He visto Misión contra el terror -de Bernie Dwyer y Roberto Ruiz-, el documental que se presentó en una sesión especial del Festival de Cine, y estoy todavía conmocionada por el dolor y la ternura de sus imágenes, que nos acercan a la tragedia de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos.Esta historia, que no […]
He visto Misión contra el terror -de Bernie Dwyer y Roberto Ruiz-, el documental que se presentó en una sesión especial del Festival de Cine, y estoy todavía conmocionada por el dolor y la ternura de sus imágenes, que nos acercan a la tragedia de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos.
Esta historia, que no ha escapado en Cuba a la reiteración y la monotonía, es desgarradora cuando se la deja en el hueso, cuando sin atavíos se hace y se responde la pregunta obvia: ¿por qué?, ¿qué hicieron para merecer tan despiadados castigos?, ¿cuál es la razón de que no se hable de ellos en EE.UU.? La respuesta es aterradora por lo inexplicable: parece increíble que miles, millones de personas instruidas y obsesionadas con la guerra contra el terror, no conozcan absolutamente nada de esos cinco cubanos que penan cuatro cadenas perpetuas más 75 años de cárcel por luchar contra el terrorismo. Y al ignorarlo -consciente o inconscientemente- acepten la alucinación criminal en que se convierte el sistema jurídico norteamericano cuando litiga un asunto relacionado con la Revolución cubana.
¿Será que tendremos que aceptar que el ser humano es también ignorante y cruel, y no hay nada que hacer por estos cinco compañeros enterrados en oscuras prisiones, víctimas un día sí y otro también de torturas sicológicas y hasta físicas? Si millones de personas han conocido sin inmutarse la experiencia de los presos en Guantánamo, las matanzas en Irak, los suplicios en Abu Ghraib o los bombardeos en Afganistán y Yugoslavia, probablemente tendríamos que admitir que muchos de nuestros contemporáneos llevan el infierno en el corazón y nuestros compañeros se han sacrificado en vano.
Pero lo que nos dicen Bernie y Roberto es que la condición humana lleva en sí la gloria, que no es más que el afán de entender a los demás y entenderse a uno mismo, de sacrificarse por los otros, de seguir esperando del prójimo esa cuota de humanidad que se debe. Incluso frente a un sistema que no solo quiere acabar físicamente con los que se resisten a aceptarlo, sino que antes pretende aplastarlos sicológicamente y robarles el alma. La grandeza es posible frente al férreo silencio, la humillación de estar preso mientras criminales como Orlando Bosch y Posada Carriles se pasean por las calles, esos calabozos infames que llaman «el hueco», el temor a que se encuentren con sus familiares y sus abogados, las calumnias.
Es muy difícil ver Misión contra el terror sin una sacudida, sin una lágrima, sin un grito de compromiso. Este documental ha logrado otra manera de hablar de los Cinco, diciendo lo que ya sabemos: que es una historia de amor a la vida y a los seres vivos, de generosidad y de fe, de criaturas comunes y corrientes que por los demás se han convertido en héroes, y que ellos mismos y otros seguirán luchando, aunque el gobierno norteamericano trate de impedir que la gente se entere, que reaccione, que llore de vergüenza al descubrir tamaña injusticia.
Bernie y Roberto hicieron esta película para eso, para intentar explicar lo inexplicable. En el documental nos deslumbra el altruismo de Gerardo, René, Antonio, Fernando y Ramón, pero aún más el dolorido amor a lo humano y la esperanza. Pese a todo.