La sublevación militar de 1936 en España despertó toda una ola de solidaridad que se materializó en la presencia de combatientes y personal de servicios que se trasladaron desde sus países de origen para apoyar a la República, enrolados en las Brigadas Internacionales (BBII), o también en organizaciones humanitarias. Muchos de ellos llegaron a Murcia ya que, como es conocido, esta ciudad quedó lejos del frente (fue la última capital de provincia en caer en manos de los rebeldes), y precisamente por ello fue escogida como lugar apropiado al que trasladar a los heridos en combate y a los refugiados civiles que huían. Muchos de los colaboradores fueron mujeres, si bien en este artículo solo se hace referencia a algunas de ellas.
De las mujeres locales apenas han llegado noticias. Aquellas cuyo nombre es conocido lo es porque se ha conservado su expediente de depuración tras la Guerra, pero, hasta el momento, solo se han rescatado unos pocos de esos expedientes y casi todos han resultado sin sanción: han desaparecido los expedientes que terminaron en sanción. En cambio, a través de distintas fuentes, hay noticia de muchas de las mujeres extranjeras que se ocuparon en Murcia de los heridos y refugiados. Su procedencia fue muy diversa, desde Albania hasta Suiza y Yugoslavia, pasando por otros muchos países europeos entre los que destacan por su número Alemania, Austria, Francia, Gran Bretaña, Polonia o Rumanía. De fuera de Europa, Canadá, Estados Unidos y Palestina. Hay que destacar que estas últimas, las procedentes de Palestina, eran todas europeas de origen judío que habían abandonado su país ante el peligro que representaba el fascismo en expansión.
La ciudad de los refugiados
Entre las colaboradoras puede ser citada Francesca Mary Wilson (Newcastle upon Tyne, 1888 – Londres, 1981), miembro de la Asociación Religiosa de Amigos, conocida como cuáqueros. Trabajadora humanitaria incansable, estuvo ofreciendo ayuda en distintos puntos de Europa, Turquía o Túnez durante la primera Guerra Mundial, y en el alivio de la hambruna en Rusia en 1922. Tras la Guerra Civil prestó asistencia a los exiliados españoles en Francia, en 1939, y en 1940 a los refugiados polacos en Hungría. Tras la IIGM participó con la UNRRA (Administración de las Naciones Unidas para el Socorro y la Rehabilitación) en Alemania. Durante la Guerra Civil puso en marcha un Hospital Infantil que pronto se convirtió también en maternidad.
Francesca Wilson llegó a Murcia desde Valencia, dirigiendo una delegación de la Asociación de Amigos, después de que las tropas sublevadas atacaran el 8 de febrero de 1937 a la población civil en su huida de Málaga hacia Almería, causando una masacre en el episodio conocido como “la Desbandá”. Se han calculado más de 3.000 muertos y más de 200.000 desplazados en este episodio. Desbordadas las posibilidades de acogida en Almería, la migración continuó hasta Murcia, donde más de 10.000 personas fueron acogidas en 7 refugios y un número indeterminado de viviendas particulares. En sus memorias, Francesca Wilson menciona expresamente el Refugio Pablo Iglesias, que ocupaba la conocida Casa de los Nueve Pisos de la capital (se ignora la ubicación del resto), en el que se hacinaban 4.000 personas. Allí, con la dirección de Wilson, se crearon talleres ocupacionales (especialmente para mujeres y niñas) y se procuró alimentación a los niños refugiados.
Pero también desde el principio, se fue consciente de las necesidades sanitarias. Con el apoyo de las autoridades locales y voluntarios civiles, consiguió que se habilitara como hospital infantil un edificio, que aún se conserva en la calle Puerta Nueva, cerca de la Universidad. Inicialmente pensado para 30 pacientes, pronto contó con 50 camas y un equipo médico dirigido por el pediatra Amalio Fernández Delgado. El hospital fue sostenido por la rama americana de la Asociación de Amigos y Wilson menciona, como enfermedades más frecuentes, sarampión, fiebre tifoidea, meningitis y difteria, así como casos de tuberculosis y tosferina. Tras la toma de Murcia por el ejército rebelde, el centro fue clausurado el 20 de mayo de 1939.
