Las feministas tenemos una larga tradición de manifestaciones divertidas y originales. Larga quiere decir desde 1977, cuando se pudo empezar a manifestar públicamente lo que una reivindicaba. También hemos tomado el enganche de movimientos feministas de otros mundos, que están aquí al lado: Latinoamérica, Francia, Alemania, Italia, incluso Estados Unidos… Nosotras y muchos movimientos, sobre […]
Las feministas tenemos una larga tradición de manifestaciones divertidas y originales. Larga quiere decir desde 1977, cuando se pudo empezar a manifestar públicamente lo que una reivindicaba. También hemos tomado el enganche de movimientos feministas de otros mundos, que están aquí al lado: Latinoamérica, Francia, Alemania, Italia, incluso Estados Unidos… Nosotras y muchos movimientos, sobre todo, los denominados nuevos movimientos.
Hay que decir que desde el primer momento que salimos a la calle la protesta era bastante descarada y radical. Y desde el principio las canciones, la música y los disfraces, han estado en primera línea de la acción. Primero fueron cosas musicales, tirando a ñoñas, visto desde ahora. Por ejemplo, lo de «La Mari Carmen no quiere coser, la Mari Carmen no quiere bordar …. Mari Carmen, Mari Carmen, quién te ha visto y quién te ve. Antes lo sabía todo. Ahora feminista es.»
Eso sí el mensaje, en general, era directo. Y muchas veces, muchísimas, no era políticamente correcto. No se había acuñado ese concepto en nuestras filas. Lo incorrecto, el no parecerse en nada al modelo que nos querían imponer y que se estaba traspasando desde el franquismo a la «Transición», era nuestra preferencia e incluso la vara de medir.
Había cancioncillas más atrevidas. Tenían un inequívoco acento andaluz, que a las vascas nos encantaba, por su versatilidad y la posibilidad de encadenar rimas. Decían algo así. «¡Ole, Ole! ¡Arsa, Arsa!. Que hemos hecho un aborto en la casa, fuera de la ley, fuera de la ley, ¡A ver lo que pasa!…»
Incluso, aquí en Euskal Herria, tenemos un himno propio. Es «Zutik emakumeak! (En pie mujeres), cuya letra casi nadie conoce, menos en castellano, y cuyo contenido no pasaría hoy una revisión de la censura de lo políticamente correcto. Siempre la cantamos.
La evolución nos fue llevando a manifestaciones y cortejos más nutridos de representaciones y canciones. Dentro de la misma mani, ya se hacen representaciones de todo tipo. En ellas, obviamente, no está exento el humor, la risa, la provocación,….
El vestido, de alguna forma, también fue incorporado a nuestros rituales. El color morado, omnipresente en nuestros atuendos, nos visibilizaba. La moda no normalizada se imponía. Si algún juez decía en sus reaccionarias sentencias que las mujeres provocaban a los hombres por usar minifalda…. allá que íbamos todas con unas minis de impresión y tratando de exagerar el escote. ¿Nos insultaban llamándonos «sufragistas trasnochadas»? Pues nos poníamos de negro y con velito cubriendo la cara.
Sin duda lo que más nos ha divertido y nos ha dado cauce a la imaginación, han sido las consignas, para corearlas y para los carteles. Como a todo el mundo, por otro lado. La consigna sintetiza la reivindicación y expresa el puntual momento de la misma. Y éstas sí que no pasan el rasero de la corrección política. Ni de las consignas que se imponen desde el feminismo institucional: igualdad, paridad, víctimas vulnerables y «la violencia es mala venga de donde venga».
Algunos ejemplos, que atravesaron nuestras manis, y las siguen atravesando., son claros: «En la duda, tú la viuda» «Vamos a quemar el Opus Dei (Conferencia Episcopal)», «Goma2, en cada escaño, por cada mujer, que muera abortando.», «Goma3, a cada juez, por cada mujer, a la que se abra un sumario».
En nuestras denuncias a menudo se han sacado las fotos de los agresores, violadores, empresarios abusadores, acosadores…. No presuntos, sino como tales. También hemos pintado locales donde se producen agresiones. Hemos puesto cara y nombre a los agresores. Y hemos visibilizado la violencia sexista, también en los locales.
Hay muchos más ejemplos, pero no se trata de hacer un consignario. Muchas, muchísimas veces, estas actuaciones han sido polémicas. Y criticadas. Hay que decir que también muchas veces estas críticas vienen de los hombres, que dicen que quieren ser solidarios y participar. Pero con otras formas y formalidades. También en las filas del propio feminismo hay debates y no todas tenemos la misma sensibilidad ni los mismos gustos. Mucho es cuestión de pura estética. Obviamente estamos contra la uniformización, faltaría mas!!!.
