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Feminismo & Lucha social

Mujer y capitalismo

Fuentes: Rebelión

Un año más pasó el 8M, día de la mujer o de las mujeres, como se quiera. Un año raro y complicado para que el feminismo saliese, como es su derecho, a la calle; pero ha salido y dadas las circunstancias, lo ha hecho con más gloria que pena. Digo pena, porque es lo que se quiso intentar en este 8M : su fracaso.


Han salido las mujeres a darlo todo y vaya si lo consiguieron. 

La derecha pro-capitalista, perdón por la redundancia, con su machismo y en coherencia con el sistema de opresión hacia la mujer, ha dado la enésima cantada para intentar, no solo prohibir, también desprestigiar al movimiento feminista. Su fracaso es proporcional al éxito de las mujeres en este difícil ocho de marzo.

La lucha del movimiento feminista, como saben ellas, no ha terminado y lo que queda es  mucho. La mujer continúa siendo instrumento sexual, económico y social de un mercado capitalista en el que su valor es casi cero en muchos lugares del planeta. En nuestro contexto occidental, ha mejorado su estatus y su papel en la sociedad , a veces, casi paralelo al del hombre. Un «casi», que se alarga demasiado en bastante aspectos, en los que la discriminación y la violencia hacia la mujer no es excepcional, sino cotidiana. 

Lo anterior es congruente con la posición que la derecha y  extrema derecha asumen o al menos no lo cuestionan demasiado: la explotación de la mujer en el comercio de la prostitución;  la discriminación salarial con respecto a su compañero en el mismo trabajo y el mismo horario, sin olvidar la precarización de los contratos de explotación por la condición de mujer. Situaciones que en el actual sistema social y económico son estructurales y consecuentes con la mezquindad  de lucro del capitalismo y sus élites. Es la asunción de la mujer como propiedad  por parte del  patriarcado ( concepto este, debatido dentro del feminismo en relación con el capitalismo) que está nítidamente representado en los segmentos ideológicos de la derecha  y por la totalidad del último fenómeno político de este país. 

No parece dudoso, que la violencia de la dominación social, cultural y política en estos tiempos sobre la mujer  es una realidad, más sobre sectores de mujeres humildes en el último peldaño de las clases sociales. No es, como se teoriza, violencia coyuntural, sino violencia sistémica, violencia derivada de la ideología y cultura dominante,  con el imprescindible abrazo de las religiones y en nuestro contexto, de la siempre viva y dispuesta iglesia católica. 

Las élites  justifican su posición naturalizando y profundizando la división de clases y en este espacio la natural distinción de la mujer con respecto al hombre, que Dios, dicen, quiso crear así. Siempre hubo ricos y pobres, comentan, y como tal algunos logran progresar, otros no… De un modo similar, también naturalizan el orden patriarcal, la supuesta inferioridad de la mujer, la maternidad como un mandato social ineludible y las tareas domesticas como su correlato.

Pero sabemos que la diferencia biológica, por sí misma, no impone jerarquía ni prioridad alguna entre el hombre y la mujer. Es el propio sistema socio-económico el que asigna roles fijos a unos y a otras con el objetivo de asegurar el sostenimiento y la reproducción de sí mismo. Es una diferenciadora construcción impuesta.

La antropóloga y socióloga venezolana Iriada Vargas-Arena, lo tiene claro: » Si el socialismo es la negación de la exclusión y de la dominación, no puede estar sometida ni excluida de la sociedad la mujer. El socialismo tiene que ser feminista, si no, no será socialismo». Un buen final, para un posible futuro.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.