La pregunta que se hicieron los rusos en 1917 no era, pues, ni artificial ni el curioso producto de su pretendido «mesianismo», ni particular de las circunstancias del país. Se trata de una pregunta que se sigue planteando a la humanidad entera. Samir Amin (2015) Pero para salir del ámbito de la política contada […]
La pregunta que se hicieron los rusos en 1917 no era, pues, ni artificial ni el curioso producto de su pretendido «mesianismo», ni particular de las circunstancias del país. Se trata de una pregunta que se sigue planteando a la humanidad entera.
Samir Amin (2015)
Pero para salir del ámbito de la política contada a los niños hay que decir también otra verdad: además del comunismo del poder y de la autoridad ha habido en el siglo XX el comunismo del ideal libertario y de la resistencia. Lo dijo una pobre viejecita del pueblo de Ziugánov: «Eran honrados y justos. Hicieron algo por nosotros, por nuestra gente». Respeto esta opinión. Tanto o más que la opinión de aquellos otros que hoy ironizan sobre las contradicciones del pueblo ruso a la hora de votar. ¿Y las nuestras? ¿De qué reírnos? ¿Votamos nosotros sin contradicción? ¿Sabemos acaso nosotros lo que hubiera sido de nosotros mismos y de nuestros hijos sin el sacrificio de los comunistas en la época de Mussolini; o en la época de Hitler; o en la época de Salazar y de Franco? [la cursiva es mía]
Francisco Fernández Buey (1996)
Estábamos en la caracterización de Moshe Lewin [ML] del bolchevismo. Nos hemos situado en las página 375-385 de su libro, los dos últimos apartados del capítulo XXI: «Atraso y recaída».
Este modus operandi, era nuestro último apunte, característico de la tradición bolchevique, «siguió vigente después de la revolución». Lenin, comenta ML, «siempre actuaba ciñéndose a los procedimientos del Partido: discutía y protestaba acaloradamente, pero aceptaba que se votaran todas las decisiones importantes, como mandaban los estatutos del Partido, aunque no solía perder las votaciones». En síntesis: era un líder político, no un déspota. La diferencia es importante. Por si hubiera dudas -de nuevo ML quien toma la palabra-: «era el líder principal de su Partido, no su propietario».
Las discusiones podían versar sobre cualquier cuestión, no se detenían en la superficie.
Se nos brindan algunos ejemplos de los temas que se trataban en los órganos del Partido y en público. Los siguientes: «Gracias a la publicación de las actas del Comité Central desde agosto de 1917 hasta febrero de 1918, tenemos constancia de las discusiones acerca de la idoneidad de hacerse con el poder en 1917 y de si había que buscar aliados o no». Nada menos. Hacerse con el poder, buscar aliados,…
Otro ejemplo importante: «en diciembre de 1920, Osinski-Obolenski, un líder de la corriente opositora «centralista democrática», publicó un artículo en Pravda. El Partido aún estaba militarizado y el autor del texto estaba desplazado en el frente». Sin embargo, prosigue ML, la victoria parecía ya segura y «Osinski creía que había llegado el momento de abordar algunos problemas inminentes, como por ejemplo resucitar el Partido como organización política una vez hubiera concluido la fase militar». Proponía, en este sentido, «unas normas constitucionales que permitieran que la mayoría sacara adelante las medidas políticas que creyeran adecuadas, al tiempo que la minoría vería garantizado el derecho a la crítica y a hacerse con las riendas de la situación si la línea anterior fracasaba». De no ser así, concluía, «en lo que podemos leer como un aviso tanto a la cúpula como a la militancia, el Partido sucumbiría como organización política». Más aún señala ML: «Aunque la escasez de papel solía reducir el principal periódico del Partido a una sola hoja, Pravda publicó el artículo».
No parece que pueda hablarse de una organización dictatorial en sus procedimientos.
Otro ejemplo más de estos debates sobre asuntos importantes: «el análisis del golpe frustrado en Varsovia, que tuvo lugar durante una conferencia del Partido a finales de 1920». Una parte de las discusiones, señala ML, se celebraron a puerta cerrada, y por lo tanto no hay actas, «pero la otra parte fue pública y ahí un líder del Partido como Radek pudo burlarse de Lenin, y así lo confirman los documentos, con frases como «Te lo advertimos». Junto con otros dirigentes, había afirmado que los obreros polacos se opondrían a las tropas rusas y que la contraofensiva sobre Varsovia era un error».
