El especismo tiene que ver con la creencia en la superioridad de una especie sobre el resto. El término se emplea desde 1970, cuándo lo psicólogo Richard Ryder teorizó sobre la discriminación por el hecho de pertenecer a una especie determinada, aunque sobre todo hablaba del hombre, de ese antropocentrismo moral por lo que la […]
El especismo tiene que ver con la creencia en la superioridad de una especie sobre el resto. El término se emplea desde 1970, cuándo lo psicólogo Richard Ryder teorizó sobre la discriminación por el hecho de pertenecer a una especie determinada, aunque sobre todo hablaba del hombre, de ese antropocentrismo moral por lo que la mayor parte de los animales humanos piensan que existe una ley divina o algo similar por la cual el hombre -no todos- tiene más derechos que cualquiera otra de las especies con las que comparte planeta.
La teoría no quedó ni mucho menos olvidada en la profunda arca de la psicología, sino que estimuló otras que hoy son bien conocidas, como la ética de la Liberación Animal, impulsada por el filósofo australiano Peter Singer, que en 1975 escribía el famoso libro del mismo nombre[1] y al que se considera padre de los derechos de los animales. De hecho, su especismo se reduce a las especies animales, que agrupaba como los seres que tienen capacidad de sufrir para diferenciarlo, por ejemplo, de las plantas.
Desde entonces, bajo el nombre de antiespecistas se aúnan millares de activistas y organizaciones que luchan por los derechos de los animales. Defienden desde posturas moderadas hasta las más radicales, como el veganismo, una forma de vida que se opone a la esclavitud, explotación y muerte de cualquier animal no humano. Los veganistas creen en el derecho de toda especie a la vida y la libertad, no consumen productos de origen animal, ni para comer, ni para vestir y tampoco emplean productos que hayan sido testados en animales no humanos ni acuden a fiestas y atracciones donde sean explotados. Entre el antiespeciesmo y el veganismo hay tendencias intermedias para todos los gustos.
Los especistas, tengan o no conciencia de su condición, esgrimen sus argumentos. Generalmente tienen que ver con el encumbramiento, o endiosamiento, de algunas capacidades humanas como la del habla -para ellos el único sistema de comunicación válido- y la inteligencia «superior», llegando incluso a tener cortocircuitos mentales cuando emplean para los otros animales términos como el de «irracionales», que sacan a la luz una ignorancia alarmante para el futuro genético de la especie humana, aunque si Darwin tenía razón supongo que el resultado de la evolución de estas mentes privilegiadas será rápidamente engullida por la selección natural.
Cuándo alguien desmonta esos argumentos, como por ejemplo hablando de las personas mudas y de los recién nacidos, que no hablan; o de los discapacitados psíquicos y de los enfermos de Alzheimer, que tienen «poca» inteligencia pero a los que nadie les niega el derecho a la integridad física y moral, pues se refugian en el corporativismo animal: «son nuestros semejantes».
Parto de la base de que la sociedad gallega[2], y la española mucho más[3], es especista, y a menudo hasta intraespecista, pues el racismo o el sexismo son sentimientos generalizados. El consumo de productos animales puede ser entendible, pero otra cosa es la experimentación, los hacinamientos en «fábricas de carne» y los transportes vejatorios, la esclavitud salvaje y los sufrimientos a que son sometidos millares de seres por las producciones intensivas de esta patética sociedad de consumo.
Sin embargo, el especismo radical, que se manifiesta con barbaridades como la de Aguiño[2], dónde Juan Lado golpeó cruelmente a «su» perro hasta darle muerte y en el que los vecinos ejercieron un vergonzoso corporativismo entre especistas violentos, es más que preocupante. De esta burrada brota esa insensibilidad humana que, digo yo, algo tendrá que ver con la enfermedad terminal que sufre el planeta y las especies que en él habitan. Y no solo eso, porque no son pocos los estudios que relacionan lo maltrato la animales con la violencia interpersonal.
En España, campeona en la materia, se maltratan y se sacrifican 60.000 animales al año solo en fiestas varias, de los que el 95% son toros, la «vergüenza nacional». Cuándo los asesinos son mercenarios les llaman matadores (también toreros y diestros), muy apreciados en la sociedad. Pero hay más. En Tordesillas les clavan lanzas, en Medinacelli les prenden fuego en los cuernos sufriendo los animales crueles quemaduras y en Coria tienen una «fiesta de interés turístico» en la que les lanzan cientos de dardos mientras intentan huir por las calles.
Y luego están los perros, los seres más nobles, cariñosos y especiales de todos cuantos creó la madre natura, sin duda más que los animales humanos. Los que disfrutan con su compañía me entenderán. Cada año 50.000 galgos son asesinados cuándo ya no le valen a sus «dueños» cazadores, casi 100.000 perros son abandonados y miles de ellos son mutilados, quemados vivos con fuego y ácidos, apaleados, enjaulados y condenados a vivir atados a una cadena de por vida. Cadena perpetua.
Tendremos pues que empezar a diversificar entre animales y bestias. En el primero grupo habría entre uno y diez millones de especies. En el segundo sólo una.
[1] SINGER, Peter: Liberación Animal, Trotta, Madrid, 1999.
[2] Este artículo, como se indica más abajo, hace referencia entre otras cosas al caso del perro Roni, de Aguiño (Ribeira-A Coruña-Galicia), que fue apaleado por su «dueño» hasta la muerte y que generó gran polémica en septiembre de 2006, por salir a la luz una grabación de vídeo sobre tan aberrante comportamiento. La reacción popular, defendiendo al vecino asesino y en contra del veterinario, Federico Real, que lo denunció, fue probablemente la causa principal del revuelo.
[3] En Galicia los «espéctaculos» con toros son tan minoritarios que en toda la Comunidad (2.700.000 habitantes) sólo existe una plaza de toros, la de Pontevedra.
* Manoel Santos
[Traducido del gallego original y publicado en la red en altermundo.org http://altermundo.org y en prensa escrita en Galicia Hoxe <http://www.galicia-hoxe.com>]