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[Crónicas sabatinas] Más acá y por debajo de la identidad étnica sobrecargada y del soberanismo excluyente y sus sistemas afines

¿Más equivocaciones? ¿Dónde y cuándo metimos la pata hasta el fondo? (II)

Fuentes: Rebelión

Para ustedes (https://www.youtube.com/watch?v=kS709ZyZ_YU) Todo parece un largo, frío y solitario invierno. Pero no es eso, no va a ser eso. ¡Llegará el sol compañeros, compañeras! También -de nuevo- para Gloria, Martina, Patricia, Marian, Susana, Sara, Sonia y Celia, que llevan muchos días apostadas en la Puerta del Sol en huelga de hambre exigiendo, más que […]

Para ustedes (https://www.youtube.com/watch?v=kS709ZyZ_YU) Todo parece un largo, frío y solitario invierno. Pero no es eso, no va a ser eso. ¡Llegará el sol compañeros, compañeras!

También -de nuevo- para Gloria, Martina, Patricia, Marian, Susana, Sara, Sonia y Celia, que llevan muchos días apostadas en la Puerta del Sol en huelga de hambre exigiendo, más que razonablemente, que las violencias machistas se consideren una cuestión de Estado. 

  Tienen poca cosa, pero lo único que tienen son hijos (…) las ayudas son para esa gente que no saben qué es Cataluña. Solo saben decir ‘dame de comer’. (…) mi marido está cansado de dar viviendas sociales a magrebíes y gente así.

Marta Ferrusola (2001) [1]

 

Hay una correlación directa entre la ofensiva judicial que aplaudo- contra la corrupción protagonizada durante años por Convergència y la decantación del aparato del partido pujolista hacia la independencia. Si Oriol Pujol, el heredero dinástico designado para ocupar la presidencia de la Generalitat, no hubiera sido cazado por un juzgado lucense en la martingala de las ITV, hoy no estaríamos donde estamos. La estrategia de reacción ante la imputación del heredero articulada desde el pujolismo ha sido idéntica a la que se escenificó, hace 33 años, ante la crisis de Banca Catalana y la querella criminal interpuesta por la fiscalía: extrapolar un problema concreto de malas prácticas penalizadas judicialmente transformándolo en una «agresión» de Madrid contra Cataluña. La agitación del sentimiento de agravio y persecución, la movilización en la calle y un discurso mediático «ad hoc» comprado con dinero público consiguieron, entonces, «asustar» a Felipe González y al monarca  Juan Carlos I, que firmaron la «pax catalana» a cambio de impunidad… y de hacer algunos negocios juntos. Eran otros tiempos.

Jaume Reixach (2017)

(A modo de ruego y aviso: si se cansan, cosa no improbable, no cierren el texto y vayan por favor al final. Hay un manifiesto que tal vez merezca su atención. Gracias)

Si la situación fuera otra, estamos siglos-luz de ello, debería empezar esta sabatina explicando que un médico [40 años de servicio] apoya la rebelión contra los recortes sanitarios en Cataluña. Se llama Francisco Alguacil y es facultativo de cabecera en Esplugues de Llobregat, al lado de Barcelona (o explicando la ocupación de la sede de Economía el pasado martes 28 de febrero por los activistas de Marea Blanca exigiendo un incremento de plantilla en la sanidad pública que reduzca la listas de espera; o dando cuenta de la huelga, de más de una semana, de los trabajadores de cuatro centros del grupo privado Quirónsalud; o por la indemnización que Uralita tendrá que pagar a un ex trabajador de la empresa que sufrió cáncer la exposición al amianto; o comentando las «actividades» de la empresa Desokupa (una firma antidesahucios sin orden judicial); o recordándoles las 55 sesiones, ya iniciadas, del juicio Millet-CDC-Palau3%; o recordando el encausamiento de los otros tres hijos (toda la familia al pleno, siete hijos incluidos) Pujol-Ferrusola (¡y doña Marta hablaba de que los otros sólo tienen hijos!); o haciendo referencia al tema nuclear atómico en Cataluña (estamos a las puertas del 6º aniversario de Fukushima), etc). Encabeza Francisco Alguacil, decía, una insurrección, esperemos que exitosa, para revertir los ajustes sanitarios acometidos por la antigua CiU de 2010 a 2014 (Boi Ruiz, el destructor, nombrado y confirmado por Artur Mas), «ajustes» que el presupuesto de 2017 no corrige. Alguacil se ha organizado con otros 15 médicos para pedir a la Consejería de Salud que recupere financiación y saque al sistema de la UVI. La acción se ha canalizado mediante dos vías: 1. Con una triple queja formal ante el departamento que comanda Toni Comín, el Instituto Catalán de Sanidad (ICS) y la dirección de Atención Primaria (DAP) de la zona. 2. El personal del centro de atención primaria ha iniciado una recogida de firmas en la plataforma on line Change.org.