La ciudad de los heridos
La mujer es Agustina (Gusti) Jirku –Cherniivtsi, Ucrania, 1892 – Lidingö, Suecia, 1978–. Fue una traductora, escritora y periodista que se enroló en las Brigadas Internacionales como asistente médica, pero que pronto pasó a realizar el trabajo que realmente conocía: la comunicación, convirtiéndose en la responsable de la misma en los servicios sanitarios de las BBII. En este papel y tras su paso por Murcia publicó, entre otros trabajos, un libro con el título de “Nuestra lucha contra la muerte”, y el significativo subtítulo de “El trabajo del Servicio Sanitario Internacional”. En él hay un capítulo, “La ciudad de los heridos”, que se dedica a la citada ciudad.
Existe una notable confusión sobre la denominación y ubicación de los hospitales instalados en la capital. Esta confusión deriva en buena parte de que los supervivientes que trabajaron en ellos, tras pasar por procesos de depuración y en muchos casos por las cárceles, decidieron guardar silencio sobre esta etapa de su vida (es paradigmático el caso de Huberto Sanz, director del Hospital Base del ejército republicano y tras la marcha de las BBII, responsable también de sus centros). Hoy es conocido que, además del hospital infantil antes mencionado y del antiguo hospital Provincial de beneficencia, en Murcia se instalaron cuatro hospitales por parte de las brigadas internacionales, así como un hospital militar para los heridos del ejército republicano.
El más importante fue el Hospital Federica Montseny, conocido también como “Universidad” porque fue instalado en la Universidad de Murcia, en lo que hoy es su Campus de la Merced. La doctora francesa Suzanne Beck dejó su trabajo en el Hospital Municipal de Draveil, al sur de París, para trabajar en Benicássim y Murcia. Ella fué la que descubrió lo adecuado del edificio de la Universidad para dedicarlo a hospital. Jirku describe así el centro: “La Universidad tiene quirófanos, locales de esterilización, unos aparatos construidos según los dibujos de Suzanne Beck, un gran laboratorio de rayos X, dirigido por un radiólogo alemán, unas salas ortopédicas y para aparatos de inmovilización, puestas por el cirujano Langer, una habitación para masajes y gimnasia, un taller para aparatos protésicos móviles, frigoríficos, comedores, una biblioteca, una cantina, etc. El hospital aloja a 500 personas, incluido el personal”.
El segundo fue el Hospital Pasionaria, que se instaló en el Instituto de Segunda enseñanza (el edificio que hoy es el IES Licenciado Cascales), anexo al Hospital Provincial (edificio este último que no se ha conservado). Se especializó en neurocirugía. En él ejerció Mimí Langer (nacida Marie Lizbeth Glas Hauser, Viena, 1910 – 1987). Parte de una familia judía de la alta burguesía de Austria, estudió medicina e ingresó en el Instituto que presidía Sigmund Freud, que abandonó cuando Freud decidió que sus colaboradores no podían militar en partidos clandestinos (y Marie militaba en el comunista). Junto a su marido, el médico Max Langer (antes mencionado), se enroló en las BBII y ambos desarrollaron su trabajo en Murcia. Tras la victoria franquista se trasladaron a Uruguay, y después a Buenos Aires donde con otros fundó la Asociación Psicoanalista Argentina. A mediados de los años 70 se vio obligada a emigrar a México por la presión de la ultraderecha. Se convirtió en uno de los más importantes referentes en América Latina del psicoanálisis y de la defensa de los derechos humanos.
