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Mujeres Creando: El arte de la rebeldía

Fuentes: La Vaca / Revista Pueblos

Llegan a Buenos Aires para presentar su libro La virgen de los deseos, encontrarse con movimientos sociales y artistas e impulsar una muestra con un título «Ninguna mujer nace para puta». En esta charla que compartimos en La Paz junto a Maba Jara, del MTD de Solano, Sonia Sánchez, de Ammar Capital y la escritora estadounidense Marina Sitrin, cuentan su historia, sus ideas y sus formas de organizar un movimiento feminista autónomo, callejero y desafiante.

La casa está pintada de un color extraño. Demasiado oscuro para ser llamado rosa y demasiado claro para nombrarlo morado, lo que mejor lo define es su contexto: en una típica calle de La Paz -donde dominan los marrones- su fachada adquiere el tono de la rebeldía.

La casa tiene nombre -La virgen de los deseos- y voz propia, que grita desde las paredes con voz de aerosol, como en esas tantas otras paredes de la ciudad que desafían con sus intervenciones callejeras. [1]

Abajo, hay una tienda de productos agroecológicos, reponsabilidad de Maritza y Gabriela. Tras unos pocos escalones, se presenta un bar que cambia su fisonomía a cada hora. Al mediodía, a precios muy económicos, hay comida casera preparada por Florentina. A la tarde, hay té y charla bajo la atención de Charo y despliegue de los libros que selecciona Julieta. A la noche, debate y cerveza, presentados por María, a cargo también de la edición de la publicación Mujeres Públicas.

Un piso más arriba vive la videoteca que exhibe los títulos que están disponibles por una moneda. La función comienza cuando uno llega, ya que allí el tránsito de las películas lo ordenan los interesados. En la segunda planta se ubica el albergue, un puñado de habitaciones que administra Svenka.

La casa ofrece, además, un servicio imprescindible para quienes habitan las calles de ese barrio céntrico: baños públicos. Estamos en La Paz y eso significa, fundamentalmente, centenares de mujeres indígenas vendiendo sus productos en la calle durante todo el día que no son bienvenidas en ningún otro comercio a la hora de desahogar sus necesidades. Tener la sensibilidad para comprenderlas y la capacidad para crear una solución práctica es la mejor manera de explicar de qué se trata Mujeres Creando.

La charla en la que este grupo de mujeres cuenta su historia de cómo y porqué es apenas una síntesis de la conversación que compartimos junto a Maba Jara, del MTD de Solano, Sonia Sánchez, de Ammar Capital y Marina Sitrin, la escritora y activista norteamericana que hizo posible este encuentro.

¿Cómo definirían el feminismo de Mujeres Creando?

María: Lo que somos es parte de todo un proceso. Nosotras nacimos como comunidad, en una zona marginal de la ciudad de La Paz. Habíamos regresado del exilio, roto con el partido, roto con el aparato, roto con la izquierda, y teníamos una pregunta: qué hacemos. Bueno: hicimos una comunidad y empezamos a trabajar de cara al barrio, a partir de lo que siempre hemos creído, que es la autogestión, con la idea de, en el camino, ver en qué carro nos embarcábamos. Era el pleno auge del neoliberalismo. Y lo que pasó fue que el barrio, en un proceso que duró dos años, funcionalizó completamente nuestro trabajo.

¿Qué quieren decir con «funcionalizó»?

María: Funcionalizar quiere decir que nosotras éramos muy útiles para que nadie cambiase. La comunidad estaba encantada de que la acompañásemos mientras no la subvirtiésemos, mientras no la alterásemos. Entonces, de ahí surge Mujeres Creando con su lenguaje tan revulsivo. Ahí decidimos nosotras convertir a la comunidad en un movimiento social. Fue una actitud deliberada. Uno diría: un movimiento social no puede surgir así. Pero nosotras asumimos deliberadamente la soledad en ese momento, la constitución de ser pocas. Asumimos la necesidad de que no entrábamos con ese tipo de discurso en ninguno de los escenarios políticos públicos que ya existían. Asumimos que había que crear un escenario. Y nuestra estrategia para crearlo fueron los grafittis, pero un grafitti terco, insistente, permanente, y firmado. Un grafitti donde poníamos el cuerpo. Luego surgieron las acciones en la calle, y todo un proceso de ir revolviendo alrededor de los espacios públicos. Ganando enemigos, digamos, dando polémicas en todos lados.

