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Metáfora de la sostenibilidad

Fuentes: verdeshuesca.blogspot.com

Actualmente casi todos los partidos políticos, ONG’s, asociaciones y colectivos sociales de toda índole utilizan como bandera la sostenibilidad (o mejor que como bandera, como adjetivo a inculcar en todas las actividades que proponen). Sin embargo, había algo que no me cuadraba, no podía entender cómo es que siendo que todo el mundo está de […]

Actualmente casi todos los partidos políticos, ONG’s, asociaciones y colectivos sociales de toda índole utilizan como bandera la sostenibilidad (o mejor que como bandera, como adjetivo a inculcar en todas las actividades que proponen). Sin embargo, había algo que no me cuadraba, no podía entender cómo es que siendo que todo el mundo está de acuerdo en salvar y amar la biodiversidad, ésta se sigue degenerando y perdiendo: cambio climático, desertificación, sequías, tormentas demasiado fuertes y frecuentes, temperaturas extremas,…

La respuesta la encontré hace ya algún tiempo en una metáfora que escuché en algún sitio donde probablemente amen más la biodiversidad que en la tierra donde me ha tocado vivir (definición de biodiversidad que por supuesto incluye también al ser humano como eje principal y responsable de la misma).

Para empezar la metáfora postulamos cierta igualdad entre La Biodiversidad y una madre que da de alimentar a sus hijos (estos son los seres humanos), actualmente la sostenibilidad la podemos definir como: Sus propios hijos (el ser humano) estamos dándole una paliza a nuestra madre (la biodiversidad) pero sin dejarla morir, ya que es ella la que nos acaba dando el alimento y necesitamos de ella para vivir. Si en algún momento descubriéramos que no la necesitamos más para nuestra supervivencia, probablemente dejaríamos que se muriera, o mejor dicho, la mataríamos, la expoliaríamos más de lo que lo hacemos ahora.

La sostenibilidad no ama la naturaleza y lo único que nos detiene en nuestro camino a su destrucción es que la necesitamos y probablemente por ello jamás acabemos con ella (a pesar de muchos agoreros); parece ser que en ningún momento nos hemos planteado que formamos parte de ella, ya no sólo que subsistimos gracias a ella (que eso parece que nos ha quedado claro), sino que nuestra filogénesis, nuestros inicios son los mismos. Para amar la biodiversidad no hay que ser biólogo o saber distinguir entre un buitre y un colibrí (que no está demás), o abrazarse a los árboles,…; para amar la biodiversidad (incido en que está incluido el ser humano) hay que sentirse parte de ella, respetar, que no haya dominados ni dominadores, como el que se siente parte de una familia o de un grupo de amigos.

O empezamos a verlo así o quizás no esté en peligro la biodiversidad, pero sí que lo estará la naturaleza del ser humano.