Ya pasaron tres años desde que Brahima Ouédraogo, un agricultor de Burkina Faso, llegó con su familia a una aldea de la sudoccidental región de Tabou, en Costa de Marfil, buscando tierra arable. Al comienzo, los residentes de Klotou les dieron una cálida bienvenida. Pero esta amabilidad se desvaneció poco a poco. Algunos hoy desean […]
Ya pasaron tres años desde que Brahima Ouédraogo, un agricultor de Burkina Faso, llegó con su familia a una aldea de la sudoccidental región de Tabou, en Costa de Marfil, buscando tierra arable.
Al comienzo, los residentes de Klotou les dieron una cálida bienvenida. Pero esta amabilidad se desvaneció poco a poco. Algunos hoy desean que Ouédraogo y su familia se vayan.
«Cuando uno ingresa a nuestros bosques, ve que todos ellos son usados por los inmigrantes sin ninguna preocupación por preservar el ambiente», dijo Marc Kallé, que vive en la aldea de Klotou.
Kallé se queja de que los agricultores de Burkina Faso y de otros países de África occidental instalaron campamentos en los bosques de Costa de Marfil y encendieron fogatas. «En estas condiciones, en pocos años probablemente no quedará nada. Aquí no hay más tierra para compartir. Llegado el momento oportuno, a cada uno se le pedirá que se vaya a su casa».
Este tipo de enojo y resentimiento ya surgió en ocasiones previas, suscitando enfrentamientos mortales.
El más grave de todos ocurrió en 1999, cuando fallecieron alrededor de 50 personas en la localidad de Tabou, y miembros de las etnias lobi y dagaré, de Burkina Faso, fueron forzados a escapar por parte de indígenas kroumens.
Confrontaciones similares tuvieron lugar a mediados de 2005 en la occidental región marfileña de Duékoué, con alrededor de 10 muertos y el desplazamiento de unas 10.000 personas.
En los últimos meses, la situación en Tabou volvió a ponerse tensa, con el regreso de personas no nativas del área.
Los enfrentamientos entre indígenas e inmigrantes en Duékoué también aumentaron en los últimos dos meses. Ya hubo docenas de asesinados, varios heridos y miles de desplazados, según Youssouf Omar, coordinador humanitario interino para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la meridional ciudad de Abidján, centro comercial de Costa de Marfil.
«La principal causa de estos conflictos sigue siendo el problema de la tierra para cultivar», dijo Omar a IPS.
Actualmente, fuerzas de la ONU ayudan a patrullar una zona de exclusión entre el norte de Costa de Marfil, dominado por rebeldes, y el sur controlado por el gobierno. El país quedó dividido así tras un golpe de Estado fallido en septiembre de 2002.
A través del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y entidades similares, el foro mundial también realiza trabajo humanitario en comunidades vulnerables, tanto entre indígenas como entre inmigrantes.
Por su parte, los inmigrantes intentan aplacar la situación.
«Les estamos pidiendo a nuestros hermanos marfileños que comprendan que ya no tenemos más tierra que cultivar en casa. Allí la sequía es permanente y el suelo siempre está seco. Es por esto que vinimos al sur. Aquí tenemos tierra fértil y buenas lluvias», explicó Issouf Sawadogo, uno de los líderes de la comunidad de Burkina Faso en Tabou.
Tras un duro día de trabajo, Ouédraogo, con su cuerpo empapado de transpiración, descansa en una cabaña construida en el campo donde cultiva cocoa.
«El año pasado, con lluvias regulares, la producción superó mis expectativas», dijo a IPS. «Obtuve 3,4 toneladas de cocoa por hectárea, dos toneladas de arroz y lo mismo de maíz, lo suficiente para pagar la escolaridad de mis hijos y alimentar a mi familia durante todo el año».
Estadísticas del gobierno indican que hay más de 200.000 inmigrantes de África occidental que residen en la zona sudoccidental de Costa de Marfil.
«En su mayoría viven del cultivo de cocoa y de otros alimentos», señaló a IPS Bruno Yao Kouassi Essé, un funcionario de la occidental localidad marfileña de Grand-Béréby. Se estima que alrededor de 100 familias llegan cada año a esta región.
Según el Ministerio de Ambiente, el área forestada de este país africano disminuyó de 10 millones a tres millones de hectáreas entre 1988 y 2005. Hasta 1984, la deforestación en Costa de Marfil era de alrededor de 2,5 por ciento anual, pero luego del inicio de los cultivos de cocoa y café aumentó a 11 por ciento anual.
Pero no se puede culpar solamente a la inmigración de otros países, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). Esta agencia indica que la llegada de personas del norte del propio Costa de Marfil es también causa de gran parte de la explotación de los bosques.
En esto coincide Amigos del Bosque (Amifor, por sus siglas en francés). Esta organización no gubernamental con sede en Yamoussoukro señaló que las áreas septentrionales se volvieron improductivas, y alertó que el sur experimentará una desertificación similar si no se intensifican las políticas de reforestación.
Etienne Guéhi, especialista en administración y evaluación ambiental en la Universidad de Abobo Adjamé en Abidján, dijo que las personas que intentan sobrevivir en la zona tienen ciertas prácticas que agravan la desertificación: talan árboles para hacer plantaciones y cultivan lo mismo en las mismas tierras año tras año, nunca dándoles a los campos el tiempo necesario para recuperarse.
Más allá de la supervivencia, si no se pone fin a la elevada proporción de inmigración y a la destrucción de bosques, la desertificación continuará ganando terreno en Costa de Marfil, opinó Innocent Kra Kouadio, presidente de Amigos del Bosque.