Creo que a esta altura podemos decir que Mujeres Creando somos un referente de rebeldía. Seguimos siendo pocas mujeres, aunque hemos trabajado con movimientos masivos, como las deudoras hipotecarias o las mujeres en situación de prostitución, que no eran ni una ni dos, sino 6.000. Hemos logrado hacer cosas entre mucha gente, pero nunca hemos querido trabajar en plan de «si te incorporas a Mujeres Creando, si asumes mi bandera, si recoges mi camiseta», porque eso iba a ser un proceso de acumulación tipo partidario: inflar una organización sin una práctica en la base.

Entonces, en ese sentido sí considero que somos un movimiento social por varias razones. Porque nosotras tenemos un escenario público y una voz propia, que es un referente a nivel nacional. Porque nosotras tenemos una larga trayectoria de, no diría conquistas, pero sí de cosas que hemos puesto sobre la mesa de esta sociedad. Porque hemos tenido y tenemos iniciativa política y una lucidez sobre lo que queremos y sobre lo que deseamos. Y porque tenemos un horizonte de cambio. Pero lo que a nosotras más nos interesa es el hecho de que nuestra práctica, sea en aquella comunidad pequeña que teníamos, sea a través de Mujeres Creando, no sea funcional a las relaciones sociales donde estamos insertas.

Me gustaría que nos ayuden a definir esto que ustedes crearon, que es el concepto de «feminismo autónomo». ¿Cómo lo podríamos explicar?

Julieta: Cuando Mujeres Creando se inicia, se plantea ciertos principios de acción, que son la autonomía, la heterogeneidad, la coherencia entre lo público y lo privado. Y cuando hablamos de autonomía hablábamos en un momento de manera muy «primaria», por la experiencia que las propias compañeras tenían con respecto a los partidos políticos, a las ONG, al Estado y la relación que establecían las tecnócratas de género con respecto al Estado, esa relación de demanda/concesión permanente. Entonces, a partir de eso planteamos que nuestro feminismo es autónomo porque no se supedita a ninguna instancia que quiera dominar nuestro pensamiento y nuestra acción política. Porque creemos que eso es nefasto para el movimiento social. La autonomía representa tener una capacidad de acción y de pensamiento propio, desde el feminismo.

Gabriela: Tener nuestra propia palabra, para mí es autonomía. Autogestionarnos nosotras mismas, también. Eso entendemos que hace a un movimiento autónomo.

María: Cuando lanzamos el tema del feminismo autónomo como un quiebre ideológico fundamental, fue por entender la autonomía como una estrategia, pero también como un concepto: cómo nos vamos a relacionar con el conjunto de los movimientos, las instituciones y los actores que forman parte de la sociedad. Planteamos la autonomía como una forma de relacionamiento. Es decir, nosotras entendemos que el feminismo es un proyecto de subversión, de subversión de las relaciones de opresión. Que el feminismo, al ser un proyecto de subversión, es un proyecto de cambio social, y no es un mero proyecto de igualdad de derechos, ni de participación política de la mujer ni de incorporación de las mujeres dentro del proyecto sistémico, dentro del proyecto patriarcal. Pero al mismo tiempo, entendemos que el feminismo no tiene un sujeto que es «la mujer», sino » las mujeres».

Y estas mujeres somos universos bien complejos y bien diferentes. Por ejemplo, si nos colocamos como un proyecto capaz de abrigar, de contener a diferentes universos de mujeres, esto significa que cada uno de estos universos, y al mismo tiempo su interacción, se va a relacionar de maneras muy diferentes con el conjunto de instituciones, de lugares sociales donde está inmerso. Y todas esas relaciones podrían tener solamente en común el tema de la autonomía. Entonces, la autonomía es un forma de relacionarte con el Estado, pero no para «incorporarte a», ni para ser un cliente, sino para interactuar, dialogar, o a lo que quieras hacer con el Estado, pero con tu propio lenguaje y con tu propio horizonte. Nunca cedes tu horizonte, nunca permites que tu horizonte sea cooptado por esa institución.

