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Monserga del mal día

Fuentes:

  Les ofrecemos aquí un poemario colectivo (trabajado desde la reflexión común, y no desde el sagrado individuo) que, esperamos, aporte algo a nuestra brega. La burguesía domina política y económicamente el planeta. Su ideología, por tanto, ha alcanzado la cota de verdad natural y universal. Ella nos dice que existe algo llamado el «ámbito […]

 

La verdad da igualLes ofrecemos aquí un poemario colectivo (trabajado desde la reflexión común, y no desde el sagrado individuo) que, esperamos, aporte algo a nuestra brega.

La burguesía domina política y económicamente el planeta. Su ideología, por tanto, ha alcanzado la cota de verdad natural y universal. Ella nos dice que existe algo llamado el «ámbito cultural», una supuesta esfera de la existencia completamente separada de las contigencias vitales, de las condiciones en que trabajamos, consumimos y nos relacionamos. La ideología burguesa afirma que una cosa es la vida, tan prosaica la pobre, y otra cosa bien distinta la cultura.

Desde esta perspectiva sólo hay dos posibilidades. Para la inmensa mayoría, una cultura pop de entretenimiento para las masas que nos masajea el cerebro a través de anuncios publicitarios, canciones pegadizas, ídolos televisivos, seriales enlatados y una amplia variedad de productos simbólicos con que entretenernos y conseguir olvidar la realidad. Lo que no halla lugar en estos productos, no existe. Lo que existe, por necesidad, acabará apareciendo en estos productos. En cualquier caso, esta cultura del entretenimiento consigue que, apartando la mirada, demos por buena nuestra propia explotación. Pero para una inmensa minoría también existe la cultura de élites. En la cúspide de este ámbito cultural está el selecto club de los llamados a leer a Dante en dialecto; en sus bases, una legión de intelectuales y artistas que disertan sobre la obra de Wong Kar Wai o los fundamentos de la libertad. La función de esta élite cultural no es otra que custodiar los valores eternos de la belleza, la inteligencia y la espiritualidad, haciéndonos creer que existen valores inmateriales y preciosos ajenos a las condiciones de atrocidad del capitalismo. Esta cultura de élites ofrece lo mismo que cualquier otra religión: consuelo oscurantista. Tanto mayor será su éxito en un momento histórico en que muy pocos parecen estar tentados a contactar con la Blanca Paloma. La cultura pop, tan mundana la pobre, se mueve en una pura contigencia incapaz de explicar nada. La cultura de élite, tan eleveda la muy estúpida, en una pura idealidad que trata de explicar todo sin cambiar nada.

El sumo sacerdote de la alta cultura es, sin duda, el Poeta. Siguiendo la ideología burguesa romántica, Poeta es aquel Individuo que, en contacto con las más altas esferas del Espíritu, es capaz de traducir en palabras o imágenes lo Esencial. O dicho de una manera aún más tonta, Poeta es aquel que transforma sus experiencias concretas en valores universales. O en los términos más bajos, el de los libros de texto, el Poeta expresa sus ideas y sentimientos. Si los poemas de los místicos estaban llenos de emociones y conceptos caídos del Cielo Divino, en la literatura del Poeta todo surgue desde el epicentro del Cielo Burgués: la sacrosanta Libertad Individual.

El dominio de la ideología burguesa ha conseguido, aparentemente, hacer desaparecer cualquier atisbo de lucha de clases en el ámbito de lo simbólico. Para nosotros, los trabajadores, las canciones, los cuentos y los poemas nos han servido como vehículo de la memoría de las luchas, de sus fracasos y de sus éxitos, de nuestra identidad de clase, de las consignas válidas para la organización. La doble cultura burguesa, para las masas y para las élites, obra como un anestésico: promete hacernos eliminar el dolor al tiempo que la memoria. Su cultura nos duerme. Sin embargo, por aquí y allá, no deja de aparecer quien insista en considerar el poema, la canción, la narración, la imagen como una máquina de guerra.

Ese es el caso de algunos miembros del Grupo Arbeit que se obstinan en trabajar juntos para reconstruir una poesía trabajadora, vehículo de la memoria de la lucha, herramienta del enfrentamiento y almacen de las consignas de clase. La nuestra pretende ser una poesía contra los Poetas, un panfleto, una pedrada en el escaparate de la cultura mercantil y burguesa, una palabra no separada de la vida y sus contingencias, donde las emociones no caigan de la indeterminación celeste, sino que se levanten desde la servidumbre terrenal.

LA MONSERGA DEL MAL DÍA (Descarga del libro).

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