Parece que la indignación expresada por Alguacil, altavoz de muchas quejas ciudadanas, se está extendiendo a otros centros. Personal de los ambulatorios de Pubilla Casas (L’Hospitalet), Viladecans, El Prat de Llobregat y de Barcelona ciudad se han interesado por la fórmula, y preparan acciones similares.

(Si tienen alguna duda de las prácticas reales -no inventadas ni soñadas ni publicitadsa- de la sanidad pública catalana hablen con mi esposa-compañera y con su madre, una mujer trabajadora, honrada donde las haya. Les darán detalle, muchos detalles.Para más información en http://cronicaglobal.elespanol.com/vida/medico-rebelion-recortes-salud-cataluna-esplugues_68858_102.html)

Pero no puedo empezar por donde de hecho he empezado porque el tema-monotema lo abarca y cubre todo. Sigo con un «grito en el cielo», que en la tierra deben ser actos, y dos apuntes después de manifestar mi sorpresa -¿ustedes lo entienden?- tras el voto de Manuela Carmena del pasado martes en el consistorio de Madrid, coincidiendo con la derecha -¡y qué derecha!- PP-Ciudadanos.

El grito en el cielo: ¿cómo se puede admitir la aprobación por vía de urgencia y con truco, un auténtico golpe parlamentario, de una ley de desconexión antes -insisto antes– del supuesto referéndum sobre la secesión? Primero nos desconectamos, vía urgencias antidemocráticas, y luego decidimos si nos desconectamos o no. En la actual .Cat, la lógica civil-secesionista adquiere estas curiosas formas paraconsistentes. ¡Y no pasa nada, adelante, siempre adelante!

Primer apunte: no creo que a nadie le sorprenda el tono de «chulapo madrileño… o catalán» usado por Francesc Homs en su comparecencia ante el Supremo. A nadie puede sorprender tampoco las declaraciones de Mas -que ha regresado al escenario principal del que nunca había estado muy alejado- sobre el 3%convergente («es falso» ha dicho y repetido; parece que don Jordi Montull le va a desmentir en breve para salvar a su hija de la cárcel). Lo mismo, exactamente lo mismo, aunque 30 años después, de lo que sucedió con Banca Catalana y el molt ex honorable. El clan familiar sigue ubicándose en lugar destacado de las estafas y corruptelas, al lado de -o incluso superando a- Bárcenas, Blecua o Rodrigo Rato, entre muchos otros. ¡Para que luego hablen historiadores insignes de España y de Madrid como otro mundo, un mundo que nada tiene que ver con las prácticas y cosmovisiones de nuestras clases dominantes tan modernas y europeas!

Segundo apunte. Sorprende más de entrada (¿o ya no sorprende?) que el ayuntamiento de Barcelona se haya sumado -votos a favor de ERC, CiU y Barcelona en comú- con una declaración institucional al que llaman «Pacto Nacional por el Referéndum» (que, por supuesto, no es un pacto «nacional», sino un acuerdo político de una parte de un todo que no es homogéneo, un pacto que Ada Colau, cada vez más absorbida, ella y sus intelectuales orgánicos próximos, por el entramado nacional-secesionista, ya había firmado). El Ayuntamiento de la ciudad, con votos de ciudadanos (el mío por ejemplo) que ni apoyan ni tienen que ver con esa concepción secesionista-soberanista, suscribirá el manifiesto y, por si faltara algo, «se compromete a promover que otras entidades y agentes de la ciudad lo suscriban». Un dislate e, insisto, con votos robados. Nunca más por supuesto y esta vez en serio, aunque nos traguemos cinco píldoras el día de las futuras votaciones.

