Las mujeres cineastas han recorrido un largo camino para ganar un espacio propio en la filmografía de América Latina, según demostró la recién concluida edición 29 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Sólo en la categoría más cotizada del evento, la de los largometrajes de ficción, mujeres de Brasil, Argentina y […]
Las mujeres cineastas han recorrido un largo camino para ganar un espacio propio en la filmografía de América Latina, según demostró la recién concluida edición 29 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Sólo en la categoría más cotizada del evento, la de los largometrajes de ficción, mujeres de Brasil, Argentina y Venezuela capitanearon interesantes proyectos.
Pero fue una cinta inscrita para competir como Ópera Prima, de las cinco dirigidas por mujeres en esta categoría, la que atrajo, sin dudas, mayor atención de la crítica y el público.
Coproducida entre Argentina, Francia y España, XXY, de Lucía Puenzo, hija del también director Luis Puenzo (La historia oficial), plantea los conflictos vividos por Alex, una adolescente con genitales femeninos y masculinos.
Interpretada muy convincentemente por Inés Efrón, Alex, consciente de su complejidad física, debe enfrentarse al mundo que la considera una extraña y tomar sus propias decisiones.
La realizadora llegó al Festival con notorias experiencias en la literatura y la televisión y con definiciones claras sobre las interrogantes que plantea su película.
«En la antigüedad clásica se representaba al intersexual como un plusválido: un todo, un conjunto que multiplicaba el goce y la atracción. Pero con el correr del tiempo se transformó paulatinamente en un minusválido», declaró Puenzo a la prensa local.
«¿Por qué antes se les ponía en un lugar de riqueza y hoy se considera que deben ser castrados y enmarcados en un sistema binario de hombres y mujeres?», se preguntó.
Argentina también aportó tres de los filmes dirigidos por mujeres que compitieron por el galardón más cotizado, el de largo de ficción: Anahí Berneri, con Encarnación; Sandra Gugliota, con Las vidas posibles y Ana Katz, con La novia errante.
Otra propuesta femenina de lujo fue el también largometraje de ficción Postales de Leningrado, de la venezolana Mariana Rondón, graduada de Animación, en París, y de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños.
Rondón ya había debutado con A la media noche y media, seleccionado para participar en 36 festivales (entre ellos el de La Habana) y ganó el Premio de Opera Prima en Providence.
Postales… , por su parte, ganadora del Gran Premio en el Festival de Biarritz y el Premio Revelación en la Mostra de San Pablo, es la candidata de Venezuela a las nominaciones para el Oscar y el Goya.
«Es importante que dos jurados distintos hayan elegido mi película, aunque soy consciente de que forma parte de una estructura de promoción que no tengo la posibilidad de pagar. Sé que no vamos a llegar allí por arte de magia», declaró.
Fue también una mujer, la documentalista estadounidense Estela Bravo, la ganadora del Premio al Mejor Documental del Sur con su más reciente obra, ¿Quién soy yo?, que narra el rescate de la identidad por parte de niñas y niños desaparecidos en Argentina.
Este documental cuenta los esfuerzos de las madres y abuelas de Plaza de Mayo por devolver la identidad a hijos y nietos reencontrados.
Música y mujeres también fueron temas presentes en el Festival. La documentalista cubana Lourdes de los Santos entró en la competencia con Son para un sonero, que aborda la vida y obra del músico Adalberto Álvarez.
Mientras, la carrera artística de la excelente cantante Esther Borja llegó a la pantalla grande de la mano del joven realizador Pavel Giroud (La edad de la peseta) con Esther Borja, rapsodia de Cuba, segundo material de la serie biográfica Persona y Pensamiento.
El drama que enfrentan millones de indocumentados en Estados Unidos también cobró notoriedad en el 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, con la realización del panel Latinos más Latinos.
Y fue justamente una película hecha por una mujer quien trajo una de las miradas más desgarradoras a este fenómeno.
La joven directora mexicana Patricia Rigen, también competidora en la categoría de Ópera Prima, presentó La misma luna (The new moon, su título en inglés), la historia de un niño mexicano que intenta reunirse con su madre, quien vive al otro lado de la frontera, tras la muerte de su abuela.
Carlitos, con solo nueve años, identifica en la cinta los caminos que emprenden cada año miles de compatriotas suyos en el intento por buscar una vida mejor.
Mujeres premiadas en La Habana
Dos premios se llevó a casa la cinta XXY, de la realizadora argentina Lucía Puenzo: el especial de UNICEF, entregado por vez primera en el certamen y el Caminos, del Centro Memorial Martin Luther King.
El Primer Coral en la categoría documental, por su parte, se otorgó a El telón de azúcar, de la chilena Camila Guzmán y el Tercer Premio Coral en esa misma categoría lo obtuvo Sr. Presidente, de Eugenia Monti y Liliana Arraya (Argentina).
En Cortometrajes, el Primer Premio Coral fue para Ver llover, de Elsa Miller (México), mientras Siberia, de Renata Duque (Cuba), se alzó con una Mención Especial.
El Coral a la Mejor Actriz fue para Roxana Blanco, por su actuación en Matar a todos (Uruguay).
Entre los filmes no latinoamericanos sobre la región, el Coral este año recayó también sobre mujeres: lo compartieron los documentales de Estados Unidos El hombre de las dos habanas, de Vivien Lesnik; y ¿Quién soy yo? Los niños encontrados de Argentina, de Estela Bravo. Esta reconocida documentalista se alzó, además, con el Premio de la Televisora TeleSur y el Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, de Cuba.
El Premio de cartel fue para 72 horas, de Giselle Monzón y Michel Miyares (Cuba) y en Guión inédito se entregó una mención a El hijo de puta, de Carla Guimaraes.