El aire que respiran los casi 9 millones de habitantes de la Ciudad de México ya vuelve a ser, como máximo, mala durante el día, según el Índice de la Calidad del Aire de la capital; es decir, lo normal.
Imagen de la «semana gris», México.
El antes llamado Distrito Federal finalmente superó la «semana gris», que tuvo a ciudadanos y autoridades en alerta entre el 9 y el 17 de mayo por exceso de partículas finas o PM2.5 en la atmósfera. Se trata de sólidos y líquidos con un diámetro 20 veces más pequeño que el de un cabello. Aun así, son peligrosas porque pueden penetrar en los alvéolos y contribuir a enfermedades como diabetes o cáncer de pulmón.
Centenares de incendios que hubo en la zona central y sur del país causaron la crisis de las ya famosas PM2.5. Sólo en el fin de semana del 10 y 11 de marzo, la Ciudad de México declaró veinte. El humo pintó de gris el paisaje de torres urbanas de la capital, recordando los días en los que se ganó el título a la ciudad más contaminada del planeta según la ONU, en 1992. Mientras, los grupos de Whatsapp de los residentes intercambiaban informaciones de los barrios en los que olía a quemado.
Durante la «semana gris» se superó en casi 10 veces el límite máximo anual de partículas finas en la atmósfera
La jefa de gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, explicó que los incendios se habían hecho notar por las condiciones climatológicas excepcionales de este 2019, con temperaturas máximas récord (30 grados en marzo, por ejemplo), y vientos estables y pocas lluvias que no ayudaron a dispersar las partículas. Durante esa semana, se llegaron a concentrar más de 97.7 micrógramos por metro cúbico de partículas finas, es decir, casi 10 veces más del límite máximo anual que prevé la Organización Mundial de la Salud.
Tras unos días de incertidumbre, finalmente el gobierno local cerró escuelas de primaria y secundaria, restringió el tráfico y suspendió obras en las vías públicas, entre otras medidas. Mientras, en coordinación con el resto de gobiernos de la megalópolis – que además de la capital incluye a seis estados colindantes, sumando un total de casi 40 millones de habitantes – elaboraron un nuevo plan para prevenir y responder a contingencias ambientales atmosféricas , especialmente pensando en la presencia de las partículas finas.
De esta forma, la mayor zona urbana de México se preparó para afrontar una futura amenaza de esta especie de gotitas aceitosas micrométricas que, tras la semana gris, se erigieron como uno de los contaminantes más amenazantes para la salud de los capitalinos. No es para menos, hasta 32.800 muertes prematuras de 2017 se atribuyen a las PM2.5 , más del doble de las que causaron en España (13.400) pero casi 26 veces menos que las de China (851.700), según datos de un estudio elaborado por el Institute for Health Metrics and Evaluation, de la Universidad de Washington, y el Health Effects Institute.
Hoy las PM2.5 han desaparecido de las portadas de los periódicos y de las preocupaciones de los ciudadanos, pero ¿hasta cuándo?
Un grupo de jóvenes porta una pancarta para exigir «aire limpio».
¿Cuánto sabemos de lo que pasa en el aire?
Las nuevas medidas para afrontar el exceso de las PM2.5 restringen la actividad de la industria , la actividad comercial, de los ciudadanos, y del gobierno. Entre ellas hay las que prohíben las quemas a cielo abierto o las actividades que emiten polvo de las vialidades pavimentadas, como la obra pública, porque ambas actividades son de las principales fuentes de PM2.5 en la capital. Junto con ellas, están las que afectan a la movilidad.
El tráfico suele ser lo primero que se restringe cuando hay exceso de contaminantes en el atmósfera. De hecho, a principios de junio el Gobierno de la capital presentó un plan para reducir las emisiones del transporte que prevé, entre otras, aumentar las líneas de transporte público o reservar vías sólo para coches compartidos.
Los vehículos que circulan en la zona metropolitana recorren una distancia diaria equivalente a casi 5.932 vueltas a la Tierra
Estas medidas se entienden con un par de datos: los vehículos que circulan en la zona metropolitana recorren una distancia diaria equivalente a casi 5.932 vueltas a la Tierra , explica el Gobierno de la Ciudad de México en su página web. Se explica, en parte, porque aproximadamente 1,14 millones de hogares viajan en vehículo particular y la media de ocupantes por auto es de 1,5 personas. Pero tanto el plan de prevención como el de reducción de emisiones por movilidad, ¿qué tan efectivos serán?
«Lo que más me preocupa es que no hay un diagnóstico científico actualizado de cómo está reaccionando la atmósfera y de cómo el crecimiento urbano ha modificado la meteorología loca, y con ello, el comportamiento de la contaminación en el aire», explica el experto en ciencias de la atmósfera del Singapore-MIT Alliance for Research and Technology, Erick Velasco.
Éste mexicano lleva tiempo señalando que las mediadas medioambientales de México son lo mismo que una moneda echada al aire. Primero, porque la observancia de la norma en México puede llegar a ser anecdótica. Un estudio de 2015 calculó que en un 80% de los centros donde se realizaban las pruebas había corrupción y que un 10% de los propietarios de coches ofrecían mordidas para que les aprobaran los tests. Y segundo, porque los conocimientos científico-técnicos en que se basan están ya desfasados.
Según explica, lo que se sabe del comportamiento atmosférico de la capital proviene de un estudio de 2006 conocido como MILAGRO, por sus siglas en inglés (Megacity Initiative: Local and Global Research Observations). «Desde entonces que no se ha vuelto a hacer un estudio de estas dimensiones, seguimos con la ciencia de hace más de una década», añade.
Esta ignorancia sobre los procesos físicos y químicos que se producen en el aire cobra especial relevancia en un país en el que la vida en la calle es parte de la cultura: «En un estudio reciente, pendiente de publicar, encontramos que una de las mayores fuentes de contaminantes en la Ciudad de México son los puestos de comida informal , en particular, los de sopes, quesadillas y tamales fritos», explica Velasco.
Los ciudadanos usan mascarillas para evitar respirar el aire contaminado.
Necesitamos ciencia hecha política
Cual si hubiese oído las críticas del investigador del MIT, el nuevo titular de la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del gobierno federal, Víctor Manuel Toledo, habló de « fundamentar técnicamente las decisiones y las acciones » de sus políticas, en el discurso de toma de posesión del cargo del pasado viernes. El biólogo se puso al frente de la secretaría después de que la anterior titular dimitiese por haber retrasado un vuelo comercial durante 38 minutos.
Mientras, el único premio Nobel del país, el químico Mario Molina, está asesorando al gobierno de la capital en la elaboración del nuevo programa para mejorar la calidad del aire, que entrará en vigor a partir de 2021.
El experto ha defendido en varias ocasiones la necesidad de poner más atención a las partículas pequeñas que, según dice, hasta ahora se las había ignorado porque no se disponía de la tecnología necesaria para medirlas . En sus apariciones públicas, Molina se esfuerza en concienciar a los mexicanos de la necesidad de invertir en medidas a largo plazo para reducir la contaminación y minimizar los efectos del cambio climático. En más de una ocasión ha recomendado al gobierno capitalino cobrar por utilizar el vehículo en la ciudad, regular el transporte de carga e invertir en transporte público de calidad.
La incertidumbre y la impotencia que provocaron los días grises de mayo llevaron a ciudadanos y autoridades a pedir ayuda a Tláloc, deidad prehispánica de la lluvia. Como en tiempos remotos, en los que a falta de ciencia, se encomendaron a los dioses para encontrar respuestas a lo desconocido.