El tercero, conocido por su ubicación como “Malecón”, habitualmente se le ha situado en el colegio de Maristas, pero no fue así. En este colegio sí hubo un hospital, pero no el de las BBII, sino que acogió al hospital del ejército republicano, con categoría de “Base” dentro de su estructura organizativa. Poca información se conserva de él, aparte de que se designo al médico Huberto Sanz para dirigirlo, y de la oferta de las religiosas Hijas de la Caridad para ocuparse de la atención a los pacientes.
La localización real del tercer hospital de las BBII fue la casa de la familia Hernández-Ros, en la entrada del Paseo del Malecón, anexa al convento de San Francisco (ninguno de los dos edificios se ha conservado). En este edificio Claudio Hernández-Ros y su hijo Antonio (que huyó a la “zona nacional”) habían instalado desde los años 20 una “clínica radio-quirúrgica”. Esas instalaciones se aprovecharon para poner en marcha el oficialmente conocido como Hospital Radio Paul Vaillant-Couturier (en homenaje a un histórico dirigente comunista francés). Durante un tiempo estuvo al frente del mismo la médica Frances Vanzant –Houston, Texas, 1902-1956–, Licenciada en Medicina (M.D.) en 1926 de la Universidad de Texas. Con una gran productividad científica, junto a sus asociados publicó un buen número de trabajos en los que aplicaba los métodos estadísticos, de los que era especialista, a los estudios sobre fisiología y patología digestiva, que se han considerado sobresalientes. Militante del Partido Comunista de los Estados Unidos, se enroló en la Brigada Lincoln y viajó a España. Destinada a Murcia, Walter C. Alvarez afirma que también estuvo a cargo de otros dos hospitales con asistencia estadounidense y que también ayudó a editar dos revistas médicas. Bajo la tensión de este trabajo la salud física y mental de Frances Vanzant se rompió, fue repatriada a los Estados Unidos y permaneció enferma hasta su prematura muerte.
Más dramática aún fue la peripecia de Betty Rosenfeld – Stuttgart, Alemania, 1907 – Auschwitz, 1942–. Hija de una familia judía de la burguesía, se formó como enfermera en el Hospital Katharin, en Stuttgart. Ella fue una de las personas que, cuando la situación se volvió peligrosa para los judíos en Alemania, emigró a Palestina en 1935 donde permaneció hasta que, al estallar la Guerra Civil Española, se enroló en las Brigadas Internacionales en 1937. Fue destinada a Murcia, al hospital Radio. Tras la derrota de la República, cruzó la frontera francesa y fue internada en un campamento de mujeres en Rieucros, en 1942. Entregada a Alemania, fue deportada y asesinada en la cámara de gas en Auschwitz.
Existió un cuarto hospital, oficialmente el Hospital Comandante Dubois, al que se nombra como “Casa Roja”, ubicado en el edificio denominado así por el color de su fachada (que aún conserva), frente al Casino de Murcia. En este hospital trabajaron enfermeras como la americana Hilda Bell, y médicas como la Radióloga polaca Sonja (o Zofia) Ellinger, quien tras la Guerra Civil cayó también en manos de los nazis y murió en la cámara de gas.
Muchas de las mujeres que sobrevivieron a la Guerra Civil Española, fueron internadas en campos en Francia cuando las brigadas internacionales abandonaron España. Posteriormente, algunas de ellas se unieron a las fuerzas de resistencia en Francia, Austria o en sus propios países.
Referencias pies de foto
Francesca Mary Wilson, hacia 1910. Fuente: Suffolk Artists
Gusti Jirku. Fuente: Errepublika Plaza
Marie (Mimí) Langer, alrededor de 1979 en su casa en Coyoacán, México. Fuente: Langer, CC BY 2.0
Frances Vanzant. Fuente: The Abraham Lincoln Brigade Archives
Betty Rosenfeld. Fuente: Centro Documental de la Memoria Histórica. Signatura: DNSD-SECRETARIA,FICHERO,57,R0150151
Bibliografía
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José Miguel Sáez Gómez y Pedro Marset Campos son catedráticos de Historia de la Medicina. Universidad de Murcia.