El que llaman proceso o procesismo sigue su marcha antidemocrática. Insisto y repito: antidemocrática. Perdieron su apuesta el 27S, lo reconocieron algunos la misma noche, hablaron antes del 55% de los votos, y sólo una ley electoral no proporcional ( inconsistentemente con sus planteamientos, la ley, una ley que les favorece, está por encima de la democracia en esta ocasión), les permite tener una muy reducida mayoría parlamentaria con el apoyo de la autodenominada izquierda radical-revolucionaria de los Países Catalanes menos Andorra y L’Aguer (quin riure!, quin riure!, ¡izquierda revolucionaria! ¡es de traca!). La última que están elaborando como señalaba antes: cambiar el reglamento interno del Parlamento para poder aprobar la ley que llaman de desconexión (antes del referéndum de desconexión!) sin margen para que pueda intervenir la oposición. Otra estafa, otra más.

Pero volvamos al tema, a los errores y meteduras de pata.

No nos equivocamos, desde luego que no, cuando vindicábamos libertad, amnistía y estatuto de autonomía (que nunca lo pensamos como un privilegio; pensábamos también en aquellos años en Galicia y en el País Vasco).

Tampoco cuando nos manifestamos una y otra vez, pocos, muy pocos, en plaza Cataluña, en Ramblas y en plaza Universidad, el día, un domingo si no recuerdo mal, en que enterramos al Txiki, asesinado el 27 de septiembre en Cerdanyola, con cuatro luchadores antifascitas más.

Tampoco nos equivocamos cuando nos escandalizamos por las torturas a las que fueron sometidos Paco Téllez y Alejo García, dos compañeros inolvidables (el segundo fallecido hace años), dos trabajadores de la construcción, dos luchadores comunistas democráticos toda su vida (tengo el orgullo de haber sido profesor de dos de los hijos del primer camarada).

Sí nos equivocamos, en cambio, otros senderos no utópicos eran transitables (aunque, hay que admitirlo, que la situación no era fácil, nada fácil), cuando aceptamos -¡menudo golpe!- los símbolos del franquismo contra los que habíamos luchado y combatido durante años y años. Es muy pero que muy difícil borrar aquellas imágenes de nuestro cerebro.

Nos equivocamos también, como dije, cuando permitimos que la Asamblea de Cataluña estuviera hegemonizada, política y culturalmente, no organizativamente, por el nacionalismo catalán. Incluso el nombre debería haberse discutido: ¿queríamos, buscábamos, una «asamblea de Cataluña» (el nombre de la secesionista ANC deriva de ahí) o aspirábamos más bien a un frente democrático amplio de todos los pueblos de España? ¿Se trataba de enfatizar, fuera como fuera, la singularidad catalana? ¿Había que remarcarla fuera como fuera? ¿No era una forma de separarnos, de diferenciarnos de otros frentes de lucha antifascista?

Tampoco acertamos cuando empezamos a aceptar las cifras interesadamente hinchadas de participantes en las manifestaciones del 11 de septiembre. No hubieron, aunque lo repitiéramos una y otra vez, un millón y medio de manifestantes el 11 de septiembre de 1977.

Nos equivocamos de nuevo cuando tomamos la iniciativa de unos pactos de progreso -o alguna designación similar- que incluían a CDC, fuerza que tratábamos con una mirada acrítica y confiada totalmente inapropiada.

No pensamos bien, incluso llegamos a rechazarla, la importancia que tuvo incluir en la Constitución de 1978 la existencia de regiones y nacion(alidades). Nos pareció nada, o menos que nada.

Volvimos a errar cuando la izquierda comunista se apoyó en sus intervenciones electorales en figuras -que llegaron a ser cabezas de lista- del nacionalismo catalán secesionista.

Nos equivocamos cuando eliminamos, más felices que un diez, la palabra «España» de los nombres algunas fuerzas de izquierda comunista. Movimiento Comunista de España -¡de España!- era un horror de horrores (lo mismo que el Partido del Trabajo de España); Moviment Comunista de Catalunya era el no va más del no va más. La Cataluña europea y democrática no tenía nada que ver con la España neofranquista.

Seguimos errando cuando no fuimos capaces de ver, de entrada e incluso al cabo de los años, la trayectoria antidemocrática y criminal, esencialmente secesionista, de las actuaciones de ETA (que no esconden ni olvidan, por supuesto, torturas, Gales, asesinados y batallones vasco-españoles que, otra parte, no justifican, no pueden justificar el asesinado de Yoyes, Hipercor y tantas otras muertes).

