Los años ’20 en Colombia vieron surgir en medio de las nacientes luchas obreras, los jóvenes sindicatos y los embates contra el imperialismo yanqui, que se adueñaba de todo lo que se cruzaba en su camino, a María de los Ángeles Cano, quien sería conocida como la Flor del Trabajo. María provenía de una familia […]
Los años ’20 en Colombia vieron surgir en medio de las nacientes luchas obreras, los jóvenes sindicatos y los embates contra el imperialismo yanqui, que se adueñaba de todo lo que se cruzaba en su camino, a María de los Ángeles Cano, quien sería conocida como la Flor del Trabajo.
María provenía de una familia liberal típica, de clase media acomodada de Medellín. Sus primeros acercamientos a los trabajadores se dieron a través del deseo de lograr el acceso popular a la literatura, idea que rondaba en su cabeza desde su participación en las tertulias Cyrano, un círculo literario disidente en el que se colaba la simpatía por la joven Revolución Rusa, y reunía a los intelectuales progresistas de la Colombia de principios de siglo, que luego publicarían una revista, de la que María sería la única columnista femenina.
Las primeras actividades de María Cano son simplemente solidarias, lo que merece el nombramiento de Flor del Trabajo, una suerte de mención por su «acción social» hacia los trabajadores. Pero a partir de ese momento María inicia un camino de militancia decidida contra la explotación de la clase obrera y a favor de su organización sindical y política.
Sus primeros pasos se dan en medio de una Colombia inundada de luchas obreras, como el resto del continente, desde la resistencia heroica de los petroleros de la Tropical Oil Company de 1927 y la huelga bananera de 1928, que terminó en la Masacre de Ciénaga en 1928.
Su primera gira la realizó a los 38 años, en las zonas mineras de Segovia y Remedios, luego recorre junto a su primo, Tomás Uribe Márquez (dirigente socialista) la ruta de Medellín a Ibagué y más tarde integra la delegación que exigirá al gobierno la liberación de los presos políticos.
Ya en sus primeras giras por el país, Cano encuentra en las ideas socialistas una gran bandera que agita en los principales centros proletarios como los puertos, las plantaciones y las grandes ciudades. La sociedad conservadora rechazará con repulsión a esta gran agitadora, tanto por sus ideas revulsivas de revolución social como por ser mujer.
En 1926, María se pone al frente de la organización del Tercer Congreso Obrero, y comienza su militancia en el recién fundado Partido Socialista Revolucionario (que más tarde será el Partido Comunista). Junto al PSR, Cano, jugará un rol vital en la organización de sindicatos clandestinos, en la lucha por la libertad de los presos políticos, contra el imperialismo yanqui y el régimen conservador.
Crece una flor en el campo de las luchas obreras
En el año 1927, hartos de los abusos de la Tropical Oil Company, los trabajadores declararon una huelga, apoyada por los obreros de la Andian, los braceros de Neiva, Girardot, La Dorada, Puerto Berrío y los ferroviarios de Barranquilla. Ante la magnitud del conflicto, el gobierno conservador de Abadía Méndez ordenó disparar sobre Barranca sus cañoneras de río y encarceló a los dirigentes populares. Junto a los obreros y sus compañeros de militancia, María es encarcelada en Medellín.
Sin dudas no había peor enemigo para el Partido Conservador que las huelgas obreras plagadas de socialistas y anarquistas. Los últimos años de la década del ’20 conocen el triunfo de la huelga petrolera en 1926 y de la ferroviaria en 1927. Frente a esto la única herramienta con la que contaba la gran burguesía bogotana fue la masacre de las columnas obreras.
En 1928 comienza la huelga bananera contra la United Fruit, hito de la clase obrera colombiana, que llegaría hasta las páginas literarias de los grandes escritores nacionales como García Márquez, dejando huella en la memoria popular. Pero el embate en las plantaciones terminaría en masacre, el mismo presidente Abadía Méndez que disparó un año antes, dio la voz de mando y asesinó a sangre fría a los obreros agrícolas.
El trágico final de la huelga del ’28, una fallida insurrección de junio del año siguiente, y la mala actuación en las elecciones presidenciales de inicios de 1930, inició una discusión en el seno del PRS. María Cano, junto con Tomás Uribe e Ignacio Torres Giraldo -su compañero en esos años- fueron víctimas de la purga interna. El naciente Partido Comunista los marginó, acusándolos de «aventureros».
María continuaría su trabajo de educación obrera y de solidaridad con los conflictos, pero con un perfil bajo y ya fuera del partido.
María Cano, la Flor del Trabajo, se transformó en unas de las pioneras de la organización sindical y la agitación en mitines y huelgas. Su imagen impactó fuertemente por ser una mujer de clase media, que abandonó el futuro prometido de los barrios acomodados de Medellín para recorrer los barrios obreros arengando la revolución social. Declararse socialista en la Colombia de los años 20 tenía un precio: el ostracismo social y la miseria económica, y si se trataba de una mujer, la condena era doble.
Enfrentada a una sociedad clasista y pacata, María sólo encontró un nuevo hogar en los pueblos mineros, las plantaciones y las fábricas, en las ideas socialistas y los sindicatos. Allí ella era una flor; rebelde, revolucionaria, flor de la clase obrera colombiana.
No es difícil imaginar a María arengando en algún pueblo de Segovia, camino a Ibagué, en medio de una plantación, frente a miles de ojos, alzando su bandera, ese jirón rojo que convocaba a agitar a quienes quisieran escucharla:
«¡Compañeros, en pie! Listos a defendernos. Seamos un solo corazón, un solo brazo. ¡Cerremos filas y, adelante! Un momento de vacilación, de indolencia dará cabida a una opresión más, a nuevos yugos.
Valientes soldados de la Revolución Social, ¡en marcha! Nuestros enemigos reafirman su persecución de siglos, fortalecida hoy por regresiones infamantes. Los pechos que la lucha del trabajo ha endurecido, sean roca donde se rompan las lanzas enemigas. Ellos se organizan para destruir. Nosotros nos organizamos para construir.
El alma popular debe ser bloque de granito donde los hechos esculpan los dogmas del gran evangelio social. Cerremos filas en torno a nuestra bandera, jirón rojo, emblema de nuestra lucha cruenta, que muestra a los tiranos el proletariado hecho un solo corazón, llama encendida que lame los cimientos del monstruo y que un día no lejano le consumirá.
¡Soldados del proletariado! ¡Avanzadas de la libertad! Acudid a prestar el glorioso juramento a nuestra bandera. Defenderla es preciso del lodo que quiere salpicarla. Agitarla es preciso como vindicta ante el oprobio y la opresión.
¡Oíd mi voz que os convoca, y que esos músculos, tensos aún por el esfuerzo del trabajo, esas frentes sudorosas, esos ojos ensombrecidos por la tortura del pensar, sean oreados y fortalecidos por el hálito de libertad al ondular glorioso de nuestra bandera!
Cerremos filas. ¡Adelante!»
(Arenga de María Cano a los obreros de 1925)