La autonomía sería colocarnos desde fuera de las instituciones, desde fuera de los horizontes del proyecto patriarcal. Nos colocamos desde «fuera de» para «relacionarnos con». Porque tu escuchas a la mujer en estado de prostitución que dice: «nosotras tenemos que relacionarnos con el Estado, porque el Estado nos secuestra el cuerpo», mientras que otra compañera dice «nosotras tenemos que huir de la relación clientelar con el Estado». Son dos estrategias absolutamente válidas, que lo que podrían tener en común es el eje de la autonomía. La autonomía es lo que te permite decidir a vos qué hacer, y definir tu horizonte a largo, a corto y a mediano plazo. Y desde allí plantear las relaciones.

Entonces, hemos entendido la autonomía como una estrategia y una forma de relacionarte con todos estos actores y este universo, patriarcal, societal, como quieras llamarle, pero también para erosionarlo. La autonomía tiene que ver con eso. Con, por ejemplo, si sos una puta y un día tienes que ir al Parlamento y decir lo tuyo, decirlo en tus términos. No por entrar a ese edificio -no digo como parlamentaria, porque eso implicaría otras discusiones- vas a pasar por el lavado y fumigado que el sistema te quiere hacer para que te constituyas en interlocutora. Otro ejemplo: ahorita los maricones y las lesbianas tienen matrimonio en España. Se han constituido en interlocutores de «la normalidad», pero a partir de una heterosexualización, de decir que son monógamos, que son fieles, que son maridos, que son esposas. La otra opción es la que toman muchos movimientos que se autoarrinconan. «Yo no me relaciono porque no quiero contaminarme.» La autonomía es una estrategia y un concepto de plantear las relaciones que te permite no aislarte, que es lo que querría el sistema. Estamos afuera, pero no para aislarnos y no contaminarnos. Creemos en la autonomía, sí, pero para incomodar.

Estos días estuvimos hablando con diferentes mujeres bolivianas y escuchándolas nos dimos cuenta de que había algunas cosas que aquí están culturalmente más arraigadas. Una es la vergüenza, el pudor, la timidez, como una carga, una mordaza. La otra es la culpa, algo de lo que muchas nos hablaron, inclusive para mencionar que se sumaron a la lucha social por la culpa que sentían.

Florentina: Pero eso es la costumbre de la gente aymará. Culpabilizar a la mujer: si el niño ha enfermado, la mujer es culpable. O si no hay dinero y ha vivido esa familia mal, la mujer es culpable… La mujer siente que es culpable… Y muchas madres inculcan inclusive a sus hijas: «pues por qué habrá nacido esta mi hija mujer, va a sufrir igual que yo» . Además dicen que la mujer no tiene derecho a nada. La mujer es una manera de desprecio. Bajo, bajísimo. Una cosa desvalorizada… No hay una palabra para justificar eso.

Por ejemplo, en las reuniones no te toman en cuenta, y si está una mujer tomando la palabra dicen, «¿qué quiere esa puta?». Solamente hablan las putas, porque una mujer normal, una mujer correcta, no puede hablar delante de los varones, no puede plantear sus problemas, no puede decir sus derechos. Solamente aquella mujer puta que busca hombres puede hablar públicamente. Entonces, por no ser criticada, por no recibir las acusaciones, la mujer misma se mete para adentro. A eso tienen vergüenza: de hablar, de decir todo.

Pero no todas las mujeres son así. Algunas mujeres sí han salido. A mí, por ejemplo, ya no me interesa lo que me dice la gente, no me interesan mis compañeras y mis compañeros aymaras cuando me dicen: «Te has metido con las lesbianas, te has metido con las señoritas». A mí ya no me interesa, porque ya he pasado ese prejuicio que tienen. A mí no me interesa, porque yo sé que ellas están equivocadas. La cultura aymara es muy fuerte hacia las mujeres, es muy fuerte en someter en muchas cosas, y su propio marido, su propio padre, desvalora, lo invisibilizan completamente. Entonces, salir de eso es muy difícil para aquellas mujeres.

¿Qué encontraste vos en Mujeres Creando?

Florentina: ¿Yo? La libertad, la felicidad. Yo realmente no sé quién soy en este momento. Sé que soy una mujer… que parezco a veces que no soy chola, a veces casi soy una niña, a veces me siento también como una gringa, porque puedo pasear, puedo ir por donde sea. Porque mujeres como yo no tienen esa posibilidad. No tienen esa posibilidad de discutir con un hombre, de decirle a una autoridad: «Estás haciendo esto mal». Ahora tengo otro planteamiento, otra manera de vivir. Tal vez otra vida. Una vida que tiene proceso, un proceso muy rápido.