Erramos, en general, los militantes de la que llamábamos izquierda revolucionaria o designación afín, cuando no fuimos capaces de ver las monstruosas dimensiones poliéticas del uso de la lucha armada en los años ochenta. No sólo en el caso de ETA. El GRAPO seguía haciendo de las suyas.

No fuimos capaces de ver la corriente nacionalista antiespañola de fondo que se iba construyendo con el pujolismo y afines. No fuimos tampoco capaces de ver la importancia esencial -con tintes religiosos no excluidos- de la lengua catalana para el relato y la construcción nocional y ficcional del catalanismo. El catalán era mucho más que una lengua; el catalán era mucho más que el catalán. El castellano empezaba a ser, no lo había sido durante la lucha antifascista, un idioma colonizador y de colonizadores.

Nos equivocamos cuando fuimos cambiando nuestros nombres, acentos incluidos, incluso nuestros apellidos: Javier no era Javier sino Xavier, Juan no era Juan sino Joan (aunque se llamasen Juan y Javier por gusto, por decisión familiar, no por imposición del régimen fascista). Los Fernández con acento cerrado pasaron a ser Fernàndez. ¡Era més català!

Aceptamos, sin decir ni pío, que los López, los García, los Martínez, los Fernández no fueran considerados propiamente apellidos catalanes.

Aceptamos, incluso apoyamos, el disparate de la lengua propia y su consecuencia: la lengua y lenguas impropias.

Nos organizamos en fuerzas estructuradas de formas confederal o como reinos de Taifas cuando decíamos aspirar, así constaba en nuestros papeles, a la república federal de todos los pueblos españoles.

El federalismo, y la línea cultural de la II República, quedó aparcado en nuestra cosmovisión y tradición.

Aceptamos nombres tan alejados de nuestros planteamientos como Iniciativa per Catalunya. ¿Iniciativa por Cataluña? ¿No era peor incluso que el de Convergencia Democràtica no per Catalunya sino de Cataluña?

Rascándonos un poco, pensamos, lo llegamos a sentir, que Cataluña, que incluso los catalanes, éramos algo especial. Muy europeos, más listos, con más idiomas, nada que ver con los aragoneses, gallegos o andaluces.

Remarcamos, una y mil veces, que el PSUC era un partido distinto, una especie de PCI avanzado, mientras que el PCE de Madrid, o de Asturias, o de Andalucía, era poco refinado. Eran un poco brutitos, algo así como el PCP. Nada que ver con nuestra exquisitez de izquierda avanzada, muy eurocomunista.

Remarcamos tanto nuestra identidad que en los mítines de ICV con la participación de Anguita, que de calle era el dirigente con más gancho y atracción, exigimos finalizar nosotros, los dirigentes catalanes, los encuentros, aunque eso comportara que tras hablar Anguita se vaciara la mitad de la sala.

No nos enfrentamos con toda nuestra ante toda esa corriente catalanista que hablaba y continúa hablando, aunque ahora quede muy mal y lo hagan bajito, de charnegos o xarnegos, murcianos, maños, recién llegados, o catalanes de segunda.

Permitimos, fue mi caso, que nuestro abuelo asesinado pasara a ser Josep Arnau cuando su nombre era José Arnal.

Aceptamos que Els Segadors, un himno nacional y nacionalista, se convirtiera en un himno que cantábamos, puño levantado, como si fuera La Internacional. En el recuerdo de los inmolados, los asesinados en el Camp de la Bota hasta 1953, ERC hegemonizaba los encuentros permitiendo solo que se cantara els Segadors. Ni la Internacional ni el himno de la II República tenían cabida. Nosotros sin rechistar apenas.

Permitimos que algunos compañeros intentaran boicotear la Feria de Abril como no catalana, como método, decían, de castellanización de la cultura propiamente catalana. Mayte Martin o Miquel Poveda nunca han sido para ellos, propiamente, cantaores catalanes aunque fueran catalanes.

Nos equivocamos, igualmente, al confiar ingenuamente que el resultado de las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña sería favorable a fuerzas de centro izquierda (que contarían con el apoyo del PSUC) y no vimos la fuerza de CDC.

Hicimos, disparate de disparates, con dinero y el trabajo de los militantes obreros del PTE, a alguien como Heribert Barrera, un xenófobo de tomo y lomo, diputado del Parlamento en las elecciones de 1977.