ML desconoce quiénes fueron los instigadores de la aventura polaca, «pero Lenin dio su respaldo a la idea con la esperanza de espolear a la izquierda alemana. No cabe duda de que los comentarios hostiles de Radek no le hicieron ninguna gracia, pero no tenía más remedio que escucharlos». Plantando cara pues, sin callarse, sin enmudecer, sin miedo a las represalias. También Trotsky «se opuso a la operación -de ahí tal vez el plural de Radek-, y así lo manifestó en el XI Congreso del Partido, sin que nadie le contradijera, una reacción totalmente aceptada en aquellos años».
En síntesis: el sector más izquierdista del Partido, por decirlo de algún modo, el que estaba en contra de la «operación polaca», hacía acertado y Lenin se había equivocado. Y de mucho. Pero no se desencadenó ninguna caza de brujas a pesar de las críticas nada amables. «El líder» podía ser refutado y criticado. No había represalias.
También se trataban en público o en la prensa del Partido asuntos de calado «como se puede comprobar en las actas de los congresos y de las conferencias del Partido». Lenin no era el único, desde luego, que reaccionaba ante los problemas que afectaban al colectivo bolchevique. «Su organización era pobre a pesar de estar en el gobierno, y era plenamente consciente de sus puntos débiles y del bajo nivel de los cuadros y de la prensa, aunque también se resentía de la proliferación de disputas internas y «camarillas», especialmente entre los jerarcas locales y centrales». Uno de los retos más importantes a los que debían enfrentarse, tampoco ha sido la única vez, «era el abismo cada vez mayor en términos de poder y de privilegios que separaba a quienes formaban parte de la cúpula y a los militantes de base, un fenómeno especialmente inquietante en un Partido igualitario de «camaradas», tipos que en su mayoría rayaban la pobreza».
El problema, el importante problema, «se abordó abiertamente en las organizaciones y en la prensa del Partido», y la dirección -Lewin o el traductor usan la palabra «cúpula»-, consciente del grado de malestar, trató de buscar una solución. No cabía otra posibilidad.
Pero no fueron las quejas de la base la única voz discordante «que debía soportar una cúpula en ocasiones reticente a ello», ya que los dirigentes también planteaban problemas sociales y políticos y los discutían abiertamente, señalando los peligros a los que estaba expuesto el Partido.
Sirva como ejemplo la reflexión de Zinoviev, un miembro del Politburó, en el XI Congreso. Poco antes, recuerda ML, «Lenin había hecho sonar las alarmas al referirse a la desaparición de la «clase obrera» durante y después de la guerra civil». Según Zinoviev, «el problema era otro, ya que la clase obrera se estaba redefiniendo, abandonaba el campo, donde había buscado refugio, y se mostraba dispuesta a enrolarse en el Partido». Lo que le preocupaba realmente era el ingreso en el partido «de proletarios sin formación y la existencia de un número cada vez mayor de miembros procedentes de otras clases. Zinoviev se mostraba partidario de suspender temporalmente las admisiones para exorcizar el peligroso fantasma de un proceso de degeneración, algo así como un Termidor desde dentro». El calificativo es suyo comenta ML y añade: «En un gesto impensable unos años atrás, Zinoviev citó los argumentos de los mencheviques emigrados, que veían este escenario como una posibilidad inminente».
El aumento de las diferencias sociales en el seno del Partido, como consecuencia de la llegada de nuevos miembros, prosigue ML, «daba pie a la aparición de diferentes tendencias políticas e ideológicas, una tesis defendida por David Dallin
Zinoviev, señala ML, hizo alusión a estas reflexiones, como se puede leer en las actas del congreso. «Dallin se burlaba de la idea ingenua de que una purga, en el sentido tradicional de la expulsión del Partido, pudiera alterar lo más mínimo la situación cuando se enfrentaba a la expresión inevitable de las fuerzas centrífugas de una sociedad, y Zinoviev no parecía estar del todo en desacuerdo con estas palabras». El mismo Zinoviev «afirmó estar convencido de que «hay, de hecho, un proceso molecular en el Partido que no es tan sólo el reflejo de las luchas internas, sino que recoge todo cuanto sucede en el país en un sentido más amplio, todo el abanico de la lucha de clases que estamos viviendo». Toda suerte de elementos ajenos al mundo proletario se introducían en el Partido, pero el dirigente no perdía la esperanza de que el «núcleo proletario» perviviera, mantuviera con vida el compromiso ideológico inicial del Partido y evitara que los elementos extraños se hicieran con el poder».