¿Hace cuánto estás en Mujeres Creando?

Florentina: Unos siete, ocho años.

¿Antes tuviste otra experiencia de militancia?

Florentina: Soy dirigente sindical. He estado desde mis 19 años dirigiendo miles y miles de mujeres. He hecho alianzas de mujeres campesinas y mineras. He asumido un cargo provincial. Entonces yo he venido, por ejemplo, en los momentos muy difíciles, en los momentos del gobierno del dictador, donde estabas perseguida, donde te trataban de matar. Y luego, cuando vuelves de la clandestinidad, cuando pides a través de tu huelga de hambre, a través de tu bloqueo de camino, la supuesta democracia en Bolivia, y después en ese proceso de lucha, tu sacrificio, que ha sido tan fuerte, tus mismos compañeros desvalorizan tu lucha, no te valoran… Sin embargo, las palabras que has pensado, tu ideología, se la apropian para ellos y en los momentos de decisión ellos deciden. Son experiencias muy, muy feas. Incluso cuando ya ganas, a su pesar, a un varón, te acusan de puta… Son cosas feas.

Y después en los hogares, los celos, el maltrato, los golpes… ese sufrimiento a mí me golpeó muchísimo. Encima hablaban de la lucha, la lucha de la mano derecha e izquierda, la mano derecha son las mujeres, que debemos luchar marido y mujer, todo era una cosa así para opacarte, para taparte la boca solamente. Todo eso me causó dolor … Yo he buscado a la María, a la Julieta, y me integrado a Mujeres Creando, cerrando mis ojos, sin preguntarme, porque ya estaba harta. Para mí todo el proceso ha sido muy rápido. Ahora soy otra persona.

Y para vos, que fuiste criada, prácticamente, por estas mujeres…

Maritza, hija de Florentina: Mujeres Creando han sido mis madres. Estoy desde los 9 años aquí. Al principio sí tenía miedos, y hasta ahora sigo teniendo miedos, pero la fuerza de estas mujeres, de todas las compañeras de Mujeres Creando, te ayuda mucho a conocerte a ti misma, conocer tu identidad propia, conocer qué es ser mujer, y no el modelo de la sociedad que busca en ti que seas una mujer callada, una mujer sumisa, una esposa buena, sino que realmente cambies todo eso y que todo ese cambio sea para bien. Para mí el choque más fuerte fue cuando me decían «por qué vienes con Mujeres Creando, si ellas son unas tal y tal, ¿tú eres así?». ¡Esa rabia que te da! A mí por lo menos me daba rabia que digan eso, y una rebeldía que nacía dentro de mí. Entonces era una forma de valorizarme a mí misma y ganarles y decirles «mira, yo puedo». Le daba más ganas al estudio, más ganas a todo eso.

Eso ha sido algo muy lindo. Ahora veo los frutos. Porque al principio me peleaba, discutía con los hombres y me preguntaba yo misma ¿por qué me estoy peleando, si para mí más fácil sería callarme? Fácil sería decir me callo, qué me importa. Ahora por ejemplo, puedo decir yo soy aymará y no lo niego, pero no el aymará que ellos dicen, sino aymará de lo que yo digo, de lo que yo creo.

Y ustedes ¿por qué se acercaron?

Gabriela: Me atraía toda la rebeldía que ellas tenían, una rebeldía que yo sentía dentro de mí, de mi vida. Y que no podía sacarla sola. Era algo que me atraía como un imán que me jalaba siempre, pero mis miedos y mis dudas me hacían no verlo. Un día, decidí abrir los ojos. Entonces aparecí. Fue como encontrar una parte de mí misma, que yo había estado buscando desde hacía mucho tiempo, y que sentía que me hacía falta. Por eso llego a Mujeres Creando y empiezo a ver que eso que yo necesitaba lo encontraba con ellas, que me ayudaba a ser mejor a mí misma, y que también yo podía aportar algo acá. Y que podía hacerlo desde mí misma, desde lo que soy, desde lo que pienso, desde las cosas en las que creo.

