El gran desierto de Gobi tiene camellos, una rara especie de oso del desierto y algunos de los últimos nómadas de Asia. Lo que no tiene es sombra. Batchuluun Doorov está intentando cambiar eso. Cada mañana viaja en motocicleta a un remoto puesto en el desierto, despierta a sus asistentes y comienza a regar agua […]
El gran desierto de Gobi tiene camellos, una rara especie de oso del desierto y algunos de los últimos nómadas de Asia. Lo que no tiene es sombra. Batchuluun Doorov está intentando cambiar eso. Cada mañana viaja en motocicleta a un remoto puesto en el desierto, despierta a sus asistentes y comienza a regar agua sobre miles de árboles escuálidos plantados en la arena. Los trabajadores plantaron hace meses estos árboles, que ahora forman una fina línea verde en el horizonte en uno de los lugares más áridos de la tierra. «En el futuro, cuando esto sea como un bosque, me sentiré orgulloso», dijo Batchuluun.
Hace más de 2.000 años, China comenzó a construir la Gran Muralla. Hoy, Mongolia construye su propia versión: una línea zigzagueante de pinos, sauces, adelfas, enebros, espinos, álamos y otros árboles que espera que algún día se extiendan sobre más de 3.000 kilómetros de desierto. La llamada «Muralla Verde» estará finalizada en unos 30 años y tendrá un costo de alrededor de US$150 millones.
El muro es necesario, afirma el gobierno de Mongolia, para protegerse a sí misma y al resto del mundo de un problema cada vez más grave: el polvo de Gobi, causado por tormentas en Asia Central lo suficientemente fuertes como para arrancar la pintura a los automóviles, llega hasta el este de Asia e incluso más lejos.
Las tormentas de polvo del desierto de Gobi, que se extiende desde el sur de Mongolia hasta el norte de China, han oscurecido los cielos de China y de Corea en los últimos años, cerrando aeropuertos y causando innumerables enfermedades respiratorias. Este año, un torbellino descargó unas 300.000 toneladas de arena y polvo sobre Pekín, sepultando autos, casas y árboles bajo una espesa capa de arena. Según los registros chinos, las grandes tormentas de arena alcanzaban Pekín sólo una o dos veces cada siete años en los 50 y sólo cada dos o tres años en los 70. Ahora se han convertido en un problema anual, y muchas traspasan las fronteras chinas. Aunque normalmente las tormentas se producen en primavera, a muchos les preocupa que los vientos de Gobi soplen durante los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín, empañando el momento en el que la nación será el centro de atención de todo el mundo.
Las tormentas del desierto de Gobi han llegado incluso a EE.UU., donde los meteorólogos atribuyen a la tierra mongola las tormentas que atraviesan de norte a sur la costa oeste, incluida una que cubrió el cielo de Utah en 2001. Los científicos han encontrado rastros de Gobi hasta en Kansas. La cantidad de tierra de Mongolia que sufre desertización-tierra que no tiene ninguna vegetación o bien la está perdiendo- podría ser de 130.000 kilómetros cuadrados, un área del tamaño de Nicaragua, según Sain Uils, un grupo ecologista de Mongolia. El Ministerio de Naturaleza y Medioambiente de Mongolia dice que 683 ríos se han secado en los últimos años a causa del avance del desierto. El gobierno y los científicos de Mongolia dicen que el calentamiento global tiene parte de la culpa.
El promedio de la temperatura en Mongolia han subido casi 2 grados centígrados desde los años 40, según el gobierno. Los cambios en la conducta humana también influyen. Los ganaderos han agregado más cabras a sus rebaños para ampliar la producción de cachemir. Desgraciadamente, las cabras omnívoras causan más daños en el suelo que cualquier otro ganado, porque se comen las raíces, lo que contribuye a la desertización.
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