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Mujer, consumismo y revolución

Fuentes: Kimetz

Bajo el título «Vivir juntos, en mundos separados», el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) ha dedicado su último informe sobre el estado de la población mundial a analizar las profundas desigualdades que aún persisten entre los géneros. En resumidas cuentas, narra el nulo avance en la lucha por los derechos de la mujer en la mayoría del mundo, poniendo un énfasis especial en analizar (denunciar, diríamos nosotros) la situación de las mujeres en materia de salud y violencia, y haciendo incapié particularmente en los costos, económicos y psicológicos, que implica la desigualdad de género.

Vivimos en un mundo en el que un 80% de la humanidad se sitúa bajo el mal llamado «umbral de la pobreza», de los que 1500 millones viven en extrema pobreza. Se suele obviar el hecho de que el 70% de estos 1500 millones víctimas del Capitalismo son mujeres. 8 de cada 10 mujeres del estado español dicen que las empresas discriminan a las mujeres en los puestos de trabajo. La mujer cobra por hora un 22% menos que el hombre. Si se hace el balance anual la diferencia aumenta al 32,8%. La ONU denuncia que ningún país del mundo trata igual a mujeres y a hombres aún a pesar de que las mujeres son el 40% de la fuerza laboral mundial. Esto, por supuesto, sin tener en cuenta el trabajo realizado al margen del sistema productivo, sin horarios, sin seguridad social, sin sueldo. Los trabajos a tiempo parcial o temporal son ejercidos casi un 80% de los casos por mujeres. Las mujeres sólo ocupan el 14% de los escaños parlamentarios. Irak, Afganistán.

Podríamos seguir así ad nauseam. Pese a todos los tratados realizados hasta la fecha, parece evidente que, al margen de una pretendida igualdad plasmada en millares de tratados legales, la situación de la mujer sigue sin cambios sustanciales. Que les pregunten a las trabajadoras de las maquiladoras acerca de sus jornadas de 15 horas(1).

La cuestión es ver exactamente que significa la familia y que papel desempeña dentro de la sociedad, y dentro de ésta la mujer, para discernir el por qué de esta situación.

En El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Federico Engels profundiza el análisis marxista de la familia y el matrimonio. Postula que el aspecto fundamental de la vida y la sociedad de los seres humanos es la producción y la reproducción de la vida: es decir, la producción de los medios para satisfacer las necesidades básicas (comida, ropa, techo y las herramientas necesarias para su producción); y la reproducción de los seres humanos (la procreación y la crianza de los niños).

Cada generación hereda las fuerzas productivas que han evolucionado hasta ese momento, con cierto carácter y nivel. Si observamos cualquier punto de la historia humana, veremos cierto desarrollo de la tecnología y las herramientas, las materias primas, el conocimiento científico y los seres humanos. Veremos además que, en términos generales, a los distintos niveles de las fuerzas productivas corresponden ciertas relaciones de producción. Asimismo veremos que sobre las relaciones básicas de producción de la sociedad surge una superestructura (política, educación, cultura, ideas, tradición, etc.) que refuerza dichas relaciones de producción(2).

Analizando nuestra sociedad, habremos de diferenciar entonces entre varias situaciones de la mujer en el mundo. Lógicamente, hemos presenciado el ascenso de algunas mujeres (las menos) a puestos de relevancia social. Pero, el que determinadas mujeres formen parte de puestos de dirección en los entramados estatales, o que sean miembros destacados de la burguesía, ¿puede hacernos olvidar la situación antes descrita?

Parece que lo que nos quieren hacer creer es que, pese a que el machismo sigue imperando, poco a poco este irá desapareciendo mediante las reformas legales que se vienen dando estos últimos años. Pero, si escarbamos un poco más, nos daremos cuenta de que este problema no se soluciona individualmente, aupando a posiciones de poder a unas cuantas mujeres que, pese al machismo, han triunfado y han deberían ser «dignas de elogio» (que no negamos que en algún caso sea así). La cuestión es saber que tipo de derechos se están conquistando y para que, y en que situación queda la mujer como colectivo.

