Aviones eólicos, coches nucleares, biodiésel de larvas de moscas (son en gran parte grasa animal, o sea aceite combustible), barcos solares con capacidad para 2 kilómetros lineales de contenedores, fertilizantes extraídos en Marte, plásticos producidos a partir de la nada y cosas por el estilo es lo que necesitaría la economía moderna para que no […]
Aviones eólicos, coches nucleares, biodiésel de larvas de moscas (son en gran parte grasa animal, o sea aceite combustible), barcos solares con capacidad para 2 kilómetros lineales de contenedores, fertilizantes extraídos en Marte, plásticos producidos a partir de la nada y cosas por el estilo es lo que necesitaría la economía moderna para que no le reventaran las bisagras, por dos supuestos motivos: la contaminación ambiental (y no es una cuestión sólo de calentamiento global), y la crisis energética.
Pero no tenemos nada que se parezca en lo más mínimo a ninguna de esas tecnologías. El mayor electrodoméstico solar visto por el común de los mortales es una pequeña e inerte calculadora, y lleva en las tiendas décadas sin pasar de ahí, de la calculadora, no llegó ni al móvil solar. Un avión nuclear experimental se aparcó para siempre en un hangar porque era tan peligroso y pesado que no tenía la más mínima utilidad. A Franco ya le estafaron una vez (10 millones de pesetas de 1940, cuenta un historiador en un reciente libro) haciéndole creer que era posible convertir el agua del río Jarama en combustible para automoción (el estafador fue suficientemente listo para eso, pero no para evitar la avaricia de estirar la estafa demasiado tiempo, con lo que no logró escapar con el dinero y acabó con sus huesos en la cárcel). El coche que circulaba solamente con agua es el timo más repetido de la historia de la televisión. Un barco de transporte devora tantos miles de litros de fuelóleo cada hora de marcha, que necesitaría tal cantidad de electricidad, que requeriría para él sólo varios kilómetros cuadrados de placas -dije kilómetros cuadrados, varios-, cuando la más grande de las plantas solares ya instaladas en el planeta tiene solamente medio kilómetro cuadrado. Y así también con todos los inventos de alquimista de garaje que aparecen reiteradamente por la prensa no especializada.
Y bueno, aparte de todos esos inventos, mantenemos lo que tuvimos el siglo pasado: petróleo, gas, carbón, uranio y el agua de lluvia. Entre éstos, la hidráulica es la única renovable (hasta cierta cantidad, como todo), pero además de ser todas las demás finitas, encima contaminan mucho.
Lo de que contaminan tanto nos da, seamos sinceros, ahora que estamos solos dejemos la autocomplacencia un poco de lado y reconozcamos que no estamos dispuestos a contaminar menos si eso significa estrecharse el cinturón lo más mínimo. La historia reciente confirma esto; las encuestas del CIS y de muchos otros organismos y especialistas también lo confirman.
Lo que sí nos importaría, no cabe duda, es que se acabara la alta disponibilidad (y cada vez mayor para acompañar al crecimiento económico) de esas fuentes mágicas, el carbón, el petróleo, el gas y el uranio (la hidráulica está en la práctica agotada en España y no puede crecer más). Y es que volvemos al principio: esas fuentes provenientes de las entrañas de la Tierra, aparentemente no tienen hoy por hoy sustitutos posibles, sobre todo los tres combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas, que suman entre ellos el 85% de la energía que consumimos en el planeta. Sin ellos no volarían aviones, no rodarían los 8,5 vehículos por cada 10 habitantes que disfrutamos (o sufrimos, según se vea) en Menorca; no navegarían enormes buques metálicos, no habría casi nada de lo que pudiera haber aparecido en el último siglo y medio.
Vienen tiempos rarillos. Digo rarillos porque me han recomendado escribir sin alarmar. Y en esos tiempos rarillos será imprescindible que los ciudadanos corrientes seamos capaces de analizar nuestro entorno energético con tanta maña y soltura como hoy día analizamos el fútbol, en lo que cada uno de nosotros es un campeón sin parangón, y no sólo de Europa. Así de bien informados deberemos estar en el futuro inmediato para poderle sacar un mínimo de rédito a la coyuntura que se avecina, de la que empiezan a notarse las primeras manifestaciones en Occidente (en el resto del mundo llevan 30 años notando las consecuencias, pero eso es para otro artículo).
Del fútbol quizá aprendamos ciertas lecciones: el representante de un jugador no es el más indicado para vendernos sus cualidades, mejor haber analizado primero al jugador uno mismo; algunos jugadores son muy buenos para estar en el banquillo por si las moscas, pero no puedes soltarles partidos ente ros; un buen centrocampista no tiene por qué ser un buen defensa o delantero; si se hace jugar demasiado a un jugador, se cansa y no rinde… Pues con las fuentes energéticas lo mismo: ojo cuando alguien nos quiera vender una instalación fotovoltaica, ya sea para el chalet o para una instalación pública, no deberíamos creernos a pies juntillas al vendedor sin más análisis; ojo a algunas tecnologías, que sirven para encender bombillas, pero no para mover aeropuertos y sus aviones; ojo a los agrocombustibles, a ver si fuera a ser peor el remedio que la enfermedad… Necesitamos, los ciudadanos de a pie, tener claras todas estas cuestiones. De lo contrario, cuando alguien nos presenta la posibilidad de instalar, por ejemplo un campo eólico, a todo lo que somos capaces de atender es a que es feo, y no entramos en el único debate correcto: si lo necesitamos o no. Y de verdad que vamos a necesitarlos, pero eso también es para otro artículo.
Próximamente espero poder ir ampliando estos temas y aclarar las dudas que empiezan a surgir en las mentes de muchos. Lo haré con la esperanza de que al final acabemos en un punto en que deseemos arrancar el debate serio, sereno, pausado y argumentado que Menorca precisa. ¿Se acaban los combustibles fósiles? ¿Hay alternativas para ese caso o para dejar de contaminar? ¿De verdad en Brasil han encontrado tanto petróleo? ¿Por qué EEUU está enfrascada en lo que muchos creen que es una guerra por petróleo, si en Alaska otros dicen que queda muchísimo crudo? ¿Y en Siberia, no les queda a los rusos también mucho? ¿Qué hacer respecto a las nuevas modalidades de producción energética? ¿Existe de verdad algún coche que funcione con combustibles no contaminantes? ¿El coche de hidrógeno para cuándo? Y una de mis preferidas: ¿esconden quizás algo revolucionario las petroleras? Y ¿qué actividades económicas resultarían más ventajosas en el futuro, las que tenemos, otras? ¿Deberemos adaptarnos? ¿Quiénes, el sector turístico, el agrícola, el productivo? ¿A qué? ¿En qué plazos? ¿Y qué si no lo hacemos? ¿Y qué si sí? Trataremos de darles respuesta.
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Gabriel Tobar García es miembro de AEREN, Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (www.aspo-spain.org), ente que representa en España a ASPO, Association for the Study of Peak Oil and gas. ASPO celebrará su cumbre anual internacional en el WTC de Barcelona los días 20 y 21 de octubre de 2008, apoyado por ICAEN -Institut Català de l’Energia-, ISTAS -Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud- y el European Climate Forum, a la que se espera asistan entre 400 y 500 científicos, técnicos afines a la industria energética y personalidades públicas.
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