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Los cristianos contraatacan

Manual del apologeta católico

Fuentes: Rebelión

Ha caído en mis manos el libro The Godless Delusion, recientemente publicado en EEUU. El título, de difícil traducción, alude directamente a The God Delusion, (El espejismo de Dios) de Richard Dawkins; sería pues algo así como «El espejismo de los ateos». Los autores, Patrick Madrid y Kenneth Hensley, son teólogos católicos que quieren ayudar […]

Ha caído en mis manos el libro The Godless Delusion, recientemente publicado en EEUU. El título, de difícil traducción, alude directamente a The God Delusion, (El espejismo de Dios) de Richard Dawkins; sería pues algo así como «El espejismo de los ateos». Los autores, Patrick Madrid y Kenneth Hensley, son teólogos católicos que quieren ayudar a los creyentes a defenderse del proselitismo ateísta, y lo hacen con un libro honesto, bien escrito y documentado.

En el primer capítulo se esboza, en grandes líneas, el estado actual de la creencia religiosa. El ateísmo no es un fenómeno nuevo, existe desde hace muchísimo tiempo, pero ha cobrado fuerza en el último siglo y medio y sobre todo en los últimos diez años. Muchos cristianos se ven desvalidos ante los argumentos de los ateos y algunos llegan a perder la fe. 30 millones de ciudadanos estadounidenses se declaran agnósticos o ateos; los autores advierten de que si éstos actuaran como un grupo coherente, podrían infligir un gran daño a la sociedad. Lo que les parece especialmente preocupante es el gran número de ateos presente en el ámbito universitario y, en general, en el educativo, con un porcentaje elevadísimo entre los biólogos. Estos han conseguido que una visión del mundo esencialmente atea emerja, de facto, como visión universalmente aceptada, un factor que contribuye a que cada vez más jóvenes cuestionen la existencia de Dios.

Asolados por este panorama, los autores dedican las siguientes 180 páginas a poner en manos de los cristianos unos recursos intelectuales para hacer frente a los argumentos de los ateos. Para comenzar, se pretende exponer lo que ellos llaman «la mentira del ateísmo naturalista», echando mano de conceptos creacionistas, que van desde una variante del argumento del relojero (en torno a la autoría de un libro) hasta la idea de que un universo sin Dios es ininteligible. Llegan al extremo de equiparar el ateísmo con la negación de la fuerza de la gravedad. Los argumentos no se sostienen, pero están vertidos en un lenguaje seductor que probablemente encandilará a más de un creyente.

Las ideas creacionistas moderadas (nunca se pone fecha a la creación, ni se hacen afirmaciones que puedan contradecir los hallazgos de los paleontólogos) tienen su importancia como punto de partida, pero el grueso del ideario de la obra se centra en las cuestiones morales. El ateísmo conduce al relativismo moral, pues se carece de una base sobre la que fundamentar el sentido del bien y del mal. Sin embargo, todos, incluso los ateos, tienen un sentimiento moral. Los autores ven aquí una contradicción que hace insostenible el ateísmo, pues el sentido del bien y del mal sólo puede emanar de Dios. Pasan de este razonamiento lógico a dibujar un cuadro aterrador: un mundo gobernado por el ateísmo sería el mundo de Hitler (del que niegan que fuera cristiano), de Stalin, de Mao Ze Dong, de los Jemeres Rojos. Se afirma que los horribles crímenes cometidos por estos individuos están directamente ligados a su visión del mundo: materialista, atea.

Los autores tienen la honradez, o la inteligencia, de dejar claro que los ateos, en tanto que individuos, no son personas más inmorales que los cristiano. (Unos y otros fueron creados a imagen y semejanza de Dios.) Incluso admiten que también las instituciones cristianas han cometido actos malvados. La diferencia es que estos actos entran en contradicción con el credo cristiano. Se da a entender que los actos malvados que cometen los ateos son coherentes con su ateísmo, es decir: el cristiano es malo a pesar de su creencia religiosa, pero el ateo es malo en razón de su ateísmo.

La cuestión del bien y del mal no puede sino desembocar en un argumento que los autores admiten que es, para muchos, la forma más poderosa de refutar la existencia de Dios: si Dios es todopoderoso y todo bondad, ¿por qué existe el mal? La respuesta que dan es apelar a nuestra ignorancia: Dios podría tener razones que nosotros no conocemos. (Los caminos del Señor son inescrutables…)

A continuación, se pasa revista a las diversas formas en que los filósofos ateos (o incluso un filósofo creyente como Kant) han intentado fundamentar la moral sobre una base racional, sin apelar a la divinidad, y las rechazan con razonamientos diversos. En el capítulo titulado «El ateísmo elimina el conocimiento» se niega la idea de que la mente y todas sus manifestaciones puedan emerger en un mundo naturalista, de que la mente pueda reducirse a fenómenos químicos y físicos. El capítulo «La abolición atea del hombre» va más lejos: apoyándose en que, ciertamente, la ciencia no ha llegado a desentrañar el funcionamiento de la psique humana, los autores concluyen que conceptos como «amor», «libre albedrío» e incluso «significado» no tienen cabida en un universo sin divinidad; así pues, el ateísmo anularía lo más esencial del hombre.

Si bien el libro fracasa, como no puede ser de otra manera, en su intento de fundamentar la existencia de Dios sobre una base racional, hay que reconocerle la virtud de no caer en extremismos ni descalificaciones personales. Los autores no demonizan a los ateos, a quienes consideran tan hijos de Dios como a los creyentes. Más de un cristiano acabará la lectura con la convicción de estar ahora mejor preparado para entablar debates con los que preconizan el ateísmo. Los del otro bando nos quedamos con la impresión de que «ladran, luego cabalgamos».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.