Erramos de nuevo cuando, a partir de entonces, no nos dimos cuenta o incluso participábamos, en la construcción de país que encabezada y representaba Jordi Pujol. Nos hicimos casi todos pujolistas. No es exageración: en reuniones de la Comisión Política de Iniciativa de Santa Coloma de Gramenent, patums intocables de la ciudad, con un pasado antifascista que nadie cuestiona, podían afirmar, sin sonrojarse y sin protestas de casi nadie, que Jordi Pujol, el molt honorable añadían incluso, había sido y era esencial y que nos estaba salvando, a Cataluña, del desastre.

Nos volvimos a equivocar y de lleno cuando admitimos sin oposición -e incluso, hay que recordarlo, apoyándola de todas todas- la que llamaron «inmersión lingüística», olvidando lo que nosotros mismos habíamos defendido pocos años atrás: la necesidad, la conveniencia de educar a los niños y niñas en su lengua materna. Defendimos, sin pensar en otras posibilidades, negándonos a conocer otros senderos que de hecho ya existían (Aula, por ejemplo, un colegio privado-privado donde trabajé años después y donde han estudiado Artur Mas y sus hijos, tal vez ahora sus nietos, nunca ha implantado la inmersión). Argumentamos, el razonamiento fue decisivo en algunos momentos, que aprendiendo catalán los hijos de los inmigrantes, nuestros hijos, tendrían las mismas posibilidades que lo hijos de los otros catalanes, los catalanes de debò decían algunos, para encontrar trabajo. El tema adquirió tales dimensiones que, cuando años después, alguien tenía el coraje de señalar algún punto crítico, no hablemos ya de una enmienda a la totalidad, era acusado, a la carta y sin reflexión, de españolista, de fachoso o de anticatalanista (también de las tres cosas a la vez).

Volvimos a errar cuando no pusimos el grito en el cielo desde que vimos, y lo vimos pronto, que TV3 se estaba convirtiendo, de entrada y salida, en un instrumento decisivo de la inculcación ideológica del catalanismo antiespañol.

Erramos de lleno cuando nos tragamos la píldora del catalanismo popular, Josep Termes jugó ahí un papel esencial, a pesar de que historiadores como Joan-Lluís Marfany nos advirtieron una y otra vez de la falsedad e indocumentación de esa construcción político-cultural.

Nos equivocamos, nos seguimos equivocando, cuando seguimos defendiendo, tras años de avance de la lengua y la cultura en catalán, y con indudable autonomía política, el derecho de autodeterminación del pueblo catalán, al que se añadía el peligro que corría la supervivencia de la lengua propia de Cataluña.

Seguimos durante años, vuelvo a insistir, sin ser suficientemente críticos respecto a la violencia de ETA. Los crímenes del GAL, las torturas de la Guardia Civil, nos hacían confundir y tendimos a justificar (sin que fuera justificable) B con A. Ni el asesinato de Yoyes nos llegó a abrir los ojos totalmente. Ni incluso Hipercor (sin justificar, por supuesto, la nefasta actuación de la dirección comercial de la empresa).

Nos equivocamos también cuando nosotros mismos insistimos en lo que se solía llamar el «marco nacional». Incluso tras una campaña tras fraternal y tan de todos como la que protagonizamos contra la permanencia en la OTAN, con aquellos inolvidables comités antiotánicos, incluso en esas circunstancias, fuimos luego capaces de contar las cuentas y los resultados en términos de nacionalidades y decir orgullosos que el NO había triunfado en Cataluña y creo que también en el País Vasco, indicando o intentado destacar nuestra singularidad «progresista» frente a otros pueblos españoles más atrasados, mucho menos avanzados.

Nos hemos equivocado siempre o casi siempre cuando hemos jugado al victivismo y al fácil y manipulador «la culpa es de España-araña». ¿Cómo se puede sostener que la situación actual impide a los catalanes ser catalanes? Aparte de que hay muchas formas de ser o sentirse catalanes, es obvio que nada justifica hoy una afirmación a no ser que consideremos que ser catalanes, en círculo que se muerde la cola, sea ser ciudadanos de un Estado propio e independiente. Aunque parezca un imposible cultural-metafísico, la presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell, ha sostenido y sostiene esa tesis, la única de sus «reflexiones» que hemos podido entender hasta el momento.