Ha sido un cambio muy, muy lindo. Porque antes sobre mí pesaban más mis miedos y mis dudas, y toda esa represión que yo misma ponía encima mío. Después ya empecé a soltarlos, a llenarlos de fantasías, a llenarlos de sueños, de esperanzas, y de saber que si se quiere se pueden hacer muchas cosas, te puedes realizar de una manera en la que realmente te sientas feliz. Ha sido ese cambio de verme a mí misma como una persona nueva, saber que puedo hacer mejores y más cosas.

Julieta: Para mí, ya son 13 años. Desde changuita, toda mi formación política la he recibido acá. Aunque dentro de la Universidad, siempre tienes opciones, siempre hay grupos de izquierda que quieren cooptar a los nuevitos, a las nuevitas. Pero me he acercado a Mujeres Creando por ser algo super novedoso que cuestionaba cosas que para mí eran cercanas, el tema del machismo dentro de la familia, los roles que las mujeres cumplen…

La organización

¿Cómo trabajan el tema del liderazgo dentro de la organización? ¿O son todas líderes?

María: Dentro de Mujeres Creando no se da que unas están encima de las otras y que unas dicen lo que las demás tienen que pensar, sino que cada una va construyendo un propio pensamiento. Todas vamos por un mismo camino, pero con nuestra propia voz y con nuestro propio pensamiento.

Julieta: Esto no es algo dado, sino que es un intento permanente, un intento de ser coherentes, día tras día, hora tras hora, con cada una de las compañeras, con las diferencias que existen dentro de nuestro grupo, de edad, de raza, de extracción social. Todo el tiempo estamos en eso, trabajando sobre el tema de las no jerarquías dentro del grupo.

¿Cómo toman las decisiones para llevar adelante las acciones en la calle?

Julieta: Las acciones que hacemos siempre tienen el riesgo de que haya represión. Nos organizamos entonces no sólo para llevar adelante la acción, sino para planificar cómo defendernos. Hay otras cosas que no se pueden prever, cómo quién van a quedar presa, quién va a lograr escaparse…

Y en cuanto al contenido de las acciones ¿por qué creen que logran tanto impacto?

María: No es necesariamente por un hecho artístico, sino porque hay un lenguaje político, porque tocamos la sensibilidad, lo cotidiano, lo que está más dentro. Cuando decimos «no somos marginales», es porque estamos instaladas en el centro de las sensibilidades sociales. Y creo que ahí es cuestión de sentarnos y pensar.

Si «jugamos» tanto con las sensibilidades, es porque en el movimiento hay libertad. No trabajamos por el consenso, no tenemos que estar todas de acuerdo para hacer algo. Trabajamos sobre el disenso. Puede ser que dos quieran hacerlo y cinco no, entonces nadie tiene el derecho de prohibir ni de obligar, porque pones tu cuerpo, pones tu cara.

¿Qué elementos caracterizan ese lenguaje propio que han desarrollado en Mujeres Creando?

María: Para nosotras, poder generar el desafío de la horizontalidad -no digo ya la horizontalidad misma, sino el desafío de construirla- es posible porque partimos de la articulación de tres cosas: trabajo manual, trabajo intelectual y trabajo creativo. Son tres pedazos de una misma cosa y su articulación es algo que acá se cumple como una especie de requisito. Esa articulación de los tres tipos de trabajo nos ha permitido generar por lo menos una base de horizontalidad y, al mismo tiempo, un lenguaje propio que nace a partir de un desafío. Aquí la mujer que viene de movimientos sociales tradicionales y que quiere dedicarse únicamente al trabajo manual, que no quiere repensar, o reconocer su potencialidad creativa -que no es un tema de autoestima- debe enfrentar ese desafío. Porque cuando tú reconoces tu potencialidad creativa lo primero que haces es reconocer tus fuerzas más rebeldes, tus desobediencias. Cuando nosotras decimos «no somos intelectuales ni artistas», justamente estamos tomando distancia de ambos terrenos, porque vemos que hay una sobreinterpretación por parte de los intelectuales, para -de alguna manera- sacar ventaja sobre los movimientos y ser intermediarios de su voz. Ese tema a nosotras nos preocupa mucho, porque la palabra directa es la única que realmente instala lo nuevo, y crea fuerzas expresivas.

Ustedes han expresado ese lenguaje en la calle, pero también en un medio masivo como la televisión. ¿Cómo han logrado conciliar herramientas tan diferentes?

