anónimos, mujeres y hombres, que se han pasado la vida luchando contra el poder, por la libertad, la igualdad y la fraternidad y contra el fascismo. Son esos militantes, herederos de Espartaco, de Thomas Müntzer, de Bartolomé de las Casas, de Jerónimo, de la Comuna de París, de Rosa Luxemburgo… Sucesores de todas las personas que han protagonizado grandes y pequeñas rebeldías para mejorar su sociedad con un proyecto emancipatorio.
En aquellos tiempos oscuros, no bastaba la razón histórica, sino que hacía falta grandeza moral y mucho coraje. Fue una época difícil, de mucha represión, pero de grandes esperanzas. Viendo la realidad actual, aquellos sueños no se cumplieron del todo, pero fueron buenos sueños y merecieron la pena. Las libertades y derechos de hoy los disfrutan también los que son incapaces de reconocer a aquellas personas que los hicieron posible.
Para quién no lo sepa, el histórico edificio de la Puerta de Sol de Madrid, desde donde se dan las campanadas del Año Nuevo, fue la sede de la Dirección General de Seguridad y de la Brigada Político Social, policía política de la dictadura. Hoy está ocupado por la Comunidad de Madrid. Su aún presidenta, Isabel Díaz Ayuso, tiene el despacho sobre los calabozos donde hombres y mujeres de fábricas, universidades y barrios fuimos detenidos, torturados y maltratados, antes de enviarnos al Tribunal de Orden Público y a las cárceles. En cualquier ciudad europea ocupada por el nazismo, los edificios utilizados por la Gestapo están identificados y recordados. Que en éste no haya ni una placa, es una metáfora del tipo de transición y del desprecio que sigue habiendo en España hacia la memoria histórica y democrática. Pero esto tiene que cambiar por respeto a nosotros mismos.
Fuente: https://www.cuartopoder.es/ideas/2021/03/25/luchadores-por-la-libertad-agustin-moreno/