Una vez más, transcurrido el 28 de abril, Día Internacional de la Salud Laboral, me sorprende e irrita el olvido sindical y de las asociaciones de pensionistas o jubilados sobre el origen laboral de numerosas enfermedades respiratorias o cánceres que afectan a nuestra generación. Resultado del olvido, se pierde la oportunidad de mejorar las pensiones […]
Una vez más, transcurrido el 28 de abril, Día Internacional de la Salud Laboral, me sorprende e irrita el olvido sindical y de las asociaciones de pensionistas o jubilados sobre el origen laboral de numerosas enfermedades respiratorias o cánceres que afectan a nuestra generación. Resultado del olvido, se pierde la oportunidad de mejorar las pensiones y otras compensaciones, incluidas las de los viudos y viudas, por la vía del reconocimiento de las enfermedades profesionales.
Tal vez desconocen que las prestaciones de la Seguridad Social por enfermedad profesional no prescriben con la jubilación o ignoran que el cáncer profesional causa 10 o 20 veces más víctimas que las inadmisibles cifras de accidentes de trabajo y que estas se expresa mayoritariamente tras la jubilación.
Durante la actividad laboral en la industria siderúrgica, la construcción u otros sectores, era habitual extraer la «tinta de chipirón» de nuestras narices, resultante del ambiente de polvo, humo y tóxicos presentes en el ambiente de trabajo. Muchas de las partículas inhaladas, además de cancerígenas, dañaban los pulmones.
Nadie, por tanto, debe sorprenderse si años más tarde le diagnostican un EPOC o fibrosis pulmonar, silicosis, asbestosis o un cáncer de origen profesional. Resulta escandaloso el subregistro de enfermedades profesionales y particularmente del cáncer, si comparamos las cifras con el entorno europeo. Enfermedades cuyo origen es poco ético ocultar, con las consecuencias de ciertos hábitos de vida tóxicos (fumar, beber…)
Lamentablemente, la mayoría de los profesionales sanitarios han olvidado el consejo de B. Ramazzini, maestro de la medicina, que ya en el siglo XVII recomendaba: «Pregunta al enfermo en qué trabaja, pues probablemente en la fuente de su sustento radica la causa de su enfermedad». Igualmente incumplen la obligación de «comunicar sospecha» cuando diagnostican una enfermedad de probable origen profesional.
La fuerte presencia industrial en Euskal Herria, unida a la escasa importancia concedida a la prevención de los riesgos higiénicos y cancerígenos en los centros de trabajo, es la causa de la epidemia de enfermedades respiratorias y cánceres, cuyo mayoritario origen profesional se oculta.
Es evidente que «quien no llora, no mama». Nadie puede esperar que la Administración reconozca una enfermedad profesional con mejora de las prestaciones, si previamente no la ha reclamado con pruebas de su origen.
Centenares, probablemente, miles de pensionistas están afectados de cáncer y enfermedades profesionales de indiscutible origen profesional. Visualizarlas, lograr las prestaciones o compensaciones económicas correspondientes, además de justa compensación, es clave para evitar que se repita similar contaminación en los puestos de trabajo, así como el deterioro de la sanidad pública, al asumir unos costes sanitarios que corresponden a las mutuas.
Es necesaria la reacción de las asociaciones de pensionistas y sindicales para acabar con el subregistro de las enfermedades profesionales, y mejorar sustancialmente las pensiones de los afectados o familias. Son crecientes las reclamaciones en marcha y los éxitos logrados desde CCOO y ASVIAMIE. Entre todos y todas podemos acabar con esta injusticia. Ánimo.
Jesús Uzkudun Illarramendi. Activista sindical en defensa de la Salud Laboral