María: La televisión es parte de la construcción de un imaginario sistémico. Sobre todo para las mujeres. El tipo de mujeres que aparece, el tipo de estética que venden, cómo están repartidos los roles, todo, hace de la TV un proyecto sistémico de recorte de nuestra estética, de nuestros cuerpos, de nuestros lenguajes. Porque es imagen. Va más allá del discurso. A nosotras la TV nos interesa, no solamente como un espacio de difusión. Nos interesa porque la TV está atravesando la vida privada, que es el espacio del feminismo. Entonces nosotras sabemos que tenemos que estar allí.

Pero para estar allí podríamos haber hecho lo siguiente: enflaquecer un poco y comprarnos un traje para ir a hablar de feminismo. Y la Florentina, evitar su acento aymara -que ella no evita porque es una actitud política- y conseguirse un marido con quien ir a la televisión y decir «tengo un marido, soy mujer aymara», y largar algunas cositas parecidas a las que decimos. Pero a nosotras, la autonomía como estrategia de relacionamiento con la televisión nos ha permitido decir: «entramos si entramos con nuestro propio proyecto. Nuestro lenguaje es de la calle, y lo que vamos a hacer es utilizar la televisión como si fuera la calle».

Y es eso exactamente lo que hicimos. Era, de alguna manera, revolver la televisión. Que a mí, en sí misma, me emputa. Por ejemplo, tú ves a los intelectuales de izquierda que acá se consideran lo más radical de la tierra, pero entran a los medios de comunicación y pasan por un tamiz, el lavado, el engrase, el fumigado y el desinfectado, dicen «revolución» y suena a «cosmetología». Sufren una metamorfosis impresionante. Nosotras no.

¿Cómo trabajaron, por ejemplo, los programas de «Mamá no me lo dijo»?

María: Yo hice «Mamá no me lo dijo» en un año sabático. Pedí un especie de permiso al movimiento. Dije: «miren, tengo que hacer un alto, ya son diez años, tengo que hacer alguna cosa que me reviva, que me dé adrenalina, que me guste, que me dé la gana, que me salga de muy adentro». Eso fue «Mamá no me lo dijo». Las compañeras dijeron: «andá nomás».

Lo pude hacer porque gané un concurso con un borrador. Y cuando ya gané ese dinero, pensé entonces: el gran vacío de Mujeres Creando son las putas. Porque las putas van a tener la capacidad de decir aquellas cosas que no están dichas. Van a tener la capacidad de poner la cultura, que en Bolivia es un corsé en el sentido de opresión que tiene la cultura muy fuerte, al límite. Entonces, una estrategia muy valiosa fue invitar a una persona de fuera, como fue Eliana, una prostituta chilena con el coraje y la trayectoria suficiente como para hacer la filmación que hicimos: medir con un centímetro los penes en plena calle.

Esa filmación puso a la ciudad de cabeza, hizo intervenir a la policía, hizo gritarnos cosas horribles a la gente. Y todo eso fue parte del programa. ¿Qué pasó después con todo eso? Las primeras en haberse sentido convocadas han sido las putas. ¿Por qué? Porque definitivamente su interacción con el pene no la tiene ninguna otra mujer heterosexual. El pene no es su herramienta de trabajo, pero es…

Su herramienta de opresión…

María: No sé si es herramienta de opresión, pero digamos, el vínculo que ellas tienen es absolutamente descarnado, un vínculo desvergonzado. Entonces, que nosotras hayamos tocado ese lugar, claro, les ha emputado a todos los hombres, pero a las putas las ha convocado inmediatamente, les ha sembrado la expectativa hacia nosotras. Una vez que hicimos esta acción comenzamos a pensar… A ver, ¿cuál sería el método, si es que sistematizamos eso que logramos con esa filmación? Tocar el lugar de sensibilidad, tocar lo que más duele, tocar lo que está prohibido tocar, pero tocarlo. Tocamos eso y se nos abrieron las puertas, porque después las chicas nos buscaron y empezamos una dinámica muy bonita, de ir a visitarlas, charlar, llevar personalidades a hablar con ellas. Ese fue el trabajo que hicimos después de la emisión.