Partimos de la base, como dijo Engels, de que las estructuras de la sociedad en la que vivimos, el capitalismo, son estructuras que no permiten, ni permitirán jamás, que la mujer ocupe el mismo plano existencial que el hombre.

Sabemos de buena tinta que la lucha por la emancipación de la mujer se ha dado principalmente vinculada a luchas revolucionarias. Cuando no se ha luchado bajo este prisma, se ha dado la batalla por reformas puntuales, curiosamente mayoritariamente en países imperialistas. ¿En que consisten estas reformas?

Sabemos que el machismo imperante en el Capitalismo adopta múltiples formas. Sabemos que, en muchos aspectos se obliga a la mujer a «cosificarse», a ser un objeto sexual. Las reformas actuales en los países imperialistas dan a la mujer un estatus similar al del hombre (jamás idéntico) como sujeto de consumo. Los derechos adquiridos dotan a la mujer de una relativa inserción en el mercado laboral (en la situación antes descrita) y determinados derechos de consumo. Esto, por supuesto, condicionado a por el hecho de que en muchos casos, la educación y el entorno obliguen a la mujer a supeditarse directamente al hombre.

Es la vieja teoría de apretar sin ahogar. Criticamos todas y cada una de la víctimas de la violencia machista, se dictan ordenes de alejamiento, pero ningún trasfondo cambia. Bajo este sistema individualista, se nubla la vista aludiendo al hecho de que ciertos individuos son machistas, pero la responsabilidad que como sociedad tenemos en general se trata por encima.

A todo esto hemos de añadirle la ofensiva que el sector mas reaccionario de la burguesía está iniciando a nivel mundial intentado ahogar un poco más a la clase obrera (3), estrategia de la que la mujer es una de las primeras y mayores víctimas.

Esta estrategia, encaminada hacia lo que George Bush denomina ownership society (sociedad de propietarios), tiene la intención de fabricar un nuevo tipo de «ciudadano»: el individuo propietario desvinculado de cualquier trama social de obligaciones, responsabilidades y cuidados. Con este nuevo giro de tuerca se pretende liquidar radicalmente todas las reivindicaciones que aún permanecen operativas desde la Revolución Francesa como proyecto de autonomía e igualdad, y que la burguesía tantas veces ha utilizado para acabar en reforma la aspiración revolucionaria del Pueblo.

Codificando todos los conflictos políticos, económicos y sociales como conflictos morales, sintonizan con determinados sectores de la clase obrera y, sobre todo, con sus «miedos», redirigiendolos cínicamente contra sus «fantasmas», los inmigrantes, la homosexualidad, el feminismo, la lucha obrera, en definitiva, contra la revolución.

Hemos visto en que situación se encuentra la clase obrera y su sector más desfavorecido, la mujer. Hemos visto como esta sociedad perpetua la explotación y como las reformas no arreglan esta situación. Hemos visto como una nueva ofensiva intenta desarmar al Pueblo de las pocas conquistas que nos deja un pasado reformista, borrado del mapa por la incapacidad de pasar a la revolución, herencia que nos deja en un mundo sin estructuras de vanguardia para la lucha de clases en el que nuestros derechos, pocos, uno tras otro caen el saco de la demagogia bajo la amenaza de un mundo idealizado (patria, identidad.).

En este momento, solo nos queda aludir, en un día como hoy, en el que el sector doblemente explotado de la clase obrera, aquel que sostiene «la mitad del cielo» reivindica su lugar en el mundo, al por qué de la existencia de este día, para recordar que solo mediante la lucha seremos capaces de hacer desaparecer no solo la explotación de la mujer, sino todas aquellas que asolan este mundo:

El 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, es una fiesta de los oprimidos del mundo. Es una fiesta que nació de la lucha de la mujer. En particular, la lucha de las costureras inmigrantes del Lower East Side de Nueva York inspiró la demanda de un día especial para celebrar la lucha de la mujer. Desde el comienzo, el Día Internacional de la Mujer ha estado vinculado a la revolución comunista.