Zinoviev también afirmó que, en aquella tesitura, «preservar la democracia proletaria tendría una influencia positiva en la vida del Partido». La «oposición proletaria», recuerda ML, «formada por los líderes del sindicato del Partido, lamentaba la ausencia de democracia y convirtió esta reclamación en uno de los aspectos centrales de una lista de peticiones. Llegaba incluso a reclamar que la «democracia proletaria» se viera reforzada con la purga de los elementos administrativos y el silencio impuesto a la intelligentsia, un método más bien problemático para crear un partido viable». La cúpula, con palabras de ML, «no consideraba aceptables estas posiciones, puesto que el nivel cultural y la conciencia de clase de los trabajadores era, por aquel entonces, demasiado débil para basar en ellos la construcción del Partido».
De hecho, el Partido bolchevique, en opinión de ML, «carecía de respuestas a corto plazo para todas estas preguntas. Lo único que podía hacer era implantar la NPE sin perder el control del proceso, mejorar su trabajo y el de su aparato administrativo e iniciar una tarea educativa a largo plazo al tiempo que purgaba a los elementos sospechosos».
Estas medidas hicieron que aumentara el centralismo y el autoritarismo. Cualesquiera que fueran las buenas intenciones que había detrás de todas estas decisiones «los objetivos democráticos eran evidentemente inalcanzables incluso en el seno del Partido. Con todo, la vieja guardia seguía confiando en mantener con vida el espíritu democrático y el modus operandi en las altas esferas». Remarco: la vieja guardia bolchevique, los miembros de la vieja guardia seguían fieles al ethos prerrevolucionario (y revolucionario).
Para ellos, sostiene ML, «la pertenencia al Partido no era la vía que había de conducirles a una carrera sin sobresaltos. Se habían quemado al servicio del Partido durante la revolución y la guerra civil, y entre las ruinas que el conflicto había dejado tras de sí». La salud de muchos líderes se había resentido; los médicos les advertían de la imposibilidad de seguir al mismo ritmo. «En varios casos, fue precisa una orden del gobierno para obligarles a tomarse un respiro y a cuidarse, a menudo en Alemania o en otros lugares del extranjero». Es cierto, en todo caso, «que varios millares de personas que se enrolaron en la guerra civil no pertenecían a la vieja guardia en sentido estricto, pero eran tipos dispuestos a pagar un precio elevado por la causa».
En síntesis, de nuevo vale la pena remarcarlo, «los miembros más convencidos no se preocupaban por el poder en sí. Pertenecer al Partido era un compromiso que exigía un precio personal, no algo que fuera a suponerles una recompensa». Todos estos debates se produjeron inmediatamente antes o durante el replanteamiento radical de Lenin, «que duró mientras pudo pensar, hablar y dictar». En su última y dramática aparición, en el XI Congreso, nos recuerda ML, «criticó con vehemencia a los partidarios de los métodos autoritarios, un aspecto que aún no habíamos mencionado».
Lo mencionamos a continuación. Pero lo dejamos por ahora en este punto.
PS: Les interesará. El pasado 3 de mayo la FIM, la FEC, IUCyL y el Colectivo de Estudios Culturales Antonio Gramsci, organizaron en la Universidad de Salamanca (USAL) las jornadas «Gramsci: Un marxismo para el Siglo XXI. El pensamiento gramsciano ante el cambio social contemporáneo» en homenaje al pensador y dirigente comunista italiano en el 80 aniversario de su muerte.
Os remitimos los enlaces con los vídeos de dichas jornadas:
Mesa 1. Presentación de las jornadas y Mesa 1: el marxismo de Gramsci: https://www.youtube.com/watch?v=Y8CPyYHZyos&t=163s
Mesa 2. El concepto de hegemonía en Gramsci. https://www.youtube.com/watch?v=XJAkYiW2hdY&t=446s
Mesa 3. La concepción nacional-popular y de bloque histórico en Gramsci. https://www.youtube.com/watch?v=X8-XA0JINt0&t=36s
Mesa 4. Gramsci y el cambio social contemporáneo. https://www.youtube.com/watch?v=jzW-k0NP-tU&t=338s
Fundación de Investigaciones Marxistas. www.fim.org.es . http://www.fim.org.es/media/2/2452.pdf
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.