Pienso que nada de eso hubiera sido posible si no se tocaba el elemento pene. Además, la frase que usamos -«un pene, cualquier pene, es siempre una miniatura»- ayudó mucho, porque no fue una provocación arbitraria ni gratuita ni caprichosa, sino que una provocación que buscó el punto de sensibilidad.

¿Por qué elegiste el título de «Mamá no me lo dijo» para ese ciclo?

Maria: Lo de «Mamá no me lo dijo» puede ser interpretado como tú quieras, pero básicamente lo elegí porque filmar es tomar una perspectiva, es mirar. Y mirar es asumir un punto de vista. Entonces «Mamá no me lo dijo» es asumir el punto de vista de la hija, que es un lugar que a mí me interesa mucho. ¿Por qué? Porque siempre se mira desde el lugar de la madre … Yo entiendo que la maternidad puede ser algo maravilloso, puede ser libertad, puede ser una fuente muy creativa para las mujeres, pero está tan, tan secuestrada, que en este momento es un lugar de legitimidad patriarcal. Entonces, elegí la hija, porque todas hemos sido hijas, aunque no todas somos madres.

Entonces, ese punto de vista de la hija era un lugar desde dónde todos los estereotipos abordados desde el programa -la india, la puta, la vendedora, la monja- podían estar juntas.

Después de pasar las filmaciones del programa, recibían en vivo los llamados de la audiencia, en general, agresivos. ¿Cómo viviste, Florentina, esa exposición tan grande?

Florentina: La gente aymara por lo general no tiene teléfono para llamar, pero la gente de la ciudad sí, ha llamado, ha habido insultos. Todo eso se ha superado. Ha sido un éxito a mi manera de ver. Pero a través de ese canal ya he sido una mujer pública de Mujeres Creando. Eso es lo que más se me cuestionó. «Por qué tú te has ido con esas locas, son lesbianas, las aymaras nunca somos así». Pero yo creo que este cuestionamiento de ellos es cosa de ellos, no es mío. Son sus cosas. Por lo menos eso ya se ha frenado, porque saben que Mujeres Creando no vamos a ir a ninguna diputación, no vamos a vendernos a un color político. Para mí ha sido un buen espacio para distanciarme con aquella gente corrupta.

Y luego muchas mujeres, por ejemplo, cuando hay momentos en los que las ha arrasado el abuso del hombre, la violencia… todo eso, ya no limita, porque llegan a este lugar llorando, chillando, diciendo «ayúdame, esto me ha pasado.» Tenemos un apoyo total de clandestinidad de muchas mujeres. Eso a mí me da alegría porque sé y conozco. Porque dicen «tú eres de Mujeres Creando, qué bueno, hagan, adelante, ustedes sí que son muy fuertes, ustedes son mujeres». Entonces, eso ¿qué quiere decir? «Ustedes luchen para nosotras, pero nosotras tenemos miedo». ¿Por qué tienen miedo? No son cuestiones políticas, sino que tienen vergüenza de meterse dentro de nuestro movimiento social.

¿Por qué? Porque les va a decir el marido: «¿cómo te vas con esa lesbiana, cómo vas a ir con esa india? Son unas locas. Te van a tergiversar, te van a lavar el cerebro. Entonces no vayas». A pesar de que esa mujer esté de acuerdo con nuestra decisión, con nuestra política. Pero no les permiten llegar, estar con nosotras. Y desde la gran clandestinidad estas mujeres están de acuerdo, así como hombres que están de acuerdo, pero por la vergüenza de que somos mujeres tan, tan fuertes, pues, los alejan.

Julieta: Creo que en todos los lugares del mundo hay personas, hay grupos que están buscando otras formas de hacer política, que no son las tradicionales. Yo respeto esas otras formas, otras organizaciones, pero que responden a coyunturas, a problemáticas que vives en tu contexto, y ahí está la riqueza, no en tanto apruebes o no apruebes esta forma de organización o no desde lejos. La práctica de alguna manera dirá cuán válida es. El futuro dirá si realmente hemos sido consecuentes, si realmente hemos roto con las jerarquías o hemos elaborado nuevos discursos, nuevas prácticas sociales, nuevas formas de luchar.


Esta entrevista ha sido reproducida originalmente en La Vaca.

[1] Las imágenes que ilustran la entrevista son fotografías de algunos de estos murales. Pueden encontrarse en su sitio web: www.mujerescreando.com.