Las cumbres climáticas deben «exigir responsabilidades» y no «ser un evento anual donde la gente va a hacer discursos bonitos», reclama la economista nigeriana. Oladosu es embajadora del movimiento I Lead Climate para la restauración de la región del Chad y es considerada una de las 12 mujeres que lideran la acción climática a nivel mundial por Global Citizen.
El año pasado África Occidental sufrió uno de los fenómenos meteorológicos extremos más catastróficos del año. Las inundaciones que afectaron a Nigeria, entre otros países, acabaron con la vida de más de 600 personas. También obligaron a 1,5 millones de ciudadanos a desplazarse y destruyó alrededor de 570.000 hectáreas de tierras de cultivo en una nación que depende en gran medida de la agricultura. Y esto no es un evento aislado: sucede cada año y provoca sequías, lluvias torrenciales e inseguridad.
Adenike Titilope Oladosu (Abuya, 1994) se dio cuenta de que la crisis climática afectaba de forma multifacética a su país durante sus estudios en economía agrícola. A partir de ese momento, quiso alzar su voz para denunciar la injusticia climática que atravesaba, no solo Nigeria, sino todo el continente a pesar de ser el menor emisor del planeta. Y lo consiguió. Es miembro de Fridays For Future, embajadora del movimiento I Lead Climate para la restauración de la región del Chad y ha sido nombrada como una de las 12 mujeres que lideran la acción climática a nivel mundial por Global Citizen. Pero, sobre todo, ecofeminista y orgullosa de serlo.
Oladosu se encuentra en una gira por Catalunya con la organización Ciutats Defensores dels Drets Humans, una iniciativa para dar visibilidad y concienciar sobre activismo en las escuelas y municipios. Hablamos con ella en su parada en Barcelona sobre el papel de la mujer en la crisis climática, las inundaciones y las promesas sobre papel mojado.
Sin igualdad de género no hay justicia climática
En Nigeria, las mujeres son las encargadas de que haya agua en casa. Son ellas las que caminan hasta 20 kilómetros para encontrarla, incluso más de una vez al día. Son ellas, de pequeñas, las que deben abandonar la escuela para cuidar del hogar. Sin embargo, no poseen tierras, sino que tienen un control limitado sobre ellas.
«En el África subsahariana, entre 60 y el 80% de nuestra agricultura proviene de las mujeres, incluso con recursos limitados. Imaginemos que se nos concedieran esos derechos alimentarios, que se nos ayudara a mejorar nuestro sistema agrícola, a reducir la pobreza, a empoderar a las niñas… Nigeria tiene un gran número de niñas casadas, lo que significa que niñas como yo lo fui, que deberían recibir una educación, abandonan la escuela e incluso son entregadas en matrimonio ilegalmente como mecanismo de supervivencia», explica la activista.
Oladosu fundó I Lead Climate en 2019 para impedirlo. Uno de sus programas de empoderamiento de mujeres consiste en proporcionarles fertilizantes orgánicos, plantas autóctonas y el equipamiento necesario. De esta manera, la organización se asegura de «fortalecer los medios de subsistencia de las mujeres y al mismo tiempo que ayuda a la restauración del ecosistema«. Sobre todo en la región del Chad.
Lluvias, sequía, inseguridad alimentaria
El Lago Chad se estudia en la escuela como uno de los más grandes de la Tierra. Pero ahora ya no lo es. O cada vez menos. En 60 años, se ha reducido en un 90%, según señala la Organización de las Naciones Unidas.
Esta masa de agua es el sustento de más de 40 millones de personas de Níger, Nigeria, Chad y Camerún y la principal fuente de agua del Sahel hasta hace poco. También fue hasta hace un tiempo una región en paz. Los enfrentamientos entre los agricultores y los pastores de ganado provocados por la escasez de unos recursos que comparten son demasiado comunes. La falta de agua potable, la contaminación del medioambiente… acaban en una inseguridad alimentaria que se sigue nutriendo de más violencia. El grupo terrorista Boko Haram ha sabido aprovechar esta situación para captar jóvenes: les ofrece comida o sustento para las familias a cambio de que se unan a ellos.La masa de agua ha disminuido un 90% desde los años sesenta debido a la sobreexplotación y a los efectos del cambio climático. Fuente: Organización de las Naciones Unidas.
«La población considera estos enfrentamientos como una cuestión religiosa, política o étnica, pero no como un problema medioambiental», lamenta Oladosu. «La democracia incluye la voz del pueblo. Necesitamos una democracia que también incluya la voz del medioambiente. Si no tenemos en cuenta los derechos humanos medioambientales, la democracia no podrá resistir la prueba del cambio climático. Incluso es posible que en los próximos años veamos cómo muchas democracias fracasan porque no lo estamos integrando». Y, aun así, la activista asegura que los gobiernos se arriesgan para seguir haciendo política con ello. «Los créditos de carbono son solo una forma de ganar tiempo», dice crítica.
Repensar las Cumbres del Clima
La riqueza de Nigeria se mide en barriles de petróleo. Es el mayor productor de este oro líquido en el continente: representa el 60% de los ingresos del gobierno y el 90% de los ingresos en divisas. Esto tiene como consecuencia que, aunque el país haya puesto en marcha su Plan de Transición Energética para conseguir llegar a las cero emisiones netas para 2060, el Gobierno ha declarado estos próximos años como la Década del Gas.
«Nigeria podría crecer económicamente mediante la diversificación. No tenemos que seguir poniendo nuestras mentes e inversión en los combustibles fósiles. Tenemos que seguir pensando en la agricultura y en cómo hacerla sostenible», defiende la economista.
«Al mismo tiempo, tenemos que seguir apoyando la justicia climática y a los defensores del medio ambiente que intentan llevar a cabo más iniciativas, animándoles a que sean innovadores y creativos, y a que aporten herramientas que puedan ayudar a proteger nuestro medio ambiente y nuestros recursos. Por eso la financiación climática es importante: para intentar desplegar los recursos, materiales e innovaciones necesarios para hacer frente a esta crisis». Pero esto no lo puede hacer Nigeria por sí sola. «Se necesita la solidaridad de todos, del Norte y del Sur Global. Y también voluntad política«.
Adenike Oladosu tiene la misma edad que ediciones hay de la Cumbre del Clima: 28. Este año es cuando se celebra la última, en Dubái a finales de noviembre. Ella atendió por primera vez en la COP25 de 2019. «Las conferencias tienen que empezar a tomar otro camino, otra forma de intentar exigir responsabilidades. No pueden ser un evento anual donde la gente va a hacer discursos bonitos».
La Cumbre del año pasado, la COP27, se cerró con un acuerdo histórico: el fondo de pérdidas y daños, pensado para ayudar a los países más vulnerables frente al cambio climático como Nigeria. Pero ese dinero sigue sin llegar. «El cambio climático ya no es una amenaza, es una realidad. Tomar acción debería ser una decisión rápida. No tenemos tiempo si lo negociamos todo. Y, si lo hacemos, tenemos todas las de perder».
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/adenike-oladosu-ecofeminismo-activismo/