Aquí, en .Cat, no digo que no ocurra en otras comunidades o en el conjunto de España pero me da que no tanto, la identidad nacional, sobrecargada, algo ficticia en mi opinión, nada de una identidad débil y mestiza, se ubica en posiciones nunca vistas. Claudio Magris se refería en Microcosmos a la identidad nacional, lo ha señalado recientemente José Andrés Rojo, comentando que se desvaría cuando se pretende considerarla un dato natural. No afirmo que sea eso exactamente, pero, en estos momentos, esa identidad es vivida por muchos ciudadanos catalanes de ese modo o en términos afines. Nos ha costado mucho entender esta arista del polígono: muchos catalanes son, ante todo, patriotas.

Mejor dejarlo aquí; conviene no practicar el masoquismo. Pero de esos errores-lodos, estos barros, los actuales: participar en estos últimos años en manifestaciones y actos secesionistas, no romper con el discurso nacionalista-secesionista, llegar a acuerdos políticos con fuerzas como Junts pel Sí y por el 3%, reivindicar al unísono un referéndum que solo tiene sentido desde una perspectiva nacionalista. Y mil cosas más.

Lo he dejado para el final y acaso sea de lo más importante. Les hablo de un manifiesto. Por si lo estimaran conveniente (yo he firmado), por si se animan (¡anímense!) :

Los abajo firmantes, ciudadanos y ciudadanas de izquierda que vivimos, mayoritariamente, en Cataluña, nos manifestamos en contra del referéndum unilateral y, por tanto, antidemocrático de Cataluña. Estamos en contra porque lo hace sin contar con la opinión de todos los posibles afectados en el conjunto de España, legitima el derecho a la secesión de una parte, con el objetivo de construir un nuevo Estado, y además sobre la base de un nacionalismo etnicista. Pensamos, por el contrario, que nuestra lucha pasa por conseguir un Estado de Derecho que garantice por igual los derechos civiles, políticos y sociales de toda la ciudadanía, incluida, por supuesto, la catalana. Sostenemos que las declaraciones de Podemos, en la línea de lo que plantean CSQP y el nuevo partido de los «comunes» en construcción, divide a los ciudadanos y a las ciudadanas en esta lucha común y hace el juego a los nacionalistas.»

ENLACE A LA RECOGIDA DE FIRMAS: http://manifiestocontrareferendumunilateral.blogspot.com.es/

ENLACE EN FACEBOOK: https://www.facebook.com/Manifest-Manifiesto-contra-un-referendum-unilateral-868512913311177/

Tres apuntes más:

1. La vida, para las clases desfavorecidas, sigue igual: «El incendio en una vivienda de Manresa se suma a la larga lista registrada por bomberos. La semana pasada, junto con la Alianza contra la Pobreza Energética, reclamaron mecanismos para cuantificar los fuegos originados por falta de suministros» (el enlace: http://www.asec-asic.org/2017/02/28/un-hombre-en-situacion-de-pobreza-energetica-muere-en-un-incendio-en-su-casa/)

2. Si quieren ponerse de los nervios pueden leer una entrevista reciente (http://www.elnacional.cat/ca/politica/javier-perez-royo-el-referendum-a-catalunya-es-inevitable_139839_102.html) con Javier Pérez Royo (¡quién la he visto y quién le ve!). Un ejemplo, la primera pregunta: el entrevistador, David González, plenamente identificado con la causa secesionista, comenta: «El fiscal superior de Catalunya ha presentado una querella, la segunda, contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y tres miembros de la Mesa, por haber permitido votaciones sobre el referéndum. En cambio, ha excluido a un cuarto miembro, el diputado Joan Josep Nuet, por su trayectoria política, favorable al derecho a decidir, pero contrario a la independencia. Como jurista, ¿cómo lo interpreta?«. Remarco: como jurista cuál es su interpretación. La siguiente:

«Políticamente se entiende perfectamente. Ellos lo que quieren es dividir: quién está a favor de la independencia y quién está en contra. A unos y a otros no los mete en el mismo saco, pues se trata de proceder por la vía penal. Si amplían el ámbito de la persecución penal, la cosa se les complica muchísimo. Lo han limitado a quienes defienden la independencia, pero si entran ya en el espacio de Podemos, el riesgo de que la operación se les escape de las manos es mucho mayor. Han realizado un doble juicio de intenciones: a unos les dicen «sois lo que sois y voy contra vosotros [independentistas]», y al otro le exoneran de responsabilidades: «usted ha hecho eso, pero no sabía que estaba haciéndolo»…

