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América Latina

Mujeres bajo el signo del miedo

Fuentes: IPS

Carolina es una chilena de 26 años que tiene continuas pesadillas en las que es atacada por su ex novio, quien la acosó por varios meses luego de finalizar la relación porque no se resignaba a ello, lo cual motivó incluso que lo denunciara ante la policía.   En cambio, para su compatriota Patricia Encina, […]

Carolina es una chilena de 26 años que tiene continuas pesadillas en las que es atacada por su ex novio, quien la acosó por varios meses luego de finalizar la relación porque no se resignaba a ello, lo cual motivó incluso que lo denunciara ante la policía.

 

En cambio, para su compatriota Patricia Encina, de 28 años, uno de sus mayores temores es que delincuentes ingresen a robar a su hogar. Por eso decidió con su esposo mudarse a un barrio privado en las afueras de Santiago, protegido por guardias las 24 horas del día.

 

¿A qué le temen las mujeres en las ciudades? ¿Son irracionales sus miedos? ¿Qué consecuencias sociales está trayendo el aumento de la sensación de temor? ¿Qué acciones pueden realizar las mujeres, y la población en general, para enfrentar la extremada preocupación que sienten hacia la delincuencia?

 

Estas preguntas y otras trataron de ser respondidas por investigadoras y activistas de organizaciones no gubernamentales en el seminario internacional «Ciudades Sin Violencia para las Mujeres. Ciudades Seguras para Tod@s», que se desarrolló el lunes y este martes en Santiago.

 

La seguridad pública es un tema que ha resurgido con mucha fuerza en las ciudades de América Latina, especialmente en las capitales. En ese marco, los temores de mujeres son múltiples y dependen de una serie de factores, entre ellos la edad, el nivel socioeconómico, la zona geográfica donde viven y la raza, especialmente en países pluriétnicos.

 

«En Colombia, las mujeres tienen miedo a ser asaltadas en la calle y a la violencia sexual, que puede ser un acoso, una violación o un manoseo, que se da mucho en el transporte público», comentó a IPS Marisol Dalmazzo, de la no gubernamental Asociación Vivienda Popular, que integra la Red Mujer y Hábitat América Latina (HIC).

 

La investigadora explicó que muchas mujeres de zonas pobres son abordadas agresivamente por personas que piden limosnas en las calles. «Existe la percepción de que el espacio público no está lo suficientemente dotado o seguro para evitar agresiones», agregó.

 

«También está el cruce con la violencia política por los efectos del conflicto armado (que vive ese país desde hace más de 40 años). La mayoría de las personas desplazadas (de sus hogares por la guerra civil) son mujeres, las cuales vienen con una carga emocional muy grande, la cual recrudece en la ciudad», indicó Dalmazzo.

 

La violencia física y sexual aumenta entre las familias desplazadas, al igual que los embarazos adolescentes y los problemas de salud, puntualizó la experta colombiana.

 

Dalmazzo fue una de las asistentes, junto a otras investigadoras y activistas, del foro realizado en la capital chilena como parte del Programa Regional «Ciudades Seguras: Violencia contra las mujeres y políticas públicas», ejecutado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) y financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).

 

«Las teorías criminológicas de los años 80 desarrolladas en Estados Unidos y Europa planteaban que las mujeres tenían temores irracionales y contagiosos», explicó Lucía Dammert, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), dado que en general el grado de victimización de las mujeres es menor que el de los hombres.

 

Pero estos fundamentos se han ido desvirtuando en los estudios realizados en la última década, los cuales han legitimado el miedo de las mujeres a la delincuencia, analizando el fenómeno de la violencia desde distintas perspectivas.

 

Esta realidad representa un gran desafío para los países y sus gobiernos, ya que «el temor cada vez más modela la vida urbana», impactando gravemente en la población, que ha visto reducido drásticamente su espacio y tiempo.

 

Las mujeres se encierran en sus hogares, evitan salir muy temprano y de noche, dejan de usar joyas y visitar parientes, no toman el transporte público y, como transmiten la sensación de temor a sus hijos, se está formando una generación de personas que no han socializado públicamente, planteó Dammert.

 

«Las mujeres se encierran en sus casas y se dedican a ver televisión, que transmite más delincuencia», advirtió la experta, quien asegura que detrás del miedo exacerbado estaría «la sombra del abuso sexual y la agresión física». La sola posibilidad de ser violadas en la calle aterrorizaría a la población femenina.

 

Sin embargo, Ivonne Fernández, psicóloga del Centro de Desarrollo de la Mujer (Domos), de Chile, cree que la violencia contra la mujer debe ser entendida como un «continuo».

 

«La violencia empieza en la casa y termina en la calle y vuelve a la casa y así sucesivamente», por lo que hacer la distinción entre violencia pública y privada lo único que hace es impedir que se comprenda el fenómeno en su complejidad, apuntó a IPS.

 

«En general, cuando hablamos de violencia en la ciudad nos centramos principalmente en el delito que afrontan las mujeres en la calle y no integramos en el discurso ni en las políticas ni en las investigaciones la violencia que viven dentro de los hogares», añadió Fernández

 

En este sentido, la investigadora de Domos ha trabajado una hipótesis psicológica sobre esta aparentemente desmedida sensación de temor de las mujeres hacia lo publico.

 

«Las mujeres dicen tenerle miedo a la calle, pero si le preguntas por la casa jamás dirán lo mismo, a pesar de que el principal temor radica precisamente en el hogar», afirmó Fernández, para quien se produciría una especie de «disociación» en la población femenina, la cual se niega a reconocer la vulnerabilidad que vive en la intimidad, proyectándola hacia lo público.

 

Diversas encuestas realizadas a mujeres de comunas (barrios pobres) de Santiago le han hecho llegar a esta conclusión.

 

Para Claudia Laub, directora de la organización no gubernamental argentina El Ágora, la sociedad civil tiene mucho que aportar en esta materia. Las instituciones ciudadanas tienen que reunirse, debatir sobre lo que les produce inseguridad y generar propuestas específicas, porque en estos momentos el miedo está encerrando a las mujeres en sus casas, planteó a IPS. En este sentido, es muy importante la apropiación de la ciudad, la realización de festivales y actividades al aire libre como montajes de teatro o proyección de películas.

 

«Nuestros estudios revelan que las mujeres ya no quieren ser más vigilantes, sino que están siendo proactivas. Quieren un sistema de seguridad ciudadano más solidario, construido socialmente», aseguró la investigadora de Flacso.

 

A su vez, Nieves Rico, representante de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, propuso que los gobiernos trabajen en políticas de desarrollo urbano con perspectivas de género, entre ellas de transporte, iluminación y localización o relocalización de poblaciones, planes reguladores, entre otros.

 

Algunas de las tareas pendientes son empezar a desagregar por género la información que recogen los gobiernos en sus diversas encuestas e incluir en ellas la violencia doméstica para analizar de qué manera influye en la sensación de temor de la población femenina.

 

También es necesario incluir a los hombres, quieres ejercen mayoritariamente la violencia, en las políticas de prevención. 

Centro de Desarrollo de la Mujer, Domos (http://www.domos.cl) + Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) (http://www.flacso.cl)