La nueva política económica española, comentaba Ignacio Escolar recientemente [1], la resumió El Roto en una viñeta de sangrante actualidad: «Si no se puede devaluar la moneda, habrá que devaluar a la gente». En esas estamos, añadía. Efectivamente, en esas estamos. Paul Krugman advirtió de ello hace algunos años. Conjeturó el 20% de devaluación ciudadana. […]
La nueva política económica española, comentaba Ignacio Escolar recientemente [1], la resumió El Roto en una viñeta de sangrante actualidad: «Si no se puede devaluar la moneda, habrá que devaluar a la gente». En esas estamos, añadía.
Efectivamente, en esas estamos. Paul Krugman advirtió de ello hace algunos años. Conjeturó el 20% de devaluación ciudadana. Se quedó corto. No pretendía realizar una predicción científica. Se trataba de una indicación periodística para dar cuenta del probable escenario, un vértice más del escarnio inconmensurable.
Escolar comenta que es intención declarada del futuro primer ministro español: esta semana ha pedido a los sindicatos -a algunos sindicatos debería haber precisado Escolar- su colaboración para que acepten rebajas en los sueldos de los trabajadores. ¿Cómo se puede colaborar sindicalmente en una atraco así en el marco en el que estamos? Incomprensiblemente, algunos dirigentes sindicales de los sindicatos mayoritarios -a veces casi oficiales- no han puesto el grito en el cielo y han hecho declaraciones muy conciliadoras. ¿Qué pueden temer más si dan un portazo y se ponen en pie de resistencia con las fuerzas que tenemos por escasas que esta sean?
Según parece, Rajoy citó en su «argumentación» la carta que envió a Zapatero el ex presidente del BCE, Jean Claude Trichet. Sabíamos, nos imaginábamos todos de qué iba: un claro chantaje, como en los duros ámbitos de la mafia. Si España quería que el BCE protegiera su deuda soberana, además de la contrarreforma antidemocrática de la Constitución (otro de los legados de la etapa «republicana» de Zapatero), Trichet exigía fuertes rebajas salariales y «un nuevo contrato a tiempo parcial para jóvenes: minitrabajos por 400 euros al mes», sin apenas derechos laborales. ¡Son lujos del pasado! En síntesis: el mundo feliz del neoliberalismo tan ansiado por personajes como Miguel Angel Fernández Ordóñez, mundo del que ellos, los suyos y sus próximos, están alejados décadas-luz. Como quería Platón, su corazón, su alma, su ser, están hecho de oro, no del bronce de la masa popularecha. Y no hay alternativas, por supuesto. O la barbarie… o la barbarie.
La propuesta, el último punto de la propuesta Trichet-MAFO-Zapatero, recuerda Escolar, está copiada de Alemania. La aprobó en 2003, cuando un gobierno roji-verde (¡qué risa tía Felisa!) regía sus destinos. Dicen ahora que es la nueva esperanza para Alemania y Europa. Con los Piratas a su lado. ¡Qué cosas!
No hay que irse al país de Goethe, Marx y Ulrike Meinhof, para encontrar «minitrabajos con minisueldos miserables». Escolar recuerda nuestro singular catálogo laboral, completado con un paro muchísimo mayor (nuestra permanente seña de identidad): el contrato de formación permite pagar durante 3 años el 75% del salario mínimo a jóvenes (¿jóvenes?) de hasta 30 años: 513 euros mensuales. ¡Un poco más de los 426 euros al mes! ¡Mecachis!
Escolar no olvida que también tenemos en España las prácticas no laborales: convenios de hasta nueve meses para personas sin experiencia por sólo 426 euros al mes.
Añado otro tipo de convenios. Todos o la gran mayoría de los estudiantes de ciclos formativos de grado y medio superior tienen que realizar una asignatura de unas 360 horas por término medio (unos cinco meses) en empresas. Se trata -se señala- que pongan en práctica sus conocimientos «teóricos». La realidad es que en un par o tres de semanas se les enseña sus tareas en la empresa -que no siempre tienen que ver directamente con la formación recibida en el ciclo- y el resto de las horas trabajan en esa misma empresa (o en otras en algunos casos) sin remuneración alguna. Aunque no conste en papeles ni en documentos (¿cómo iba a constar?), algunas empresas planifican su plantilla cubriendo un porcentaje de la misma con becarios universitarios y con estudiantes de ciclos. Bajo mano, para que estén contentos, les dan -cuando es el caso que no es siempre- unos 150 euros y, a veces, solicitan prórrogas para «completar su formación». ¡Para completar su formación!
Es el antiguo contrato de aprendizaje. Con una diferencia esencial: antes eran las empresas las que formaban y retribuían -aunque fuera muy poco- al joven trabajador. Yo mismo fui uno de estos casos en la banca del señor Pujol, el ex president, Ahora no: la formación va a cargo del sistema educativo y la práctica inicial, el trabajo realizado, no conlleva gasto empresarial alguno. ¡Por amor al arte y al empresariado emprendedor (y terror)!
Otro nudo más del ataque y la barbarie neoliberal. ¿Habrá que abonar con el tiempo alguna cantidad inicial con los ahorros familiares para poder llegar a ser un trabajador precarizado? ¿Una lucha de todos contra todos para ver quien aporta más inicialmente a las arcas de las empresas y que se queda con el premio: un alienante y mal pagado trabajo durante quince meses y tres noches?
Nota:
[1] http://www.escolar.net/MT/
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