El movimiento contrario a la energía nuclear de Japón crece al impulso de mujeres, sobre todo madres de familia, indignadas con las autoridades por ocultar la gravedad de la radiación que emitió la planta de Fukushima Daiichi, dañada por el tsunami del 11 de marzo. «Hay madres al frente de varios movimientos ciudadanos que trabajan […]
El movimiento contrario a la energía nuclear de Japón crece al impulso de mujeres, sobre todo madres de familia, indignadas con las autoridades por ocultar la gravedad de la radiación que emitió la planta de Fukushima Daiichi, dañada por el tsunami del 11 de marzo.
«Hay madres al frente de varios movimientos ciudadanos que trabajan para que cesen las operaciones de todas las centrales nucleares de Japón en 2012», señaló Aileen Miyoko Smith, directora de Green Action, una organización no gubernamental ambientalista que promueve las energías renovables.
Más de 100 activistas contra esta tecnología, la mayoría mujeres, se reunieron con funcionarios de la Comisión de Seguridad Nuclear esta semana y les entregaron una declaración que reclama una investigación transparente sobre el accidente y el cierre definitivo de todas las centrales atómicas.
Seis de las 56 plantas nucleares de Japón están clausuradas en la actualidad, algunas para pruebas de estrés, debido a que el accidente de Fukushima reveló graves incumplimientos en materia de seguridad en el sector.
Más de 150.000 personas no han podido regresar a sus casas por los altos niveles de radiación en los alrededores de Fukushima. Ahora hay pruebas de que la contaminación se propagó a las verduras y al arroz cultivados en los campos vecinos, y que de alguna forma llegó a alimentos para bebés vendidos en los supermercados.
Las autoridades japonesas anunciaron la semana pasada que el complejo Fukushima Daiichi había alcanzado la situación de «parada en frío», con lo que termina una etapa para superar la crisis.
«La primera fase de control culminó. El gobierno seguirá una hoja de ruta para que en 30 o 40 años, Fukushima vuelva a ser segura», explicó Goshi Hosono, ministro de Administración y Política de Energía Nuclear.
En declaraciones a la prensa, el funcionario explicó que ahora no hay actividad nuclear en los reactores que emita radiación.
Las distintas compañías de energía y el gobierno prometieron hacer cumplir las normas de seguridad y garantizar la transparencia.
Para Smith, los últimos anuncios son una señal de alerta. «Reforzamos la movilización para asegurarnos de que el gobierno y el sector energético, deseosos de instalar la idea de seguridad, no vuelvan a poner en marcha las plantas nucleares», señaló la activista.
Numerosas mujeres, haciendo frente al frío invierno, montaron tiendas de campaña la semana pasada frente al Ministerio de Asuntos Económicos en el marco de una nueva iniciativa de protesta.
Ya anunciaron que mantendrán la movilización durante 10 meses y 10 días, el tiempo que tradicionalmente en Japón se adjudica al embarazo.
«Nuestras protestas apuntan a lograr el renacimiento de la sociedad japonesa», señaló Chieko Shina, una de las participantes y abuela de Fukushima. «Es necesario cambiar la forma en que las autoridades llevan adelante el país priorizando el crecimiento a la protección de la vida de la gente», añadió.
Numerosos especialistas consideran que las actuales protestas son un hito para los movimientos sociales de este país, relegados durante mucho tiempo al margen de una sociedad próspera y muy trabajadora que ha valorado el logro y el éxito por encima de todo.
«Las manifestaciones actuales simbolizan la determinación de la gente de a pie que no quiere energía nuclear porque es peligrosa. Hay otro mensaje más importante y es que la gente no confía más en el gobierno», indicó Takanobu Kobayashi, al frente de la red de movimientos civiles Matsudo.
La desconfianza obedece a que la fusión de los reactores de Fukushima no se hizo pública de inmediato, lo que puso en grave riesgo la salud de la población local por la filtración de radiación.
Los sitios de Internet muestran cientos de miles de comentarios de personas que desconfían de las garantías ofrecidas por las autoridades o la empresa Tokyo Electric Power Company (Tepco), operadora de la central de Fukushima, en materia de seguridad radiactiva.
El accidente nuclear también destruyó el mito de la seguridad de esa fuente de energía, alimentado durante décadas por las autoridades para lograr el apoyo de la población para que el país se embarcara en masivos programas con tecnología atómica.
Frente al enorme malestar de la población, el gobierno y Tepco reconocieron la mala gestión y prometieron realizar grandes reformas.
El sociólogo Hideo Nakazawa, profesor de la Universidad Chuo, señaló que las actuales protestas son una demostración del resentimiento de la ciudadanía hacia las autoridades y la energía nuclear.
«Las manifestaciones llegaron a las ciudades y pusieron el asunto de la energía nuclear en el centro de interés de los movimientos civiles de Japón», dijo a IPS. La falta de participación de los partidos políticos en este asunto contrasta con antiguos patrones de fuerte tendencia izquierdista, añadió.
La posición de liderazgo de las mujeres tampoco tiene precedentes. Las madres estuvieron al frente de las protestas, muchas de ellas en ese papel por primera vez, para lograr el apoyo para su campaña para evitar la exposición de niños y niñas a los peligros de la radiación.
«El movimiento civil japonés languideció al margen por la indiferencia social de que fue objeto. Pero esas barreras ahora se están rompiendo», explicó Nakazawa.
La parlamentaria Mizuho Fukushima, una de las principales dirigentes mujeres y activa participante del movimiento antinuclear, dijo a IPS que las protestas contra la energía atómica no disminuirán.
«Es muy factible forzar cambios para terminar con la energía nuclear en Japón», señaló Fukushima, presidenta del Partido Socialdemócrata desde 2003.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99848