A finales del siglo XIX, miles de mujeres trabajaban en el distrito de la costura de Nueva York. La mayoría eran inmigrantes de Rusia, Italia y Polonia. Trabajaban hasta 15 horas al día y les pagaban por pieza. Tenían que pagar sus propias agujas, hilo, electricidad e incluso las cajas ordinarias que les servían de sillas. Las multaban por llegar tarde, por ropa mal cosida, por demorarse en el baño. Los niños también trabajaban largas horas, agachados en las esquinas de los talleres, cortando los cabos de hilo de las prendas terminadas. Una costurera recordó: «Nos poníamos ropa barata, vivíamos en apartamentos baratos, comíamos comida barata. No había nada que nos alentara. Todos los días eran igual de miserables».

En 1908 las costureras de varias fábricas comenzaron a realizar paros y huelgas. A veces una compañía lograba terminar una huelga cumpliendo algunas demandas de los hombres, pero en el contrato ponían una cláusula que decía: «Ninguna parte de este acuerdo se refiere o se aplica a las mujeres». A pesar de los muchos arrestos y grandes multas, a pesar de las palizas que les daban la policía y los matones a sueldo de la compañía, las costureras, muchas de ellas adolescentes, continuaron los paros. Su lucha inspiró a muchas mujeres de las clases media y alta, que salieron a apoyar sus huelgas y fueron arrestadas también. Cuando los periódicos informaron sobre esos inusuales arrestos, el público empezó a enterarse de las brutales condiciones de trabajo y de los miserables sueldos de esclavas que recibían las costureras.

Después de meses de acciones en varios talleres, las costureras querían acelerar la lucha con una huelga general de toda la industria. A pesar de la oposición de los líderes de su sindicato, el 22 de noviembre de 1909 comenzó el «Levantamiento de las veinte mil» costureras.

Una costurera de la Cía. Triangle Shirtwaist describió la escena: «Miles de miles de costureras salieron de las fábricas, todas hacia la plaza Union. Era noviembre, el comienzo del invierno, y no teníamos sobretodos, pero un espíritu común nos hacía seguir marchando y marchando hasta llegar a una sala donde pudimos calentarnos y salir del viento y del frío por lo menos por el momento. Todavía puedo ver la multitud de jóvenes, casi todas mujeres, marchando sin preocuparse por lo que podía pasar. Creo que un espíritu conquistador las animaba. No sabían qué les esperaba, no pensaban en el hambre, el frío, la soledad ni lo que les podía pasar. Ese día simplemente no les importaba; era SU día».

La lucha duró meses y prendió huelgas en otras partes. Al final la huelga ganó apenas algunas reformas de las condiciones de trabajo, pero el «levantamiento» logró importantes cambios. Cambió la idea de lo que podían hacer las inmigrantes pobres, y llenó de orgullo y fuerza a las costureras del Lower East Side y a muchas mujeres, inmigrantes y oprimidos en general.

En 1910, una conferencia internacional de socialistas y comunistas declaró que el 8 de marzo, el aniversario de esas manifestaciones, sería el Día Internacional de la Mujer. Entre los que votaron por establecer esa tradición se encontraba V.I. Lenin, el gran dirigente del partido bolchevique y de la Revolución Rusa. Desde entonces el Día Internacional de la Mujer lo celebran por todo el mundo trabajadores conscientes de clase y los que luchan por la liberación de la mujer y para acabar con este sistema de explotación y opresión.

(1) http://www.solidaridad.net/vernoticia.asp?noticia=1281

(2) Revolución #55, 30 de julio de 2006

(3) http://www.kimetz.org/main/gestion_news_show.php?id_noticia=507

kimetz