Pues si todo lo que se entiende perfectamente se entiende así, ¡vamos apañados! Uno duda si JPR sabe en este caso de que esté hablando. Nuet, a quien seguramente no sitúa bien políticamente el señor catedrático, el traductor de los Grundrisse, no es contrario a la independencia. Está, él y su grupo, las partes mayoritarias de los restos de EUiA, por el derecho a dividir, amparándose en una lectura incomprensible del derecho de autodeterminación de los pueblos oprimidos y colonizados, y en más de diez ocasiones -por no decir doscientas- se le había visto -se ha dejado ver- emocionado, en primera o segunda fila, en actos secesionistas. Así que, contrario a la independencia, nada de nada. Como él mismo dice, es de Reus, y es un político profesional de ambición ilimitada y sin muchos miramientos poliéticos (lo he sufrido en mis propias carnes). Debe llevar 30 años como político profesional (¿cuántos años ha trabajado?) y acumulando cada vez más cargos: diputado en el Parlamento catalán, miembro de la mesa del Parlamento, secretario general del PCC, coordinador general de EUiA, ex senador… y más «premios» que se me escapan. Eso sí, de puertas hacia fuera está por la renovación de la política y por la renovación de los cargos y líderes. ¡Menuda cara!

3. Para que no habite nuestro olvido en un asunto que no debemos olvidar (¡recordemos Fukushima!). Una nota del Movimiento Ibérico Antinuclear en Cataluña, marzo de 2017: «Cataluña como caso radiactivo especial»:

«El 4 de febrero de 2017 el diario portugués «Público» informaba de los niveles de radiación en el río Tajo debido a la actividad de Almaraz.


E l 15 de marzo de 2016 algunos medios de EE.UU. informaban de la detección de vertidos de productos radiactivos de dos reactores nucleares, en Nueva York y Miami. En el caso de Portugal se trató de una denuncia; en los Estados Unidos las autoridades reaccionaron contra las centrales; mientras los propietarios de los reactores implicados declinaban hacer declaraciones.

En Cataluña en casos como estos la industria nuclear contará con un recurso único, una vez aprobado el Capítulo séptimo de la Ley de presupuestos 2017 del gobierno PDECAT-ERC. Los propietarios de Ascó o Vandellós podrán declarar que ya pagan un impuesto por nuestra contaminación radiactiva, y que los problemas de salud que se puedan dar son competencia de la administración sanitaria . Aún no hay fecha de aprobación definitiva de los presupuestos 2017. Aún hay tiempo para que los representantes políticos sepan que nuestra salud no es una mercancía para negociar entre ellos y la industria nuclear. Apoya el MANIFIESTO donde se pide la retirada del Capítulo séptimo de la Ley de presupuestos. Ya contamos con más de 800 personas. Lo haremos llegar a todos los grupos políticos que forman el Parlamento antes de que procedan a la votación».

¿Otro Manifiesto? Otro manifiesto. Apóyenlo si pueden por favor. Vale la pena. Es justo y razonable hacerlo… y no es parte del tema-monotema-división-del-pueblo-de-Cataluña.

Nota:

1) Tomado de Francesc Valls, «El seny y los refugiados» (El País, 26 de febrero de 2017). Un paso complementario que vale la pena y muerde en lo sabido: «El eslogan electoral de la federación nacionalista [CiU, elecciones 2007] avalaba esa carta de ruta. En los carteles, Duran, con cara grave, advertía de un incontrovertible principio físico: «aquí no hi cap tothom» (aquí no cabe todo el mundo). Esa tesis la debía compartir por entonces su todavía compañero de partido Josep Maria Vila d’Abadal, primer presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) y a la sazón alcalde de Vic. Convertido ahora en un independentista tout court, Vila d’Abadal estaba dispuesto en 2010 a cooperar con las fuerzas de ocupación para denunciar a todos los inmigrantes en situación ilegal que pretendieran inscribirse en el padrón municipal. La medida tenía como objetivo condenar a los trabajadores extranjeros y a sus familias a no poder acceder a la sanidad y la educación».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.