Queda claro e implícito en lo señalado, pero lo recalco, que lo anterior lo hacemos feministas de grupos organizados. Muchas veces nosotras solas en cortejos propios, o en acciones solo de mujeres. Esto sí que duele a alguna gente, bueno, más bien a hombres, aunque también hay chicas. Otras veces llamamos a compartir nuestra alegrías y organizamos múltiples actos mixtos. Pero entonces no aparecen muchos hombres. Habrá que analizarlo también.
Ahora el discurso ha cambiado, todas hemos cambiado, las feministas también, y vamos adaptando la denominada parafernalia a las nuevas situaciones y reivindicaciones. No solo se pone en cuestión lo que hacemos, sino que hay que andarse con mucho ojo, pues nos topamos con las leyes mordazas y por menos de nada te sueltan un multazo o un procesamiento. Véase el reciente ejemplo del «coño insumiso», que procesionó en una mani en Sevilla, y a cuyas portadoras pretender emplumar por lo penal.
Recurro a dos ejemplos. En una fiesta de mujeres exclusivamente, en la que se quería dar colofón a varios días de jornadas y debates feministas, saltó el debate «in situ», pues muchos hombres, y algunas mujeres, no lo veían claro. Bien, es un debate en el que no voy a entrar. Pero en el calor del mismo, a unos jovencitos de sexo varón se les ocurrió decir que nos iban a denunciar porque estábamos vulnerando el artículo 14 de la Constitución. Sí, ese que se refiere a la igualdad. Y nos comparaban a las feministas con las sociedades de hombres que prohíben entrar a las mujeres. O sea calificativo de «hembristas». Síntesis macabra del principio de igualdad llevado a la futilidad. Chicos, ¡A repetir primero de feminismo!
El segundo ejemplo es más reciente, y nos hizo partirnos la caja. Fue en una comparecencia en la Comisión de Sanidad del Parlamento de Nafarroa. Quieren aprobar un Decreto sobre la atención a la salud sexual y reproductiva y nos llamaron a la Comisión por el derecho al aborto para conocer nuestra opinión sobre el mismo. En la ronda de intervenciones de los partidos políticos de la Cámara, después de la intervención de nuestras colegas, el del PSN no tenía mucho que oponer y quiso apostillar con dos pequeñas críticas, en sus propias palabras. Señaló, con énfasis, que echaba de menos que en nuestra comparecencia no se hubiese respetado la paridad, pues sólo había mujeres. Él pensaba que esto del aborto era una cosa que también les afecta a los hombres. O sea, no había pillado lo de «nosotras parimos, nosotras decidimos». Este a repetir desde primero de leer y juntar letras.
Y llegamos a nuestra última consigna favorita. «El miedo va a cambiar de bando». No es nuestra ya sé, no quiero aparecer como oportunista. Pero para nosotras sí es oportuna y oportunísima, que es distinto.
Este año en Euskal Herria ha triunfado como preludio y como componente de las fiestas populares o de los eventos festivos. En estos casos va acompañada de vestimentas de negro -entramos también en relación con las mujeres de negro y otros grupos de mujeres pacifistas que con este color visibilizan la barbarie de las guerras-. Las caras y cabezas van cubiertas -nos acordamos de las mujeres zapatistas, que querían visibilizarse ocultando el rostro- pues es un hacer colectivo donde la cara no define. Somos solo mujeres, como personas que sufrimos las agresiones sexistas, en primera persona, singular y plural, por parte de los hombres. Portamos unas antorchas encendidas que hacen pasillo al cortejo inicial, como rindiendo honor al mismo y señalando el círculo sagrado del colectivo de mujeres a las que nadie va a osar tocar. Puede tener más lecturas la parafernalia, y las tiene. Sin duda, el resultado es un reforzamiento del colectivo, también de forma individual. Es una aparición colectiva también amenazante: ni a mi ni a ninguna otra, si tocan a una nos tocan a todas….
Estamos hartas de tantas agresiones. No nos dejan vivir, y además nos matan. ¿Cuántas este año? ¿Cuántas este mes? ¿Por qué no hay reacción? ¿Cuántos días de luto por esta masacre con cuentagotas?
Sí, el miedo va a cambiar de bando. Lo que quiere decir que nosotras ya no lo queremos. Lo vamos a enfrentar y lo vamos a expulsar de nuestras filas. De hecho ya lo estamos haciendo. Esperemos que a vosotros hombres, que queréis hacer algo solidario, no os coja en medio. Esto no es una amenaza, es un puente para que os situéis en el bando adecuado. Que es el bando de quien no produce miedo. Y de quien combate la agresión directamente. Quien insista en seguir agrediendo a las mujeres, y se aferre a su situación de privilegio y poder patriarcal, ya puede empezar a tener miedo: el miedo a nuestra revolución feminista que terminará desbancándole de su estatus de cabrón agresor.
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